DE TORTUGUERO A MOHÍN Y PUERTO VIEJO
18-08-09
Son cerca de las 10 y el dichoso Rubén no aparece, llevamos más de veinte minutos esperando. Antonio se dirige a recepción para llamarlo y allí le dicen que ya ha salido.
Al embarcadero se va acercando una “patera”, porque salvo que lleva motor y techo, el resto poco puede envidiarle a una balsa de troncos.
Al acercarse observamos que la chica, la que hacía en ocasiones de azafata, iba achicando agua de la parte trasera del bote, donde supuestamente debían ir los equipajes.
Como pensar es gratuito, pues me tomé la libertad de pensar que aquella era la barca que nos venía a recoger a nosotros para llevarnos al “bote-taxi”, porque era imposible tener que hacer tres horas de camino en “aquello”.
La azafata nos ayudó a entrar en el bote y nos “acomodó “ en nuestros asientos, distribuyendo el peso por la barca.
El supuesto sitio del equipaje se convirtió en el sitio del equipaje. Preguntamos a Rubén, de ahora en adelante El Capitán, si allí iba seguro y no se mojaría. Nos regaló una amplia sonrisa, diciéndonos que no había problema, que todo estaba bien.
Emprendimos el viaje y yo con la corazonada que en cualquier momento, en cuanto llegáramos al pueblo íbamos a cambiar de bote.
Hicimos la primera parada en las cabinas Miss June y recogimos a una pareja de españoles, la barca, bote o lancha, llamémosle “patera” había descendido varios centímetros desde que salimos del embarcadero del Mawamba.
Otra parada en el embarcadero del centro del pueblo. Otra pareja que sube. La patera que se hunde un poco más.
Y por ultimo el embarcadero “sede” oficial de transportes Bananero, donde nos esperan cinco personas, más.
Ummmmmm, yo soy de matemáticas y las cuentas no me cuadran. Hay sitio para diez personas. Nosotros somos cinco, en la primera parada, montan dos, no baja nadie. Somos siete. En la segunda parada, suben dos, no baja nadie, somos nueve. Como narices vamos a meter cinco personas más, cuando solo hay un sitio?
Tranquila Maica, ahora viene cuando nos cambian de barca. Eso es.
Pues no. Viene una señora grandota de tamaño pero no de altura, con, no os lo perdáis, sillas de jardín, de esas blancas de plásticos que las venden a juego con la mesa que se desmontan las patas? Pues esas. Primero entra en la barca y deja una en el centro, luego trae otra, y así hasta completar el cupo para que pudieran entrar las cinco personas restantes.
Miro a mi hermana, a Antonio, nos miramos los tres con cara de poker y pensamos. Nooh, esto no puede ser, donde está la cámara oculta?
El Capitán, que por cierto no debía de tener más de 17 años, va ubicando los equipajes, de tal manera que nuestras mochilas quedan enterradas en la parte inferior, si aquella donde estaba el agua, y yo que pienso, esto debe estar preparado no puede ir a peor.
La patera vuelve a hundirse unos cuantos centímetros más, ya toco el agua sin mucho esfuerzo, es más, pienso que al final me va venir bien para sacar los brazos y remar, al igual llegamos con ventaja.
Al final no hubo cambio de bote, en aquella patera nos esperaba el viaje más largo nunca vivido. Nosotros aún íbamos sentados en “mulliditos” asiento (si se puede considerar así) pero los que estaban en el pasillo, en las sillas, pues menudo dolor de posaderas tendrían que tener al finalizar el viaje.
Lo que en un principio era un bote para diez personas con filas de dos asientos, se convirtió en un buque con tres filas de asientos para catorce personas. No está mal, cuando habíamos pagado 30$ por persona.
A mi lado en la silla adicional va un chico checoslovaco, los supe cuando sacó su pasaporte para rellenar la documentación de abordo, detrás suyo su pareja.
La azafata se quedó en el embarcadero, imagino que para ahorrarse el servicio de snack y bebidas a abordo. Ah, no es porque el carrito no cabía, ya que el pasillo estaba ocupado por pasaje.
Al final conseguimos ponernos en marcha, no sin antes abonar a la señora grandota la cantidad de 10$ por persona, para el taxi que nos llevaría del embarcadero de Mohín a Puerto Viejo.
La primera hora del viaje transcurrió con normalidad, el paisaje era precioso, la travesía por los canales era grata, corría una brisa y el solecito iluminaba el agua, reflejándose el verde de los árboles y dándole un tono dorado verdoso.
Pero tras la calma viene la tempestad, y aquel viaje no iba a ser todo lo bello que esperábamos. Una voz trasera nos alarma y avisa que está entrando agua, así que rápidamente tenemos que recoger las mochilas y los enseres personales que teníamos en los pies, afortunadamente a nosotros no se nos moja nada pero a mi compañero de asiento, al checo la mochila se le moja un poco, en la parte trasera no se que ocurría, porque el espacio para movernos era mínimo y el cuello no lo tenía ejercitado como la niña del exorcista, así que no sabíamos que podía pasar en la popa del barco.
El Capitán dio aviso al grumete, llamémosle así a un pasajero sentado en la última fila al lado de la entrada de agua, para que sacara y metiera un artilugio que tampoco sabemos donde, pero si cuando, a la voz del Capitán que de vez en tanto en tanto daba la orden de métela o sácala y el grumete sin objeciones obedecía, tras la mofa del resto del pasaje, a excepción de la pareja checa que no se enteraba de nada.
Mas o menos la patera se iba manteniendo, de vez en cuando miraba el lateral para ver si la marca imaginaria que me había puesto de tope, quedaba cubierta por el agua, por lo visto mi medímetro indicaba que no había peligro.
Cuando nos acercaba a un grupo de casas, el Capitán hacía sonar la bocina, una especie de alarma, ralentizaba la marcha y se aproximaba al embarcadero, menos mal que nadie hacia ademán de subirse, sino imagino que aunque hubiera sido agarrados a los salvavidas, allí los hubiera colocado.
Una hora y media mas tarde, hicimos una parada para cambio de Capitán, Rubén regresaba a Tortuguero con otra barca con solo cuatro pasajeros y le dejó el paquete, es decir nosotros al nuevo Capitán, que después de lo que se nos avecinaba ya ni recuerdo su nombre, pobrete.
Nos sugirieron que podíamos bajar, pero ninguno quería moverse, no fuera ser que al intentar levantarnos el buque se hundiera y lo que queríamos era llegar cuanto antes y olvidarnos de este suplicio.
Cuando el nuevo Capi, nos vio no supo que hacer, si volverse a nado o hacernos el favor de llevarnos a buen puerto, por las caritas de angustiados que debíamos tener, le dimos penilla y optó por coger el timón.
Faltaba media hora para que llegáramos, supuestamente, cuando pasamos por una zona de poca profundidad y con peligro de los barcos encallaran, así que para evitar esto el Capitán dirigió el bote, abriéndose mucho, casi a la entrada con el mar.
Unos metros más allá había otro barco que le estaba entrando agua, pero mejor preocupémonos del nuestro que la situación no era mejor.
Desde la parte trasera se oyeron gritos. AGUAAAAA, ENTRA AGUAAAAAAA. Y los de adelante, osease nosotros, LAS MOCHILAS QUE SE MOJAN LAS MOCHILAS.
El pobre Capitán, logro salir del encallamiento, puso los motores en marcha, todo a estribor y a toda vela (Uy no, eso es del Titanic).
Fue tal el esfuerzo, que aquí fue donde la j*dimos, el motor se paró. Y ahora qué. Al principio jo que gracia, pero luego, en cuanto vi que el Capitán le dio a mi peque el salvavidas para que se lo pusiera, ya pensé, osti la hemos cagado.
A mi no se me pasó mi vida en fracciones de segundo como a muchos, lo único que pensé que como demonios iba yo a meterme en esa agua que no era capaz de verle el fondo (es una de mis fobias, bañarme donde no pueda ver el fondo). Y los tiburones?, hay no que estábamos en el Tortuguero, pero si los caimanes, y justo era el mediodía hora del banquete. Ya decía yo que tenía que haber perdido peso para este viaje, aunque mejor, porque si me elegían a mi, con suerte mi peque saldría airoso.
Bromas aparte, porque la situación no era muy propicia. El Capitán debía de ir a la parte trasera para intentar poner en marcha el motor, pero como? Asi que asiéndose a la parte superior del barco, donde va el techo y subiéndose al lateral del mismo, llegó hasta la popa, donde fue dándonos el equipaje para que lo pusiéramos en la proa.
A todo eso el barco, a la deriva y el pasaje pasando las mochilas en cadena de la parte trasera a la delantera.
Cuando ya estuvo todo el equipaje pasado vino la situación más surrealista. El checo estaba colocando las mochilas en proa, más o menos bien. Cuando oímos al Capi que decía algo de la “patinga”,
.- el que? Decíamos desde adelante.
.- la pachinga, que me paséis la pichinga, decía el Capitán
.- eso que es? Todo el pasaje
A ver como explicábamos al checo que era la pichinga.
Capitán: .- Que cierre la puerta, y detrás de la puerta está la pichinga.
Pasaje: - Closed the door, plis, (Para cerrar la puerta tuvo que volver a mover todo el equipaje, ya que justo lo había ido colocando delante de la puerta, una vez estuvo el equipaje nuevamente instalado).
Capitán: .- Ahí, ahí, eso blanco es la pichinga.
Pasaje dirigiéndose al Capitán: pero que c**o es eso de la pichinga.
Capitán: pues para echar el gasoil.
Pasaje al unísono: ahhhhhhhhh
Pasaje al checo: Gasolina, bidón, gasoil, fuell, (vamos de todo lo que sabíamos para hacerle entender lo que queríamos)
Lo fácil hubiera sido que yo me levantara o Antonio y nos dirigiéramos hacia la proa para cogerla, pero literalmente no podíamos movernos porque parte de las mochilas las teníamos encima.
Cuando por fin el chico nos entendió, acercó el bidón que pesaba la leche, y en cadena fuimos pasándolo hasta la parte de atrás, el Capitán rellenó el depósito y consiguió, por fin, poner en marcha el motor.
Reanudamos el viaje, no sin antes reestructurar el peso, a mi, evidentemente, me cambio por el checo para compensarlo.
Que cara tuvo que verme, el Capi, que al ratín de haber iniciado la marcha se giró y me preguntó si me había asustado.
Asustado? Tiene guasa el tipo, no le tiré la mochila ni le grité lo que pensaba porque mira, si me muevo al igual vuelca la patera. Le devolví una sonrisa y un, no ha sido para tanto, y me callé bien lo que pensaba.
El viaje terminó sin más incidentes, hasta que desembarcamos y ahí ya si que estallé cuando vi que nuestras mochilas estaban chorreando, porque justamente como ya estaba mojadas para que las íbamos a trasladar a la parte delantera como el resto.
Mare mía que genio, le dije al chico que quien se responsabilizaba de aquello, que toda la ropa estaba mojada. El pobre no sabia que decir, solo que llamáramos a Rubén y le explicáramos.
Ciertamente el chaval poca culpa tenía y bastante marrones se había encontrado, incluso nos lo comentó durante el viaje, que el que se jugaba la licencia era él por llevar exceso de pasaje, que cualquier día le caía un paquete.
Opte por callarme, recoger el equipaje e irnos hacia el taxi que ya nos estaba esperando para poner rumbo a Puerto Viejo.
Lástima que no tener constancia gráfica de todo lo acontecido, pero con tanta “desesperación” olvidamos hasta de sacar las cámaras. Pero imagino que hay muchas fotos por ahí nuestras de ese día, ya que cada vez que pasábamos delante de los confortables barcos de los lodges, se disparaban un montón de cámaras. Nunca en la vida me he sentido tan portada de revista.
Solo tenemos estas, como recuerdo….
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El trayecto a Puerto Viejo duro como una hora, hasta Cahuita más o menos buena carretera, pero después se acabó el asfalto y tuvimos que comer polvo.
Llegamos a Puerto Viejo a la hora de comer, el taxista nos dejo en el centro y nos metimos en un restaurante a pie de playa para el avituallamiento.
La camarera del restaurante nos llamó a un taxi para llevarnos al hotel, ya que este estaba a unos 3km. En la Playa Cloques.
Sobre las cinco llegábamos al hotel AZANIA. Hicimos el check in y nos dirigimos a nuestras cabañas.
El hotel es una preciosidad, pocas cabañas y muy familiar.
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Preguntamos en recepción para lavar la ropa, que a parte de la que teníamos sucia había mucha que se había mojado en la patera. Nos dijo que nos cobraba 3$ por bolsa y nos entregó dos comunales bolsas que con dos tuvimos suficiente para hacer la colada de los cinco.*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Mientras nosotras preparábamos las bolsas de ropa, los chicos fueron a la piscina. En recepción cuando íbamos a entregar las bolsas, nos encontramos con dos parejas que conocimos en el Tortuguero y nos comentó que la otra pareja estaba en el hotel de al lado nuestro el Cariblue, pero que al día siguiente se vendrían para el nuestro, ya que allí solo tenían reserva para una sola noche.
En cuanto terminamos las gestiones de la colada y reservamos la excursión para el día siguiente hacer las Bri-bri, nos fuimos nosotras también a la piscina y al jacuzzi para descansar tras el duro día de estrés y nervios, que habíamos pasado.
En el jacuzzi, recordando el día nos dio por reírnos y más que un tiempo de relax se convirtió en un patio de colegio de las risas que nos entraron a los tres cuando recordábamos la “aventura”. Desde entonces la famosa “pichinga” empezó a formar parte de nuestras vidas.
No nos apetecía salir del hotel, así que pedimos la cena allí y mare mía que platos
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Esta vez no hubo sobremesa, nos fuimos a dormir prontito y en plis estábamos fritos.
Nos despertó los gritos de los monos aulladores, serian las tres de la mañana cuando un grupo de monos aulladores pasó por encima nuestro emitiendo unos gritos ensordecedores, a la mañana siguiente mi hermana nos comentó lo acollunida que había estado toda la noche, pensando que alguno podría meterse dentro.