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Recorrido de un día completo utilizando la amplia red de carriles bici y la iniciativa “Bicimetro” cuyo nombre lo explica todo.
Planes previos
Investigando algo diferente para hacer en Valencia en esta ocasión, empecé a darme cuenta de que la ciudad ha apostado seriamente por integrar a la bicicleta en su espacio.
Los planos de carriles bici que me salían al paso eran muy prometedores, pero me preguntaba si era fruto de un impulso político momentáneo o estaban bien mantenidos. Pregunté en el foro la cuestión y obtuve respuesta positiva de Moralinda. Además, mis hijos tuvieron una buena idea que consistió en utilizar la herramienta “Street View” de Google Maps y pasar revista a los tramos que nos interesaban.
Despejada la duda, di con la iniciativa “Bicimetro” del Metro de Valencia. Además de la posibilidad de que los ciclistas utilicen la red de metro y tranvía para sus desplazamientos, la web www.metrovalencia.es contiene 18 rutas por los alrededores de Valencia explicadas con fotos y buen nivel de detalle.
Otro recurso valioso con el que terminé tropezando fue el libro “Excursiones en familia 4. Paseos a pie y en bici por la ciudad y la huerta de Valencia” de Carlos Ferrís y José Manuel Almerich que parecía que lo habían estado escribiendo para nosotros. Está editado por el Centre Excursionista de València y resultó una joyita, no sólo para el tema bici sino también para toda clase de visitas en la ciudad. Sus 8 rutas a pie y cuatro en bicicleta están pensadas para hacer también con niños y bastante bien detalladas. ¡Me dieron ganas de hacerlas todas! Otro punto a favor es su tamaño, como para llevar encima y la abundancia de planos y fotografías.
La web viajarenfamilia.net fue la tercera fuente de información que manejé para trazar mi propia ruta. Sus fichas técnicas, más escuetas, sirvieron, no obstante como complemento.
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Lo siguiente fue pensar en el alquiler de las bicis. Preferí llevarlo previamente apalabrado, así que estuve viendo oferta en Internet. Por situación, tarifas y claridad de la información elegí Doyoubike. No obstante, por lo que ellos mismos comentaron, entre semana no suele haber problema para alquilar bicicletas. Otra cuestión es el fin de semana. Una vez en Valencia pude ver bastantes negocios de alquiler, incluso en las estaciones de servicio. El hotel también disponía de diferentes folletos publicitarios, alguno anunciaba la opción de entrega y recogida a domicilio, incluso. La oferta para alquilar bici es abundante y variada en Valencia actualmente.
Y por último fue surgiendo la ruta. La idea primera era buscar caminos que nos acercaran a la huerta. La disyuntiva era: sur hacia Picanya o norte hacia Alboraya. La huerta norte ofrecía además la posibilidad de un regreso junto a la playa y “Bicimetro” facilitaba un salto al centro para terminar recorriendo el Jardín del Turia. Mi devoción por la horchata, cuyo origen está en la localidad huertana de Alboraya, hizo el resto y éste es, de un vistazo, el esquema, combinando tres rutas en una:
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El pedaleo propiamente dicho, a grandes rasgos:
-3,5 Km desde el inicio de Avda. de Aragón hasta Alboraya
-1,5 Km por el Barranco del Carraixet hasta la Ermita dels Peixet, junto a la playa
-4 Km desde la ermita hasta el puerto, a través de los paseos marítimos
-8 Km por el Jardín del Turia: unos 6 Km lineales incluyendo un tramo de unos 2 Km que se recorrió en ambos sentidos.
-en nuestro caso, 1 Km extra para devolver las bicis en Avda. del puerto completaron unos 18 Km de recorrido ciclista, fundamentalmente llano, en general con buen firme (algo irregular por el Carraixet y hasta el inicio del paseo marítimo), con algún defectillo de señalización que mi diario intenta paliar, variado y apto para todos los públicos.
Vía Augusta-Vía verde hacia Alboraya
Recogemos nuestras bicis en la tienda de la Avenida del Puerto y, a favor de su carril-bici, pronto alcanzamos la avenida de Aragón. Circulando con niños, estos tramos urbanos son los que más me preocupan. Pero en seguida me doy cuenta de que los vehículos a motor están habituados y son respetuosos con los ciclistas. Por nuestra parte, seremos respetuosos con ellos y con los peatones. Precisamente éstos últimos son los que plantean los mayores problemas pues, en los cruces que compartimos, tienden a cruzarse en diagonal para acortar trecho invadiendo el carril-bici y hay que andar con ojo. Por su parte, el carril bici está bien mantenido y llama la atención la señalización, ¡incluyendo bici-semáforos!. Con frecuencia veremos nuevos tramos en preparación. La apuesta de Valencia por la bici es decidida, tiene mucho a su favor en esta tierra, y los ciclistas responden.
Al inicio de la Avenida de Aragón vemos antiguos edificios ferroviarios testigos de la antigua vía férrea Valencia-Calatayud, hoy convertida en vía verde. Nuestro recorrido también coincidirá en parte con la antigua Vía Augusta. Un camino cargado de historia, pues.
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19- Inicio del carril-bici en Avenida de Aragón
20- Estadio de fútbol de Mestalla
21- Semáforo en el carril-bici
Al comienzo de este mini-viaje en el tiempo, dejamos a la derecha el vanguardista Edificio Europa y a la izquierda el campo de fútbol de Mestalla y el Ayuntamiento Nuevo.
En el cruce con la Avenida de Blasco Ibáñez cabe continuar por su carril bici bien hacia la derecha, bien hacia la izquierda para, dando un rodeo alcanzar nuestro objetivo que es el inicio de la Vía Xurra, en la gran rotonda en la que confluyen la Ronda Periférica Norte y la Avenida de Cataluña. De esta manera todo el camino discurre por carril-bici. Nosotros hicimos algo más directo incluso: bici en mano, cruzamos por el paso de peatones la Avenida de Blasco Ibáñez hasta un tramo de acera de ancho generoso junto a la Avda. de Cataluña que permitía continuar pedaleando. Cruzamos con todas las precauciones la línea del tranvía y en un momento nos plantamos en la rotonda de marras. Esperaba que el inicio de la Vía Xurra estaría mejor señalizado pero lo cierto es que me pareció un tanto escondido. La mejor pista podría ser un pino bastante grande, junto a la Ronda Norte, cuyas ramas dibujan una “V”. a su lado se abre un camino y, a escasos metros, comienza la vía con su inconfundible firme en tono rojizo y unas marcas azules y blancas en los bordillos que nos recuerdan que estamos transitando por una antiquísima vía romana. El ancho es suficiente para que se crucen ciclistas en sentido opuesto, pero hay que circular con precaución pues la vía es compartida con los peatones. Me llamó la atención encontrar personas con capazos, sombrero de paja y atavíos huertanos de faena. En día laborable, más incluso que ciclistas.
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Detalle del comienzo de la Vía Verde a Alboraya-Vía Xurra
Al principio huerta y ciudad se confunden en la frontera en que la segunda parece engullir a la primera. Pertenezco a una generación que ha alcanzado a conocer el final de un mundo rural que se perpetuaba casi inalterado durante siglos. Ahora se transforma aceleradamente a un ritmo que le es ajeno. Al igual que con los pescadores, con estos pequeños agricultores desaparece un mundo de hombres independientes.
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22- Marcas que recuerdan el paso de la Vía Augusta por este lugar
23- Vía Xurra
24- La ciudad parece engullir a la huerta
Pasamos junto a algunas de las ocho acequias principales que riegan la Huerta de Valencia y me viene a la memoria la fuente de la Plaza de la Virgen, donde figuran como muchachas valencianas derramando agua de un cántaro en torno al Turia. Empiezan a verse algunos cultivos de chufa a ambos lados del camino. Así se anuncia Alboraia, la cuna de la horchata. ¿Sabías que la chufa procede de Egipto y otras zonas del NE africano y, como tantos otros cultivos venidos de oriente, fue introducida por los árabes?
Al entrar en la población llama la atención una barraca a mano izquierda. La barraca es la vivienda rural más humilde, a base de paja, cañas y adobe y cuyos orígenes se remontan a la época prerromana. Nos adentramos en esa dirección en busca de la Avenida de la horchata. Buena idea dedicarle una avenida al producto que le ha dado vida y fama a la población y que además está riquísimo. Nosotros también le vamos a dedicar un alto en el camino y es que la horchata, tras el pedaleo, sabe incluso mejor. En la célebre horchatería Daniel nos dimos este ágape:
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Sin comentarios
Después de reponer fuerzas, nos adentramos un poco en el pueblo pasando junto a algunas bonitas casas de estilo colonial. Visitamos la iglesia parroquial de la Asunción (s. XVIII) en cuyo lateral se representa el milagro “dels peixets” en un panel de cerámica.
Cuenta la leyenda que un sacerdote, al cruzar el barranco del Carraixet perdió las sagradas formas que consigo portaba, pero unos peces se las retornaron portándolas en sus bocas.
Cuando dejemos Alboraya a la vera del Carraixet pondremos rumbo precisamente hacia la ermita que conmemora el milagro. Pero antes nos detenemos en otra pequeña curiosidad alborayense y es el Puente del Moro, de 5 m de ancho por 8 m de longitud, que salvaba la acequia de Vera y actualmente adorna el Paseo de Aragón, coincidiendo con nuestro carril-bici que en este punto recuperamos.
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25- Acequia junto a la Vía Xurra
26- Puente del Moro en Alboraya
27- Portada de la Iglesia de la Asunción en Alboraya
De camino al mar
A la salida de Alboraya hay que extremar las precauciones en un cruce y un poco más adelante la vía Xurra salva el Barranco del Carraixet mediante un puente. Una sugestiva extensión de este paseo consistiría en seguir hacia Almàssera y visitar su Museo de la Huerta. La Vía Augusta continúa adentrándose en la Huerta Norte y una propuesta de Bicimetro Valencia consiste en llegar hasta Rafelbunyol regresando a la ciudad en metro. Nosotros, en este punto, tomamos un camino más marinero a la vera del Carraixet. Este tramo me planteaba dudas, al no tratarse propiamente de un carril bici. De hecho, el firme era irregular con lo que los chicos disfrutaron y yo me alegré de haber escogido bicicletas “todoterreno”. Había que prestar un poco de atención a los baches, pero a cambio de eso tengo que decir que este trecho, que busqué como un simple enlace a la ruta costera, me obsequió un bonito paisaje de huerta. Hacemos un alto en el camino para leer un panel explicativo acerca de las casas de huerta que estamos viendo en esta zona. Se trata de un tipo de construcción, más complejo, que vino a sustituir a la humilde barraca al mejorar el nivel de vida de los agricultores. El arreglo de barracas llegó a prohibirse ante el peligro de incendio que representaba su cubierta vegetal, acelerándose así su sustitución por el nuevo prototipo.
Vemos incluso patos nadando en el Carraixet que , encauzado en este tramo, lleva una discreta cantidad de agua. Hacia la desembocadura se ven bastantes pescadores. Nuestro camino pasa bajo la autovía V-21 a Sagunto y termina junto a la Ermita dels Peixet donde tengo que cumplir una promesa contraída esta misma mañana. La cosa fue que estaba yo haciendo algunas preguntas sobre la ruta al encargado de la tienda de bicicletas cuando un espontáneo tomo para sí la tarea de orientarme. Era un señor mayor, de maneras un poco secas, que no me dejaba meter baza. No obstante, la voluntad era buena, las indicaciones también y me reté a mi misma a hacerle sonreír. Con mi tono más dulcecito se me ocurrió decirle que, cuando llegara a la ermita gracias a su ayuda, rezaría por él. Objetivo logrado, afloró la sonrisa en el rostro adusto y ahora he de hacer mi parte. Con sentimiento religioso o sin él, lo cierto es que en este paraje tan tranquilo hoy no resulta difícil tener un recuerdo para mi espontáneo ayudante y desearle el bien.
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28- Panel explicativo sobre las casas de huerta junto al Carraixet
29- Motivo en cerámica del milagro dels peixets en la Iglesia de la Asunción de Alboraya
30- Ermita dels peixets
Tras un descanso y unas fotos, enfilamos el camino de la playa de la Patacona que en continuidad con la Malvarrosa y la de Las Arenas forman el frente de playa hasta el puerto de Valencia. Aquí tuvimos un despiste que consistió en que, junto a la ermita, nos dejamos llevar por unas indicaciones rojas y blancas (no vimos ninguna otra) de sendero de gran recorrido que apuntaban hacia la playa. Pero en seguida una acequia nos cerró el paso. No nos quedó otra alternativa que adentrarnos a nuestra derecha por caminos entre huertos para llegar a la vía de servicio de la V-21. Recorrimos con precaución un corto trecho y en seguida la abandonamos por un camino que aparece a la izquierda y que lleva directamente a la playa de la Patacona, pasando junto a un camping. No lo encontramos señalizado pero fue el primero que apareció y, por cierto, en no muy buen estado y con algunos vertidos de basura a los lados. Eso sí, es un pequeño trecho hasta una rotonda que abandonamos hacia la izquierda en busca del Paseo Marítimo.
Un poco de detalle, para que nadie se pierda:
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A la vera del mar
El panorama de huerta ha quedado atrás y ante nosotros se extiende un amplio paseo marítimo, muy tranquilo hoy lunes. Como admiradora de Sorolla, estoy deseando conocer las playas que inspiraron sus obras más conocidas. Ese amplio y luminoso panorama de arena blanca contrasta con el litoral volcánico, recortado y oscuro de Cabo de Gata, al que estoy acostumbrada, aunque siempre hay belleza en el mar.
Este primer tramo de playa, que se extiende hasta la desembocadura de la acequia de Vera, recibe el nombre de “La Patacona” y pertenece al término municipal de Alboraya. Aquí y en la Malvarrosa propiamente dicha encontramos algunas casas de principios de s. XX con sus fachadas de colores. Junto al Pabellón deportivo de La Malvarrosa está el chalet que ocupó el escritor Vicente Blasco Ibáñez, convertido en casa-museo. A lo largo del paseo comienzan a dejarse ver los restaurantes. Mi idea es almorzar en alguna de las famosas arrocerías de la Playa de las Arenas, pero la familia se rebela y nos plantamos en seco ante un fideuá del señoret (24 € / dos raciones. Todo el marisco ya pelado… para señoritos) en un restaurante llamado “La herradura”. Una delicia disfrutar de la comida valenciana mirando al mar.
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Tras reponer fuerzas, continuamos hacia el puerto. Al pasar por Las Arenas vimos el famoso restaurante “La Pepica” que registraba lleno a pesar del día tranquilo aquí en la playa. Nos asomamos al Puerto de la Copa América con las bases de los 12 equipos participantes en la competición de 2004, de la que Valencia fue sede. Llegamos pedaleando hasta un emblema de la Copa América en Valencia: el minimalista edificio “Veles y Vents” junto al que se disfruta de una buena panorámica del puerto. Todas las embarcaciones desfilaban junto a esta singular atalaya a través del Canal de la Copa, junto al que nos encontramos. El Puerto de la Copa América es otra de las apuestas que difunden el nombre de Valencia por el mundo y atraen visitantes a la ciudad. Al fondo se divisan los grandes barcos de cruceros para los que la ciudad se ha convertido en una atractiva escala
Bicimetro: La bici al tranvía
Retrocedemos hacia Las Arenas y nos internamos por el Canyamelar, antiguo pueblo de pescadores cuya retícula de casas bajas recuerda las barracas alineadas en paralelo a la orilla. El Canyamelar, junto con el contiguo Cabanyal constituyeron un municipio independiente llamado “el Poble Nou de la Mar”. Actualmente están integrados en la ciudad y vienen siendo comunes los conflictos entre el gobierno municipal y las plataformas ciudadanas a la búsqueda de un equilibrio entre desarrollo y preservación de la identidad.
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La parada de Las Arenas es final de trayecto, por lo que subimos al tranvía en Dr. Lluch (Línea 4) distribuyéndonos los cuatro ciclistas entre dos vagones –no muy llenos a esa temprana hora de la tarde, no obstante- con el fin de estorbar lo menos posible. Apoyamos las bicis en un espacio suficiente entre asientos y nos sentamos a disfrutar del recorrido por el Cabanyal y más adelante Avinguda dels Tarongers bordeada por las instalaciones de la Universidad Politécnica. A los chicos les hace gracia este sistema de viajar con la bici (A mi también). Nos asomamos a una nueva Valencia que crece sin renunciar a sus tradiciones y busca recuperar su relación con el mar. Seguimos cómodamente instalados y tomándole el pulso a la ciudad nueva a través de la Avda. Dr. Vicent Zaragoza. Después del cruce con Primat Reig, el tranvía enfila el Carrer d’Almassera y en Pont de Fusta nos acerca a nuestro próximo objetivo: El Jardín del Turia.
Es bonito arribar a esta antigua estación de donde partían ferrocarriles de vía estrecha a los pueblos cercanos. Tenemos la sensación de llegar de un viaje en tren, como si los raíles de los modernos tranvías urbanos le dieran vida de nuevo a “La Estacioneta”.
31- Edificio "Veles y Vents" junto al Puerto de la Copa América
32- Estación de Pont de Fusta. "La Estacioneta"
Pont de Fusta
Cruzamos el Pont de Fusta, con una buena panorámica de las Torres de Serranos al frente y descendemos por una rampa hasta el antiguo cauce hecho jardín y recorrido en toda su longitud por carriles bici. El río, generoso, se ha convertido en el eje de las actividades deportivas y recreativas a cielo abierto y el clima invita, desde luego.
La vista de las torres me trae a la memoria un dicho popular. Se cuenta que las puertas de la ciudad, como ésta tan magnífica que contemplamos, se cerraban a las diez de la noche y no volvían a abrirse hasta las seis de la mañana. Así, pues, el que andaba descuidado, se quedaba a pasar la noche fuera “a la luna de Valencia”.
Cauce viejo, jardín nuevo.
El Turia ha marcado siempre la vida de la ciudad y su comarca que vivía pendiente de un fenómeno propio de la cuenca mediterránea: las riadas. Tras la de 1957 se hizo evidente la necesidad de desviar las aguas alejando el peligro de la ciudad. Surgió así un nuevo espacio cargado de oportunidades que se ha ido conformando con la participación de los ciudadanos. El proyecto de un vial más para el tráfico rápido fue rechazado de manera que , si disfrutamos hoy de este singular corredor verde es porque los valencianos lo han querido y yo les alabo el gusto.
Puente de San José
Una figura de San José artesano preside este puente que conduce al Barrio del Carmen y todo nos remite a la noche fallera de San José y a la explosión de arte e ingenio que, muy cerca de aquí, tiene un buen exponente en la popular falla Na Jordana.
Puente de las Artes
De puente a puente, el de Las Artes no podía recibir mejor nombre, pues conecta con dos grandes citas culturales: El IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno) y el Centro Cultural de la Beneficencia. Una oportunidad si se dedica el día completo al recorrido por el Turia, de aparcar la bici y subir a conocer los fondos de estos referentes culturales en la ciudad.
Puente de las Glorias
También evocador el nombre del puente que nos conecta con el Jardín Botánico. Más allá de su primitiva función docente, asociada a la Facultad de Medicina, este jardín se ha convertido en un lugar de recreo y sirve de escenario a diversos eventos culturales a lo largo del año. Buenas razones para venir al Botánico, cuya oferta se completa con el Museo de Historia Natural Torres Sala.
Continuando nuestro paseo cauce arriba, me llaman la atención los gruesos pretiles del río que nos hablan de devastadoras riadas y de los esfuerzos por aminorar sus efectos, culminados hoy por este proyecto radical, hecho realidad.
Puente del Campanar
Nombra a una población integrada hoy en Valencia, pero que conserva buena parte de su identidad y las huellas de un pasado ligado a la huerta.
A esta altura se puede acceder al Complejo Deportivo-Cultural de La Petxina. De nuevo el deporte y la cultura afloran en una ciudad que los lleva dentro. La Petxina fue un antiguo matadero municipal en el extrarradio. Mejor idear nuevos usos que demoler el pasado, para que las ciudades no pierdan su alma y su memoria.
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33- El agua está presente en el Parque de Cabecera
34- Molí del Sol
35- Puente de San José
Parque de Cabecera
El Jardín del Turia se ensancha en un área que recrea el paisaje fluvial original y donde el agua es protagonista. Nos perdemos y nos encontramos más de una vez por su laberinto de senderos con el estanque central como referente. “Aguas arriba” nos acercamos a conocer el Molí del Sol, un recuerdo del millar largo de molinos de agua que hubo por estas orillas. Un azud alimenta el estanque a través de una serie de canales. Azud es voz de origen árabe –como tantas relacionadas con el regadío- que nombra a un embalse artificial practicado en un río.
En el límite con Mislata se ubica el Museo de Historia de Valencia que da nueva vida al antiguo depósito de agua que abastecía a la Valencia del s. XIX.
El Bioparc es otra atracción del parque. Un zoológico de nueva generación con las barreras visuales reducidas al mínimo y centrado en diferentes áreas del continente africano.
Ruta de descenso a partir del Puente de la Trinidad
De nuevo nos “dejamos caer” hacia el Jardín del Turia que recorremos en sentido inverso. A partir del Puente de la Trinidad –el más antiguo de los que quedan en Valencia- el camino es nuevo para nosotros. El puente toma nombre del contiguo Monasterio de la Trinidad, que mantiene desde el s. XV una clausura de monjas clarisas. Una célebre abadesa de este convento fue la humanista Sor Isabel de Villena, caso poco frecuente de dedicación de la mujer a las letras que se enmarca en un periodo de esplendor cultural en la Valencia del s. XV.
Aquí se asoma al cauce una muestra más de la amplia oferta en museos: en de Bellas Artes, alojado en el antiguo Seminario de San Pío V.
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36- Jardín de Monforte
37- Museo de Beñlas Artes-Antiguo Seminario de San Pío V
38- Bajo el Puente de la Exposición
Puente del Real
El Jardín y el Puente del Real nombran a un palacio hoy desaparecido. Recordamos al Palacio del Temple asomado en este punto al antiguo cauce, que abandonamos para conocer el recoleto Jardín de Monforte. No faltan estatuas neoclásicas, surtidores cantarines, rincones íntimos ni ese aire melancólico que corresponden a un palacete y jardín del XIX. Paseamos por aquí bicicleta en mano pues la circulación en bici no está permitida ni cuadra a las dimensiones y el carácter del lugar.
Puente de la Exposición
Regresamos al antiguo cauce y en seguida avistamos el Puente de la Exposición, conocido popularmente como “la peineta”. El paseo ciclista nos permite conocer en una misma tarde los principales puentes de la ciudad, cada uno con su carácter. Éste lleva la impronta del arquitecto valenciano Santiago Calatrava e integra en su estructura a la estación de metro de Alameda. El nombre recuerda a la Exposición Regional de 1909, de la que pervive un edificio historicista, ahora a nuestra izquierda. Es el Palacio de la Exposición Regional, que evoca rasgos de los edificios más representativos del gótico valenciano.
Puente de las Flores. Puente de la Mar
Dos puentes muy cercanos. Inconfundible el primero, adornado con flores que varían a lo largo del año en función de la época o de la celebración de alguna festividad. De nombre marinero el segundo, conectaba la ciudad con el grao y los barrios litorales. Un estanque consigue que de nuevo los ojos del viejo puente se reflejen en el agua.
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39- Puente de la Mar
40- Palacio de las Artes y Puente de l’Assut de l’Or desde el del Ángel Custodio
El Puente de Aragón nos recuerda a la antigua estación ferroviaria donde comenzó esta mañana nuestra ruta ciclista y nos da paso al escenario de otra gran pasión en esta tierra, pues este tramo de jardín está presidido por el Palau de la Música. Aquí se celebran a lo largo del año conciertos, exposiciones y una variedad de actos culturales con la música como referente. El edificio presenta su estampa más atractiva hacia el río, con el recinto acristalado reflejándose en el estanque. Por cierto que, tanto cristal le ha valido el sobrenombre –con sorna- de “El Microondas” por las altas temperaturas que se alcanzan en la época estival en este invernadero de diseño que para más INRI mira hacia poniente. Estas temperaturas tienen que ser contrarrestadas por una ingente refrigeración. Una, que es profana en el tema, no puede evitar sin embargo echar de menos la sabiduría antigua de una arquitectura tradicional, acorde con su entorno, frente a la importación indiscriminada de estilos concebidos para otras latitudes. En fin. Bonito es, no digo que no.
Pasamos bajo el elegante Puente del Ángel Custodio cuyas farolas de hierro fundido le dan un aire parisino. Desde aquí asoman ya algunos edificios de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Nada más pasar bajo el puente, nos encontramos con el Parque Gulliver que nos da la oportunidad de convertirnos en liliputienses y enredar un poco trepando y deslizándonos por la figura gigante de Gulliver, tendida en el suelo. Cedemos a la tentación (también los mayores ¿eh?) y tengo que decir que algún tobogán daba realmente vértigo. Un xiquet de unos ocho años me animó a probar el cinturón de Gulliver y no quise pasar por poco decidida ante el angelote, pero no sé si repetiría. Pasamos un buen rato subidos a las barabas del gigantón pero tenemos que retomar nuestro camino, puies se acerca la hora de devolver las bicicletas. Como otro guiño al mundo de la fantasía, desde aquí se contemplan las características siluetas de los cuatro guardianes alados del Puente de los Demonios o del Reino.
Enfilamos hacia el complejo de ocio y cultura que se ha convertido en seña de identidad y foco de atracción para los visitantes en Valencia: La Ciudad de las Artes y las Ciencias, a la que dedicaremos un día completo en otro momento de nuestro viaje. Las bicis son bienvenidas a La Ciutat que cuenta con buenos accesos y aparcamientos. De hecho,vimos muchos ciclistas por aquí.
Hoy nos damos por satisfechos con tener una visión de conjunto desde los paseos que circundan los edificios. El primero en aparecer es el majestuoso Palau de les Arts, que transmite ligereza con su cubierta suspendida. El ojo atento del’Hemisferic nos ve pasar y el Umbracle se me figura un arco de bienvenida. Es una delicia deslizarse en bicicleta en medio de estos gigantes que comienzan a iluminarse. El efecto de la luz reflejada en los estanques es digno de verse: Hay que venir a la Ciutat también por la noche. El agua está presente o sugerida, como en la cascada de cristal del Museu de les Ciencias Príncipe Felipe. Desde aquí contemplamos las últimas adquisiciones de la Ciutat, como el Puente de l’Assut de l’Or o el Ágora, nuevo recinto polivalente en construcción y, al fondo, los perfiles sinuosos del’Oceanogràfic. Nuestra ruta pasa ahora por el flamante puente dotado de carril-bici que se continúa por C/ Menorca hasta la Avenida del Puerto, donde hemos de devolver las bicis y poner punto final a nuestro paseo por diferentes ambientes, valencianísimos todos.
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La bicicleta nos ha llevado hoy por caminos vedados al coche. Caminos de pasado, presente y futuro que, como peatones, no habríamos llegado a recorrer en un solo día. De esta manera hemos reunido un buen puñado de claves para entender la ciudad: una importante vía romana, eje histórico del levante; antiguos trazados de ferrocarril, senderos de huerta, las playas que pintó Sorolla, modernas instalaciones náuticas, barrios marineros, jardines, la huella antigua del Turia y las nuevas apuestas culturales de la ciudad que mira hacia delante manteniendo su esencia.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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