La provincia de Alicante siempre nos sorprende por la variedad de sus senderos, que pueden mostrar paisajes costeros, acantilados, desiertos, ríos e incluso cascadas. En esta ocasión, me llamó la atención el nombre de la ruta, aunque, según comprobé después, no se refiere al verde panorama de las orillas de un río, sino a los sistemas para la conducción de agua relacionados con la población de Aspe, incluyendo acueductos de interés histórico y paisajes de apariencia casi desértica pero de gran valor geológico. Las imágenes que vi en internet me gustaron y puse la ruta en la lista de futuribles. Y el momento ideal llegó a finales de febrero, una época estupenda para practicar senderismo en la Comunidad Valenciana, pues no agobian las multitudes y hace buen tiempo pero sin calor.
Consultando la página web de la Oficina de Turismo de Aspe y algunos tracks, decidimos seguir un itinerario circular combinando dos los tramos más interesantes de los senderos, el PR-CV-169 y el PR-CV-242, y una pista (el llamado Canal de Elche, marcado con línea discontinua en el mapa) que va por la margen izquierda del río Vinalopó, seco en la cola del pantano. En uno de los paneles informativos de las rutas se aprecia todo esto muy bien:
Nuestro recorrido final combinado dejó los siguientes datos y perfil en mi copia de wikiloc:
- Longitud: 13,88 Km
- Duración: 4 horas 35 minutos (incluyendo paradas para fotos y bocata)
- Tipo de recorrido: circular
- Altitud máxima: 313 metros; altitud mínima, 226 metros.
- Grado de dificultad: con el suelo seco, ruta sencilla para senderistas habituales.
El punto de inicio es la propia localidad de Aspe, que se encuentra en el interior de la provincia de Alicante, a solo 28 kilómetros de la capital, poco más de media hora en coche por la A-31 hasta la salida 224, luego la CV-8502 y, finalmente, la CV-847, que nos lleva directamente a Aspe. Una vez en el núcleo urbano, buscamos el Parque de Vistahermosa, donde comienza la ruta. Hay indicadores que lo señalan. Al ser día laborable, no tuvimos ningún problema para aparcar el coche junto a un instituto público.
Situación del inicio de la ruta en el mapa peninsular e itinerario desde Alicante capital según Google Maps.
Empezamos subiendo una pequeña pendiente, que nos proporcionó una buena panorámica del pueblo y de las montañas de los alrededores. Enseguida nos encontramos con el indicador del sendero PR-CV-169, señalando la dirección a tomar y que nos faltaban unos treinta minutos para llegar al primer punto de referencia de la ruta, la Casa de Upanel.
Poco después, ya por pista de tierra tras un tramo asfaltado, nos metimos de lleno en el paisaje de Upanel, un buen ejemplo de los terrenos semiáridos alicantinos, que ofrecen unos panoramas que mucha gente calificaría como “secarrales”, pero que a mí personalmente me fascinan por su gama de colores, especialmente el rojo, debido a su composición arcillosa.
Tardamos unos minutos más en llegar a la Casa de Upanel de lo que ponía el indicador porque yo me paraba continuamente a hacer fotos y es que estos panoramas descarnados me atraen casi más que un bosque frondoso.
Este edificio, hoy en ruinas, al encontrarse muy cerca de la antigua Vereda del Tamayá, se utilizaba antaño para guardar el ganado y dar de beber a pastores y animales, pues había un manantial en sus inmediaciones.
Continuamos por una cómoda pista, contemplando llamativas formaciones rocosas, así como bancales y acequias abandonadas, ya que hace tiempo que la tierra dejó de cultivarse aquí.
Acercándonos a la vía del AVE que va a Murcia, pasamos junto a unas viejas canteras. Entremetidos en el árido paisaje, distinguimos manchas verdes de pino carrasco y matorral autóctono, bien por repoblación o por mera supervivencia.
La vegetación parece abrirse paso casi a empujones, mientras algunas formaciones geológicas se empeñan en insinuar que quizás estemos de excursión por otro planeta.Muy curioso este lugar, que ofrece vistas hacia el Barranco de los Ojos.
Tras pasar otra edificación abandonada, la Casa de la Monfortera, cruzamos la vía del AVE por un paso inferior y nos topamos con un completo panel informativo en el que se cuenta que estamos en el Paraje Natural de Los Algezares, donde se unen naturaleza, cultura y tradición. Se trata de un espacio protegido por la Comunidad Valenciana desde 103. Sus 507 hectáreas en el término municipal de Aspe alcanzan la margen derecha del río Vinalopó, lindando con Elche y Monforte del Cid.
El panel cuenta también que los materiales del terreno, cuya composición a base de arcillas, mangas y yesos, han favorecido una gran erosión del suelo en épocas de lluvias torrenciales, dando lugar a profundos barrancos. También se pueden contemplar algunos saladares en el fondo de vaguadas.
Otro atractivo de Los Algezares son los acueductos que se construyeron a finales del siglo XVIII siguiendo el proyecto del Obispo Tormo para construir una tubería que llevase agua dulce a Elche desde la Fuente de las Barrenas, un manantial situado en la margen izquierda del río Tarafa, en Aspe. Un sistema muy importante en su momento pero que ahora está totalmente en desuso.
No tardamos mucho en llegar al primero, el Acueducto de los Cuatro Ojos, que contemplamos desde un mirador. Consta de cuatro arcos apuntados y tiene una altura de quince metros. Muy cerca, vimos una curiosa garita para el registro de la conducción de las aguas.
Siguiendo el sendero, bajamos al fondo del barranco hasta alcanzar la base del Acueducto de los Cinco Ojos, el más espectacular de todos, con una longitud de 47 metros y una altura máxima de 17. Consta de cinco arcos apuntados construidos con ladrillos macizos. Aparte de las diferentes reformas que ha sufrido a lo largo del tiempo, en 2015 se llevó a cabo un proceso de consolidación y rehabilitación para su salvaguarda como bien histórico y cultural.
Ignorando el sendero que pasa por debajo el acueducto, retrocedimos unos metros hasta una empinada rampa que conduce a dos miradores. Aquí, no sé qué me pasó, pero, se pronto, me sentí en el aire y aterricé de bruces sobre las dos rodillas, dándome un tremendo trastazo. Todavía no me explico esta rara habilidad mía para caerme en los sitios más sencillos de las rutas, como este, en que el suelo era de cemento.
Ahí me caí, sí
Afortunadamente, aunque un poco maltrecha, pude proseguir la ruta, que en poco más de cien metros nos llevó, primero hasta el Mirador del Barranco de los Ojos y a continuación al Mirador de la Cola del Pantano de Elche.
Tremendas ambas panorámicas, con los carrizales cubriendo el suelo seco del cauce del río Vinalopó.
Aquí, abandonamos el sendero PR-CV-169 y seguimos por la pista del Canal de Elche, que va por la margen izquierda del río Vinalopó hasta llegar al Puente de Hierro, junto a cuyos restos nos detuvimos para tomar nuestros bocadillos, en tanto yo procuraba darles un respiro a mis pobres rodillas heridas (menos mal que llevaba un pantalón largo de montaña que me preservó de males mayores).
El Puente de Hierro formó parte de la ejecución -dirigida por Álvaro Lafarga a principios del siglo XX- del viejo proyecto para la desviación y canalización del Vinalopó antes de su entrada en el Pantano de Elche, cuyo fin era la mejora del riego de los campos ilicitanos. El control de la entrada de aguas al canal se efectuaba desde una caseta en forma de castillo almenado al que se accedía desde el camino por una elegante pasarela metálica que se levantó sobre el azud: el Puente de Hierro.
La foto del teléfono es bastante fea, pero se ven bien tanto la caseta almenada como el apoyo del camino que sostenía la pasarela.
Lamentablemente, las riadas de 1982 la arrancaron de sus cimientos y se la llevaron 500 metros río abajo, donde sus restos permanecen escondidos bajo la espesa capa de carrizos, que depara un paisaje espectacular.
Toda su historia se explica muy bien en diferentes paneles informativos, que nos ayudan a comprender lo que eran y el valor de las construcciones con que nos vamos topando, en especial varios antiguos molinos harineros, hoy en día convertidos en ruinas. Merece la pena leerlos con atención y, aparte de los textos, fijarse en las fotografías de época que los acompañan.
En un momento dado, frente al casi desmoronado Molino del Coquero, al otro lado del canal, apareció en lo alto de un cerro la estampa del Castillo del Río, una fortificación almohade del siglo XII, compuesta por 12 torres, que fue abandonada a mediados del siglo XIII tras la conquista de estas tierras por los cristianos. Un yacimiento que nos pareció muy interesante para explorar en otro momento.
Allí, tomamos una pista de tierra en ascenso que nos condujo al Sendero PRV-CV-242, que recorre los parajes de La Coca y el Rabosero, y cuyo tramo final nos devolvió a Aspe, vislumbrando de nuevo la vía del AVE y la zona de barrancos por la que habíamos pasado en la parte inicial de la ruta.
Aun sin resultar ni mucho menos aburrida, esta parte nos pareció menos atractiva que la inicial, del sendero PRV-CV-169.
Ya de regreso al pueblo, recorrimos un pequeño tramo acondicionado con pasarelas de madera en las orillas del río hasta la zona conocida como La Rafica, con los restos de sus antiguas presas, lavaderos y molinos.
En definitiva, aunque no se trata de las rutas más espectaculares que hemos hecho en la provincia de Alicante, pasamos una mañana muy agradable, vimos paisajes que me sorprendieron por sus colores y aprendimos unas cuantas cosas sobre el aprovechamiento del agua en los campos ilicitanos y sus alrededores.