DIA 8. SABADO 4 DE AGOSTO ✏️ Travel Journeys of USA

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Suena el despertador un poco antes de las 4:00 de la mañana. Nos levantamos medio zombis, nos vestimos y nos vamos a buscar el punto de recogida para ir al Gran Cañón. Fuimos bastante directos, pero tardamos casi diez minutos en llegar a la puerta del hotel donde nos recogería el minibús. Las dimensiones del hotel son increíbles.

Habíamos contratado la excursión desde España por internet. Contratamos con Papillon, la excursión Grand Canyon Deluxe con Helicoptero.

Llegamos al punto de encuentro a la vez que el minibús y nos fuimos a otro hotel a buscar a un par de chinos que vendrían con nosotros. Con el minibús fuimos hasta un pequeño aeropuerto en Boulder City, a una media hora de Las Vegas. Allí hicimos el check-in, nos pesaron, nos dieron nuestra ubicación en la avioneta y esperamos nuestro turno. El vuelo hacia el Gran Cañón en la avioneta fue entretenido, dura aproximadamente una hora y tienes unos cascos que te van contando por dónde estás pasando en cada momento y todo eso. Sobrevolamos la presa Hoover, el Lago Mead y el desierto de Mojave.

Llegamos al pequeño aeropuerto del Gran Cañón y en otro minibús fuimos hasta el helipuerto, que está muy cerca, a un par de minutos. En el helipuerto nos volvieron a colocar por grupos y nos dieron nuestra posición en el helicóptero. Esperamos de nuevo nuestro turno y a sobrevolar el Grand Canyon. Espectacular. Nos encantó el paseo en helicóptero por el cañón. Inolvidable. Una sensación que vale la pena vivir. El vuelo duro aproximadamente 25-30 minutos.

Después volvimos al minibús y nos llevaron a un punto de observación: Bright Angel Lodge. Nos dieron un pequeño almuerzo y nos dejaron alrededor de 45 minutos para disfrutar del cañon a nuestro aire. Las vistas eran extraordinarias. Nos encantó el cañón. Una vez acabada la visita volvimos al minibús, al aeropuerto, avioneta hasta Las Vegas y minibús hasta el hotel. La excursión nos pareció una pasada. Inolvidable el gran cañon. Lo único que echamos en falta fue un rato mas de tiempo libre en el gran cañon, visitar otro punto de observación, pero bueno, es lo que hay.

Ya en el hotel elegimos un sitio donde comer de los muchísimos que había y nos echamos la siesta para reponernos del madrugón e intentar esquivar las horas de solazo de Las Vegas, que hacía un calor seco brutal.

Sobre las 18:00 salimos y fuimos a ver algunos espectáculos. El primero fue el del Treasure Island, un show de unas piratas que bailan y tal, no es nada del otro mundo, pero pasas el rato entretenido. Luego entramos a dar un paseo por el hotel. Los hoteles son una pasada, unos más que otros, pero vale la pena darse un paseo por casi todos.

Después fuimos al Mirage, a ver el show del volcán, tampoco es que sea nada del otro mundo, pero también esta entretenido. Dimos otro paseo por el interior del hotel y nos fuimos hacia el Bellagio.

El show de las fuentes del Bellagio está muy bien, además es bastante a menudo por lo que puedes ver dos o tres sin pasar mucho tiempo esperando. Más o menos cada quince minutos empieza un show con una canción distinta.

Teníamos pensado ir a cenar al Peppermill, uno de tantos restaurantes que habíamos visto en programas de la tele sobre Las Vegas. Es el típico restaurante americano con las mesas redondas y sillones. Nos hacía gracia. Compramos una tarjeta de transporte de 24 horas para los buses de Las Vegas. La compramos en unas máquinas que están junto a muchas de las paradas, aunque por lo que vimos también se le pueden comprar directamente al conductor. Vale $7 y te permite subir en el bus todas las veces que quieras durante 24 horas reales. Tanto si compráis el billete en las máquinas como si se lo compráis al conductor, llevad el importe exacto, no devuelve cambio.

Cogimos el bus y fuimos hacia el Peppermill, que está justo enfrente del hotel Circus Circus. Antes de cenar entramos a ver el Circus Circus y la verdad es que es impresionante, no me hubiera gustado que fuera mi hotel por la cantidad de niños y alboroto que había, pero es impresionante, dentro del hotel hay un verdadero parque de atracciones con todo lo que puedas imaginar.

Cruzamos la calle y para llevar al restaurante pasamos por enfrente del Riviera y la famosa estatua de las chicas playboy de espaldas enseñando el culete, foto al canto. Ya en el restaurante yo me pedí un sándwich de no recuerdo muy bien qué y mi novia una ensalada. Con la ensalada de mi novia podíamos haber comido cuatro y a mi también me sobro cerca de la mitad de mi sándwich. Todo muy rico y el servicio muy agradable. Nos gustó mucho. Nos hubiera gustado volver al día siguiente para desayunar allí porque la carta de los desayunos prometía mucho, pero nuestro apretado planning de Las Vegas no nos dejaba huecos.

Una vez cenados, volvimos a coger el bus y seguimos hacia el norte hasta llegar a Fremont Street. Cuando llegamos estaban haciendo un concierto de rock y estaba llenísimo de gente y había muchísimo ambiente. Dimos un paseo por la calle y aprovechamos para comprar algunos souvenirs. Vale la pena comprarlos en esta calle, los precios son realmente bajos. Al rato acabaron los conciertos y comenzó el show Fremont Experience. Una gran cúpula de leds cubre toda la calle y se ilumina con imágenes al ritmo de canciones que van sonando, es espectacular. La calle además nos gustó porque había todo tipo de gente peculiar, recomendable una visita de noche a esta calle, aunque pilla un poco lejos, con el autobús se llega en un ratito.

La parada del vuelta del autobús estaba junto a un restaurante que se llamaba “Heart attack” (Ataque al corazón), un gran rótulo anunciaba que si pesabas más de nosecuantas libras podías comer gratis, además de destacar que llevaban luchando contra la anorexia desde el año 2005, nos pareció surrealista. Pero más increíble fue cuando mientras esperábamos el bus vimos llegar una ambulancia para sacar a un tío del restaurante. Hicieron honor al nombre, heart attack.

Ya de vuelta al hotel, a descansar hasta el día siguiente.

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