Merche137
Indiana Jones
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MALAS EXPERIENCIAS CON AUTOBUSES EN BOLIVIA
Durante mi reciente viaje por América del Sur, he tenido malas experiencias con algunas líneas de autobuses, pero las dos que nos ocurrieron en Bolivia ya se llevaron la palma, por lo que las paso a relatar para que puedan servir de prevención a otrxs viajeroxs.
1.- Teníamos reservados por internet tres billetes desde La Paz a Uyuni, en bus-cama con la compañía Panasur, que había dado su conformidad a nuestra reserva. Cuando nos presentamos en la terminal de autobuses para retirar los billetes y abonarlos, nos indica la señora que atiende la ventanilla que no aparece la reserva y que esa noche no tiene ningún autobús que vaya a Uyuni. Tras más de tres cuartos de hora intentando que llamara a la central (cosa que al parecer hizo, infructuosamente) o que nos diera alguna solución (contestando a un montón de llamadas que no tenían nada que ver con nuestro caso y haciéndonos esperar, viendo nosotras cómo corría el reloj y aumentaba nuestro nerviosismo) nos dice que no puede hacer nada y que busquemos otra empresa. Quise solicitar una hoja de reclamaciones pero se nos iba el tiempo, así que desistí, pensando también que serviría de poco. A los cinco minutos ya estaba cerrada la ventanilla, no sé si para evitarse otras reclamaciones...
2.- La única empresa que tenía billetes para Uyuni en coche-cama a esa hora ya un poco intempestiva era Cruz del Norte, así que los compramos. El autobús era bastante más viejo que los de otras compañías pero bueno, era lo que teníamos...
Cuando la señora que nos vendió los billetes vio que íbamos con una maleta grande y una mochila cada una nos ofrece la posibilidad de mandarlas por encomienda vía terrestre desde Uyuni a Calama (nosotras íbamos a hacer el tour del Salar de Uyuni, finalizando en San Pedro de Atacama y, desde allí unos días después íbamos a Calama pues desde ese aeropuerto volábamos a Santiago de Chile). Para nosotras - que habíamos querido enviar las maletas desde Lima con LAN Cargo a Santiago de Chile, pero no fue posible al estar cerrada ya la aduana cuando fuimos a hacerlo - nos pareció que nos salvaba la vida, porque veníamos cargando con las maletas y las mochilas desde Lima, paseándolas por Puno y La Paz y debatiéndonos en cómo íbamos a hacer el tour con todo el equipaje y el que llevaran nuestros tres acompañantes ya que nos habían indicado que en el tour seríamos seis personas en el 4x4. Así que decidimos hacerle caso, indicándonos que las facturáramos cuando llegáramos a Uyuni.
Cuando llegamos a Uyuni, a las 7,30 h., la oficina de Cruz del Norte estaba cerrada, por lo que el autobús nos dejó en la puerta, con nuestras maletas. Cuando llegó a recogernos Concepción, la persona de contacto en la empresa con la que haríamos el tour (Turismo Boliva Perú S.R.L), nos ofrece que las dejáramos en una tienda de al lado, en el interior de la oficina de Correos, ya que era de su sobrina, cosa que agradecimos para no tener que ir con ellas a la oficina de la empresa del tour. Nos dijo que no había problema y que cuando abriese Cruz del Norte fuéramos a recogerlas y ya está.
A las 9 h. Ya abría Cruz del Norte, así que nos encaminamos a recoger las maletas. Cuando le decimos a la señora de la oficina lo que nos había comentado su compañera en La Paz, que íbamos a mandarlas por encomienda, duda de que fuera cierto, por lo que la llama por teléfono y aquélla le confirma que sí, que acepte nuestras maletas y las facture para Calama. Abonamos 70 bolivianos por cada una, nos da el resguardo, una vez abiertas y comprobado que sólo llevábamos "ropa de uso", tal y como hace constar en el mismo, a la vez que especifica que las recogeríamos en Calama entre el 5-7 de agosto. Hasta aquí todo iba marchando bien, aunque nos quedamos un poco sorprendidas cuando nos dice que tenemos que quitar los candados porque si no no podrían pasar la aduana. Guiadas más por las ganas de no seguir tirando de ellas en el tour ya que no nos habín puesto buena cara cuando exploramos esa posibilidad, las dejamos porque confiamos en la empresa, ya que nos habían ofrecido ellos el servicio.
Hicimos el tour sin problemas y, cuando el día 6 de agosto una de mis acompañantes va a Calama a recogerlas (por circunstancias, yo me tuve que quedar con mi hija en San Pedro de Atacama), se encuentra con la sorpresa de que las maletas no están allí sino en Uyuni. Tras varias llamadas sin respuesta intentando esclarecer qué había pasado, contacta con alguien de la empresa Cruz del Norte que le dice que las maletas fueron enviadas a Calama pero las devolvieron en la frontera, al no ir con ningún acompañante (se suponía que el conductor era quién se responsabilizaba de pasar las maletas, al estar facturadas y era lo que nos habían indicado al hacerlo), por lo que estaban en Uyuni.
Mi amiga le indica al interlocutor que teníamos un vuelo de Calama a Santiago de Chile al día siguiente por la tarde y que teníamos que llevarnos nuestras maletas, ya que desde Santiago de Chile volábamos de regreso a Madrid dos días después. La persona de la empresa de transporte le dice que no puede hacer nada porque había fallecido un conductor y habían decretado tres días de luto, durante los cuales la empresa estaba cerrada y no saldría ningún autobús.
Cuando mi compañera regresa a San Pedro de Atacama y nos da la noticia, nos llevamos toda la tarde intentando solventar el tema de diversas maneras posibles, pero ninguna podía ser factible. Un poco presas ya de la desesperación, se nos ocurre contactar con la señora Concepción, con la que habíamos hecho el tour de Uyuni, nuestra única persona de contacto allí y a la que solicitamos ayuda. En principio, le pedimos que, por favor, localizara a la señora de Cruz del Norte que nos había hecho la encomienda y que le pidiera que dejara que ella nos recogiera las maletas y así nos la podría enviar en uno de sus 4x4 a la frontera de Hito Cajones, donde iríamos a esperarlas; así quedamos, en principio, una vez acordado el precio del servicio, por lo que ella intentaría localizar a la señora de la empresa de transporte, quedando en que la llamábamos de nuevo en un par de horas.
Cuando transcurrió ese tiempo y la llamamos, nos dice que el conductor fallecido es el marido de la señora de la oficina de Uyuni y que hasta el domingo de madrugada (día 9) no nos las pueden enviar, que sería por autobús, ya que ella no tenía ningún 4x4 disponible ni iban a abrir la oficina, pero que sería a la frontera de Ollagüe, puesto que el autobús de Uyuni llegaba allí y no a Hito Cajones (esta era la más cercana a donde estábamos).
No teníamos más remedio que perder el vuelo de Calama a Santiago y buscar otro para el domingo por la tarde, concertar un transporte que nos llevara a Ollagüe y confiar en que las maletas vendrían en el autobús, cosa que, en principio, nos aseguraron que harían. Aunque no pudo solventarlo todo como quisimos, desde aquí nuestro agradecimiento a la señora Concepción, concesionaria del tour de Uyuni, por su interés y gestión desinteresada en el tema.
Cuando quisimos cambiar el vuelo de LAN Perú para el domingo, nos salía más caro que comprar un pasaje nuevo, por lo que nos decidimos a adquirir otro al mejor precio posible, ya que se nos iba encareciendo todo notablemente. Lo compramos en Skyairline por 150 dólares por persona, a lo que teníamos que añadir los 200.000 pesos chilenos que nos llevaba el conductor con el que iríamos a Ollagüe. Muy amablemente se había ofrecido Juan, el dueño del Hostal Pablito, en el que estábamos, a llevarnos en su camioneta, primero a recoger las maletas y luego al aeropuerto de Calama, a un precio más asequible que cualquier otro taxi; además, necesitábamos una camioneta con capacidad como la suya para todo el equipaje y no podremos agradecerle, tanto a él como a su mujer todas sus atenciones con nosotras, ya que nos dejaron hacer diversas llamadas desde su teléfono, nos invitaron a almorzar con ellos y su familia y pusieron a nuestra disposición su vivienda para resguardarnos de la intemperie y usar el baño, hasta que saliéramos de madrugada para Ollagüe, dado que ese día estaban al completo y no podíamos quedarnos una noche más en el hostal; por todo ello, mil gracias desde aquí también...
A las 3 de la mañana nos pusimos en camino para Ollagüe, donde está la otra frontera chilena, en una noche de perros, ya que soportamos una tormenta de arena espantosa y un frío de cuidado. Tuvimos que esperar casi una hora a que abrieran la oficina de frontera para solicitar que nos dejaran pasar para esperar al autobús. Cuando le contamos el percance a los funcionarios de la aduana no daban crédito y nos dijeron que podía ocurrir cualquier cosa ya que las maletas venían abiertas y que ojalá no tuviéramos que recordar ninguna mala experiencia con las autoridades chilenas. En ese momento se nos mudó la cara a las tres, le enseñamos nuestro resguardo y, ya al borde de un ataque de nervios, nos indican que fuéramos hasta "el hito", pero no pasáramos de allí, que paráramos el autobús para recoger las maletas y regresáramos a la aduana chilena sin abrirlas ni tocar nada. El hito es una franja de territorio "de nadie" entre la frontera chilena y la boliviana y, si lo traspasábamos, estaríamos entrando de manera ilegal en Bolivia, por lo que podían requisarnos la camioneta y multarnos a nosotras (entre la frontera chilena y la boliviana hay una distancia de aproximadamente 5,5 km.)
Nos apostamos con la camioneta en el hito a esperar el autobús, que no tenía hora fija de llegada porque entre la diferencia horaria (una hora), que vendría lleno de pasajeros dado que no circuló en tres días y que todos ellos tenían que hacer los trámites ante la oficina de migración boliviana, se podía demorar hasta dos horas sobre la prevista que nos habían dado. Entretanto, habíamos conseguido hablar con la señora de la oficina de Uyuni, quien nos aseguró que las maletas venían en el autobús, al menos ya teníamos algo firme...
Cuando vemos venir el autobús, nos fuimos a la carretera a pararlo y, cuando le decimos al conductor que íbamos a recoger las maletas, nos dice que no las trae, que las había dejado en la oficina de migración boliviana porque venían solas y él no las iba a traer a la frontera chilena. Cuando ya no podíamos dar más crédito a lo que nos estaba pasando y le increpamos por ello, nos dice que no es su problema, que éramos unas insensibles porque ellos habían estado de duelo y que cuando fuera de regreso se las llevaba otra vez para Uyuni. Juro que, en aquel momento, me invadieron unas ganas enormes de tirarme a su cuello, pero prevaleció la sensatez, nos montamos inmediatamente en la camioneta y fuimos a toda prisa, adelantando al autobús, para contar a los funcionarios chilenos lo que pasaba, antes de que llegara este.
Menos mal que los señores de la aduana chilena se portaron de lujo y se encararon con el conductor y su ayudante, pidiéndole explicaciones de por qué no nos habían traído nuestros equipajes. Al conductor no se le ocurre otra cosa que decir que no era su problema, que nadie le había dicho nada, que habían estado de luto, que él, de buena voluntad las había traído hasta la frontera boliviana y que, además, una de ellas olía mal, por lo que si traía algo raro le echarían a él la culpa y que si queríamos las maletas pues que tomáramos el bus que venía desde Calama y fuéramos a recogerlas. Esta era una solución muy desafortunada porque nos retrasaría un montón y podríamos perder el segundo vuelo, a la vez que tendríamos que hacer todos los trámites para salir de Chile, entrar en Bolivia, salir de Bolivia y volver a entrar en Chile, una auténtica locura...
El jefe de la aduana le dijo que, de ningún modo, que él iría inmediatamente a la oficina de migración por las maletas y cumpliría con el servicio contratado, además con los pasajeros porque no iba a permitir que bajara nadie del autobús hasta que no estuvieran nuestras maletas porque ya nos habían causado muchos problemas. El conductor quería que alguna de nosotras fuéramos con él porque insistía en que no se quería responsabilizar de lo que pudieran traer las maletas. Decidimos que iba yo, pero el jefe de la aduana, que no se fiaba y quiso evitarme otro mal rato, le conminó a que fueran ellos y que regresaran inmediatamente, que ellos recogerían las maletas y que, hasta que no las abrieran en nuestra presencia, no podrían entrar ni ellos ni los pasajeros que traían en territorio chileno.
Se nos hizo interminable lo que no fueron más de quince minutos y, tras abrir cada una la nuestra en presencia de un funcionario, sacar todo el contenido y comprobar que ni faltaba nada ni lo que nos tenía más asustadas, no venía nada que no fuera nuestro, se dio todo por zanjado.
Cuando acabó la pesadilla, lo único que se nos ocurrió fue estamparles un par de besos a cada uno de los funcionarios chilenos, pedirles sus nombres y estarles eternamente agradecidas. Bueno, a mi se me escaparon unas lagrimillas ya de la contención de horas, del cansancio, ya que no había pegado ojo en todo el viaje y, no lo voy a negar, de impotencia y rabia, porque fue todo tan surrealista y estuvimos sin vilo por si las maletas traían algo raro... Ah, y no olían a nada, fue una excusa inventada para evitarse el camino.
Por todo ello, no recomiendo a nadie que use ninguna de las dos compañías, por la informalidad y porque, cuando contábamos la incidencia antes de poder tener las maletas en nuestro poder, todo el mundo nos decía que cómo se nos había ocurrido confiar en Cruz del Norte... Está claro que una persona ofreció un servicio que, al parecer, no podía hacer. Yo no sé si ha habido más contratiempos con otras personas, pero esta fue nuestra desagradable experiencia. Afortunadamente, tuvimos un final feliz pero podía haber sido muy amargo...
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