POR EL MEDITERRÁNEO DEPRISA Y CORRIENDO ✏️ Blogs de MediterráneoCrucero en el Oceanic desde una perspectiva bastante peculiarAutor: Sorvolvo Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.3 (23 Votos) Índice del Diario: POR EL MEDITERRÁNEO DEPRISA Y CORRIENDO
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Etapas 4 a 6, total 8
Otra vez a las 6:30 en pie y a comernos todo lo que encontremos. La misma compañía de ayer nos espera en el puerto de Civitavecchia para llevarnos hasta Roma. No sé si resistiré otro viajecito porque estos italianos conducen horriblemente mal y me dan miedo, pero mucho, mucho.
Por fin estamos en Roma, la primera parada es el Mirador de Gianicolo, al que hemos llegado después de dejar la embajada española atrás. Puede verse toda Roma, aunque la niebla (o la contaminación) no deja que la vista sea tan espectacular como la de ayer. Desde aquí nos dirigimos al Coliseo que, aunque temprano, ya estaba lleno de gente. Nos explicaron que tiempos ha, estaba recubierto de mármol, pero que se habían ido llevando paulatinamente toda la cubierta, así como gran parte de las piedras para construir varios palacios. Aún así, se te queda la boca abierta. Acabábamos de empezar, pero al pisar las calles empedradas de Roma se siente algo especial. Uno se transporta a su niñez, pisando unas calles similares y viviendo la misma majestuosidad, no en vano, mi tierra y está capital están hermanadas desde hace años. En frente, los restos del templo de Vesta, y los disfrazados de gladiadores, con un cabreo de tres pares de eggs, porque les hemos fotografiado sin pagarles un duro (ah estos espagnolos) :ohno: Dejamos atrás el Coliseo y el Arco de Costantino y caminamos por la Vía dei Fori Imperiali hacia los Foros Romanos, al mismo tiempo que puede verse unos enormes murales que reflejan la evolución del Imperio Romano. Los Foros se definen con dos palabras a lo “Jesulín” IM-PRESIONANTE. Es una pena que no haya tiempo para disfrutarlos a gusto. En frente se encuentran los restos de la Basilica Emilia y la Columna de Trajano. Lo cierto es que Roma es alucinante, todo es digno de admiración, yo no he visto más restos por metro cuadrado, y lo que debe de quedar aún escondido. Seguimos caminando y ante nosotros se abre la Piazza Venezia. La mole desentona con la sobriedad romana, es como si lo hubieran traído de otro lugar y lo hubieran dejado en medio de la plaza. Es tan… blanco, pero en el fondo quiere recordarnos lo mismo que el resto, que Roma ha sido grande y poderosa. Bajamos un poco más y nos damos de morros con el Teatro de Marcello, que a mí me pareció una preciosidad. Y no muy lejos de allí, se encuentra Santa María de Cosmedín, la iglesia que aloja en su pórtico la Boca de la Verdad (no os quejéis porque tarde en escribir, son las dificultades de hacerlo con una sola mano). Siguiente parada, Plaza de España y nuestra embajada ante la Santa Sede, contemplar la escalinata de la Trinitá dei Monti y la Fontana de la Barcaccia, donde se organizó una enorme cola para avituallarnos de agua, que además nos supo a gloria tan fresquita. Y desde allí, a la Fontana de Trevi. Te esperas una enorme plaza y una pequeña fuente, cuando es justo al contrario. Aquello estaba “abarrotao”. Y por supuesto, como buen guiri que se precie, había que cumplir el ritual. Nos sugirieron que para volver había que colocarse la mano izquierda en el corazón y con la derecha tirar las monedas por encima del hombro izquierdo. Si querías encontrar novio, había que tirar monedas de oro (sale más barato un gigoló) y para los hombres y, considerando como ha aumentado la población de gays, les dijeron que directamente nos tiraran a la fuente y se buscaran otra novia. Claro, que con el calor que hacía, tampoco me hubiera importado hacer un remake de “La dolce vita” aunque no sea Anita Ekberg, ni sea tan rubia, tan alta ni tan maciza. Como hacía ya hambre, comimos allí mismo en un local de pizzas al peso (un rato buenas) después de hacer uso de mis fascinantes dotes de italiano y de pegar voces como energúmenos. Es lo que tiene que todo el mundo queramos comer a la vez. Y por fin pudimos utilizar un servicio sin pagar. La siguiente parada fue uno de los lugares que más me fascinó de todo Roma, el Panteón de Agripa. Me molestó ver el sello papal en su fachada y más saber que Urbano VII se llevó casi todo el bronce que recubría la cúpula para el Vaticano (qué manía de quedar siempre por encima). Es una construcción simplemente magnífica. Ya va quedando menos, y hemos llegado a la Plaza Navona, presidida por la que se supone que es la Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini, digo supone, porque ese pedazo de andamio como que no me deja ver mucho. En cambio, la Fuente de Neptuno puede contemplarse en todo su esplendor. Aquí ha caído un glorioso tartufo, 4 € de delicioso helado de varios chocolates directito a las cartucheras. :zpop: Después de atravesar el barrio de los anticuarios, llegamos al río Tíber y ante nosotros se aparece majestuoso el Castillo Sant Angelo. Es como una rosquilla pero a lo bruto. Pasa como con el monumento a Víctor Emmanuel, es agradable de ver, pero parece que no pega con lo que le rodea. Tuerces a la derecha, cruzas la calle, y acabas de entrar en el Estado más pequeño del mundo, y también en el más rico y en el que tiene más obras de arte por metro cuadrado. Estamos en el Vaticano. La plaza es inmensa, ya hay colas y como buenos borregos que somos, nos ponemos en una. Hemos pasado el primer control con escáner y arco detector incluidos. El segundo control es el delos modelitos. Aquí no se enseña más de lo imprescindible, faltaría más, que estamos muy pervertidos. Como buena sor que soy, me he traído el modelo “informal pero arreglao” de las excursiones domingueras, que luego el “jefe” me pone negativos. Ya estamos dentro. Me imagino que los fieles sentirán algo distinto a lo que siento yo en este momento. Ver tanto poder y riqueza juntos hace que mi mente se desplace a países remotos donde un plato de arroz vale más que la vida. ¡Qué rabia da pensar que pertenece a sólo unos pocos! En fin, no hay más ciegos que aquellos que no quieren ver. Que cada uno saque sus conclusiones. Yo voy a quedarme con lo que me embarga, la belleza, el color, la suavidad de los perfiles de las figuras. Y me cachis en el turco de las narices que atacó La Piedad y obligó a encerrarla tras un cristal. Y por supuesto, el modelito imperdible de la guardia suiza. La visita ha acabado. No hay tiempo para lo museos vaticanos y me queda la pena de no llevarme una tortícolis a casa por contemplar la Capilla Sixtina. Pero es una excusa estupenda para volver a Roma, con calma, disfrutando cada plaza y cada calle. Volvemos hacia el barco acongojados (por lo menos yo), que estos conductores italianos me van a provocar un infarto. Antes de subir hay que pasar el escáner, en el que espero que no me confisquen mi tesoro más preciado: coca cola de verdad, que estoy hasta la toca de la M de los polvos con agua que ponen en el barco de las narices. Hoy toca noche tropical, así que nos vestimos acorde (no soñéis, no hay testimonio gráfico), pero parezco una Vaitiare cualquiera en minifalda a la que sólo la falta Julio Iglesias. Ains, pero como me aburren estas cosas. Etapas 4 a 6, total 8
Hoy madrugón de nuevo, para variar. Si esto parece todo menos vacaciones. Parecemos perros, nos abren la barriga del barco y salimos todos como una jauría.
Aunque es pronto, ya hace un calor considerable, parece que será para no desentonar y hacer juego con los pompeyanos que nos espera hoy. Estupendo, me he dejado los pasaportes en la caja fuerte, pero bueno, si tengo que pagar la entrada de los niños la pago y punto. Pues no he pagado, la taquillera ha decidido que sí, que por el aspecto son niños y sí, que también deben ser hijos míos. Uyssss hace 15 años que no venía y que moderno está esto, hay un hotel y todo. Los tiempos adelantan que es una barbaridad. En las calles de Pompeya es difícil caminar y aún pueden observarse las marcas dejadas por las ruedas de los carros. Cada piedra, cada muro, cada casa guarda una historia que sólo podemos imaginar porque realmente no sabemos nada. No hace tantos años esto era una ciudad viva en la que la gente comerciaba, reía, hablaba, amaba y los niños jugaban, hasta que al Vesubio se le hinchó el cráter y lo mandó todo al cuerno. En el fondo, no éramos tan diferentes. Nosotros vamos al cine, y ellos al anfiteatro, aunque sólo pudimos entrar en el pequeño. Los puticlubs de entonces no tenían neones, pero el trabajo de restauración ha sido importante y es sorprendente lo bien que ha quedado. Pero si éstos llegan a conocer los colchones de látex…. En vez de graffitis, hacían relieves, pero la temática era la misma, entonces y ahora. Lo dicho, que como especie, evolucionamos poquito. Bueno, vamos a ser serios. Aún quedan algunos mosaicos y pinturas, pero al parecer, la gran mayoría se han trasladado al museo de Nápoles. Las carcasas de los cuerpos ya no están en las viviendas en las que se encontraron, sino que han construido una especie de jaulas en las que podemos verlos junto con un montón de vasijas y otros restos recuperados. Ya no puede entrarse en la mayoría de las viviendas, las han cerrado con rejas, así que sólo podemos entrever lo que hay en su interior. Pero aún así, contemplar el Foro, el edificio de Eumaquia o la Casa del Fauno, da idea de su grandiosidad. Hemos visto más o menos todo lo que está abierto al público, muy poco en comparación con lo que se veía hace unos años. El Vesubio nos contempla no tan lejos, enorme. Y volvemos al puerto. Aún es mediodía y no tenemos ganas de encerrarnos en el barco, así que vamos a darnos una vuelta por Nápoles. Primera parada, la Galería Umberto I, que para variar, está en obras. Las tiendas no valen un pimiento, pero el edificio es precioso. Y como una imbécil, a hacer fotos de todo, incluido el zodiaco del suelo. Un napolitano me dice que me ponga en mi signo y pida un deseo ¿acaso pierdo algo? Pues allá voy. En frente de la galería está el Castillo Nuevo, una verdadera fortaleza, en el que el arco del triunfo de mármol construido casi dos siglos después destaca como un conguito en un vaso de leche. Había unas tiendas de pasta fantásticas, lástima que no iba a llegar a mi casa hasta cuatro días después y no tenía ganas de comer miguitas; sino, hubiera arrasado con media tienda. Terminamos en la calle Toledo (al que le interese, aquí puede coger el funicular), haciendo compras. En Italia, como en España, estaban las rebajas y acabé atracando una tienda de ropa interior estupenda de todo al 50%, parte de lo cual estrené aquella noche, que hay muertes repentinas. Además de eso acabé con zapatos, vestido, bolso, vamos, que me cundió. Esta vez el escáner nos lo pasó la policía portuaria y a las 16:30 zarpábamos. Era el primer día que estábamos tan pronto en el barco. Nuestros pies lo agradecieron, el cansancio de los días anteriores ya se notaba y, por primera vez desde el día del embarque, comimos a bordo las flamantes “cloquetas” del barco. Parte del buffet era algo así como pasar por los congelados del Lidl y hacer un refrito. Hoy noche de gala, ¡qué potitos estamos todos vestidos de perifollos! También está eso de la foto con el capitán, pero como vivo con uno casi a tiempo completo, como que paso del evento. Etapas 4 a 6, total 8
Biennnnnnnnnnn, hoy no madrugamos tanto. El barco se ha movido más que días atrás, se nota que hemos navegado por mar abierto.
Hemos desempolvado los pasaportes y nos ponemos en fila bien agrupados por familias para pasar el control de las autoridades tunecinas que se han situado en la discoteca. Sellan el pasaporte como autómatas, ya podía haberles puesto la foto de la gallina Caponata que ni los miran. Eso sí, mejor que no perdamos la ficha que hemos tenido que rellenar, no sea que nos quedemos en el país para los restos. Bajamos a tierra y dos dromedarios nos esperan sentaditos en unas alfombras por si queremos hacernos unas fotos. Pobres bichos, si hablaran seguro que nos llamaban de todo. Dentro del puerto hay varios taxis, deben ser los que pagan el canon, porque cuando se abre la puerta que da a la calle, aquello parece una película. Tropecientos taxistas tunecinos al ataque. Menos mal que NO es entendible en todos los idiomas. Camino de Cartago haceos una parada en el Tofet, un pequeño cementerio púnico donde está todo amontonado. Yo creo que han buscado un solar, han amontonado un montón de lápidas que han pillado en otro sitio y les ha quedado monísimo. Hacemos otra parada en la Isla del Almirantazgo, antiguo puerto militar púnico, que es una especie de islita desde la que se controlaba el paso de los barcos y puede verse Sicilia. Y llegamos a Cartago. Como que no me lo imaginaba así. Si hay hasta plantas. Las primeras ruinas no te preparan para lo que va a dejarte con la boca abierta: las Termas de Antonio Pío. Lo único es coger la postura para hacer fotos, porque al presidente se le ha ocurrido hacerse la mansión al lado y no puedes fotografiar en su dirección bajo pena de que te confisquen la cámara. Será que tenemos cara de terroristas en potencia con sofisticados sistemas de espionaje. Me impresionó, esperaba cuatro pedruscos y me llevé la sorpresa. Eso sí, al bar de las ruinas ni acercarse, porque vaya panda de “chorizos”, querían cobrarme el helado a 3 € nada menos. Y encima se enfadó porque se los planté en el mostrador y me largué. Vamos, con la iglesia hemos topado. Luego nos dirigimos hacia Sidi Bou Said, y de camino paramos en un anfiteatro que estaban preparando para el festival de música y que tiene trampa (tiene trozos reconstruidos con cartón piedra, que lo tocamos ¿eh?). También pudimos ver la mezquita de Ben Ali, la que se ha hecho el presidente para conmemorarse a sí mismo, y a la que los infieles no podemos entrar. De Sidi Bou Said no pudimos ver mucho aparte de lo evidente, que es blanco y azul, como mi casa y como muchos pueblos andaluces; porque parte del grupo tenía antojo de compras, así que tocaba sesión de medina. Aún así, pudimos ver algo que no fuera el bazar. Esta fuente que no sé cuál es pero que me gustó. Una mezquita a la entrada de la medina que todavía no me he enterado si es la de Ksar, la de los Tintoreros o la de Kasba. Por supuesto, la mezquita más famosa, la Ez-zitouna (o aceituna para los amigos) La mezquita museo de Ziad Una escuela coránica o medersa Un balconcito de la medina para que las mujeres vean sin ser vistas (que manía con que somos cotillas) Una puerta con tres llamadores, se supone que uno para mujeres, otro para hombres y otro para niños. Y el Ministerio de Finanzas y otro de no me acuerdo qué, pero que me gustó. Y sí, lo confieso, compré. Me pedían por un bolso 300 € y acabé llevándome dos tamaño maleta, un gorro y una rosa del desierto por 80 €. Eso sí, hubo que poner en práctica el plan “cara de perro, me importa un pimiento lo que vendes”. Yo mandé a la porra al moro, mi marido hacía que sufría en silencio, me fui a ver unas zapatillas horrorosas a otra tienda, el hombre vino detrás después de un rato, y cuando el precio fue aceptable, mi marido fue e hizo la transacción. No sin antes llegar a la conclusión entre ellos que ¡vaya mujer insoportable que tenía¡ y contestar mi susodicho que qué le iba a decir a él que vivía conmigo. Nuestro agradecimiento a la policía que aceleró la operación porque era la hora de rezar y había que cerrar el kiosko. Hoy toca noche árabe, y los hombres están descubriendo el placer de ir en faldas. Como mañana no hay que madrugar, estrenamos la discoteca. Ains, que crimen, como se puede asesinar a Gloria Gaynor mezclándola con pachanga. ¡Si esto parecen las fiestas de cualquier pueblo, pero sin vaquillas! Etapas 4 a 6, total 8
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