10 de mayo 2008
Suena el despertador, abro los ojos y me desubico ¿dónde estoy? Enseguida mi mente me devuelve la respuesta “estás en Tokyo” así que pego un salto de la cama y me voy a la ventana para cerciorarme de que es cierto. Y entonces lo veo, está lloviendo. En ese momento se me añaden dos compañeros más al viaje, el paraguas y el chubasquero. Cuando bajo para encontrarme con mi compi, en el lobby del hotel veo un cartel anunciando el tiempo de hoy y el de mañana, más de lo mismo.
Me fijo mejor y veo que pone que hay paraguas a disposición de los huéspedes y, efectivamente, así es. Si lo deseas te dan un paraguas que al volver puedes dejar en una especie de “taquilla paragüera” para evitar ponerlo todo perdido de agua y al día siguiente lo recoges sequito. Estos japos están en todo.
Nos dirigimos al metro y cogemos la línea Ginza hasta Asakusa, pues nuestro primer objetivo del día es el templo Senso-ji, también conocido como Asakusa Kannon (por estar dedicado a Kannon, la diosa budista de la piedad). Cuando llegamos, salimos a una encrucijada de calles repletas de tiendas. No hacemos más que pararnos en la puerta de una de ellas, cuando sale el vendedor y nos pregunta si nos puede ayudar. Le preguntamos por la calle Nakamise-dori y nos dice que es la paralela a la que estamos así que tomamos la primera perpendicular que vemos y topamos directamente con ella. Está abarrotada de gente, principalmente escolares ¿cuándo descansan estos niños? (es que los he visto todos los días y a todas las horas con los uniformes, domingos incluidos). Vemos que estamos en la mitad de la calle así que giramos hacia la izquierda para empezar a recorrerla desde la Puerta Kaminarimon o del Trueno. Ésta es una reconstrucción que data del año 1960 pues la original, de 1865, se quemó en un incendio.
Junto a mí se para un grupo de chicas entre las que hay dos con kimonos y a las que las demás se empeñan en arreglar todo el tiempo.
Ahora sí, entramos en Nakamise-dori de nuevo, pero esta vez mirándolo todo. Es increíble la cantidad de tiendas que hay y de todos los tipos. Es el mejor sitio para comprar los regalitos típicos que llenarán la maleta a nuestra vuelta, doy fe de ello. De hecho, compré tantas cosas que más tarde tuve que dejar los paquetes en la taquilla de la estación para no cargar todo el tiempo con ellos. Pero es que ¡quién puede resistirse ante todo lo que allí hay!
Souvenirs, abanicos, kimonos…
… helados, galletas, golosinas japonesas, bolitas de harina de arroz… (Bueno, los helados y las bolitas de arroz no son para regalar, ejem, ejem).
Tardamos un buen rato en recorrer la calle entera, por un lado por lo que nos entretenemos y por otro por la cantidad de gente. En un momento dado, mientras miraba el escaparate de una tienda en un callejón, la puerta de al lado se abrió y de ella salieron dos geishas; no me lo podía creer ¡geishas en Tokyo! sabía que las había pero no pensaba encontrarlas y menos un sábado por la mañana. Me pillaron tan de sorpresa que apenas tuve tiempo de reaccionar y hacerles una foto.
Cuando llegamos al templo me quedo asombrada ante la grandiosidad de la puerta Hozo-mon; es realmente impresionante y preciosa, a pesar de tratarse de una reconstrucción de mediados del siglo XX. El original se construyó en el siglo VII, cuando tres pescadores encontraron una estatua de Kannon entre sus redes y luego soñaron que la diosa les pedía un templo.
Al pasar bajo su gran farol rojo, me estremezco ¡cuántas veces he soñado con hacerlo! A mi alrededor la gente se agolpa para plasmar con sus cámaras tanto esplendor. Miro a la izquierda y veo la gran pagoda. Frente a mí, el gran incensario, cuyo humo hay que pasarse por la cabeza para purificarse. Y a mi derecha, la pequeña fuente donde los fieles se enjuagan las manos y la boca antes de entrar a rezar. En Japón veremos la esvástica en muchos templos; para ellos es un símbolo prehistórico y representa al sol.
Una vez dentro del templo, se pueden contemplar las estupendas pinturas del techo y, tras una red metálica, la estatua de Kannon. Cuando los fieles llegan hasta ella, echan dinero en una especie de rejilla metálica, dan tres palmadas, hacen una pequeña inclinación y rezan.
Una cosa que me llamó la atención es otro “ritual” que hacen los japoneses antes de entrar a un templo. En la entrada de muchos de éstos, existe un pequeño mueble con muchos cajones y una lata metálica. Pues bien, echan 100 yenes en una cajita, mueven la lata metálica y de allí extraen un papel con una letra o símbolo. Según sea éste, abren el cajón correspondiente y de ahí sacan otro papel donde se supone que está escrito su futuro. Tras leerlo, lo anudan en una especie de “tendedero” que, una vez al año, se quema en un gran ritual.
Al salir del templo damos una vuelta por sus alrededores, disfrutando de los maravillosos jardines que lo rodean y viendo pequeños altares.
Volvemos a tomar la línea Ginza y nos bajamos en Ueno. Justo enfrente de la parada de metro se encuentra el mercado de Ameyayokocho, más conocido como Ameyoko y hacia él nos dirigimos. Es muy curioso y tiene artículos de marca bastante más baratos que en otras zonas de la ciudad, aunque pienso que es porque son de temporadas pasadas, pero aún así vale la pena. Recuerdo que los relojes Swatch valían 1000 yenes (unos 6 euros) y no son imitaciones. Las tiendas se agolpan unas junto a otras, con gran variedad de restaurantes también. Incluso hay hoteles cápsula por aquí.
Como aún estamos con el horario un poco trastocado, a las 15:00h nos damos cuenta que aún no hemos comido. No sé si por la hora o por lo mucho que está lloviendo ahora, pero la mayoría de los restaurantes ya están cerrados así que terminamos en uno tipo Foster, no es lo que yo quería pero al menos la comida está buenísima. Después nos vamos al parque Ueno, que sin lluvia debe ser una maravilla, pero con este tiempo se ve bastante sombrío y lúgubre, pero aún así es magnífico y un gran desahogo para quien visite la ciudad los días de mucho calor.
Vamos al santuario Toshogu, donde fue enterrado Ieyasu antes de ser trasladado a Nikko. Es uno de los pocos edificios de la época Edo que se conservan en Tokyo. Para entrar (200 yenes) hay que quitarse los zapatos y en su interior está prohibido hacer fotos (yo fui mala y “robé” una, es decir, la hice cuando nadie me veía). Nos salimos enseguida porque el suelo estaba calando el agua y se nos mojaban los calcetines.
Volvemos de nuevo al metro y, mientras mi compi entra en una tienda a mirar unas cosas, yo voy al Starbucks a tomarme un té y comprobando, una vez más, lo amable que son los japoneses. Resulta que como entré sola, a la hora de pagar la chica me preguntó si quería una mesa; le dije que sí y al estar todas ocupadas, mandó a una compañera a guardarme una que se quedó libre en ese momento, mientras yo pagaba.
Tras un breve descanso, línea Hibiya hasta Akihabara, el barrio de la electrónica por excelencia de Tokyo. Salimos de la estación directamente bajo los cientos de carteles luminosos que allí se concentran. Decenas de edificios con todo lo que se te pueda ocurrir de electrónica, fotografía, sonido, imagen, informática, etc. Entramos en Yodobashi (bueno, en uno de ellos) y me quedo embobada mirándolo todo. ¡Mira esto!, ¡mira aquello!, ¡mira lo otro!, nos gritamos continuamente uno a otro conforme vamos descubriendo cosas. Y es que aquí hay de todo; me llama la atención un pasillo entero sólo de pegatinas para decorar el móvil. Las cosas son más baratas que en España, pero compatibles sólo las marcadas “overseas” y sólo de la marca Sony.
Mientras paseamos, entramos y salimos de todos los edificios, flipando con los productos que en ellos se venden. Es realmente espectacular andar bajo los neones, a pesar de la lluvia.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Son más de las 21:00h; las tiendas han cerrado hace rato así que nos vamos al hotel, previo paso por un Daily (supermercado) para comprar la cena y el desayuno de mañana.
11 de mayo 2008
Tal y como anunciaron ayer, hoy también llueve. Línea Marunouchi hasta Shinjuku y allí línea Toei n.12 hasta Tochomae, pues vamos a ver el edificio del Gobierno Metropolitano de Tokyo o Ayuntamiento. Está formado por dos grandes torres y una construcción más pequeña en medio. Subimos al observatorio de la torre sur, situado en la planta 45 pero al igual que en Odaiba, la visibilidad es bastante reducida porque las nubes están muy bajitas y apenas se distinguen los edificios más cercanos, entre ellos el Keio Plaza Hotel. Bajamos pronto y vamos a la oficina de turismo situada en la primera planta. Nos atienden muy bien y nos indican dónde se encuentra la tienda Adidas de Harajuku, zona a la que vamos a ir luego. Al salir de nuevo a la calle vemos que ya no llueve, eso sí, hace un frío que pela. Justo cuando estamos llegando a la estación del metro, una señora que venía de frente a nosotros ha resbalado y se ha caído. Los dos hemos intentado levantarla pero nos ha hecho gestos de que estaba bien y que no hacía falta, supongo que un poco para evitar que la tocásemos, pues a los japoneses no les gusta el contacto en público.
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De nuevo línea Toei hasta Shinjuku y allí Yamanote hasta Harajuku. Nos dirigimos al Santuario Meiji, el santuario sintoísta más importante de Tokyo, donde están enterrados el emperador Meiji y su esposa. Aunque sencillo, es muy bonito y en su puerta está el “árbol de los deseos” en cuyo alrededor la gente cuelga tablitas de madera donde han escrito deseos. Al igual que ayer en Ueno, pasear por el parque Yoyogi es una gozada, a pesar del frío. Supongo que por este motivo, cuando llegamos al puente donde se ponen las cosplay, lolitas y demás, apenas había gente.
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Seguimos paseando por el parque y nos topamos con una docena de puestos de comida. Como más o menos es la hora y todo huele tan bien, decidimos comprarnos un plato de yakisoba y unos pinchitos de pollo o yakitori. Están buenísimos y nos paramos a comer con la música y el baile de los rockabillies de fondo.
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Tras comer, seguimos un rato más por el parque y vemos muchos grupos de músicos callejeros, eso sí, todos con su cd a la venta. Una cosa que observo y que me llama mucho la atención es la cantidad de japonesas (más que japoneses) que sacan a pasear el perrito pero en brazos y vestidos, como si fuesen muñecos. Más tarde, en la calle Takeshita veríamos una tienda de ropa para perros.
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Para entrar en calor un poco, nos metemos en una cafetería en la calle Omotesando, la principal del distrito de Harajuku y donde hay tiendas de todo tipo, como Condonmanía (sobran explicaciones). Cuando llegamos a la Adidas Concept Shop, frente a las galerías Laforet, nos encontramos que está cerrada por reforma hasta el 14 de junio ¡qué mala suerte! Pero bueno, hay cientos de tiendas más y es un gusto pasear a pesar de la cantidad de gente que hay. Subimos por la calle Takeshita, paralela a Omotesando, donde hay tiendas de ropa bastante baratas, entre otras muchas cosas ¡me encanta esta calle!
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Volvemos a tomar la línea Yamanote y nos vamos a Shibuya. Al salir de la estación, de nuevo nos vemos sorprendidos por una gran cantidad de neones y pantallas gigantes. Buscamos la estatua de Hachiko, pero como es muy pequeñita nos cuesta encontrarla. Hachiko fue un perro que cada día acompañaba a su amo a la estación y esperaba a que volviese. Un día el amo murió y el perro estuvo casi diez años esperándolo, hasta que también él murió.
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Disfruto paseando por Shibuya, su ambiente me atrapa desde el primer momento. De pronto topamos con un edificio que tiene parte de su fachada en acero, el Grand Tokyo. En la planta sótano dos se sitúa el restaurante “The Lockup” y como hay varios foreros que hablan muy bien de él nos metemos. Las mesas están situadas en celdas que cierran cuando terminas de pedir. Los camareros van vestidos de presidiarios. Cuando entramos nos advirtieron que el show era sólo en japonés y supongo que por eso a nosotros no nos hicieron mucho caso. La cuestión es que en un momento dado, las luces se apagaron y se oían sonidos como de truenos. De pronto se escucharon carreras y la gente empezó a gritar, pero nosotros no vimos nada de nada así que no sé que pasaría por lo que me quedé con las ganas de saber en qué consistía el espectáculo.
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Salimos sobre las 21:30h y tras otro breve paseo por Shibuya, nos vamos en la línea Ginza de metro hasta el hotel, previo paso por el Daily para comprar el desayuno de mañana, como va siendo ya costumbre.