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Para el día de hoy teníamos previsto visitar por la mañana el Palacio de la Granja, en el Real Sitio de San Idelfonso del Real. Para la tarde, nos acercaríamos a Pedraza, uno de los pueblos más bonitos de toda España.
Tras unos 15 minutos de trayecto, llegamos a la Granja de San Idelfonso. A la hora de aparcar, cuenta con varios aparcamientos al lado del Palacio, por lo que después de dar unas vueltas conseguimos aparcar.
El lugar en el que se levanta el Palacio Real fue primero una ermita y pabellón de caza mandado construir por Enrique IV, después cedido por los Reyes Católicos a los monjes jerónimos, y por último, adquirido por Felipe V. La toponimia del pueblo deriva precisamente del santo al que se consagro el templo, San Idelfonso, y del uso que los religiosos le dieron al pabellón como granja.
Justo al lado de donde se venden las entradas, se sitúa la colegialita.
Destaca el Altar Mayor y el panteón real, donde se encuentra enterrados los restos de Felipe V y de su esposa.
La entrada al Palacio cuesta 9€, y no incluye ningún tipo de audio-guía. Tampoco se pueden hacer fotos, por lo que no voy a explicar el interior del palacio en modo de protesta. No sé qué daño pueden hacer las fotos sin flash, la verdad.
Después de la vista al interior, salimos a sus jardines diseñados por el jardinero francés René Carlier, que usó las pendientes naturales de las colinas fuente de energía para hacer brotar el agua de cada una de las 21 fuentes monumentales que decoran el parque. Carlier falleció en 1722, y su trabajo fue continuado por su compatriota Esteban Boutelou.
Con una extensión de 146 hectáreas, los jardines rodean el palacio y son uno de los mejores ejemplos del diseño de jardines de la Europa del siglo XVIII.
Justo enfrente de la fachada principal del palacio, la Gran Cascada, que cuenta con doce estanques escalonados.
Íbamos sin rumbo cada poco encontrábamos una estatua. Entre las más destacadas están la fuente de Neptuno y la de Las Carreras de los Caballos.
En la parte más alta de los jardines se encuentra el estanque artificial, conocido como “el Mar” que abastece de agua a las sedientas fuentes.
El parque está muy cuidado, y en días soleados como el día de hoy es muy agradable pasear por él.
Tras casi 2 horas en los jardines, se nos había hecho un poco tarde. Para comer, decidimos ir a uno de los numerosos restaurantes de los que nos habían ofrecido información mientras esperábamos para comprar las entradas. El elegido fue el Restaurante Canónigos, del que no salimos satisfechos.
Os dejo mi opinión publicada en Triadvisor:
Tiene un comedor grande, demasiado para la atención el personal. Tuvimos que esperar un buen rato para comer, para que nos viniesen a tomar nota como unos 10 min. La comida muy normalita, la relación calidad-precio no es la adecuada.
Tras la comida, tomamos el coche y nos dirigimos a Pedraza, situaada en el noreste de la provincia.
La época de mayor desarrollo de Pedraza coincide con el apogeo del comercio de la lana y el asentamiento de poderosas familias relacionadas con la Mesta. Cabecera de una Comunidad de villa y Tierra, fue en principio señorío de los Herrera, para permanecer después ligada durante siglos a la familia Fernández de Velasco, condestables de Castilla desde mediados del siglo XV. El declive de la ciudad comenzaría en el siglo XVIII, como consecuencia de la crisis ganadera, y se ha ido agudizando hasta nuestros días. Hoy la villa cuenta con cerca de 470 habitantes y un patrimonio histórico muy conservado que le permiten ser considerado como uno de los pueblos más bonitos de España.
La entrada al pueblo se realiza por la Puerta de la Villa o Puerta de Barbacana, el único acceso de entrada y de salida de la localidad.
Nada más pasar el arco, ala izquierda se encuentra la antigua cárcel de la Villa, edificio medieval del siglo XIII con fuertes muros y gruesas rejas.
Desde que entramos por la calle Real, el pueblo nos empezó encantar.
La calle desemboca en la hermosa Plaza Mayor, construida a la largo de los siglos con materiales de diversa procedencia, como las columnas que sostienen los pórticos de dos de sus lados.La plaza esta llenas de bares y restaurantes en los soportales; donde nos fue imposible encontrar mesa.
A la plaza se asoman el Ayuntamiento,
y la Iglesia de San Juan Bautista, de origen románico, como muestra su torre con arquería en los tramos superiores y la pila bautismal del siglo XII. No obstante, el templo fue totalmente reformando en estilo barroco.
Tomando la calle Mayor se llega al castillo, del siglo XII y rehecho en el XV .En 1927 fue adquirido por el pintor Zuloaga, quien acondiciono la torre del homenaje para instalar su estudio y su vivienda. La familia del artista ha rehabilitado una segunda torre como Museo Zuloaga, donde se exponen las obras del autor.
Tiene un precio de 6€ por persona, por lo que decidimos no entrar.
El castillo se alza en una amplia explanada, donde tenemos buenas vistas del barranco.
Justo al lado tenemos las ruinas de la iglesia románica de Santa María. Conserva una torre y la zona de la capilla.
Lo mejor que se puede hacer en Pedraza es callejear, pues prácticamente son 4 calles. Volvimos a la plaza, y encontramos bellos rincones.
En una calle encontramos una breve exposición de artesanía, situada en el centro de Santo Domingo.
Tras un pequeño paseo, finalizamos la visita por la localidad. Como se nos había hecho un poco tarde, declinamos acércanos a Sepúlveda.
De vuelta a Segovia, al lado de la carretera, nos llamo la atención la pequeña Ermita de Nuestra Señora de la Vega. Es un claro ejemplo de románico rural, con una torre y una galería formada por arcos de medio punto.
Me gustan especialmente este tipo de iglesias pequeñas, y en el paisaje que está situada todavía le da más belleza.
Tomamos de nuevo el coche y llegamos a Segovia después de unos 40 minutos. Tras una ducha, recogimos las maletas pues hoy era nuestra última noche de vacaciones, pues mañana ya haríamos el trayecto de vuelta a Coruña parando antes en dos pueblos de la provincia.
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