los petroglifos de Coco Viejo. Ubicados justo frente al lugar en donde el río Guaviare desemboca en el Inírida, llegamos dos meses tarde: solo de diciembre a marzo, en el corto verano de la selva, se pueden ver las imponentes piedras —como huevos prehistóricos— tatuadas por los curripacos cientos de años antes de que los españoles alucinaran por estas tierras infestadas de malaria y belleza.