Aproximadamente a 1 kilómetro de Salardú encontramos Unha. Hay una ruta que parte desde la oficina de turismo y, por carretera, apenas dista medio kilómetro. Por el camino nos va quedando a la izquierda la estampa elevada de la iglesia de Salardú.
Unha es un bonito y pequeño pueblo con casas y rincones encantadores. En la entrada del pueblo nos encontramos con la bonita casa Çò de Bastret, de 1580. Tiene baluartes defensivos y ventanas renacentistas.


También hay muchas flores y algunas fuentes donde reponerse del calor. El edificio más destacable es la iglesia de Santa Eulària, a la que accedemos por unas escaleras. Tiene planta basilical con tres naves y bóveda de cañón la central y de cuatro de círculo las laterales. En el lado de levante encontramos la cabecera con tres ábsides decorados con el gusto lombardo y en el lado noroeste, una torre campanario del siglo XVIII. Lo más destacado de la iglesia es su maravillosa colección de pintura mural. En el ábside centrar vemos (o intuimos) una bóveda semiesférica con el rostro de un Pantocrátor rodeado de una mandorla y el Tetramorfos.
Debajo estaban representados los miembros del colegio apostólico (se conservan las caras de dos figuras). En el muro lateral norte se han restaurado pinturas del siglo XI donde podemos ver la oración de Jesús en el huerto, el beso de Judas, la flagelación, Poncio Pilatos lavándose las manos, el camino del Calvario, la crucifixión y el Juicio final con un Cristo Glorificado. Vemos también dos pilas bautismales románicas. Una de ellas se usaba por inmersión ya que parece que en realidad era un sarcófago reutilizado. Hay paneles explicativos en la iglesia, que se sustenta con columnas blancas de piedra. El retablo mayor, muy dorado, parece desentonar un poco. Desde las proximidades de la iglesia podemos tener una bonita vista.

Si nos colocamos en la rampa de bajada, cerca de la puerta que da a los ábsides, podemos obtener una bonita foto.

Es posible ir caminando desde Unha hasta Bagergue. El camino está bien señalizado. Son aproximadamente dos kilómetros de distancia, cuyo tramo final está en bastante pendiente. El desnivel es de unos 139 metros aunque la ruta se considera fácil.
Nada más llegar nos encontramos con la Iglesia de Sant Feliu, románica de los siglos XII y XIII. Ha sido reformada varias veces y en 1524 fue ampliada. Se suprimió el ábside semicircular y se añadieron capillas laterales así como se adosaron los contrafuertes y se cegaron algunas ventanas. Tiene un campanario del siglo XVIII de torre cuadrada y una cubierta piramidal muy puntiaguda. En la capilla del presbiterio se venera una imagen renacentista y el ara del altar es un bloque de piedra de estilo prerrománico. Tiene un altar de madera un tanto curioso, lleno de figurillas que parece que no casan unas con otras y colgado enfrente un crucifijo de madera con el cordero de Dios en el centro.

Bagergue es un pueblo encantador, lleno de flores, increíblemente bien decorado por sus habitantes, que han hecho animales con plásticos o macetas y los han pintado de vivos colores. Es el pueblo más alto del valle.

Tiene un museo, Eth Corrau, que alberga unas 2.500 piezas que muestran la vida cotidiana y la artesanía típica. Nosotros no lo visitamos. Sí que fuimos a la quesería. Los productos que han sido elaborados en el Valle tienen una marca, “Productes dera Val d’Aran”, que certifica su calidad y que han pasado por los controles pertinentes. Evidentemente son productos que se elaboran artesanalmente. Tal es el caso de esos quesos. Hay cola para comprarlos. La quesería en algunos momentos puede visitarse; no fue el caso de cuando nosotros fuimos y nos tuvimos que limitar a comprar quesos. Riquísimos. El señor también vende otros productos.
Se trata de la quesería de los hermanos Tarrau, que han recuperado el buen hacer del queso tradicional. Según leo en una noticia, rescataron la receta del queso de su abuela, ya que antes solo se elaboraba en las casas, y empezaron a elaborar quesos como antaño. Con éxito, parece. Cuentan que usan la técnica del hacinado, inspirada en el método francés “affinage”, que consiste en curar el queso durante la maduración con ron, coñac, aceite de oliva y vinagre. Se les da un baño con esa mezcla durante dos meses. También elaboran el “lenguat” (pasta de queso triturado con aceite de oliva virgen, coñac y miel de regaliz), el blanquet (parecido al brie) y un queso azul.
Podemos regresar caminando a Salardú.