Sobre la marcha he descubierto que el Cabo Greco, aunque sea una de las zonas más turísticas de Chipre, es también un espacio natural que tal vez merezca la pena descubrir, de manera que me detendré allí antes de pasar a la zona turca.
Lo primero es ir de Lárnaca a la localidad, más turística aún, de Agia Napa. Aunque me hago un lío con los autobuses que salen de la estación y los que pasan por las travesías urbanas y se abordan sobre la marcha, no tardo mucho en encontrar uno. En la zona griega de Chipre absolutamente todo el mundo parece hablar muy bien inglés, y además son muy amables y colaborativos.
El viaje en un cómodo autobús de larga distancia dura poco menos de una hora para recorrer los 50 kms del trayecto, pasando a toda velocidad por los terrenos de la base británica de Dhekelia, donde no hay ninguna barrera al tráfico. Una vez en Ayia Napa no tardo tampoco en encontrar otro autobús (el 101) que bordea la costa del Cabo Greco para dejarme a las afueras de Protaras, en la misma puerta del hotel que he reservado para dos noches.


La característica más llamativa de este hotel es que está literalmente plagado de piscinas; hay varias en el patio central, una a los pies de cada bloque de habitaciones, un parque acuático infantil en el terreno anexo y también un pequeño spa, que no voy a visitar porque lo veo caro (25€) para lo que ofrece. El mayor inconveniente es que hay que pedir las toallas a una señora que casi nunca está en su puesto, y menos aún para recogerlas al final del día. De hecho al final de mi estancia me tocó perseguirla para poder recuperar la fianza (sí, en ese aspecto son así de ratas, cobran fianza por las toallas).



No es difícil encontrar información detallada de los puntos interesantes de esta zona; por ejemplo en este blog he encontrado un buen resumen, además con una captura de plano en el que se ven muy bien situados: www.milviatges.com/ ...e-larnaca/



Lo realmente importante es que a lo largo del recorrido se ven muchos rincones de costa escarpada con aguas limpísimas, de increíbles tonalidades azules y verdes (cuando hay sol, claro, pero eso es casi siempre). Playas propiamente dichas creo que no hay en torno al cabo, aunque en algunos rincones se podría saltar al mar desde rocas poco elevadas. Solamente al regreso, ya sofocado y hasta algo quemado por las reverberaciones solares, me doy un baño en la playa de Konnos, que se queda pequeña ante la gran afluencia de turistas que se registra ya. Luego tengo las innumerables piscinas del hotel para desentumecerme y refrescarme antes de la cena.