![]() ![]() MADEIRA: JARDÍN BOTÁNICO CON VISTAS AL MAR ✏️ Blogs de Portugal
Una semana en esta preciosa isla portuguesa, disfrutando de sus paisajes de mar y montaña, de sus senderos y bosques, de su gastronomía...Autor: Marimerpa Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (46 Votos) Índice del Diario: MADEIRA: JARDÍN BOTÁNICO CON VISTAS AL MAR
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Etapas 4 a 6, total 9
Tras un rico desayuno en el jardín del apartamento (donde los mosquitos también desayunaron, por cierto), nos pusimos en marcha a las 9, tras el paso del panadero por el apartamento. Pasaba todos los días a esa hora, así que ya cogimos la costumbre de esperarle y comprar el pan para la excursión antes de salir.
El objetivo del día era hacer las levadas de las 25 fontes y de risco, pero antes hicimos un par de paradas. Primero fuimos a Cámara de Lobos, muy cerca de Funchal, conocido por ser el típico pueblo pesquero. Aparcamos en zona azul (1€/hora) y fuimos al puerto. Es muy bonito, con barcas de colores en el puerto, en una estampa típica tradicional. Lo malo es que llegamos nosotros y varios autobuses de turistas, aquello era una locura, todo el mundo haciéndose fotos en las mismas barcas… La verdad es que la masificación turística le resta encanto a este bonito pueblo. Continuamos por un paseo junto al mar, muchos menos masificado, donde se llega a un mirador con unas magníficas vistas del Cabo Girão. De nuevo en el coche, pusimos rumbo a lo alto del Cabo Girão, en una larga sucesión de curvas, para variar. Este acantilado es el 2º más alto de Europa, según dicen, con 589 m de altura, y han hecho un mirador con una plataforma de cristal en el suelo, para que se pueda mirar hacia abajo. Le han puesto puntitos negros al cristal, con lo que la sensación de vértigo no es mucha. Por lo demás, las vistas desde allí no son ni mucho menos las mejores de la isla, ya que la vista hacia la derecha no dice mucho, y hacia Funchal, que las vistas son mejores, a veces hay una nube. Seguimos hacia Rabaçal, de donde parten las dos levadas que queríamos hacer ese día, la de las 25 fontes y la de risco. La forma más fácil de llegar a Rabaçal es por una carretera que sale desde el Alto da Encumeada, pero esta carretera lleva cerrada algo más de un año, y no se sabe cuándo la van a abrir. Así que como ruta alternativa fuimos por la vía rápida y nos desviamos, a la altura de Canhas, por la ER209. La carretera es bastante tortuosa, y llega un punto en el que el firme está fatal y no hay señalizaciones, por lo que incluso llegamos a pensar que nos habíamos perdido. Pero íbamos en el buen camino y finalmente pudimos llegar a Rabaçal. Desde el mismo aparcamiento había unas vistas preciosas, así que antes de calzarnos las botas estuvimos haciendo algunas fotos. Desde el aparcamiento hasta el comienzo de la levada hay dos kilómetros por carretera asfaltada, que han de hacerse a pie, o en un pequeño autobús, que cuesta 3€/trayecto o 5€ ida y vuelta. Nosotros decidimos hacer la ida a pie, que era cuesta abajo, y ya la vuelta en el autobús. Es un bonito camino, pero es verdad que al cabo del rato ya se hace pesado tanto bajar por camino asfaltado. Las dos levadas tienen un inicio común, y a los pocos metros hay un desvío por unas escaleras hacia abajo, hacia la levada de las 25 fuentes, que transcurre paralela a la del Risco a una altura menor. Nosotros decidimos hacer primero la del Risco, que es muy sencilla, corta y por camino llano. Al final se llega a una preciosa caída de agua, enmarcada en las altas paredes del desfiladero, todo muy verde. Allí nos comimos los primeros bocadillos, que ya teníamos hambre, y pasamos un buen rato. Volvimos sobre nuestros pasos hasta el desvío hacia la levada de las 25 fuentes. Hay que bajar bastantes escaleras hasta alcanzar la levada. Después el camino es casi todo llano, siguiendo el curso de agua. Esta levada es muy bonita, aunque el camino tan frondoso como la del Caldeirão Verde, pero los árboles en ocasiones crean la sensación de ir caminando por túneles vegetales. Lo peor de la levada es que es una de las más populares de la isla y está bastante masificada. Era tarea difícil hacer fotos sin gente en el camino, y a veces el cruce con otra persona era complicado, por las estrecheces del camino. Pero todo ello vale la pena para llegar al final de la levada, las 25 fontes, nombre que se le da a una laguna en la que vierten numerosas caídas de agua, que no conté para saber si eran exactamente 25, pero por ahí debían andar. Es un lugar precioso. Después de reponer fuerzas en tan idílico lugar, emprendimos el camino de regreso. Cuando llegamos al desvío de las escaleras, decidimos seguir un poco hacia adelante, por un camino más largo que llevaba al también al comienzo, en lugar de volver por el mismo sitio. Y fue un acierto, en ese tramo el camino era más frondoso y lo teníamos para nosotros solos. Al final tuvimos que subir las mismas escaleras, que de esas no nos libramos por ninguno de los caminos, un tramo de unos 500 metros que subimos con esfuerzo. Cuando llegamos al inicio estaba allí el autobús, así que compramos el billete y nos montamos, ya que no nos apetecía andar 2 kilómetros más cuesta arriba. La vuelta en coche la hicimos por la carretera que va a Arcos de Calheta, por recomendación del conductor del autobús. Esta carretera está mejor que la otra por la que vinimos. Antes de volver a Funchal, paramos en Ponta do Sol, ya que dicen que allí la puesta de sol es muy bonita. Aparcamos en zona azul (0,80 €/hora), compramos unas cervezas en una tienda y bajamos a la playa de guijarros. Nos pareció un lugar con mucho encanto, con un acantilado junto al mar del que caía una pequeña cascada, que con los colores del atardecer estaba preciosa. Un sitio perfecto para acabar el día antes de volver al apartamento. Etapas 4 a 6, total 9
Esa mañana salimos antes de que llegase el panadero, ya que nuestra idea era ir directos a Caniçal por la vía rápida para empezar la ruta temprano y acabar antes de comer. Por el camino se pasa por debajo de la pista del aeropuerto, lo cual nos pareció bastante curioso.
Cuando llegamos había muy pocos coches en el aparcamiento, así que pudimos aparcar justo al comienzo de la ruta. El día estaba muy ventoso, y amenazaba con llover al poco de empezar a caminar. Llegó incluso a aparecer un arcoíris, pero después la lluvia se quedó en la simple amenaza. El camino es muy bonito, bordeando acantilados, con vistas preciosas de Madeira y del mar. Un fuerte contraste con las rutas que habíamos hecho los días anteriores, aquí la vegetación no existe y el protagonista absoluto es el mar. El terreno es ondulado, lo que hace que tengamos que subir y bajar bastantes escaleras, por lo que diría que es una ruta más dura que las levadas de los días anteriores. La siguiente foto es una panorámica de la ruta: Resulta impresionante cruzar por el estrecho paso que une la isla de Madeira con la Ponta de São Lourenço, viendo el mar a ambos lados del camino, y divisando a lo lejos la estrecha franja de tierra que constituye el extremo oriental de Madeira. El final de la ruta es en la Casa do Sardinha, donde hay unas mesas para comer, y un baño (1 €). Pero se puede continuar un poco más, subiendo al Morro do Furado, por más de 400 escalones. Cuesta llegar, pero las vistas desde arriba son impresionantes: el extremo de la Ponta de São Lourenço y el archipiélago de las “Islas Desiertas”, y más a lo lejos, la isla de Porto Santo. El camino de vuelta no es exactamente el mismo que el de ida, difiere en el primer kilómetro, ya que luego en el estrechamiento el camino es el mismo, no hay otro sitio por el que pasar. Ya de vuelta nos paramos menos a hacer fotos, así que lo hicimos más rápido. En total tardamos algo más de 4 horas en hacer la ruta ida y vuelta, más la subida al Morro do Furado. Las guías dicen que se tardan sobre 3 horas, pero nosotros siempre tardamos más. Nos gusta pararnos a hacer fotos y a disfrutar de los lugares por los que pasamos. Fuimos a comer a Caniçal, al restaurante Muralha, junto a las piscinas, por recomendación del foro. El lugar es bastante agradable, con una amplia terraza, donde nos pedimos un par de cervezas para reponer fuerzas tras la caminata. Los precios son bastante económicos, aunque las raciones no eran precisamente grandes, y algunas tenían mucha patata frita y poca “chicha”. Pedimos lapas, pez espada, pulpo y un pescado frito, que no nos gustó mucho, era un pez de roca y tenía muchas espinas. De postre una mousse de maracuyá, que estaba bastante buena. Después de la comida dimos un paseo por los alrededores y nos sentamos a reposar la comida junto al mar. De allí fuimos a Machico, la población más antigua de la isla, ya que allí fue donde llegaron los descubridores portugueses en 1418. Allí destaca la Iglesia Matriz, edificada en 1425, aunque fue restaurada en el siglo XVII. También tiene una playa artificial de arena. De camino a Funchal paramos en la Ponta de Garajau, un saliente al mar, que constituye un buen mirador de la bahía de Funchal. Desde allí vimos como dejaban el puerto dos barcos de cruceros. Allí hay una estatua, hermana pequeña del Cristo de Corcovado. Se puede llegar al extremo de la punta, bajando unas escaleras. Como si no hubiéramos tenido bastante escaleras ese día, allá que bajamos, no tenemos perdón ![]() Esa noche decidimos ir a cenar a Funchal. Bajamos en coche y aparcamos de nuevo en el Parking Almirante Reis. Callejeamos un poco por la ciudad y finalmente cenamos en el restaurante O Violino, en la Rua de D. Carlos I, junto al teleférico. Pedimos espetada y pez espada con plátano y salsa de maracuyá. Ambos platos estaban deliciosos, la carne de la espetada muy tierna y la combinación de sabores del pescado era muy buena. La comida no era cara, aunque en las bebidas sí que tenían más subidos los precios. Fuimos los últimos clientes del restaurante, allí las horas de las comidas no son tan tardías como en España. Etapas 4 a 6, total 9
El día amaneció soleado, tal y como anunciaban las previsiones. Es importante hacer la visita a los picos en un día soleado, para tener buena visibilidad. Sin embargo, el que esté soleado en Funchal no quiere decir que lo esté en la montaña...
La primera parada del día fue en Eira do Serrado. Hay un mirador con unas vistas fantásticas de Curral das Freiras, un pequeño pueblo encajado en un profundo valle, que en realidad es el cráter de un volcán extinguido. Muy cerca de allí sale la famosa carretera “fantasma” que lleva hasta el Pico Areeiro, el segundo pico más alto de Madeira. En invierno solo está abierta hasta las 17:30. La carreterita se las trae, la cuesta es muy empinada, y los primeros kilómetros tuvimos que hacerlos en primera. Estaban haciendo obras por allí, creo que están haciendo un mirador. Según fuimos subiendo las nubes empezaron a tapar el paisaje. Aun así, nos paramos y conseguimos ver algo de las montañas que nos rodeaban. Luego ya nos metimos en la nube y no veíamos nada del paisaje. Una lástima porque tiene pinta de ser espectacular. Cuando llegamos al Pico Areeiro ya había despejado un poco, lo que nos permitió asomarnos al mirador y quedarnos con la boca abierta, por la inmensidad del paisaje, y las formas de las montañas. No teníamos planes de hacer el camino completo hasta en Pico Ruivo, ya que es una ruta bastante dura, y nuestra condición física en ese momento no era la mejor. Pero no queríamos perdernos estos paisajes, así que decidimos hacer la primera parte de la ruta. Al que no quiera hacer la ruta, aconsejo que al menos haga un trozo del sendero, ya que los paisajes que se logran ver si el día está despejado son impresionantes. Hay que llegar al menos hasta el primer mirador de la ruta (no el que está justo al inicio, que mucha gente solo llega hasta ahí), donde creo que están las mejores vistas. A partir de ahí el camino es todo escaleras, casi todas de bajada (que luego hay que subir, claro!), y en cada curva se obtienen vistas diferentes e igualmente maravillosas de las montañas de Madeira. Decidimos que llegaríamos hasta el túnel del Pico del Gato, a dos kilómetros del inicio. Atravesamos dicho túnel para ver el paisaje en el otro extremo y emprendimos el camino de vuelta. Entonces la nube empezó a subir y dejó de verse el paisaje. De hecho, no se veía nada en 10 metros a la redonda. Y así hicimos los dos kilómetros de escaleras, que si ya de por sí se hacen duros, sin el aliciente de ver lo que te rodea se llevan peor. Pero nos dimos por contentos porque al menos conseguimos disfrutar de las vistas al camino de ida. Si hubiésemos llegado un poco más tarde no hubiéramos visto nada y no habría merecido la pena emprender el camino. Desde allí seguimos en coche hasta Achada do Teixeira, donde empezaba nuestra segunda ruta del día, la subida al Pico Ruivo. En lugar de hacerlo directamente caminando decidimos hacerlo así, que es más descansado físicamente. Según bajamos del Pico Areeiro el día despejó completamente, como era de esperar. Pero cuando empezamos a subir por la carretera que va desde Santana a Achada do Teixeira otra vez la nube nos impedía ver el paisaje. De hecho, esta carretera está llena de miradores, en los que ni nos molestamos en parar. Con la esperanza de que en la cima estuviera despejado, iniciamos la subida. Son 2,8 kilómetros, que se hacen de forma más o menos cómoda. Desde abajo veíamos como el Pico Ruivo iba apareciendo y desapareciendo entre la nube, pero en los alrededores se veía poco. Según nos acercamos, quedó completamente cubierto. Así que subimos a la cima del pico más alto de Madeira y solo conseguimos ver un mar de nubes. Pasamos allí un rato mientras nos comíamos el bocadillo, con mucho frío. Cuando empezamos a bajar, la nube bajó un poco y nos permitió ver algo del paisaje que nos rodeaba. Al menos nos llevamos este premio de consolación en el camino de vuelta. Cuando llegamos al aparcamiento ya estaba todo cubierto otra vez. Casi anochecía, así que emprendimos rumbo al apartamento por la vía rápida. Etapas 4 a 6, total 9
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