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El día anterior debíamos haber atracado en Saint Kitts, otra islita de las Antillas Menores donde está el Brimstone Hill Fortress National Park, un espectacular fuerte británico del siglo XVII; pero fuertes corrientes no dejaron al crucero acercarse al puerto, por lo que tuvimos que pasar todo el día en el barco.
Menos mal que hay buenas opciones para pasar el rato en el barco, como subastas de arte, campeonatos de ping pong, hidromasajes, tumbarse al sol, acercarte al buffet a comer o dar una vuelta por las tiendas del barco, con muy buenos precios para productos como perfumería , relojes o gafas de sol.
Pero, eso sí, el día 19 llegamos a Sint Maarten, una curiosa islita de 88 km2 que se divide en dos: la parte norte, Saint Marteen, es territorio francés. Y la parte sur, Sint Maarten, es país autónomo pero de soberanía holandesa. Por ello, además del dólar, se emplea arriba el euro y abajo el florín.
El crucero te deja en Phillipsburg, capital del lado neerlandés. Hay stand de información turística al bajar y stands para contratar toursr. Y, una vez más, una organización de taxis con tarifas cerradas.
Nosotros decidimos ir, lo primero, a ver el Fuerte Saint Louis. Para ello debemos llegar a la capital francesa, Marigot. Y el taxi nos cuesta $9 por persona, que si hubiera habido más gente interesada en el mismo trayecto se habría reducido hasta $7.
El taxi (25 minutos) te deja en una plaza y debes subir caminando hasta el fuerte. Fort Saint Louis se construyó en 1767 para defenderse de las invasiones de potencias extranjeras. Es gratuito, y está en lo alto, lo que permite fantásticas vistas de la bahía. Se puede recorrer por entero y tocar los cañones que antaño dispararon contra los holandeses o británicos que se aproximaban por mar.
Los planos del fuerte, como pone en un cartel allí mismo, los envió directamente desde Versalles el rey francés Luis XVI.
De allí, tras bajar hasta donde está la parada, y en otros 20 minutos de taxi ($20 los dos) llegamos a Mullet beach. Pequeña pero bonita playa de fina arena donde las sombrillas cuestan $5 alquilarlas y en el garito la cerveza Carib $2,50. No hay snorkeling pero el paseo es hermoso y el mar tranquilo.
Allí mismo llega una orquesta de niños tocando música (ver foto) y comienza a llover. Pero enseguida vuelve a salir un sol espléndido.
De allí, andando 15 minutos, llegamos a la famosa playa de Maho beach. Muchas veces ha salido en la tele pues es la playa donde pasan los aviones por encima a escasos metros. Muy pequeña, de arena muy fina, hay mucho turista con las cámaras de fotos preparadas, pues a cada rato pasa un avión. Los grandes pasan cada media hora más o menos. Y es que la pista de aterrizaje está como a 30 metros de la playa, por lo que el paso de los aviones grandes es tan ruidoso como espectacular.
Allí mismo hay un garito donde por $5 puedes tomarte un jugo natural de mango a la sombra viendo pasar los aviones.
De allí ya volvemos a coger un taxi a Phillipsburg (25 minutos, $18 los dos) con el ánimo de recorrer las tiendas que nos habían dicho, pues es puerto libre y se suponía debía haber gangas. Pero por más que recorrimos las tiendas no vimos nada digno de comprarse. Mucha tienda, regentada por indúes, pero desordenadas por las calles y sin precios que merecieran la pena.
Recorremos la playa que hay allí mismo, bastante bonita y con recuerdos en forma de figuras de que por allí se filmó algo de la peli de Piratas del Caribe, con un paseo marítimo chulo y con tiendas y bares bien decorados.
Desde el pier, donde el paseo marítimo, sale un water taxi que te lleva al barco por $5. Buena opción si no quieres caminar al sol una media hora hasta el crucero.
Journey Prev.
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