Cuatro ciudadanos de nacionalidad española hicimos con Costa Cruceros (en concreto en el Costa Magica), el trayecto Venecia-Izmir, en el mes de octubre, y junto a aspectos positivos encontramos cosas que no nos gustaron ni mucho menos tanto, impropias de una empresa que presume de su renombre y veteranía. Lo primero que hay que señalar es que el precio del crucero era difícilmente mejorable. Incluso si se tiene en cuenta que no estamos hablando de las mejores fechas porque en la segunda quincena de octubre, en el mediterráneo, suelen presentarse fuertes cambios en el tiempo, pudiendo variar ampliamente de un cielo despejado y temperatura veraniega a un otoño húmedo y destemplado. Como así ocurrió. Fue el segundo caso. Hizo un clima encapotado en general, lluvioso en ocasiones y fresco siempre, a excepción de una luminosa Venecia. Pero eso es, por supuesto, responsabilidad ajena a la empresa.
Por este clima nada impropio de las fechas en el mar mediterráneo, durante bastantes días se hacía un poco desagradable subir a la cubierta superior, porque el viento era frío (de noche, lindante con lo helado), a pesar de que algunos pasajeros del centro y norte de Europa simulaban encontrarse en Benidorm en agosto. Los centro y noreuropeos, inasequibles como siempre al desaliento en cuestiones climáticas, pero más parecían estar curándose como jamones que disfrutando realmente del día en cubierta. A pesar de tanto arrojo, nadie que viéramos se aventuró nunca en ninguna piscina, que teóricamente, como dice la publicidad del barco, estaban dotadas "de una cubierta retractil que permite adaptarla a todas las ocasiones y climas" (en realidad, a muchos menos climas, porque sólo vimos cubierta la piscina principal en una especie de "noche blanca" donde todos iban empingorotados como de boda y la lluvia arreciaba en el techo). En los yakuzzi sí
se bañó gente, llenos siempre de un público abigarrado y en principio poco apetecible, porque aunque existía un cartel que prohibía bañarse allí a menores, la regla no se cumplía en absoluto ni siquiera estando presente un vigilante, que los expulsaba cada cuarto de hora. Pero los menores, educados en la modernidad relativista, volvían a la carga en buen número. Al final, claro, el yakuzzi era para ellos. Está claro
que un barco sin piscinas interiores cubiertas y agradablemente climatizadas reduce el grado del relax de los pasajeros en los meses no calurosos, a pesar de lo proclamado en la publicidad del navío.
Eliminada la posibilidad de disfrutar del sol o del baño, no sabíamos bien qué hacer dentro del barco salvo asistir a los espectáculos, alguna vez de calidad reseñable, y darle a la omnipresente bebida, que era de gran calidad siempre que uno se atuviese a las botellas de marca y ni mucho menos tanto a los cócteles, donde ni la fruta utilizada, de procedencia dudosa, ni los excesivos y fortísimos licores baratos, a granel o incluso sin etiqueta hacían ningún honor a lo esperado.
El gimnasio, que costó hallarlo, estaba muy escondido tras los spas y masajes pero no se puede negar que lucía amplísimo y bien surtido, salvo en la variedad de pesas libres (no existían pesos grandes por un problema de seguridad, como imaginamos, ya que, en los pisos superiores sobre todo, el barco oscilaba bastante en alta mar y a gran velocidad, algo que podría resultar peligroso manejando pesos de consideración) Encontramos que, aunque el "staff" al servicio de los pasajeros era numeroso, según nos dijeron los... Leer más ...