Continuación de la etapa anterior:
MAESTRAZGO DE TERUEL (1). MOLINOS. ALIAGA. PITARQUE. ÓRGANOS DE MONTORO.
MIRAMBEL.
Tras Pitarque y los Órganos de Montoro, nuestro siguiente destino fue Mirambel, que, por cierto, me pareció el pueblo más bonito del Maestrazgo, al menos en mi opinión, totalmente personal, por supuesto. Para llegar tuvimos que circular un rato por tierras de la Comunidad Valenciana, en las que se adentra la carretera TE-8424, convertida allí en CV-121, bastante descuidada y con muy mal firme a ese lado de la frontera entre las dos comunidades. Quizás sea porque en esa zona ya no hay ningún pueblo valenciano .
Mirambel desde la carretera.
Desde la carretera apreciamos ya el encanto de las piedras con que nos íbamos a encontrar tras sus murallas, pues no en vano esta pequeña población, situada a 993 metros de altitud sobre el nivel del mar, fue declarada Conjunto Histórico por ser una “villa cargada de historia, conservando en su totalidad el recinto amurallado y las notables construcciones, sin alterar la imagen y el ambiente medieval”. Además, el año siguiente recibió la medalla de oro del premio Europa Nostra por su labor de restauración y ordenación del conjunto urbano. Y también forma parte del catálogo de la Asociación de los Pueblos más Bonitos de España. Asimismo, se ha convertido en el escenario del rodaje de varias películas, como “En brazos de la mujer madura” o “Tierra y Libertad”.
Dejamos el coche en el aparcamiento municipal gratuito que está fuera de las murallas. Pese a estar en agosto, apenas éramos tres o cuatro los turistas que visitaban la villa, que nos recibió con un panel informativo en el que se explica su historia a grandes rasgos.
Como otras poblaciones del Maestrazgo, tras expulsar a los musulmanes, Mirambel fue cedida primero a la Orden del Temple en 1243 y luego a la del Hospital. Su importancia quedó reflejada en las murallas que fortificaban un recinto urbano que contaba también con Iglesia, Palacio, Consistorio y un horno.
Creció con el tiempo, reflejo de lo cual es la disposición de sus calles, algunas largas y rectas y otras pequeñas y retorcidas, conformando callejuelas y plazoletas. Como otras localidades del Maestrazgo, tuvo gran importancia durante las Guerras Carlistas, y en Mirambel se instalaron algunos de sus líderes.
Resulta significativo que a mitad del siglo XIX el término municipal estaba habitado por casi un millar de personas mientras que actualmente no llegan a 150. Otro claro exponente del fenómeno de la España vaciada.
Pese a ser un pueblo pequeño, me dirigí a la Oficina de Turismo, ubicada en el antiguo Convento de las Monjas Agustinas, para pedir un plano porque enseguida me di cuenta de que merecía la pena saber lo que estaba viendo en cada instante. Si la Oficina está cerrada, en la entrada al recinto amurallado hay un plano informativo guía muy útil.
Ya antes de entrar al núcleo urbano, me quedé prendada de la muralla, una de las mejor conservadas de la provincia de Teruel, en la que todavía subsisten varias casas adosadas y dos de las cinco torres que llegó a tener; sobre todo una de ellas me retrotrajo al medievo sin remedio.
Muy cerca está el Portal de las Monjas, la más interesante de sus cinco puertas de acceso, de tres pisos y con una bella decoración interior. Al mirador de madera de la primera planta, donde se ubicaba la capilla de Santo Tomás, tenía acceso directo la abadesa del Convento; y en la segunda y la tercera se pueden ver las celosías de barro y yeso formando figuras geométricas que son características de Mirambel.
El Portal de las Monjas por fuera y por dentro.
Las otras cuatro son el Portal de San Roque, el Portal del Estudio, el Portal de la Fuente y el Portal de Valero. Muy aconsejable entrar y salir por todas para contemplar las panorámicas y el exterior de la muralla en cada sitio.
Portal del Estudio y Portal de Valero.
Portal de la Fuente desde el exterior.
Portal de la Fuente desde el interior y Casa Zorita. Portal de San Roque por dentro y por fuera.
Portal de la Fuente desde el exterior.
Portal de la Fuente desde el interior y Casa Zorita. Portal de San Roque por dentro y por fuera.
A la derecha del Portal de las Monjas, se encuentra el ya mencionado convento fundado por Felipe II, ocupado por monjas agustinas hasta no hace mucho y que aún conserva las celosías en sus ventanas. Caminé de frente por la larga y empedrada Calle Mayor, al fondo de la cual aparece el Portal del Estudio.
Girando a la izquierda, llegué hasta la Plaza de la Iglesia, con casas de puertas doveladas, fachadas con escudos y ventanales con rejas. La Iglesia parroquial está reconstruida, ya que la original de 1679 fue incendiada por un jefe carlista en 1843. Completando la Plaza, están el elegante edificio de estilo napolitano del Ayuntamiento y dos casas señoriales, las de las familias Pastor y Zurita.
La Iglesia.
El Ayuntamiento.
El Ayuntamiento.
Siguiendo el recorrido aconsejado en el plano turístico, llegué al antiguo horno, donde hay instalada una tienda en la que se venden todo tipo de productos típicos y que se puede visitar sin compromiso.
Por la calle San Roque enlacé con otros callejones, contemplando la mezcla entre la arquitectura popular y las casas de las familias dignatarias de la villa: Casas Barceló, Castelló, de los Julianes, Aliaga…
Después salí por el Portal de la Fuente y me acerqué a la Ermita de San Roque, desde donde se contempla una panorámica encantadora de la villa revestida por sus murallas, las casas adosadas y los pequeños huertos que flanquean el bastión. No hay que perderse esta vista. Merece la pena.
Fuimos a comer al Mesón las Tejas, que se encuentra saliendo por la Puerta del Estudio a la derecha. Tomamos un menú a buen precio. Aunque parecía que había poca gente, tuvimos la precaución de reservar mesa. Y fue un acierto porque luego, no sé cómo porque no vimos apenas gente por la calle, se llenó.
Muy bonito Mirambel. Nos gustó mucho. Un agradable paseo por un pueblo de aspecto enteramente medieval y casi en solitario. Todo un lujo.
LA IGLESUELA DEL CID.
Según el itinerario dispuesto, ahora sería el turno de Cantavieja, pero para no dar demasiado peso y alargar demasiado esta etapa, voy a pasar a La Iglesuela del Cid y dejo Cantavieja para la etapa siguiente, puesto que el orden de las factores no altera el resultado final
Desde Mirambel hay 24 kilómetros hasta La Iglesuela del Cid, pasando por Casavieja, que está a mitad del camino, aproximadamente. Por lo tanto, es posible visitar estos tres pueblos en una jornada, sobre todo si los días son largos.
La Iglesuela del Cid se encuentra a 1227 metros de altitud y cuenta con algo más de cuatrocientos habitantes. En principio, no teníamos muy claro detenernos allí, pero no nos arrepentimos de haberlo hecho, ya que es un pueblo pequeño pero muy bonito e interesante. Atravesada por dos riachuelos que la dividen en tres partes, en la central en forma de triángulo se encuentran los edificios que constituyeron la villa medieval.
Su origen es anterior a la llegada de los cartagineses y se la conocía con el nombre de Athea. Según parece, su actual nombre lo adquirió a mediados del siglo XV y su referencia al Cid tiene que ver con la visita que hizo Rodrigo Díaz de Vivar a la localidad en 1089, en el transcurso de la cual mandó fortificarla y construir su castillo. No existen pruebas de este hecho y lo cierto es que permaneció en manos de los almorávides hasta el siglo XII cuando fue conquistada por los aragoneses y, al igual que el resto de estos territorios, fue cedida a los templarios. Su época de auge se produjo entre los siglos XVI y XVII, cuando se construyeron los mejores edificios de la villa. Después, sufrió también los avatares de las Guerras Carlistas.
Pintoresco y útil panel informativo municipal.
Resultaba llamativo encontrar casi desierto en una tarde de agosto un pueblo tan bonito, catalogado como Conjunto Histórico Artístico. La Oficina de Turismo estaba cerrada, así que nos sirvió de guía un panel informativo municipal que vimos en la calle. Y, tomando como eje la Calle de San Pablo, que en su comienzo ya ofrece un fantástico aspecto, lo que vimos fue esto.
La Plaza Mayor sorprende por su belleza, ya que resulta difícil imaginar un conjunto tan bello en un espacio tan pequeño. El Ayuntamiento y la Torre del Castillo forman actualmente un único edificio, adosado a la Iglesia Parroquial de la Purificación perpendicularmente. Se cree que el edificio consistorial data del siglo XV, con una sobria fachada con pórtico de tres arcos apuntados y dos ventanas ajimezadas góticas. La Torre, llamada Torre de los Nublos, se remata con almenas.
La Iglesia de la Purificación es del siglo XVII y se construyó sobre otra gótica anterior. Tiene cabecera barroca y portada plateresca.
Frente a la Iglesia, encontramos la Casa Blinque, con arco de sillería de medio punto y el emblema de la Orden del Temple en su dovela central. La fachada cuenta con un pórtico que se apoya en un único pilar central.
El lado este de la Plaza lo ocupa el Palacio Matutano-Daudén, cuya fachada la podemos ver en la calle Ondevilla. Tiene un interior muy suntuoso con una escalera doble monumental. Se ha convertido en Hospedería de Aragón. Bueno, con lo que a mí me gustan las hospederías… Me apunto el sitio para un futuro porque me encantan este tipo de establecimientos: hoteles pequeños en edificios históricos. Continuamos por la calle de San Pablo, contemplando, entre otras, la Casa de Aliaga y la Casa Guijarro.
Dejamos a la izquierda la Ermita de San Pablo y salimos por una puerta hacia el exterior, y al cruzar un puente sobre el Barranco del Canto, pudimos vislumbrar una bonita panorámica de la villa con sus muros de un lado y sus huertos del otro.
Un pueblo del que se comenta poco, pero que es realmente pintoresco y muy bonito. Merece la pena visitarlo y, además, no se tarda demasiado en verlo.
Continua en la etapa siguiente.
MAESTRAZGO DE TERUEL (3). CANTAVIEJA Y PUERTOMINGALVO.