Me dispongo a pasar mi última noche en Castilla antes de llegar a casa. Para salir de Galicia me cuesta un triunfo, con GPS y todo...qué desastre soy! El caso es que voy por Vigo (qué bonito pasar por su ría, pero cuando ya pasas 4 veces ya te mosqueas...no hacía más que coger un ramal que no era, así que venga a entrar y salir de la autopista y venga a pasar por la ría de Vigo. Casi dos horas perdidas! Para cuando me encaminé por la carretera que va derechita hacia León, etc ya no sé cuánto llevaba conduciendo, menos mal que me había almorzado mis empanadillas de pulpo y choco porque ese día no tocó comer. El caso es que, como digo, iba rumbo a Castilla cuando veo a mi derecha un cartelito que pone Portugal y, como la droga pal drogadicto, ahí que me metí...es que me gusta taaaaaaaaaantooooo...Paré la furgo a ver qué tenía cerca para dormir y ví que tenía como a 50 kms. Bragança, que no conocía y, ni corta ni perezosa, me dirigí hacia allí...los 50 kms. los hice en una hora yendo por el parque natural de Montesinho, curvas parriba y pabajo pero paseo agradable a fin de cuentas. Llegué a un área para autocaravanas situada justo debajo de la muralla y me dispuse a darme un voltio por dentro de la misma y ver el atardecer desde ésta. Me sorprendió lo bonito que es este pueblito amurallado con su castillo, su domus municipalis, sus terracitas...apuntado para volver!
Unos pinchitos en una terraza para hacer hambre y luego a cenar a la Tasca do Ze Tugá, que de tasca no tiene nada, es un sitio muy acogedor, con una cocina muy elaborada y un servicio inmejorable. Te ponen un aperitivo pero, a diferencia de otros sitios, aquí va incluído en el precio final, o sea, no te lo cobran y consta de un pan muy fino de queso, una mouse de sardina deliciosa y unas aceitunas con altramuces aliñados, así como un pan con trocitos de chorizo. De plato principal pedí una cataplana de marisco. La cataplana es una forma de cocinar muy sana, es una cazuela que se cierra casi herméticamente y permite cocinar en sus propios jugos. Recuerda un poco al tajin de Marruecos. Bueno, al grano, marisco tenía almejitas y gambas, luego tenía bacalao, que no puede faltar y patatas. Sólo decir que estaba delicioso y que recomiendo mucho ese sitio, si bien no es barato, puedes pegarte un pequeño homenaje, como fue mi caso para felicitarme mi buena estrella y finalizar como a mí me gusta un viaje estupendo. Cafelito y a dormir.
Al día siguiente desayuné muy temprano, a las 7,30 en un bareto de la ciudad nueva. Estaba lleno de hombres de entre 40 y 60 años tomándose copas, vinos, fumando, sin mascarilla...me retrotraje a los 80 en un santiamén. Si no cogí el bicho allí creo que tengo muchas posibilidades de no cogerlo. Tras un potente desayuno ya crucé la frontera y, como me pillaba de paso, paré en Toro, que tampoco conocía. Fue una visita de médico, apenas una hora para patear por su casco viejo y hacer alguna compra y ahora sí, sin pausa, carretera y manta hasta Vitoria. Fin de viaje y sensación de victoria otra vez. Quiero más!!!
Unos pinchitos en una terraza para hacer hambre y luego a cenar a la Tasca do Ze Tugá, que de tasca no tiene nada, es un sitio muy acogedor, con una cocina muy elaborada y un servicio inmejorable. Te ponen un aperitivo pero, a diferencia de otros sitios, aquí va incluído en el precio final, o sea, no te lo cobran y consta de un pan muy fino de queso, una mouse de sardina deliciosa y unas aceitunas con altramuces aliñados, así como un pan con trocitos de chorizo. De plato principal pedí una cataplana de marisco. La cataplana es una forma de cocinar muy sana, es una cazuela que se cierra casi herméticamente y permite cocinar en sus propios jugos. Recuerda un poco al tajin de Marruecos. Bueno, al grano, marisco tenía almejitas y gambas, luego tenía bacalao, que no puede faltar y patatas. Sólo decir que estaba delicioso y que recomiendo mucho ese sitio, si bien no es barato, puedes pegarte un pequeño homenaje, como fue mi caso para felicitarme mi buena estrella y finalizar como a mí me gusta un viaje estupendo. Cafelito y a dormir.
Al día siguiente desayuné muy temprano, a las 7,30 en un bareto de la ciudad nueva. Estaba lleno de hombres de entre 40 y 60 años tomándose copas, vinos, fumando, sin mascarilla...me retrotraje a los 80 en un santiamén. Si no cogí el bicho allí creo que tengo muchas posibilidades de no cogerlo. Tras un potente desayuno ya crucé la frontera y, como me pillaba de paso, paré en Toro, que tampoco conocía. Fue una visita de médico, apenas una hora para patear por su casco viejo y hacer alguna compra y ahora sí, sin pausa, carretera y manta hasta Vitoria. Fin de viaje y sensación de victoria otra vez. Quiero más!!!