Hola viajeros y viajeras
Aunque pronto va a hacer dos meses que volvimos de nuestro viaje, creo que -aunque sea con un poco de retraso- es de justicia colgar en este foro, sin el cual nuestro viaje no hubiese sido posible, una breve reseña del mismo. De manera que vamos a ello…
Habíamos planeado primero una atractiva ruta por carretera, echando dos o tres días en el camino, para después enganchar con los otros nueve o diez que teníamos previsto emplear en nuestro recorrido por Italia y los que correspondieran al camino de vuelta… total quince o dieciséis días de coche.
Pero después de pensarlo un poco decidimos hacer la ida y la vuelta en avión, y por la mitad de lo que nos íbamos a gastar en gasolina, peajes, etc… nos sacamos los billetes con
Ryanair; pensando en alquilar un coche para movernos arriba y abajo una vez estuviésemos allí.
Y todavía no quedó ahí la cosa. La semana semana antes de despegar, repasando el plan de viaje que habíamos preparado, nos dimos cuenta de que no tenía demasiado sentido lo de desplazarnos en coche.
Ciertamente, se pierde algo de libertad en los desplazamientos, pero a estas alturas y después de haber visto como el desastre del tráfico en Roma se convierte en un remanso de paz y tranquilidad cuando se compara con el de Nápoles, creo que fue una decisión de lo más acertado en tanto que te permite olvidarte de cómo llegar o dónde aparcar en el sitio que toque visitar ese día.
De manera que el 9 de julio, después de coger un cercanías y luego el autobús que te lleva desde la estación de tren de Santa Justa hasta el aeropuerto de San Pablo, despegábamos de Sevilla sin ningún incidente destacable además de las previsiones meteorológicas que avisaban de máximas de cuarentayyoquesecuantos grados.
Con respecto a Ryanair, nada que objetar. Hasta en tres ocasiones me mandaron por e-mail el recordatorio de que tenía que realizar la facturación on-line, avisándome de que en caso contrarío tendría que abonar las tasas correspondientes, y advirtiéndome una y otra vez de que en cabina sólo se admitía un bulto por persona. El personal de tierra nos atendió con amabilidad e incluso la chica que nos pesó la maleta nos dejó pasar con un par de kilos de más. El equipaje de mano ni siquiera nos lo miraron.
En el embarque, dejaron pasar primero a los que habían pagado el correspondiente plus, de manera que –efectivamente- pudieron ocupar la “pole position”. Pero cuando –siguiendo con el simil- el semáforo se puso verde, se acabaron todas las prioridades y aquello se convirtió en (con perdón) “maricón el último”. Así que mi recomendación es: en lugar de pagar el plus, mejor entrena para los cien metros lisos.
A bordo si que son un poquito pesados, no nos dejaron tranquilos ni un momento entre loterías, perfumes, etc. No sé si en vuelos más largos tendrán el mismo comportamiento. Espero que no.
Llegamos a Ciampino con adelanto, ya que habíamos volado con viento de cola. Nos fuimos para la parada de
Terravisión, con los tickets -que un chaval muy simpático nos había vendido en Sevilla- en la mano. Mucho calor y poco aire acondicionado, empleando casi el mismo tiempo en llegar de Ciampino a Roma que lo que habíamos tardado desde Sevilla hasta allí.
Queríamos haber comenzado desde el sur y en una secuencia lógica ir subiendo hasta el norte de Italia. Pero como no fuimos capaces de encontrar una “parada” de alguna low cost lo suficientemente cercana a Nápoles, fue por eso que al final comenzamos por Roma.
A través de Reserver.it habíamos alquilado en las proximidades de la Estación de
Termini un apartamento (bastante guarrete y descuidado) para los cuatro días que íbamos a estar allí. Lo buscamos pensando en poder disponer de una cocina en la que poder prepararnos algo de comer y tal, pero la verdad es que apenas llegamos a utilizarla más que para los desayunos, que habrían venido de serie en cualquier B&B.
Después de leer y releer los comentarios la verdad es que llegamos allí un poco “acojonaos”; pero la verdad es que nuestra estancia transcurrió sin ningún tipo de incidente. Tal vez el barrio esté un poco deteriorado, con aspecto de haber vivido tiempos mejores y ahora haber venido a menos, pero está perfectamente comunicado y –aparte de lo que para nosotros todavía es una chocante mezcla de colores y acentos- nos sirvió como base de operaciones para las rutas que habíamos previsto realizar.
El autobús paró justo al lado de la estación. En un supermercado instalado en los bajos de la misma una tipa superestúpida se encargó de cobrarnos a precio de oro un par de bricks de leche y algo para el desayuno del día siguiente. Era 9 de julio y comenzaba nuestro inolvidable “Giro d’Italia”.
Aquí engancho la parte correspondiente a los tres días que estuvimos pateando Roma . En los hilos correspondientes iré colgando el resto del viaje
Cuando llegamos al apartamento el día 9 ya había oscurecido, y aunque nos hubiese apetecido dar una vuelta para realizar una primera toma de contacto, preferimos reservarnos para el día siguiente.
Dispuestos a aprovechar el día, a las ocho estábamos ya en marcha en nuestra primera caminata por la “ciudad eterna”. El recorrido: Principe Eugenio (que es donde teníamos el apartamento) – Santa Maria Maggiore – San Carlo alle Quatro Fontane – Piazza Barberini (donde está la Fuente del Tritón)- Piazza Spagna (entramos por la parte de arriba, desde la Chiesa della Trinita dei Monti, y la verdad es que así pierde parte del efecto que produce al ver las escalinatas desde abajo) – Piazza del Popolo (subiendo por la Via del Babuino para volver por la Via del Corso)- Mausoleo de Augusto (con parada en el Ara Pacis)- San Carlo al Corso – Montecitorio – Panteon – Piazza Navona – Torre Argentina – Memorial Vittorio Emmanuele – Piazza del Campidoglio - Fontana di Trevi y p’atrás, después de casi 12 horas.
Hacia bastante calor -de hecho tengo guardados los recortes de la prensa local hablando de la ola de calor que invadía la Tropitalia-, de manera que se agradecía un lugar fresco donde reposar un rato y ninguno mejor que cualquiera de los yoquesecuantos cientos de iglesias –conste que en algún sitio lo leí, pero ahora no me viene a la memoria- que tiene Roma; de manera que además de las que llevábamos señaladas en el mapa creo que fuimos plantando nuestras posaderas en todas –y no fueron pocas- las que se nos iban poniendo a tiro.
Al día siguiente nos hicimos la Roma Antigua. Poco antes de que abrieran estábamos en las taquillas del Foro para comprar el ticket combinado Foro – Palatino – Coliseo. Justo a tiempo para entrar del tirón, pues a nuestras espaldas escuchábamos el desembarco de un par de cientos de turistas (como si nosotros no lo fuésemos) procedentes de varios autobuses.
Si no estás muy puesto en el tema, es muy recomendable pillar la audioguía o hacerte con otra que te de algo de información sobre dónde estás y qué estás viendo, si no, la verdad es que vaciado de todo su contexto el paseo se te va a quedar un poco huérfano.
Lo hicimos en ese orden. Comenzamos por el Foro, luego subimos al Palatino y a eso de las dos de la tarde enfilábamos la bajada hacia el Coliseo. Mientras buscábamos el acceso, íbamos dejando atrás a cientos y cientos de personas que estaban en una cola interminaaaable para comprar su entrada.
Eran cerca de las cinco cuando después de salir del Coliseo y descansar un rato a su imponente sombra estábamos dispuestos para continuar. Demasiado tarde para ir a las Termas de Caracalla nos decidimos por hacer algunas iglesias: Santo Stefano Rotondo (que nos encontramos cerrada)- San Giovanni al Laterano - San Clemente - San Pietro in vincoli, desde donde deberíamos haber dado ya la vuelta hacia el apartamento, que teníamos a menos de diez minutos. Pero “ya que estábamos allí”, mi mujer nos hizo volver a la Fontana de Trevi, que la había dejado impactada el día anterior.
Por el agua no hay que preocuparse, a cada rato te vas encontrando con fuentes de agua sorprendentemente fresca. ¿Comida? Para quienes –como nosotros- no sean demasiado exigentes y anden cortitos de presupuesto, siempre encuentras algún super donde proveerte de lo básico para fabricarte unos bocatas. Puedes también buscar establecimientos de “pizza al taglio” o probar con la opción de los “Spizzico” una red de franquicias, tipo Mc Donalds donde en lugar de hamburguesas te despachan cuartos de pizza. Aunque la opinión unánime de toda la familia es que la mejor opción es olvidarse de las pizzas y la pasta y –al menos en verano- dedicarse en exclusiva a los helados.
Nuestro tercer día, que era lunes, tocaba Vaticano; lo que venía a significar una hora andando, de manera que esa mañana cogimos el metro por primera vez. Tickets en la expendedora automática hasta la parada de Ottaviano, sin problema. La roja en las portadas de todos los periódicos…
Habíamos comprado los tickets on line. Si no hubiese sido así probablemente no habríamos entrado. Eran las ocho y cuarto; y si el día antes en el Coliseo había gente, era una filfa comparado con lo que había montado allí. Al lado de la supercola, había una más medianita que consideramos más o menos aceptable en la que casi nos metemos, pero que tampoco era, le preguntamos a uno de los seguratas que había por allí, le enseñamos la reserva y nos mando directos a la puerta. Todo un triunfo.
La reserva son cuatro euros por cabeza, total 16. Vale que sí, que es una clavada, pero la verdad es que los dimos por estupendamente empleados ante la perspectiva de comernos un mínimo de dos horas de espera para empezar un día en el que ya a esa hora comenzaba a apretar el calor.
Personalmente, el concepto museístico no acaba de convencerme; algo que –por supuesto- a los dueños les debe importar bastante poco. El museo ofrece una sensación de amontonamiento que no resulta agradable y una iluminación que te impide disfrutar con plenitud de los tesoros allí expuestos. Pero bueno, que le vamos a hacer.
Era ya más de la una cuando después de rematar la visita en la Capilla Sixtina en compañía de las -yo qué sé- otras trescientas o cuatrocientas personas que allí se amogollonaban (una experiencia no apta para claustrofóbicos, mejor no pensar la que se podía formar allí en caso de que se produjera algún incidente)salimos en busca de algo para comer. Llevábamos alguna dirección, pero con las bullas acabamos en la cafetería del propio museo y, como era previsible, nos la clavaron.
Descansamos un rato y luego atacamos la basílica bajo un sol de justicia. Algo más, bastante más, de media hora para pasar por el control de metales. En la Plaza de San Pedro habrá cuarenta o cincuenta scanneres para meter la mochila, pero sólo había un par de ellos operativos, con lo que la cola que no nos comimos para el museo nos la tuvimos que acabar tragando para entrar a la iglesia.
Recomendación para las chicas: un foulard o mejor un par de ellos en la mochila (uno para los hombros y otro para las piernas si vais con pantalón corto) os ahorrarán tener que quedaros en la puerta de esta y de muchas otras iglesias.
Después de los dos días de machacamiento que llevábamos a cuestas y la mañana a pasito de museo –que también quema bastante-, estuvimos de acuerdo en que no había ganas de subir a la cúpula, a pesar de todas las recomendaciones favorables que al respecto habíamos leído.
Estábamos algo cansados, pero decidimos seguir adelante con nuestra ruta. De manera que enfilamos la cuesta del Gianicolo, para pasar por el Piazzale Garibaldi antes de bajar al Fontanone dell Acqua Paola y a la Iglesia de San Pietro in Montorio, para luego meternos a callejear un rato por el Trastevere.
Por suerte algunas nubes se decidieron a tapar el Sol un rato y comenzó a soplar algo de fresco, lo que hizo esta última parte del trayecto bastante más agradable.
Salimos del Trastevere atravesando la Isola Tiberina, para luego acercarnos a la Bocca della Verita, donde dimos por concluido nuestro periplo romano.

Bueno... Breve, breve la verdad es que no me ha salido. Espero que a alguien le pueda servir al menos como orientación.
Un abrazo y buen viaje.