DE REGRESO A TRANSILVANIA
Desde Moldovita, seguimos hacia el sur por una carretera virada, que atravesaba terrenos de bosques y ríos, en medio de una naturaleza espléndida. Voy a parecer pesada, así que mejor pongo una pequeña muestra.



Nos detuvimos a almorzar en un restaurante en pleno campo (el del tejado rojo), en medio de un paraje fantástico, que pudimos contemplar desde lo alto de un historiado mirador de madera.


El único punto discordante en aquel paisaje propio de Heidi lo ofrecía un hotel de color mostaza, cuya fachada no era fácil eliminar de las mejores panorámicas. Pero me esmeré.



Hacía mucho calor y el cielo no tardó en cubrirse. Por fortuna, subimos al mirador antes de que empezase a diluviar, ya a cubierto. Dejó de llover justo al final del almuerzo, con lo cual apenas nos afectó el tremendo aguacero.



EL DESFILADERO DE BORGO.
También conocido como Collado de Borgo, el Paso Tihuta es un puerto de montaña situado en las montañas Bargau, en los Cárpatos orientales, que comunica las ciudades de Vatra Dornei (Bucovina, Moldavia) con la ciudad de Bistrita (Transilvania). A una altitud de 1.201 metros, lo popularizó la novela de Bram Stoker, al convertirlo en la entrada a los dominios del Conde Drácula.

Y es que terminada la cuestión de las iglesias pintadas moldavas, recuperábamos el “asunto” de Drácula; porque se desee o no, el personaje de Bram Stoker tarde o temprano aparece en cualquier recorrido por Rumanía. En la cima se encuentra el que fuese Hotel del Castillo del Conde Drácula, hoy cerrado al público, que gozó de mucha popularidad entre los amantes del mito durante los años 90. Naturalmente, la foto de recuerdo resulta imprescindible

Para no variar, los paisajes allí y en los alrededores eran de postal.



LOS BOSQUES MÁS SALVAJES DE EUROPA.
Entramos después en un trayecto en el cual contemplamos otra maravilla, unos bosques que están declarados paraje natural de primer orden, ya que están considerados entre los más salvajes de nuestro continente, entendiendo como tales su ancestral inaccesibilidad.



Realmente son impresionantes, parecen una alfombra de distintos tonos verdes, en la que difícilmente podrá penetrar la luz del sol.



BISTRITA.
Situada junto al río del mismo nombre, cuenta actualmente con más de 80.000 habitantes y es una de las siete ciudades históricas fundadas por los sajones en el siglo XIII. Al encontrarse en una ruta comercial, prosperó rápidamente y en el siglo XV ya contaba con un sistema de fortificaciones que incluía 18 torres y bastiones. Formó parte del Imperio Austrohúngaro hasta 1920, cuando pasó a integrarse en Rumanía.
Fotografía del mapa turístico de Bistrita tomada en un panel informativo.


En esta ocasión recalamos en el Hotel Corona de Aur (Corona de Oro), de cuatro estrellas, estupendamente situado para no perder las buenas costumbres. Aunque de moderna construcción, su nombre hace referencia a la posada en la que Jonathan Harker, protagonista de la novela de Bram Stoker, espera al Conde Drácula en el Hotel Golden Krone.
Habitación del hotel y vistas.




No tardé en salir a inspeccionar la ciudad, que se hallaba en plenas fiestas, con un gran mercado medieval instalado en la peatonal Strada Liviu Rebreanu, con una multitud participando en juegos, tomando algo y escuchando un concierto que homenajeaba a los diferentes países de la Unión Europea.

Entré en la Iglesia más antigua de la ciudad, de rito ortodoxo, en la que pude sacar alguna que otra foto. Al lado, pude ver una especie de complejo religioso ortodoxo, de apariencia más moderna.



En la Plaza principal se encuentra la Iglesia luterana de los sajones, construida en el siglo XIV, originariamente en estilo gótico, si bien se añadieron elementos renacentistas en la remodelación realizada a mediados del siglo XVI. Fue restaurada en 1998. Estaba cerrada, así que no pude entrar. Y, de nuevo, me encantó el buen gusto que tienen en este país para combinar las flores en los jardines.


En los alrededores se hallan otros lugares destacados, como los soportales y las galerías medievales con arcos apuntados, así como varias casas de colores de diversas épocas, algunas de reminiscencia gótica. Y, por todas partes, se lee “Bistrita, Puerta de Transilvania”, el lema que ha adoptado una ciudad que quiere abrirse al turismo.




A través de un estrecho callejón, de intrigante nombre “X”, llegué hasta el actual Teatro y Palacio de Cultura, que sirve de antesala a un gran parque, repleto de gente a aquella hora de la tarde, especialmente familias con niños pequeños y jóvenes conversando de sus cosas.


Caminando unos cuantos metros, me topé con el Turmul Dogaritor, es decir, la Torre de los Carpinteros, el único resto que se conserva de las murallas y la fortificación medieval de Bistrita.



Después de cenar, tomé algunas fotos nocturnas, incluyendo la fachada de la Iglesia Católica. Y, luego, volví a la calle peatonal para disfrutar un ratito de la fiesta, aunque a mí no me van mucho estas cosas.
