Al haber llegado pasadas las doce, dormimos la primera noche en el hotel que hay en frente al aeropuerto Frankfurt Hahn. El aeropuerto es muy pequeño y el hotel no tiene pérdida, solo hay que cruzar la calle. Es un hotel de paso, no más. Está perfectamente insonorizado, obviamente, y descansamos muy bien.
Al día siguiente desayunamos temprano en el mismo aeropuerto y recogimos el coche de alquiler en las oficinas de Hertz, un pequeño Ford Fiesta más que suficiente para los tres y las maletas de mano. Partimos rumbo a nuestro primer pueblito del Valle del Mosela: Bernkastel-Kues. Son solo unos 20 kilómetros, y es que todo está muy cerca. Hacía un perfecto día otoñal, un frío más que soportable, 10 grados; la sensación térmica no era desagradable, nada que no se pudiera solucionar con un plumífero ligero.
Bernkastel-Kues es una pequeña población situada a ambos lados del río Mosela, ya que en 1905 se unieron los pueblos de Bernkastel, en el margen derecho y Kues, en el izquierdo, añadiéndose a esta unión en 1970 otros dos lugares más, Andel y Wehlen. Está presidida por las ruinas del castillo de Landshut, que fue residencia de verano de los arzobispos de Trier. En mi opinión es uno de los lugares que no debemos perdernos por su singularidad.
Estrenábamos objetivo, mala idea, y no le teníamos pillado el truco, así que las fotos fueron un verdadero fiasco , desenfocadas, sobreexpuestas...una pena
Landshut:
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Allí empezó a caer una fina lluvia, en noviembre era algo que estaba más que previsto, así que chubasqueros por encima y solucionado. Paseamos por el pueblo y sus callejuelas, y sacamos varias panorámicas del castillo y de las plazas. La Marktplatz es muy bonita, llena de casas con entramado de madera, y con una fuente central y la inevitable Spitzhauschen. No había apenas gente, solo locales, teniendo en cuenta que es zona de veraneo, ¿quién va a ir en noviembre? Nosotros.
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Tras el agradable paseo, nos tomamos un café y un trozo de selva negra en una pastelería junto al puente, disfrutando de las vistas. Y en un rato nos fuimos a Cochem.
La ruta se hace siempre bordeando el río Mosela y es preciosa. Pudimos ver varios cruceros, pero se notaba que la ocupación era baja.
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Cochem es un pueblo muy bonito, el que más le gustó a mi pareja, dedicado a la producción vinícola, sobre todo de la variedad Riesling. De nuevo las casas son con entramado de madera y tejado de pizarra. Tiene cosas interesantes que ver: la Marktplatz, la torre fortificada, el monasterio capuchino...
Pero sin duda lo más destacable es su castillo, Reischsburg. No pudimos acceder al interior porque en esta época estaba cerrado, pero el exterior y su entorno merecen totalmente la pena. Es precioso, data del año 1051 y es el símbolo de la ciudad y de la región de Renania-Palatinado. Durante la invasión del Rhin y el Mosela por el rey Luis XIV de Francia en 1689, sus tropas lo incendiaron y se dañó, siendo reconstruido en 1875 en estilo neogótico. Está rodeado de viñedos. Cuando el castillo está abierto, hay autobuses que van hasta la cima, pues la subida es escarpada.
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Comimos en Cochem, en Wirtshaus & Restaurant, frente al río, normalito, comida típica alemana, salchichas, patatas fritas...barato. Algo que me sorprendió en esta zona es que los precios están igual que en España o incluso más bajos, tanto en restaurantes como en tiendas en general.
Después de comer y sacar otras cuantas fotos por el pueblo, cogimos el coche rumbo a Koblenz, nuestra base donde dormir, pues en esta época anochece pronto y queríamos ver algo la ciudad antes de que se hiciera de noche.
Koblenz (Coblenza) es la ciudad más grande del Rhin Medio, donde convergen el Rhin y su afluente el Mosela. En esa zona de confluencia está la famosa Deutsches Eck o Esquina Alemana, junto a la escultura ecuestre del emperador Guillermo I de Alemania. Al otro lado del río, la fortaleza Fortaleza de Ehrenbreitstein, a la que se puede subir en teleférico y desde allí obtener unas buenas vistas de la ciudad.
Nosotros no hicimos este día esa visita. Después del check in en el Hotel Jan Van Werth, nos limitamos a callejear, ya de noche, por el casco histórico para ver la plaza de San Florín, la Liebfraunkirche (iglesia) y la Jesuitenplatz (plaza principal de la ciudad vieja).
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Cenamos algo en el restaurante La Mamma, ya que a mi hija le apetecía pizza , y a dormir.