Una mala, muy mala, planificación del viaje, por fiarnos de un papel en el que venían (incorrectas) las fechas de los partidos, y habernos dado cuenta tarde, nos adjudicaba noche en Praga, habiendo partido al día siguiente; pero también es verdad que pocos éramos optimistas para pensar que España llegaría a la semi. Pero como los kilómetros no nos asustan, y nos parecía tarde para cambiar, nos fuimos hacia la República Checa, parando antes en el campo de concentración de Mauthausen, cerca de Linz. La entrada es barata, pero al no tener audiguías no te enteras bien de algunas cosas. Aún así es escalofriante, triste, emocionante y doloroso estar allí, ver los barracones, la cámara de gas o los hornos crematorios y, aunque sea lo de menos, comprobar que hubo muchos españoles, especialmente republicanos, que sufrieron y murieron allí.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En la parte de fuera, muchos países han erigido monumentos en recuerdo a las víctimas y con la intención de que algo así no vuelva a pasar, y es que cuando ves la cantera, la escalera por donde a los prisioneros les hacían subir cargados con las piedras y la altura por la que los débiles caían… realmente no hay palabras.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Es duro, pero merece la pena verlo y no olvidar nunca.
Tras la visita nos dirigimos hacia la frontera, entrando en la República Checa, donde, con perdón, las cosas no son iguales. Las carreteras dejaban mucho que desear, hasta bien cerca de Praga no hay autovía, y curiosamente abundaban los clubes de alterne, incluso se veía a las pobres chicas en la puerta. Además, en un pueblo había obras en la carretera y nos tuvieron casi una hora parados y cualquiera se desviaba, que el GPS dejó de funcionar en cuanto cruzamos la frontera.
A pesar de no haber comido y estar agotados, todos los males se te quitan cuando entras en Praga. Qué ciudad, qué magia, de lo más bello que he visto, pero no adelantemos acontecimientos, poco a poco.
Nuestro hotel era el JULIAN en el límite sur de Mala Strana (ya pertenece a Smichov), pero bastante cerca del Most Legii.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Para mi la situación ideal, fuimos andando a todas partes, no cogimos ni un autobús, metro o tranvía y por la noche no se veía ningún peligro. Además me gustó el desayuno y pequeños detalles del hotel, como dejarte una botellita de agua gratis o tener disponible siempre una máquina de hielo; son cosas que no suben la categoría a un hotel pero se agradecen mucho.
Estábamos locos por empezar a pasear, nos acercamos al río y comenzamos a caminar hacia el puente de Carlos. Amenazaba tormenta y vaya si cayó, cómo se ponen las tormentas en centroeuropa . Nos tuvimos que refugiar en una galería de tiendas que hay nada más pasar el puente, y como nos aburríamos y ni siquiera podíamos comprar (teníamos euros) caímos en la trampa de cambiar en la oficina que había allí (y nos dio un cambio horrible). Para mí, el mejor cambio es el que me dio mi banco posteriormente a haber utilizado la tarjeta de crédito, lo malo es que no en todos los sitios la admiten.
Tomamos la primera maravillosa cerveza checa en el primer bar que encontramos camino de la Plaza de la Ciudad Vieja, donde también pagamos la novatada porque el timador de turno nos cobró como el cuádruple de lo que luego comprobamos que costaban. Praga es maravillosa pero está llena de sinvergüenzas que se aprovechan tranquilamente de los que vamos un poco de pardillos – y nosotros íbamos bastante atontados.
Pasada la tormenta, la Plaza impresiona, es como de cuento, como estar en otro siglo, aunque con turistas, y en este caso con pantalla gigante retransmitiendo el Alemania – Turquía (incluso fuera de Austria, nuestro viaje mediatizado una vez más por el fútbol, pero sarna con gusto no pica) y como el hambre apretaba, entre paseo y paseo optamos por el restaurante Karavella (porque tenía tele, je, je y anunciaba la cerveza a 23 coronas, creo recordar), en Michalska 15, donde por lo equivalente a apenas 25 euros nos pusimos ciegos a pasta y pizza. Muy rico y la Sra. Budejovici, ni te cuento.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El cuerpo ya no daba ese día para más. A descansar, no sin antes ver que si ganábamos la semi, nuestro rival en la final sería Alemania, guau!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En la parte de fuera, muchos países han erigido monumentos en recuerdo a las víctimas y con la intención de que algo así no vuelva a pasar, y es que cuando ves la cantera, la escalera por donde a los prisioneros les hacían subir cargados con las piedras y la altura por la que los débiles caían… realmente no hay palabras.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Es duro, pero merece la pena verlo y no olvidar nunca.
Tras la visita nos dirigimos hacia la frontera, entrando en la República Checa, donde, con perdón, las cosas no son iguales. Las carreteras dejaban mucho que desear, hasta bien cerca de Praga no hay autovía, y curiosamente abundaban los clubes de alterne, incluso se veía a las pobres chicas en la puerta. Además, en un pueblo había obras en la carretera y nos tuvieron casi una hora parados y cualquiera se desviaba, que el GPS dejó de funcionar en cuanto cruzamos la frontera.
A pesar de no haber comido y estar agotados, todos los males se te quitan cuando entras en Praga. Qué ciudad, qué magia, de lo más bello que he visto, pero no adelantemos acontecimientos, poco a poco.
Nuestro hotel era el JULIAN en el límite sur de Mala Strana (ya pertenece a Smichov), pero bastante cerca del Most Legii.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Para mi la situación ideal, fuimos andando a todas partes, no cogimos ni un autobús, metro o tranvía y por la noche no se veía ningún peligro. Además me gustó el desayuno y pequeños detalles del hotel, como dejarte una botellita de agua gratis o tener disponible siempre una máquina de hielo; son cosas que no suben la categoría a un hotel pero se agradecen mucho.
Estábamos locos por empezar a pasear, nos acercamos al río y comenzamos a caminar hacia el puente de Carlos. Amenazaba tormenta y vaya si cayó, cómo se ponen las tormentas en centroeuropa . Nos tuvimos que refugiar en una galería de tiendas que hay nada más pasar el puente, y como nos aburríamos y ni siquiera podíamos comprar (teníamos euros) caímos en la trampa de cambiar en la oficina que había allí (y nos dio un cambio horrible). Para mí, el mejor cambio es el que me dio mi banco posteriormente a haber utilizado la tarjeta de crédito, lo malo es que no en todos los sitios la admiten.
Tomamos la primera maravillosa cerveza checa en el primer bar que encontramos camino de la Plaza de la Ciudad Vieja, donde también pagamos la novatada porque el timador de turno nos cobró como el cuádruple de lo que luego comprobamos que costaban. Praga es maravillosa pero está llena de sinvergüenzas que se aprovechan tranquilamente de los que vamos un poco de pardillos – y nosotros íbamos bastante atontados.
Pasada la tormenta, la Plaza impresiona, es como de cuento, como estar en otro siglo, aunque con turistas, y en este caso con pantalla gigante retransmitiendo el Alemania – Turquía (incluso fuera de Austria, nuestro viaje mediatizado una vez más por el fútbol, pero sarna con gusto no pica) y como el hambre apretaba, entre paseo y paseo optamos por el restaurante Karavella (porque tenía tele, je, je y anunciaba la cerveza a 23 coronas, creo recordar), en Michalska 15, donde por lo equivalente a apenas 25 euros nos pusimos ciegos a pasta y pizza. Muy rico y la Sra. Budejovici, ni te cuento.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El cuerpo ya no daba ese día para más. A descansar, no sin antes ver que si ganábamos la semi, nuestro rival en la final sería Alemania, guau!