El segundo día en Florencia empieza lluvioso. Y seguirá lluvioso prácticamente hasta la noche, así que vamos a visitar un montón de cosas de interiores.

Empezamos por el Baptisterio de la Catedral, ya que tenemos la entrada incluída con el Giotto Pass. Aquí nunca hemos visto cola para entrar. Ah, tampoco dejan entrar con mochila.
El interior sigue el estilo del exterior, es decir, mármol blanco con formas geométricas en mármol negro, pero tiene de peculiar una decoración en mosaico dorado muy al estilo bizantino.
Actualmente la bóveda está en restauración y no podemos verla.
En el exterior es imposible no admirar las famosas puertas de bronce de Ghiberti.

A continuación vamos a una entrada lateral de la Catedral, por donde se accede a la Basílica de Santa Reparata.
Son las ruinas de un antiguo templo paleocristiano que quedó enterrado con la construcción de la actual Catedral.


Para entrar a la Basílica subterránea se accede a través de unas escaleras de la nave central del Duomo, así que una vez visitada esta, uno puede pasear a su antojo por la Catedral.

El interior del edificio decepcionará a muchos visitantes, y con más razón aún si llevan horas haciendo cola bajo las inclemencias del tiempo. Porque si por fuera la elaborada decoración policroma nos maravilla, por dentro, poco llama la atención a la vista.
El destacable pavimento de mármol queda oculto por los cientos de visitantes, y las paredes están prácticamente desnudas, la tenue luz que se cuela por las ventanas no aporta mucho, y todo en general es bastante sobrio y gris.
Llevamos casi un par de horas y hemos visitado por dentro el Baptisterio, la Basílica de Santa Reparata y la Catedral. Nos queda el Museo dell’Opera del Duomo.
¡La visita nos llevará más de una hora y media, porque nos resulta super interesante!

Aquí encontramos:
Las puertas del Baptisterio originales, que podemos admirar con todo detalle.
Una magnífica escultura de Michelangelo representando la Piedad.
Muchas de las piezas que se hicieron para la fachada anterior de la Catedral, la mayoría del arquitecto y escultor Arnolfo di Cambio, y algunas también de Donatello.
Muchos retablos y vírgenes, una de ellas, de Giotto.
Los relieves originales del Campanile, algunos de carácter religioso, otros representan oficios como la agricultura o la astronomía.
También hay una sala donde se explica el hito arquitectónico que supuso la construcción de la cúpula por parte de Brunelleschi.
E incluso están expuestos los esbozos de todas las propuestas que se hicieron para realizar la actual fachada neogótica de la Catedral. ¡Es muy curioso ver cómo hubiera podido ser!

Salimos del museo que es la una y media.
La mayoría de restaurantes cierran a las dos y media, o sea, es la última hora en la que te puedes sentar. Y estamos en el centro, esto está lleno de turistas… ¡No hay tiempo que perder!

Por la tarde sigue lloviendo

El edificio actual es obra del arquitecto Arnolfo di Cambio, el mismo que el del Duomo o del Palazzo Vecchio, y su fachada de mármol tiene este estilo gótico-renacentista tan típico de varias iglesias de Florencia.
El interior es gótico y destaca por tener multitud de tumbas en las paredes y lápidas en el suelo.
Aquí están enterrados personajes históricos tan relevantes como Machiaveli, Galileo Galilei o el mismísimo Michelangelo.

A parte de la iglesia también se puede visitar la sacristía, el claustro, una capilla renacentista y el refectorio, con una “Última Cena” en condiciones paupérrimas, debido a la terrible inundación que sufrió la ciudad en 1966.
Ha dejado de llover así que salimos al exterior y paseamos sin rumbo fijo.
Nos acercamos al Ponte Vecchio y lo volvemos a cruzar, porque nunca nos cansa.

Y exploramos el Oltrarno, el barrio que está cruzando el puente.
Llegamos enfrente del gigantesco Palazzo Pitti. Es demasiado tarde ya para entrar, porque no nos daría tiempo de verlo todo, pero nos tienta, porque tiene una magnífica colección de arte.

Seguimos caminando y llegamos a la Iglesia de Santo Spirito. También es obra de Brunelleschi, pero la anodina fachada no hace justicia a las capacidades del genio.

El acceso es gratuito pero para ver el crucifijo esculpido por Michelangelo hay que pagar.

Cuando se hace la hora de cenar, regresamos a nuestro barrio, encontramos un pub de rock con un ambiente fantástico y nos pedimos una pizza, (¡la única que nos tomaremos en todo el viaje!) y un par de sidras.
