NUESTRA RUTA POR EL MAESTRAZGO TUROLENSE (en sentido amplio).
MOLINOS Y GRUTAS DE CRISTAL. ALIAGA. PITARQUE (NACIMIENTO DEL RÍO PITARQUE). ÓRGANOS DE MONTORO. MIRAMBEL. CANTAVIEJA. PUERTOMINGALVO.
Se nos avecina un verano en el que muchos tendrán -o tendremos- que quedarnos en España a pasar las vacaciones, lo cual tampoco es un mal plan, ni mucho menos: millones de extranjeros que lo hacen cada año no pueden estar equivocados. Y a cuenta de todo eso me ha venido a la mente el viaje que hicimos hace un par de años al Maestrazgo, una de esas comarcas del interior peninsular donde todavía no existe la masificación veraniega de turistas que impera en la costa. Sin embargo, tampoco faltan visitantes que, cada vez más, disfrutan de unos pueblos que parecen haberse detenido en el tiempo, que rezuman encanto en sus piedras centenarias y que también suelen hallarse enclavados en imponentes escenarios naturales.
Situación del Maestrazgo turolense en el mapa peninsular.


Foto del plano que entregan en las Oficinas de Turismo. Muy útil. Merece la pena pedirlo.


Aunque el recorrido no lo hicimos exactamente siguiendo el orden en que lo voy a contar, me parece que se comprenderá todo mejor si me atengo a un criterio geográfico, haciendo el relato de norte a sur.

El nombre “Maestrazgo” deriva de la palabra “maetre”, puesto que en épocas medievales este territorio se encontraba bajo la jurisdicción del Gran Maestre de las Órdenes Militares del Temple, San Juan y Montesa, pues se trataba de zonas fronterizas donde se desarrollaban frecuentes escaramuzas y batallas. Por ese motivo, los núcleos de población tenían carácter defensivo y contaban con fortificaciones e incluso castillos, restos de los cuales, en mejor o peor estado, aún se conservan en algunos lugares.

A caballo entre las comunidades autónomas de Valencia y Aragón, esta comarca se encuentra situada al noroeste de la provincia de Castellón y al sureste de la de Teruel. También existe una Mancomunidad, fundamentalmente en el plano turístico, que engloba 57 municipios de ambas provincias y que incluye poblaciones que pertenecieron al antiguo Maestrazgo, aunque oficialmente ya no sea así, por ejemplo, el Alto Aragón y Matarraña por lo que respecta a Teruel.

No obstante, en esta etapa del diario y la siguiente, voy a escribir sobre lo que vimos en la comarca turolense que oficialmente lleva ese nombre desde 1999, aunque el territorio histórico en sí mismo y el que engloba la llamada “Comarca Cultural del Maestrazgo” sea mucho más extenso. Como dato para reflexionar, cabe señalar que los quince municipios que componen esta comarca en conjunto no alcanzan los 3.500 habitantes, siendo su capital, Cantavieja, la de mayor población, con poco más de 700 residentes. Un claro ejemplo de lo que últimamente conocemos como la “España vaciada”

MOLINOS Y LAS GRUTAS DE CRISTAL.
Nuestra primera parada la hicimos en el Monumento Natural de las Grutas de Cristal, que se encuentran muy cerca de la localidad de Molinos, que, por dar una referencia, dista 44 kilómetros de Alcañiz.

Pese a estar en verano, el campo presentaba un aspecto estupendo seguramente gracias a las abundantes lluvias caídas en los días anteriores, una de cuyas tormentas habíamos presenciado en directo en Daroca. Esta cueva está considerada una de las más espectaculares de Aragón por sus formaciones, que asemejan columnas, cortinas y cascadas, cuyo rasgo peculiar es el carbonato cálcico que les proporciona una consistencia espumosa y un intenso color blanco. Llevábamos reserva previa y para llegar al punto de acceso tuvimos que dejar atrás el pueblo de Molinos, que nos ofreció una bonita estampa desde la carretera TE-8215. Después seguimos las señalizaciones por una pista asfaltada que nos condujo en unos tres kilómetros al centro de recepción de visitantes, donde nos recibió el guía que nos acompañó en la visita una vez formado el grupo. La entrada general nos costó 7 euros.
Vistas desde el Centro de Recepción de visitantes de las Grutas de Cristal.


Las cuevas nos gustaron (reconozco que es rarísimo que no me guste una cueva), pero no recuerdo nada especial de ellas porque como suele pasar muy a menudo en las españolas (y no entiendo el motivo, ya que en otros países no ocurre salvo que se trate de pinturas rupestres que requieren una conservación especial, en cuyo caso sí que resulta comprensible) está prohibido hacer ni una sola foto dentro. Así que, con tantos lugares que visitamos, al cabo del tiempo y salvo que se trate de un sitio muy especial, las imágenes se diluyen en mi memoria a no ser que conserve algún archivo gráfico donde pueda refrescar lo visto. Creo que esta especie de amnesia antes no me pasaba tanto: debe ser la edad. Lo que sí recuerdo es que el guía nos recomendó con mucha insistencia que no nos fuésemos sin visitar el pueblo de Molinos porque estaba seguro de que nos iba a gustar. Así que allá que fuimos al acabar de ver la cueva. Y tenía razón. Mereció la pena pasar un rato allí. Con menos de 250 habitantes censados, Molinos tiene una ubicación bastante llamativa, a 838 metros de altitud sobre el nivel del mar y se encuentra al borde de varios barrancos que condicionan su peculiar trazado.
Molinos desde la carretera que va a las Grutas de Cristal.

Molinos.
Dejamos el coche en un aparcamiento municipal gratuito a las afueras y recorrimos caminando un casco urbano pequeño pero muy interesante, con una serie de recónditos y pintorescos callejones que confluyen en la Calle Mayor, siguiendo la cual llegamos al Ayuntamiento, cuyo origen se remonta al siglo XVI.




En la plaza también se encuentra su principal monumento, la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, del siglo XV, con dos portadas en estilo gótico flamígero. Su contundente estructura posiblemente era debida a un propósito defensivo, ya que perteneció a la Orden de Calatrava, a la que fue donada la población por Pedro II en 1209. En el interior, también muy sobrio, destacan dos antiguas pilas bautismales.




Muy curiosa nos pareció la torre exenta, que se encuentra un poco alejada, en una colina cercana. Para llegar casi tuvimos que trepar por la empinadísima calle Estirador, donde incluso se han grabado surcos en el suelo para evitar los resbalones por la nieve en invierno.




Claro que no nos arrepentimos de haber hecho ese pequeño esfuerzo porque, aparte del pintoresco campanario y de una atractiva ermita, las panorámicas que pudimos contemplar desde lo alto eran impresionantes, tanto las de los campos adyacentes como las del propio pueblo. Nos resultó curiosa la imagen de la iglesia sin la torre.



Después regresamos a la Plaza Mayor y seguimos hasta el edificio del Parque Cultural del Maestrazgo, al lado del cual pudimos asomarnos al tremendo barranco que divide el pueblo en dos y por cuyo fondo corre el río Guadalopillo, formando varias cascadas muy bonitas, aunque destaca sobre todo un precioso salto de agua en una especie de cueva, que se puede contemplar desde el puente sobre el río y a lo largo de un mirador protegido con barandillas. Es posible hacer una ruta por un sendero junto al cauce, pero ya no nos dio tiempo.




Terminamos la excursión en una tienda del pueblo, comprando todo tipo de dulces, embutidos, pastas y demás cosas ricas típicas de la zona. Molinos fue toda una sorpresa, pues no pensábamos que hubiera nada importante para ver aparte de la Gruta de Cristal. Estábamos equivocados.


ALIAGA.
Desde Molinos hasta Aliaga hay poco más de 40 kilómetros. Esta localidad pertenece a la comarca de las Cuencas Mineras y no a la del Maestrazgo, aunque sí está integrada en el llamado Parque Cultural del Maestrazgo, al que pertenecen 47 municipios turolenses. Se encuentra a 1.105 metros de altitud sobre el nivel del mar y tiene unos 350 habitantes. Como nos pillaba de paso, decidí incluirlo en el itinerario, pues había leído que Aliaga cuenta con varias cosas interesantes para ver, una de ellas su Parque Geológico, donde están representadas estructuras y formaciones sumamente peculiares, incluso únicas en el mundo. Yo no sé si esto es exacto o no, pero lo que pudimos comprobar nada más acercarnos a la población es la llamativa situación del núcleo urbano, rodeado de picachos y agujas de piedra de todas las formas y tamaños.



Aunque al parecer fueron los íberos los primeros pobladores de estas tierras, el origen del núcleo urbano se remonta a la época de dominación musulmana, durante la cual se construyó una parte del Castillo cuyas ruinas se yerguen en un cerro, aunque la mayor parte de los restos que se conservan corresponden a la ampliación que realizó la Orden Militar de San Juan del Hospital (Orden de Malta) durante los siglos XII, XIII y XIV, a la que fue entregado por los reyes aragoneses tras su reconquista. Supongo que es posible acceder al que se denomina Castillo de la Encomienda, ya que vimos varias personas asomadas a lo que parecía un mirador en todo lo alto. Teníamos intención de subir, pero nos entretuvimos en otro sitio y luego ya no nos dio tiempo. Ni que decir tiene que las vistas deben ser espléndidas. Claro que la panorámica que presenta desde abajo tampoco es manca.


De la época medieval, la población conservó sus murallas hasta el siglo XX, cuando fueron derribadas casi en su totalidad para construir la carretera que pasa por el mismo centro. Como lugares destacados se pueden citar el Ayuntamiento, con una lonja de siete arcos, la Iglesia de San Juan Bautista y la Ermita de la Virgen de la Zarza, construcción barroca de sillería y manpostería del siglo XVII.


Sin embargo, lo que me atrajo de Aliaga fue su Senda Fluvial, una ruta senderista de 14,5 kilómetros, cuatro horas y media de duración y de grado de dificultada fácil, que recorre las riveras y los cañones de los ríos La Val y Guadalope, entre el Barrio Minero de Santa Bárbara y los Estrechos de Bayoré. No pudimos hacerla completa (queda para otra ocasión), pero sí el tramo del Parque Geológico, donde se juntan los ríos La Val y Guadalope.



En este tramo, nos pareció realmente espectacular la colección de puntiagudas agujas rocosas entre las que transcurre el sendero, destacando el imponente Pico de la Porra. La lástima fue que el río La Val llevaba sus aguas de color marrón a consecuencia del arrastra producido por las tormentas de la tarde anterior.





El tramo que va desde el centro de Aliaga hasta el Embalse de la Aldehuela se realiza en gran parte por unas pasarelas ancladas a las rocas sobre el río Guadalope. El Mirador de las Vagonetas nos proporcionó unas estupendas vistas al atardecer del embalse y de la antigua Central Térmica.




La Central Térmica de Aliaga se construyó en 1949 para aprovechar el carbón lignito extraído de las minas locales y fue en su tiempo la más grande de España. Durante un tiempo fue muy productiva y colaboró a mejorar la economía local hasta el punto de que la localidad llegó a contar con casi 2.000 habitantes. Sin embargo, el encarecimiento paulatino del transporte del carbón condujo a su cierre en 1982, quedando abandonada a partir de entonces.



Un hecho también destacado, desgraciadamente, en la historia de Aliaga acaeció en 2009, cuando el término municipal se vio afectado por uno de los mayores incendios forestales de Aragón, que quemó buena parte de su patrimonio natural.


En fin, otro pueblo que nos llevó ver más tiempo del que pensábamos y eso que no pudimos hacer todo lo que nos hubiera gustado porque se nos hacía de noche. Sin duda, volveremos.

PITARQUE.
A 25 kilómetros de Aliaga se encuentra el pequeño pueblo de Pitarque, cuyo mayor atractivo es la ruta senderista que sale desde sus calles hasta el nacimiento del río que le da nombre y que teníamos mucho interés en realizar. No obstante, por una “jugarreta” que cuento en otra etapa, en vez de ir desde Aliaga a Pitarque por el camino más corto, una pista asfaltada que une ambas localidades en apenas 20 minutos, nos vimos obligados a hacer 51 kilómetros dando un rodeo por Ejulve que nos llevó casi hora y cuarto. Por lo que he visto, en Google Maps ya está corregido el error u horror, más bien. Menos mal que al menos el inesperado "tour" nos deparó unas vistas espectaculares de unos campos tan descarnados como bellos al atardecer.



Como el día pensado para realizar la ruta era un sábado de agosto, creímos aconsejable hacer noche lo más cerca posible de su inicio para evitar toparnos con mucha gente (luego no había tanta), así que nos alojamos en la Posada Pitarque, un establecimiento rural que se encuentra a la entrada del pueblo. Con mobiliario sencillo, carece de lujos y de ascensor, pero las habitaciones son amplias y cómodas, algunas (como la que tuvimos nosotros) cuentan con unas vistas preciosas al pueblo y a la montaña.


Es una buena opción para hacer la ruta, cuyo comienzo está a unos tres minutos caminando. También preparan comidas, desayunos, bocadillos…


Llegamos ya de noche. Cenamos unas tapas en la propia posada. Luego salimos a dar una vuelta por el pueblo y nos encontramos esto:





Pero, en vez de contar más acerca de esto, voy a poner el enlace de la etapa donde cuento nuestra experiencia en la ruta con todo detalle. Solamente añadir que la Ruta del Nacimiento del Río Pitarque, declarado Monumento Natural de Aragón (el segundo en esta etapa) nos gustó muchísimo: realmente merece la pena. No dejéis de hacerla si estáis por la zona. Resulta difícil contemplar tanta belleza con tan poco esfuerzo (bueno, un poco sí, pero no demasiado).





En cuanto al pueblo en sí, es muy pequeño y apenas cuenta con setenta habitantes, pero no desentona en absoluto para dar un agradable paseo antes o después de hacer la ruta hacia el nacedero del río. Se conoce su existencia desde, al menos, 1214, la iglesia parroquial está construida sobre un antiguo alcázar árabe y conserva antiguas casas de adobe y un horno de grandes dimensiones.






ÓRGANOS DE MONTORO.
Después del magnífico sabor de boca que nos dejó la caminata del río Pitarque, nos dirigimos hacia el Monumento Natural de los Órganos de Montoro, uno de los cinco con que cuenta Aragón y el tercero en esta etapa. Se trata de una gran formación caliza de estratos subverticales de la edad cretácica que se localiza entre los términos municipales de Ejulve y Villarluengo y que se puede contemplar circulando por la carretera A-1702, que ya nos ofrece un espectacular festival pétreo antes de llegar a la formación propiamente dicha.






Su disposición vertical contrasta con la disposición horizontal de otras formaciones calizas turolenses y guarda cierto parecido con las que pudimos ver en Aliaga. El terreno es propicio para aves rapaces como los buitres, y también abundan las cabras. En cuanto a flora, la piedra tiene poca vegetación salvo en las grietas, donde aparecen algunas especies endémicas o típicas aragonesas como las zajareñas, las hierbas de Santa Rosa y el tomillo, lo que acentúa su intenso tono gris. En las laderas más bajas pueden verse extensas masas de pinos carrascos y sabinas negras que suavizan con sus tonos verdes el impactante panorama.

La carretera es estrecha y está plagada de curvas, así que no resultaba fácil encontrar un sitio para detenernos y contemplar con tranquilidad el llamativo paisaje que teníamos ante los ojos, con moles que parecían haber sido algunas cinceladas y otras cortadas a tajo por gigantes.

Al fin, llegamos al punto más espectacular, el que aparece en todas las guías turísticas o reseñas de los Órganos de Montoro, una especie de montaña acuchillada o un alfiletero puesto de punta y al revés. Bueno, la imaginación da para mucho en este lugar. Por fortuna, aquí sí hay un indicador, un mirador habilitado y sitio para estacionar el coche y deleitarse con una visión espectacular.


De nuevo en el coche, durante un par de kilómetros continuamos admirando un panorama que no dejaba de brindarnos estampas dignas de fotografiar.


Resumiendo, un lugar imprescindible para ver en el Maestrazgo, sobre todo si hace buen tiempo, como fue nuestro caso.



Continúa en las siguientes etapas:

