Nuestro sueño maya ✏️ Blogs de Mexico

Al despertarnos vemos el cielo gris y mucha humedad pues ha llovido por la noche. Hoy toca de nuevo desayunar en el Kabah, que nos encanta. Vamos sin prisa, pues el tiempo parece que no nos va a acompañar. Pero el paisaje que nos rodea sigue siendo encantador incluso nublado.


La primera idea era visitar las ruinas de Tulúm y alguna playa cercana, pero decidimos esperar a ver cómo evoluciona el tiempo. Estando en el Kabah cae una gran tormenta, por lo que alargamos el desayuno mientras pensamos qué hacer. Entonces me acuerdo de que es miércoles y hay desayuno con los Raggs (mascotas del hotel) en el restaurante Gran Azul. Nosotras ya hemos desayunado pero decidimos acercarnos a verlo. Realmente está preparado fenomenal para los niños, pues todos los croissants, galletas, pasteles y demás, están decorados para niños, con forma de los Raggs. Las mascotas están por allí y los niños están encantados bailando con ellos y haciéndose fotos.


Es la mejor opción en una mañana de lluvia, pero para las 10 comienza a despejarse y por supuesto, queremos aprovechar a conocer otro de los rincones de la Riviera Maya. Aunque se ha abierto el cielo, hay muchas nubes y parece que pueden seguir cayendo tormentas, por lo que decido cambiar el plan de Tulúm por los cenotes cercanos al hotel.

Un cenote es una depresión del terreno que se encuentra inundada, formando profundas cavernas. Presentes únicamente en la Península de Yucatán, esta compleja línea de túneles subterráneos jugó un papel importante dentro de la mitología Maya, siendo para ellos la ventana que conducía al inframundo y el epicentro en torno al que giraban muchos de sus rituales vinculados con la muerte. Pueden estar total o parcialmente abiertos al cielo, dependiendo de su edad (cuanto más abiertos, más viejos). Su nombre proviene de la lengua maya "ts'ono'ot" (caverna con agua), y se les atribuye un uso sagrado antiguamente, siendo probable lugar de sacrificios humanos según algunos estudios sobre los huesos encontrados en ellos.

En la carretera federal, a la altura del hotel Barceló hay dos cenotes de fácil acceso y cómodos de visitar y allá que nos vamos. Como hoy vamos hacia el norte, no hace falta cruzar la carretera federal. Enseguida pasa una van, nos montamos y en 10-15 minutos estamos a la altura de los cenotes, donde nos bajamos. Nos cuesta 40 pesos el trayecto las dos (2€).

Al bajar de la van comienza a caer otra tormenta, esta vez es más fuerte y nos empapamos. Por un momento pienso si la idea no ha sido acertada, pero ya que estamos allí, decidimos caminar hacia el cenote “Jardín del Edén”. Al llegar a la caseta donde se paga la entrada, los chicos nos ven tan mojadas que nos dejan pasar amablemente a la caseta. Allí nos quitamos la ropa que está chorreando y decidimos esperar a ver cómo evoluciona el día. Cuando para de llover, decidimos que pasamos al cenote. Estoy segura de que es una buena oportunidad, pues son lugares muy visitados y probablemente hoy, con la lluvia, no hay tanta gente. La entrada nos cuesta 100 pesos adulto y 40 pesos niño, por lo que en total pagamos unos 7€. Realmente merece la pena la visita; ¡el sitio es precioso! Alquilamos un chaleco para la niña y nos damos varios baños. Fenomenal.

Nos dirigimos entonces a la carretera federal de nuevo y desde allí se ve el cartel del "Cenote Azul", al que también entramos: 80 pesos adulto y 40 pesos niño. Por 6€ pasamos el resto de la mañana en este otro lugar encantador, donde hay gran cantidad de pececillos que masajean nuestros pies, ¡y gratis! En el cenote azul encontramos más gente, supongo que por la hora que es ya, pero no es para nada agobiante.


Me han encantado los cenotes, y eso que sólo hemos podido ver los de fácil acceso y por lo tanto, más turísticos. Pero sé que hay otros menos visitados que me gustaría conocer en mi próximo viaje a la Riviera Maya, pues se trata de lugares únicos y muy especiales.

De vuelta al hotel (otros 10 minutos y otros 40 pesos) vamos a comer al Kabah, que nos encanta. Probamos nuevas ensaladas (con espinacas y beicon, tomate y queso, manzana…), además de carpaccio y canelones rellenos de espinacas. Y cómo no, el plato de pasta hecha al momento, que esta vez es con salmón, setas y salsa de queso. De postre, unos pastelitos. Todo estupendo.


Al salir de Kabah damos un paseo por la zona del White Sand y llegamos hasta el Riviera. Se ha quedado una tarde preciosa.


Estamos un rato en la piscina El Lago y mi hija quiere ir un ratito al mini club. Así que la dejo allí y yo aprovecho para buscar otra de las piscinas de adultos. Me lío un poco entre los caminos, pero uno de los conductores de los carritos blancos me para y cuando le digo a dónde voy, me lleva en su trenecito a la piscina “El rinconcito”. Una gozada.


Después un rato de gimnasio voy a recoger a la niña. Hoy en el mini-club han hecho galletas y nos las llevamos envueltas en una servilleta, pero ¡oh! los coatís las huelen y se lanzan a nosotras. Pasamos un rato muy divertido con estos animalitos pero nos quedamos sin galletas.

Hoy vamos más tranquilas pues la cena está reservada en el Punta Emilia a las 20:30. Este restaurante está situado literalmente en la playa y es especialista en arroces y pescados. El sitio es encantador, y está iluminado precioso. Son varios toldos con mesitas dentro rodeados de luces en un ambiente tranquilo y acogedor. Al sentarnos le digo a la camarera que es el cumpleaños de mi hija y si le pueden poner una velita en el postre. En realidad, el cumpleaños es a nuestro regreso a España, pero un día me dijo que le haría ilusión celebrarlo juntas en México y se me ocurrió darle la sorpresa. La cena excelente: ceviche mixto (verduras y pescado) y una parrillada de pescados, acompañada de arroz; todo ello acompañado de dos cocktails. Cuando estamos acabando aparece un mapache que se sube rápidamente a nuestra mesa y se lleva de un bocado el pan de mi hija. Y seguido, vuelve de nuevo y se sube a la mesa intentando comer pescado de su plato. Lo de los mapaches en este restaurante debe ser algo natural, pues los camareros parecen estar acostumbrados, pero para nosotras la experiencia es nueva, desde luego… Nos quedamos alucinadas. Entonces llega la sorpresa del cumpleaños. Llegan tres camareros cantando el cumpleaños feliz acompañados de maracas, con una tarta y una vela. Mi hija sorprendida y entusiasmada. Desde luego ha sido el remate de la cena de hoy. Una maravilla.

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Hoy nuestro último día completo en Riviera Maya, y tengo muy claro que quiero conocer las ruinas de Tulúm, esas ruinas junto al mar que salen en todas las fotos. El día está más despejado que ayer y parece que hoy no va a haber tormentas.

Desayuno en el Tikal, estupendo como siempre, y de allí al túnel subterráneo para atravesar la federal. Desde el principio dudé si hacer esta visita en excursión, combinándola con las ruinas de Cobá, el Gran Cenote y Playa Paraíso. Finalmente opté por hacerlo por nuestra cuenta, aunque de esa manera solo visitaríamos la mitad de los lugares que nos ofrecía la excursión, pero me había propuesto un viaje tranquilo y libre, combinando salidas de medio día con estancia en el hotel. Y así fue.

Cogemos la van que nos lleva a Tulúm en 30 minutos. Desde la parada hasta el yacimiento arqueológico hay un paseo o la opción de coger un trenecito, pero como no tenemos prisa, vamos paseando tranquilamente. La entrada son 70 pesos (3,5€; la niña no paga) y no cogemos guía pues nos apañamos con la información que llevo anotada en mi guía. Las ruinas son preciosas, y el hecho de estar situadas junto al mar, hace de ellas un lugar único y mágico. Lo más llamativo, por su situación frente al mar, son el Templo del viento, el Templo del Dios descendente y el Castillo.


Cuando acabamos nuestra visita, vamos directas a la zona de las playas por un caminito y en 10 minutos de paseo estamos en la playa de Pescadores. El nombre viene dado por las pequeñas embarcaciones pesqueras que se encuentran en la zona y se trata de una playa preciosa, de aguas cristalinas y muy bonitas vistas.

Al llegar, uno de los barqueros nos ofrece una pequeña excursión en barca para ver las ruinas desde el mar y bucear en el arrecife, y nos pide 500 pesos. Pienso que puede ser una buena opción, pero el día no está maravilloso, sino nublado y algo ventoso, y en principio bañarnos no es lo que más nos apetece. Decidimos ubicarnos con nuestras toallas junto a las barquitas y jugar con las olas. Según avanza la mañana, el día se va despejando y terminamos bañándonos. Una maravilla. Pero cuando mejor estamos, nos tenemos que marchar, pues se acerca la hora de comer y nos espera una tarde-noche ajetreada.


Volver de Playa Pescadores al hotel no es tan fácil como llegar a Tulum. Ahora estamos más lejos y no al pie de la carretera federal, por lo que no hay parada de vans allí mismo. Hay que ir a Tulúm y de allí ir caminando hasta la carretera, y eso nos puede suponer casi media hora (algo menos si cogemos el trenecito). Así que, como andamos justas de tiempo, pregunto a un taxista que hay allí mismo lo que nos cobraría por llevarnos al hotel. En principio me pide 500 pesos y le voy regateando, pero se resiste y solo me baja hasta 350 pesos. Su argumento es que para llegar a la carretera federal hay que dar mucha vuelta y sé que es cierto, pero le digo que solo llevo 200 pesos, que también es cierto. Finalmente me propone por ese dinero llevarnos solo hasta la federal para coger allí la van y acepto, con intención de seguir regateando durante el viaje. Y así lo hago, una vez en la federal le pido que nos lleve hasta el hotel y acepta, así que ni tan mal llegar al hotel en taxi por 10€.

Hoy comemos en el restaurante Gran Azul, al aire libre. El bufet es más pequeño, del tipo de La Laguna, pero debemos hacer una comida rápida y ya son las 14:30. Probamos nuevas ensaladas (de berenjena, de pulpo y ceviche), y una paella con marisco; de postre unos pastelitos.

El motivo de la prisa de hoy es que mi hija quiere estar a las 15:00 en el teatro del Colonial para ensayar con las chicas del mini-club el espectáculo de la noche en el teatro, que es el musical de Grease. Mientras la niña ensaya, yo voy a la sala de ordenadores de White Sand a imprimir el check in online; esta vez nos tocan los asientos 46E y 46F, dos puestos más atrás que a la ida. De allí me voy a recoger a la niña y nos damos un paseo por el hotel, nos tomamos otro cocktail y nos vamos a nuestra villa a recoger y hacer las maletas. Qué pena nos da… Último baño en la jacuzzi y nos preparamos para salir. La niña tiene que estar en el teatro a las 19:45 para vestirse para el espectáculo que comienza a las 20:00.

De los restaurantes temáticos, estamos con ganas de probar el mexicano desde el primer día, pero no ha sido posible. Como está frente al teatro del Colonial, pensamos que es una ocasión intentarlo hoy. Vamos a las 19:40 y nos dan una hora de espera, así que perfecto para ver el espectáculo mientras nos dan la mesa. Es el único día que me llevo el avisador, y es genial. El aparatito se ilumina y vibra, avisando así de que la mesa está disponible y nos cuadra fenomenal, pues a las 20:40 estamos cenando en “La Adelita”. ¡Vamos a despedir México con una verdadera cena mexicana!


Probamos tres ensaladas que elegimos de la isla que hay situada en el centro del restaurante, todas ellas estupendas: pollo y mango, atún y aguacate, piña y tomate. De segundo pedimos enchiladas Panchovilla (de pollo y queso) y burritos de camarón, ambos muy muy ricos.


En este restaurante también he pedido sorpresa de cumpleaños para mi hija, y le traen una tarta de chocolate con una vela, mientras le cantan “Estas son las mañanitas que cantaba en rey David a las muchachas bonitas te las cantamos a ti”. Muy bonita y sabrosa nuestra última cena en el hotel.

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Hoy nos levantamos con pena. ¿Ya se acaba el viaje? Ha sido intenso y se nos ha pasado muy rápido. Queremos aprovechar el último día y estoy nerviosa pensando en todo lo que quiero hacer. El sistema de check-out del hotel es comodísimo: hay que colocar unas pegatinas que nos dieron el primer día, indicando el número de habitación y número de bultos, y desde el hotel se encargan de llevarlas a la recepción a las 12:00. Dejamos todo preparado y nos vamos a desayunar al Kabah, que es el bufet que más nos ha gustado.


Desde allí nos damos un paseo por todo el hotel, despidiéndonos de las iguanas, los coatís y demás animales que nos encontramos por esos caminitos. Vamos hasta la zona del Riviera y llegamos a la piscina Las Rocas, de agua salada que nos encantó, donde nos damos un baño y nos relajamos de nuevo en las camas balinesas. Desde allí nos dirigimos a la playa del hotel y vamos paseando, por la orilla, haciendo algunas paradas de rigor.


Nunca habíamos llegado hasta el final de la playa, frente al campamento tortuguero del Kantenah, y es allí donde nos ubicamos. La playa es una maravilla, y mientas nos bañamos vemos un montón de peces. Nos encanta. A las 12 vamos a la piscina del Colonial, donde las chicas del mini-club tienen la actividad de nadar con cola de sirena y mi hija no se la quiere perder; otra experiencia nueva para ella. Nos despedimos también de las chicas del mini-club y los Raggs y nos dirigimos a la piscina del White Sand. Último cocktail, último baño… Nos da mucha pena que sean los últimos momentos.


Nos falta tomar el barquito que pasea por los lagos del hotel, y decidimos cogerlo en el lobby del White Sand. Realmente es bonito el paseo pero no lo hacemos entero pues vamos justas de tiempo, por lo que decidimos bajarnos en la parada del buffet Kabah, donde vamos a comer. Probamos nuevas ensaladas (espinacas, patata y cus-cus) y el último plato de pasta en vivo, que hoy es con salmón, gambas y beicon. Además nos ponemos un platito de pasta con calamares, también excelente, y los últimos pastelitos.


Del Kabah vamos al lobby del White Sand, donde está la fila de maletas preparada esperando al bus que nos llevará al aeropuerto. Enseguida localizamos las nuestras y las cogemos para cambiarnos de ropa en el baño de allí. El autobús llega puntual a las 15:30 y nos lleva al aeropuerto de Cancún, al que llegamos para las 17:30. La espera del embarque al vuelo de regreso, es el momento más triste del viaje. El vuelo sale puntual a las 20:20 y nos dormimos enseguida. Nos despiertan para darnos la cena y cenamos medio-dormidas, pues tenemos mucho sueño. La vuelta nocturna se nos hace corta, ya que pasamos el viaje dormidas hasta una hora antes de aterrizar, que nos sacan el desayuno. La sensación es rara, pues para nosotras son las 7 de la mañana y en España ya son las 14:00.

Ahora viene la siguiente parte, adaptarnos al cambio horario de nuevo y al clima de España. Pero no nos importa el jet-lag ni tampoco el clima, pues estamos felices y plenas tras haber realizado un viaje tan bonito, completo, aventurero y relajante a la vez. Riviera Maya, una verdadera maravilla que ha superado mis expectativas; el Gran Palladium, excelente con todas las letras, a pesar de no ser mi prototipo de hotel, me encantó, y más aún a mi hija.

Pero esto solo ha sido una toma de contacto y estamos seguras de que volveremos a conocer nuevos rinconcitos de este maravilloso lugar.

Realmente ha sido como un sueño maya, del que no me gustaría despertarme.

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