El día amanece muy caluroso, hace un sol radiante y la previsión del tiempo se mantendrá así.
Nada más desayunar ya estamos a remojo en la piscina, la verdad que ha sido todo un acierto, los peques están felices chapoteando todo el rato y además el agua está bastante calentita.
Pero no todo es estar en la villa, tenemos ganas de playa y nos han recomendado una en la zona norte y un chiringuito donde almorzar pero se nos olvidaba que estamos en agosto, el restaurante no tiene hueco a mediodía en toda la semana así que un poco a nuestro pesar tenemos que reservar para cenar, encargamos su especialidad: paella.

Primera parada: Alcudia
El pueblo es preciosoooo, amurallado, adoquinado, limpio, bien cuidado y prácticamente peatonal, los peques corretean sin peligro.
Tiene un montón de tiendecitas bonitas.
Nos hacemos unas cuantas foto en familia pero hace demasiado calor. Comemos un helado y siguiente parada: rumbo a la playa de Muro.
Aunque no tiene mucho ancho de arena, la playa es kilométricamente larga y a pesar de ser agosto encontramos un buen hueco entre la gente (y fácil aparcamiento) cerca del hotel Iberostar. Es perfecta para bañarse, puedes adentrarte mucho sin que llegue a cubrirte y las vistas de la bahía son preciosas desde el arenal. ¡Un acierto!
Pero lo mejor del día llega ahora. Nos vamos a cenar a la zona de Casetes des Capellans, una ¿urbanización? chulisima, con sus calles de arena y casitas de veraneo, además tiene un parque infantil donde los peques juegan un rato, parece que se respira ambiente local y no tan guirilandia, tiene un toque más auténtico.
El chiringuito está en primera línea de playa, con su suelo de arena y de nuevo vistas a la bahía. No sabemos si la comida realmente estaba tan rica o es que la localización hace que nos supiese a gloria bendita. A los peques le traen un mantel de papel y colores para dibujar y después de cenar se sientan en el suelo a jugar con la arena.
Empieza a oscurecer, grandes y peques estamos agotados, ponemos rumbo a la casa.