2000 Kms Por Grecia ✏️ Blogs de Grecia

A las 9:30 nos ponemos en camino después de pagar el hotel (dos noches en habitación triple 171 euros) Pasamos infinidad de cruces, radares, atravesamos Tesalia y llegamos al lugar de la famosa batalla. Lo primero que hay que decir es que la zona no tiene mucho que ver con lo que fue en la época de Leónidas y sus espartanos. Entonces el mar estaba mucho más cerca del monte y cobra sentido lo que ocurrió.

Paramos primero en las puertas calientes: no damos crédito a lo que vemos. El entorno está absolutamente descuidado, el agua caliente y sulfurosa circula por una acequia de hormigón y se desploma en una pequeña cascada con mucha fuerza. El acceso es a través de una valla rota y herrumbrosa, por encima de un palé puesto allí como recurso de emergencia. No hay nadie cuando llegamos, sólo un hombre con su camioneta vendiendo fruta. Algunos edificios abandonados completan el escenario. En fin, dudando todavía del lugar, decidimos bañarnos en un par de pozas que hay debajo de la cascada y nos encaramamos a la propia cascada gracias a unas cintas puestas allí de cualquier manera. El agua está muy caliente realmente y hay que tener mucho cuidado con las rocas pues en algunos lugares resbalan muchísimo. Precaución pues. Después del baño nos tomamos unas fotos en el monumento que está en la carretera y entramos al museo.

*** Imagen borrada de Tinypic ***


Dentro se está fresquito y aprovechamos para comer algo. Se pagan 5 euros y se accede a una sala con varias mesas interactivas que te dan información sobre las guerras médicas y específicamente sobre la propia batalla de las Termópilas. Luego hay un vídeo en 3D que dura unos 20 minutos en inglés. Para los chavales puede estar bien, pero para los mayores es perfectamente prescindible.


De las Termópilas ponemos rumbo al monasterio de Ossios Loukas. Vamos rodeando el Monte Parnaso, por la localidad de Distomo y aunque nos cuesta un poco dar con la dirección correcta, a eso de las 15:30 llegamos.

El calor aprieta y hay muy poquita gente visitando el lugar y se respira tranquilidad. Seguramente ayuda a esa impresión la escasa presencia de turistas y la chicharra que no descansa ni un minuto. Es, digámoslo así, la banda sonora de nuestro viaje.

El monasterio es muy bonito y el entorno está en general bien cuidado, y responde a la estética que hemos estado viendo estos días atrás. La entrada creo recordar que son tres euros. El recinto gira en torno a la iglesia principal. En la iglesia la penumbra propia de estas construcciones y la ausencia de jaleo invitan al recogimiento. Recorremos el resto del recinto y desde alguno de sus balcones gozamos de las vistas sobre los olivares que rodean el monasterio. De cuando en cuando un ciprés nos ofrece su perfil puntiagudo para romper la monotonía del paisaje.

Si se visita Delfos no cuesta mucho acercarse hasta aquí: merece la pena. O viceversa, tanto da. Antes de marcharse se puede subir a una pequeña iglesia, la de la Transfiguración creo, que hay a mano derecha de la pequeña avenida que te baja a la entrada. Las vistas son muy bonitas desde arriba y es una cuestita de nada.

*** Imagen borrada de Tinypic ***


*** Imagen borrada de Tinypic ***


Salimos de Oussios Loukas hacia las 17:30 y tecleamos Delfos en el GPS. A las 19:00 aproximadamente pasamos por la fuente de Castalia y aparcamos. Sin llegar al hotel aprovechamos para ver el oráculo, que cierra a las 20:00. Compramos el ticket (9 euros) con el que podremos visitar al día siguiente también el museo. Hay poca gente y está cayendo la tarde; todos tenemos percepciones íntimas cuando visitamos un lugar y a menudo no tienen que ver unas con otras. A mí el santuario de Delfos me pareció un lugar mágico, quizás porque no había mucha gente, quizás porque caía la tarde y había una luz muy especial, poco adecuada para hacer fotos por cierto… el caso es que disfruté mucho con la visita y eso a pesar de que ya veníamos un poco cascados por la paliza del día.

Las dimensiones de los restos son muy apreciables, el trabajo que se realizó allí tantos años atrás tuvo que estar a cargo de auténticos genios capaces de levantar todo aquello. Es difícil imaginar siquiera como pudieron hacerlo sin los medios existentes ahora. Igual fueron los Cíclopes realmente. Al final tuvimos que ver el santuario un poquito deprisa.

Eso sí, recomendaría tomarse más tiempo, al menos una hora y media. Coincidimos con una chica, que había estado de Erasmus por Madrid y hablaba un correcto castellano. Cambiamos impresiones para llegar a una conclusión: aquí estamos fastidiados pero allí más. Me dice que no le ha resultado muy difícil aprender castellano pues la fonética de ambos idiomas es muy parecida. Comenta también que están acostumbrados a manejarse con el alfabeto latino pues al estudiar inglés no tiene otro remedio.

Mientras el personal nos metía prisa para salir, echo una última mirada a las ruinas del oráculo. Nos vamos y la pitia recupera su lugar junto a las sombras de todos los grandes nombres que pasaron por aquí.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

*** Imagen borrada de Tinypic ***


Llegamos a Delfos cuando anochece. Amenaza tormenta, pero se queda en eso, en amenaza. Nos alojamos en el hotel Pan, situado en la calle comercial y turística del pueblo. Nos encontramos de nuevo con las simpáticas madrileñas del primer día en Meteora. Charlamos y nos deseamos suerte: ellas continúan hacia las islas.

Para subir a la habitación no hay otro modo que las escaleras, así que hay que cargar las maletas y ¡¡¡para arriba!!! La habitación que nos toca tiene unas excelentes vistas sobre el mar que se asoma por el pueblo de Itea.

Bajamos a una terraza y tomamos unas cervezas fresquitas para después cenar en un restaurante que está cerca del hotel y con unas bonitas vistas también sobre el valle que se abre hacia Itea. Cenamos muy a gusto lo típico: moussaka, tomates rellenos, ensalada griega…

Es Delfos el típico pueblo turístico. Una calle larga en la que hay cantidad de pequeños hoteles y restaurantes, tiendas para turistas con recuerdos y típicos productos y no mucho más. A fuer de ser sincero tampoco nos dio demasiado tiempo de verlo pues llegamos de noche prácticamente y marchamos temprano, pero la impresión que nos dejó fue la de no tener el pueblo en sí nada muy destacable más allá de su ubicación y vistas.

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Desayunamos en el hotel de forma correcta, pagamos 57 euros por una habitación triple en dinero contante y sonante porque algún problema hay con las conexiones telefónicas y a las 9 nos dirigimos al templo o tholos de Atenea Pronaia, también llamado de Marmaria. El acceso es gratuito y a mí me encanta, la verdad. Por aquí pasaban los peregrinos que venían al oráculo antes de dirigirse a la consulta de la Pitia. Se purificaban en la fuente de Castalia, que está al lado de la carretera, antes de llegar a su destino final. Conserva el templo algunas columnas en pie y el conjunto es armónico, un estupendo anticipo de lo que se ve luego en el santuario o un postre exquisito, como fue nuestro caso.

*** Imagen borrada de Tinypic ***


A las 11 de la mañana entramos en el museo de Delfos. La pieza más famosa es el maravilloso auriga pero todo el museo en general tiene una dimensión perfecta, adecuada. No es demasiado grande ni demasiado pequeño. Hay piezas muy interesantes, los gemelos, la estatua de Antinoo... todas provenientes de las excavaciones realizadas allí.

La entrada la teníamos del día anterior, conjunta con la visita al oráculo. El edificio es moderno, cómodo y da oportunidad de ver lo expuesto de forma agradable, sin cansar ni abrumar. Esto será una constante en los tres museos principales que veremos en este periplo: éste mismo, el de Olimpia y el de la Acrópolis de Atenas. Bien concebidos, instructivos pero no cargantes. Podríamos detenernos muchísimo tiempo aquí, pero una hora y media pueden valer para hacerse una idea.

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Hacia las 12:30 cargamos a la tropa en los coches y nos dirigimos hacia Nafkaptos, el Lepanto mítico de Don Juan de Austria y de Miguel de Cervantes. Vamos por la carretera de la costa, sinuosa y en la que los griegos si no espabilas, te espabilan. Otra clase de conducción a la griega. Dentro de su desorden, respetan sus reglas. Se trata de adaptarse lo más rápido posible.

Llegamos hacia las dos de la tarde a la playa de Nafkaptos. Hay varios sitios para comer y elegimos uno prácticamente en la misma playa. A pesar de ser sábado, no encontramos aglomeración y no da la sensación de haber mucho turista extranjero.

Comemos bien por unos 8 euros y después aprovechamos para darnos un bañito los mayores y dejar que la juventud se relaje un poco y se tome un respiro. La playa es de piedras pequeñitas y entrar al agua es un poco molesto pero está muy buena, fresquita, limpia y nos ayuda a sobrellevar el calor que aprieta bastante.

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Desde la playa se puede ver el imponente puente Herilaos Trikoupis que une la Grecia central con el Peloponeso y que luego tendremos ocasión de contemplar de cerca.

Después del baño damos una vuelta por el pueblo. La bocana del pequeño puerto es muy bonita. Hay un par de estatuas, una de ellas dedicada a Cervantes y patrocinada por diversos organismos oficiales que recuerdan la batalla que tuvo lugar casi aquí mismo.

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El pueblo es pequeño y se desparrama hasta el mar a partir de la fortaleza que preside y domina todo el golfo de Corinto. Subimos hasta allí con el coche y entramos. La fortaleza no tiene nada demasiado significativo y parece dejada de la mano de los dioses. Las vistas sí son estupendas. Enfrente el Peloponeso, nuestro próximo destino. Tenemos una duda: pasar por el puente con el coche (peaje por coche de 14 euros) o hacerlo en un ferry (6,50 por coche) Optamos por esta segunda opción lo que nos permite ver el puente desde muy cerca. Magnífica obra de ingeniería.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

No tenemos que esperar para entrar en el ferry. Unos cuantos artistas nos indican cómo hacerlo pero en lugar de entrar marcha atrás, lo hacemos convencionalmente y dentro nos las vemos y nos las deseamos para dejar el coche bien orientado y es que hemos ido a dar con el ferry más viejo. Los otros tienen dos rampas tanto a proa como a popa, así que no te tienes que complicar la vida. Aquí tenemos a unos cuantos cimarrones griegos vociferando para acomodarnos dentro. Conseguimos aparcar y subimos a la cubierta. La travesía dura 30 minutos escasos y nos permite contemplar el puente y hacer las fotos preceptivas.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Una vez en el otro lado, nos espera nuestro destino para los próximos días: Diakopto, base de operaciones para nuestra andadura en el Peloponeso. Tenemos que tomar la autopista que va desde Corinto a Atenas. Pronto nos damos cuenta de que es una pequeña odisea: está en obras y por lo que parece, van para largo. Vemos maquinaria pesada por todo el camino pero muy poca gente trabajando, impresión que se confirmará los días que pasaremos en esta zona. Todo esto unido a que nuestros GPS nos juegan alguna que otra mala pasada hace que nos cueste un poco dar con nuestro objetivo que es el hotel Chris Paul.

La tarde apura sus últimos rayos de sol cuando llegamos al hotel. Tiene piscina, asunto capital cuando se trata de jóvenes mastuerzos llenos de vitalidad y que con estos calores agradecen encontrar un oasis. El hotel es por lo demás, correcto. Limpio, aunque un poco espartano, pero suficiente para poder descansar. Tenemos algún problema con el aire acondicionado que se soluciona. El hotel ya tiene unos años y lo regenta un hombre de unos 60 años muy amable y simpático. Nos alojamos y vamos a cenar a donde nos recomienda el dueño del hotel.

Es sábado y el lugar en cuestión es la taberna de Kostas. Está lleno de griegos que tienen su ratito de asueto en el fin de semana. En un patio emparrado se ubican varias mesas y nos sentamos en una de ellas. Ojeamos la carta y empezamos a preguntar qué es esto qué es lo otro… Kostas ni corto ni perezoso nos invita a levantarnos y… pasar a su cocina donde hay un montón de pucheros humeantes. Vamos levantando las tapas y elegimos. Yo en concreto un guisado de conejo con una salsa de pequeñas cebollitas que está maravilloso.

Hemos encontrado nuestro Santo Grial gastronómico en Diakopto, “chez Kostas”. Con 10 euros por barba hemos cenado muy bien y muy a gusto, así que volvemos al hotel satisfechos. Al día siguiente hemos de sumar un nuevo medio de transporte: el tren cremallera que nos llevará a Kalávrita por la mañana.

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Para las 8 de la mañana estamos desayunando. El buffet del hotel es correcto. Con el depósito lleno nos vamos corriendo a la estación del tren que nos llevará a Kalàvrita. Hasta ese pueblo se puede ir también por carretera pero decidimos tomar el tren porque el paraje que atraviesa para remontar 700 metros de desnivel es muy interesante. El billete es caro, 20 euros aproximadamente los adultos ida y vuelta, 10 euros los jóvenes. El viaje dura alrededor de una hora y coincide en su recorrido con varios senderos para recorrer aquellos parajes. Vemos a muchos senderistas a lo largo del recorrido que atraviesa la garganta de Bouraiko. En los tramos en los que la pendiente es muy pronunciada el tren pasa a un sistema de cremallera que le ayuda a afrontarla.

*** Imagen borrada de Tinypic ***


Como he dicho el paraje es precioso aunque a los lados del recorrido vemos signos de abandono y suciedad en algunas parcelas. Bajamos en Kalàvrita, que sufrió mucho durante la 2GM mundial pues los alemanes la arrasaron por completo, así como otros pueblos cercanos. Hoy da la impresión de ser un lugar turístico al que acuden atenienses en busca de tranquilidad.

El pueblo no es grande y lo recorremos enseguida. Aparte de una calle principal con tiendas y cafés en la que se ubican además un museo del holocausto que guarda memoria de la matanza cometida por los nazis, una iglesia y otra sala de exposiciones en la plaza, no tiene mucho más que ver. Coincidimos con un oficio religioso en la iglesia del pueblo. Mucha gente bien vestida, con la ropa de domingo, y que nos recuerda nuestra infancia. Como el tren de vuelta no sale hasta las 12:30 nos sentamos a ver el panorama.

Nos llama la atención lo que en principio pensamos que es un puesto para vender algo a la salida de la misa y resulta ser efectivamente un puesto, pero para repartir a las personas que salen de la iglesia una bolsa blanca que contiene dentro un bollo y una bolsita con una pasta de cereales, miel, pasas y alguna cosa más que los que salen abren y comen.

*** Imagen borrada de Tinypic ***


Pensamos que se trata de una misa ortodoxa normal, aunque vemos un montón de popes detrás del oficiante. En las iglesias ortodoxas hay muy pocos asientos normalmente. La mayoría de la gente asiste de pie al oficio. En este no vemos apenas a gente joven. A la salida hay un par de hombres que reciben los saludos de todo el mundo. Ya la misa tan normal no parece. Uno de ellos tiene el pelo blanco peinado hacia atrás y está trajeado de negro, camisa blanca y corbata negra. La escena tiene un aroma muy mediterráneo, muy siciliano y nos hace mirarnos con complicidad pensando que nos recuerda algo. Sí, Al Pacino nos viene a la memoria a la vez. En estas elucubraciones andamos cuando una mujer y un hombre se nos acercan y nos ofrecen bolsas de las que estaban repartiendo a todo el mundo. Nos explican en inglés de qué se trata y no terminamos de entenderlo muy bien, quizás porque ni su inglés ni el nuestro son suficientes cuando nos adentramos en cuestiones más trascendentes.

Los popes andan por allí y la gente los trata con muchísimo respeto: les besan la mano, inclinan la cabeza… Agradecemos el gesto y nos llevamos la bolsa. Abrimos y probamos lo que contiene la pequeña bolsa que lleva una inscripción en griego. La mezcla está rica, quizás un punto empalagosa para nuestro gusto, pero rica. Eso sí, llena una barbaridad. No terminamos de entender el misterio que luego nos explicará el dueño del hotel: al parecer cuando alguien muere se reparten esas bolsas para que, comiendo lo de dentro, se honre al espíritu del difunto, que en este caso era un pope bastante importante fallecido cuarenta días atrás. Cuarenta días son los que Jesús, después de resucitar, anduvo por el mundo apareciéndose a los apóstoles antes de su ascensión a los cielos y de ahí que este rito fúnebre sea muy importante en la tradición ortodoxa, que se centra sobre todo en la idea de la resurrección antes que en la del martirio sufrido por Jesús. Se come como muestra de respeto y si no lo comes todo, el resto no lo debes de tirar a la basura, lo tienes que esparcir por el campo para que alguien se lo coma. Tirarlo a la basura supondría una afrenta a la memoria del difunto. De pronto nos damos cuenta de que hemos adquirido una gran responsabilidad y lo guardamos para tomarlo en el desayuno. Al día siguiente comprobamos que la pasta ya no está tan rica y que además llena muchísimo, de modo que optamos por echar los restos a un solar abandonado que está al lado del hotel con la esperanza que alguno de los muchos gatos que andan por ahí se apiade del alma del pope. ¡¡¡Bufff!!! Nos hemos quitado un peso de encima. Hacemos el trayecto de vuelta y vamos al hotel. Compramos unos bocadillos y disfrutamos de la piscina para sobrellevar el mediodía caluroso que tenemos encima.

A la tarde decidimos ir hasta Corinto para ver el canal. Si la intención es solamente ésa habríamos hecho mejor en hacer esa visita el día en el que visitamos Micenas, Epidauros y Nauplio para esa tarde haberla podido dedicar a otra cosa. Sea como fuere vamos hasta el canal de Corinto para admirar esa obra de ingeniería tan notable.

Ya en la antigüedad se hicieron diversos planes para abrirlo y los romanos en tiempos de Julio César y después Nerón se tomaron la cosa bastante en serio, pero no fue hasta el siglo XIX cuando esos planes se sustanciaron. Las vistas desde el puente que une el Peloponeso con la Grecia continental son espectaculares y nos damos cuenta de que el tráfico es continuo.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Nos acercamos a Loutraki que es un pueblo que está al lado de la entrada del canal en el extremo noroeste. Se ve que es zona de turismo, con alguna discoteca de gente guapa mezclada con familias disfrutando de la playa. Nos sentamos en un bar en el paseo marítimo para tomar unas cervezas y alguna del grupo animada por la música se marca un sirtaki con la dueña del local. Gozamos de una maravillosa puesta de sol que nos proporciona sosiego. Sólo el clic continuo de nuestras cámaras interrumpe esa quietud inefable.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Volvemos por una carretera que atraviesa la entrada del canal antes mencionada por un puente que, para dar paso a los barcos que se adentran entra las dos paredes inmensas que embuten el canal como dos grandes guardianes, corta el tráfico sumergiendo la plataforma central. Un semáforo da paso cuando el puente sube otra vez. Nos toca conducir por la autopista inacabada que va de Corinto a Patrás y ya es prácticamente de noche. Cansados llegamos a nuestro refugio, a casa de Kostas. Hoy está mucho menos concurrido pero cenamos igualmente a gusto. Mañana más.

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