Aquel día se nos pegaron las sábanas más de la cuenta. Desayunamos en casa y partimos para Cala Salada. Llegamos sobre las 13:00 y había una enorme cola para acceder y coches dándose la vuelta diciendo que era imposible.
Cambiamos el plan y nos dirigimos a la más cercana en nuestra lista, Cala Bassa, la cual teníamos reservada para otro día. Se puede aparcar de forma gratuita en el camino, pero hay que darse una buena caminata y con tanto calor no apetecía nada, por lo que aparcamos en el parking por 5€ el día con invitación a una Coronita.
Se puede llegar con el autobús L7 desde San Antonio que sale cada hora hasta el atardecer solo en verano, pero ojo que de 12:30 a 15:30 no hay servicio.
Fue una pena no poder disfrutar de esa playa con más tranquilidad, porque estaba literalmente a rebosar. Ya contábamos con que nos íbamos a encontrar con esa situación así que encontramos un huequecito donde poner nuestras toallas casi al final de la playa y disfrutar en primera línea de una de las dos mejores calas de la isla en mi opinión.
El agua, limpia y cristalina, era además de un turquesa precioso y podías andar y andar mar adentro que siempre hacías pie.
Comimos bastante tarde, sobre as 16:30. Como teníamos desde hace tiempo antojo de arroz negro, no encontramos lugar mejor para satisfacerlo que en el Beach House esa fantástica playa.
Nos pusieron en una mesa en primera línea y mientras nos servían las bebidas y el gazpacho que mi chico se sirvió de aperitivo, observábamos absortos el color del mar.
El arroz estaba muy bueno, tomamos dos platos cada uno y terminamos con el ya tradicional plato de fruta para “uno”.
El total fue 98,50€ los dos. Nos pareció un precio adecuado teniendo en cuenta el lugar y los platos. No obstante, al final de la playa hay un snack bar con bocadillos y pizzas con precios más económicos.
Por la tarde, el sol nos dio una tregua y dejó paso a las nubes. Ya no se apreciaba tanto el bonito turquesa del agua, pero la temperatura era divina y nos quedamos hasta el final.
Aprovechando que estábamos cerca, nos acercamos a Cala Comte para ver el atardecer. Lamentablemente, las nubes no dejaban ver el sol y simplemente acabamos echando un vistazo que sirvió para confirmar que si queríamos encontrar sitio al día siguiente, había que ir a primerísima hora.
Nos acercamos también a Cala Tarida para valorar su visita con más tranquilidad, pero la descartamos en principio porque nos pareció muy urbanizada.
Sorprendentemente, estábamos rendidos y terminamos en día en la casa con un picoteo.
Cambiamos el plan y nos dirigimos a la más cercana en nuestra lista, Cala Bassa, la cual teníamos reservada para otro día. Se puede aparcar de forma gratuita en el camino, pero hay que darse una buena caminata y con tanto calor no apetecía nada, por lo que aparcamos en el parking por 5€ el día con invitación a una Coronita.
Se puede llegar con el autobús L7 desde San Antonio que sale cada hora hasta el atardecer solo en verano, pero ojo que de 12:30 a 15:30 no hay servicio.
Fue una pena no poder disfrutar de esa playa con más tranquilidad, porque estaba literalmente a rebosar. Ya contábamos con que nos íbamos a encontrar con esa situación así que encontramos un huequecito donde poner nuestras toallas casi al final de la playa y disfrutar en primera línea de una de las dos mejores calas de la isla en mi opinión.
El agua, limpia y cristalina, era además de un turquesa precioso y podías andar y andar mar adentro que siempre hacías pie.
Comimos bastante tarde, sobre as 16:30. Como teníamos desde hace tiempo antojo de arroz negro, no encontramos lugar mejor para satisfacerlo que en el Beach House esa fantástica playa.
Nos pusieron en una mesa en primera línea y mientras nos servían las bebidas y el gazpacho que mi chico se sirvió de aperitivo, observábamos absortos el color del mar.
El arroz estaba muy bueno, tomamos dos platos cada uno y terminamos con el ya tradicional plato de fruta para “uno”.
El total fue 98,50€ los dos. Nos pareció un precio adecuado teniendo en cuenta el lugar y los platos. No obstante, al final de la playa hay un snack bar con bocadillos y pizzas con precios más económicos.
Por la tarde, el sol nos dio una tregua y dejó paso a las nubes. Ya no se apreciaba tanto el bonito turquesa del agua, pero la temperatura era divina y nos quedamos hasta el final.
Aprovechando que estábamos cerca, nos acercamos a Cala Comte para ver el atardecer. Lamentablemente, las nubes no dejaban ver el sol y simplemente acabamos echando un vistazo que sirvió para confirmar que si queríamos encontrar sitio al día siguiente, había que ir a primerísima hora.
Nos acercamos también a Cala Tarida para valorar su visita con más tranquilidad, pero la descartamos en principio porque nos pareció muy urbanizada.
Sorprendentemente, estábamos rendidos y terminamos en día en la casa con un picoteo.