Supermari
Travel Addict
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Hola a todos después del fin de semana. Pues no os lo vais a creer, pero le he dado la vuelta a la casa y no ha habido forma humana de encontrar las entradas para la ceremonia del morro y así demostraros que fueron un poco caras, creo que no las tengo porque nos las cogieron al entrar. De todas formas he buscado en la guía de Cuba que me llevé al viaje y pone que es un precio medio, no bajo, para que os hagais una idea.Ah! AVISO a los que deseen ir. En todas las guías pone que es el cañonazo de las nueve y eso induce a error , ya que es antes cuando empieza todo, el desfile y demás, y a las nueve, cuando se dispara el cañonazo, cuando acaba todo. De todos modos, como ha indicado otro forero, así de paso veis anochecer.
Otro truquillo que olvidé contaros, es que en la mayoría de los sitios visitables os cobran también por la cámara, es decir, cuando entramos al Capitolio, pagamos 3 cuc por persona y dos más por el uso de la cámara. Lo mismo nos ocurrió en el cementerio, etc,,… y luego vimos que nadie controla eso, porque no te ponen ningún tipo de etiqueta en la cámara, por eso, en el Morro, no pagamos por la cámara, y eso que hice un par de fotos que como era de noche ni salieron. Se que no está muy bien, pero después de las cuantiosas propinas que dimos ese día, no pude resistirme a timarle 2 cuc a Fidel.
Y ahora si os parece continuemos con la historia. Como comprobareis, este fin de semana he hecho los deberes y espero poder terminar hoy mi relato, pensando en los foreros que se van esta misma semana.
6ª parte:
Tras el desayuno en el hotel, bajamos a la recepción un cuarto de hora antes de lo convenido con el conductor del coche de caballos, las diez de la mañana, pero él ya estaba allí esperándonos. Aún así nos permitió darnos una vuelta por la galería comercial del Tryp para darnos cuenta de lo afortunados que somos y del tipo de ropa y demás que se vende allí, muy anticuada, y a precios de turista porque los propios cubanos necesitan un mes de sueldo para comprarse unos shorts como me enteraría después.
Montamos en nuestro carruaje, con protección solar y sombrero, y Fernando, creo recordar que así se llamaba el cochero, comenzó el recorrido. Conocimos una zona muy diferente a La Habana Vieja. Nos dio un paseo por Vedado, donde las avenidas son más anchas, las casas, mejores, hay más bares, tiendas….y Fernando nos fue enseñando los edificios y fachadas más emblemáticas, como había hecho el día anterior. Está claro que la gente de dicha parte de La Habana, vive mucho mejor, o por lo menos eso parecía, incluso vimos varios supermercados típicos.
Fue visita obligada el cementerio de Cristóbal Colón, fundado en 1871 y donde, previo pago de un peso por la entrada, es decir, 2 cuc, más la cámara, tres cuc, en total realizamos el recorrido. Puede parecer extraño visitar turísticamente un cementerio, pero es que es una auténtica maravilla las obras de arte que allí hay. El Monumento a los Bomberos es gigantesco, las tumbas y panteones son impresionantes, se nota que en aquella época había mucho dinero en La Habana. Dicen que si vas sin guía, lo mejor es preguntar por Octavio en la entrada al recinto, porque en tres cuartos de hora te hace una visita guiada digna de recordar por su buen humor.
Imprescindible visitar la tumba de la llamada Milagrosa, cuentan que fue enterrada embarazada y que cuando tiempo después abrieron su tumba se encontraron con que tenía al niño en sus brazos. Por ello, las mujeres que desean quedarse en cinta o tener un buen embarazo y parto van allí a pedirlo. Sea como fuere, el caso es que es la tumba más llena de flores.
Tras salir por un impresionante arco continuamos recorrido. Nos fuimos a la Plaza de la Revolución. Nos apeamos del coche, admiramos el Monumento a la Revolución, un gran obelisco, con la estatua de José Martín, y en frente el Museo de Defensa donde se encuentra la fachada más famosa de La Habana, ya que se encuentra la cara del Che con la famosa frase: Hasta la victoria siempre.
Pasamos después por calles amplias y llenas de gente, comprobando cómo viven los cubanos, y es que era jueves, y al día siguiente comenzaban los festejos anuales del aniversario de la revolución. Vimos espectaculares casa coloniales, la mayoría en mal estado, era como ver la película de “Lo que el viento se llevó” pero después de haber pasado una guerra mundial. Fachadas semiderruidas, ennegrecidas, y, curiosamente, con un montón de tendederos por todos lados. El cochero nos llevó al Barrio Chino y paró para que entrásemos a dar una vuelta. Después, de regreso a las calles de La Habana Vieja callejeamos con el carruaje por calles estrechísimas, por donde juegan los niños y se palpa y se vive la realidad cubana.
Andando llegamos hasta el Museo del Chocolate. Tan sólo es un local donde ves cómo lo fabrican, muy pequeño, venden figuras de chocolate y bombones. Yo tomé una taza de chocolate caliente, a pesar del calor, para probar el auténtico chocolate azteca, con especias, y mi marido uno tradicional frío, una especie de batido. Allí nos despedimos de nuestro guía y empezamos a callejear la zona, disfrutando de la fiesta que empezaba a vivirse en la calle. Lo único malo es que a cada paso éramos literalmente asaltados por vendedores, timadores y demás que nos pedían de todo. Eso, la verdad, es lo que nos aguó un poco nuestra estancia en La Habana.
Fijaos que cuando íbamos en el carruaje, éste paró en un cruce de calles y de repente vi a mi marido con un loro en el hombro, lógicamente se lo habían puesto para que le hiciera una foto previo pago del cuc claro.
Pero el más descarado llegaría cuando nos dirijimos a ver el Museo del Ron Habana. Cuando ya nos encontrábamos a dos pasos del mismo, se nos acercó un joven y le preguntó la hora a mi marido. Cuando se la dijo, el cubano empezó a alabar España, resultó tener hasta el mismo nombre que mi marido, nos enseñó el carnet, y, señalando que era trabajador del Museo, nos enseñó los panfletos publicitarios del mismo, aseguró que él nos acompañaría. Una vez dentro, nos pidió que no subiéramos a hacer la visita guiada, que no merecía la pena, que mejor nos íbamos con él. El caso es que no nos fiamos, que hicimos la visita y que nos resultó muy interesante para conocer como se fabrica el ron. Siempre teniendo en cuenta, claro, que es un Museo estilo Cuba, no estilo España. Hasta nos dieron una degustación. Menos mal que ya no estaba el susodicho cubano a la salida, porque si no, nos lo hubiéramos comido. Lo peor es que los responsables del Museo nos vieron entrar con él pero nadie te avisa del posible timo.
En la tienda del Museo, se puede comprar ron y en el bar descansar con agradables ventiladores, además de hacer las típicas fotos. Nosotros no compramos porque nos gusta más el Brugal y el año pasado vinimos bien surtidos de la República Dominicana. De todas formas he oído decir que en las tiendas del aeropuerto está a buen precio. De todas formas dice mi marido que en la tienda del Museo venden un ron envejecido un montón de años, con más grado del habitual, y que no se comercializa en ninguna parte más que en Cuba. Costaba, eso sí, unos 30 euros al cambio, la caja era de color beige, y…para un capricho…
A la salida del Museo cogimos un coco taxi, mi transporte preferido allí, porque la mayoría de los taxis no tiene aire acondicionado y aquí te da el aire todo el tiempo, es una moto con asientos, si quieres te hacen de guía como el del carruaje, y suelen ser gente joven amabilísima y de buen humor. Le pedimos que nos llevara hasta la famosa Fábrica de Tabacos Partagás, porque con el calor que hacía ya a esa hora, no quería andar. Fijaros que en mayo estuvimos en Londres, caminábamos desde las ocho de la mañana a las once de la noche sin problemas, pero en Cuba, con tanto calor…..me vencía.
En la fábrica nos encontramos con la desagradable sorpresa de que estaba cerrada por vacaciones y sólo podíamos acceder a la tienda, pero no ver cómo hacían los puros. Los precios eran de impresión, pero daba gusto verlos y olerlos, y eso que yo no fumo. Yo buscaba un regalo para mi padre, que es fumapuros, y obligatoriamente debían ser Cohibas. Vimos Lanceros, esos que fumaba Fidel, larguísimos, pero mi marido decía que mi padre ahora los prefiere más cortos pero más gordos. Entonces vimos los Cohibas Robustos, en concreto los Maduros número 5, al parecer, de todos los torcedores de puros de una fábrica, sólo los tres mejores son escogidos para hacer estos puros. El precio de la caja superaba los 400 euros al cambio, en España aún valen más. Casi me desmayo y decidí pensármelo.
Y entonces ocurrió lo siguiente, mientras paseábamos se nos acercó un hombre caminado con su hija, una niña muy pequeña, y nos preguntó si éramos españoles. Al poco también nos preguntó el motivo por el que no habíamos comprado habanos, ( está claro que nos había visto salir de la fábrica), y le dijimos que porque eran demasiado caros. En lugar de contarnos la típica historia de que un primo suyo trabajaba en dicha fábrica y sacaba puros de extranjis, nos contó que al lado de la fábrica, unas calles más adelante, estaban los almacenes y vivían los trabajadores que podían ofrecernos puros auténticos a precios mejores. No se cómo pero accedimos a entrar y allí nos ofrecieron todo tipo de puros. Tras un largo regateo, con toda la familia presente, incluida la abuela, y la intercesión de nuestro nuevo conocido nos bajaron el precio y empezaron a sellar la caja elegida. Yo me negué porque no me fiaba de todo aquello y entonces, no se si porque con el sello puesto ya no se podían enseñar a otros posibles compradores o porque el timo fue completo, nos los dejaron al cambio, por unos 20 euros.
Finalmente, a mi padre le compraría más tarde unos Cohibas Robustos, Maduros número 5, en la tienda oficial del Hotel, unos 14 euros cada uno al cambio, para llevarle unos realmente buenos, y además, le dí parte de los comprados, digamos, de contrabando. Aún no los ha fumado, así que no sabemos si nos timaron, o son buenos, o son mitad de cada, pero por 20 euros valía la pena arriesgarse ¿no?.
A la salida nuestro acompañante y la pequeña nos pidieron algo por el favor, y les dijimos que lo teníamos en el Hotel. Pues a las cinco de la tarde, puntualísimos, se presentaron en la recepción y allí les entregamos varios obsequios, aunque creo que el champú y el ibuprofeno es lo que más agradecieron.
Y es que habíamos regresado al Hotel para comer en la pizzería que hay debajo: yo una pizza buenísima y mi marido un pollo a la brasa que aseguró era el mejor que había comido en su vida. Tras una buena piña colada en el bar del hotel decidimos subir a la habitación para descansar, leer un poco, desestresarnos. Pensamos que esa noche bajaríamos a tomar algo a la terraza del Hotel Nacional, cuyos balcones y jardines con vistas al Malecón son impresionantes, según mi jefe, y una copa al conocido “Gato Tuerto” que está en la zona. Sin embargo, no os lo vais a creer, nos quedamos totalmente dormidos, y nos despertamos de madrugada así que no pudo ser, quizás en otra ocasión ….
A la mañana siguiente fue una locura, hicimos las maletas con tiempo suficiente para desayunar y estar a la hora señalada en la recepción pero entonces conocimos el verdadero problema de nuestro hotel, los ascensores van uno a uno, son como tortugas y no dan abasto si todos queremos irnos a la vez. 45 minutos de espera, sólo me dió tiempo a tomar un zumo antes de que nos recogieran rumbo a Varadero. El viaje alucinante, era festivo y los cubanos abarrotaban cualquier medio de transporte para ir a la playa. Lo peor los numerosos carteles fidelistas, hablando de la revolución, y hablando de lucha mientras los ciudadanos se mueren de hambre. Para colmo, el último a la entrada de Varadero: Todo lo que aquí se recaude es para el pueblo. Ja!
Unas tres horas después llegamos al nuevo hotel. A partir de aquí no mucho que contar.6 días de playa, piscina, sol, masaje, libros, y relax. Aconsejable las compras en el mercadillo de la calle 15 en Varadero, porque hay varios. El vendedor al que compramos un montón de artesanía y regalos incluso nos llevó al Hotel en su coche, (hecho con piezas de todas las marcas conocidas de automóviles). Una noche cogimos la excursión a Tropicana, en Matanzas, que está muy bien, supongo que no es como la de La Habana, pero es muy bonito. Mi marido hizo submarinismo con botella y le encantó. Y nuestra camarera era un encanto. El último día le dimos todo lo que pudimos, hasta un termómetro, que no se por qué eché a la maleta, y no sabía ni cómo se utilizaba.
El último susto nos llegará con la factura del móvil, cada día llamé a mi madre dos minutos justos, pero supongo que de los 100 euros no bajará la cosa.
El último día volvimos para el aeropuerto. Cada día cambié dinero en la cadeca del hotel. Como ese era el último no me dejé más que algún cuc de recuerdo y las tasas. La tarjeta llegó cuando en el aeropuerto de La Haban no pude comprar más que un botellín de agua porque debe ser el único aeropuerto internacional en la que no admiten todo tipo de moneda, y eso que con euros saldrían ganando….
Así terminó nuestro viaje. Con sus cosas buenas y sus cosas malas. Un poco agobiante al principio y con mucho relax después. Lo que está claro es que Cuba es el país más diferente que he conocido hasta ahora en todos mis viajes.
Espero que nuestra experiencia os haya servido de algo, y que no os hayais muerto de aburrimiento. Si tenéis dudas ya sabéis como encontrarme, je je.
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