Budapest, Viena, Praga, Berlín y Ámsterdam por libre (marzo/abril 2018) ✏️ Blogs de EuropaRecorrido por algunas capitales europeas entre marzo y abril 2018.Autor: Paulis87 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (4 Votos) Índice del Diario: Budapest, Viena, Praga, Berlín y Ámsterdam por libre (marzo/abril 2018)
01: Introducción y preparativos
02: Viaje
03: BUDAPEST: llegada
04: BUDAPEST: Buda (parte 1), Café Gerbaud y paseo en barco
05: BUDAPEST: Café New York, Parlamento, Basílica, Av. Andrassy y Parque Városliget
06: BUDAPEST: Mercado Central, Monte Gellert, Gran Sinagoga y Buda (parte 2)
07: VIENA: Llegada, Ópera, Cripta, Demel, Biblioteca Nacional y Museos
08: VIENA: Palacios Schönbrunn y Belvedere, Café Sacher y Karlskirche
09: VIENA: Café Central, Palacio Hofburg, Catedral, Hundertwasser y Prater
10: BRATISLAVA y VIENA (Ringstrasse, Casa de Mozart)
11: PRAGA: Llegada, Free Tour, Isla Kampa
12: PRAGA: Castillo, Malá Strana, Havelská y Plaza de Wenceslao
13: PRAGA: Barrio Judío, Casa Municipal, Sinagoga de Jerusalén y Klementinum
14: PRAGA: Vyšehrad, Jardines Vrtba y Monte Petřín
15: BERLÍN: Llegada, Tiergarten, Columna de la Victoria e Iglesia memorial
16: BERLÍN: Free Tour, Tour Tercer Reich, Hackeschen Höfe y Dead Chickens Alley
17: BERLÍN: Reichstag, Museos Pérgamo y Nuevo, Torre de la TV e East Side Gallery
18: BERLÍN: Tour Unterwelten, Topografía del Terror, Catedral y Sony Center
19: BERLÍN: Tour Sachsenhausen y Memorial del Muro
20: ÁMSTERDAM: Llegada y Free Tour
21: ÁMSTERDAM: Keukenhof, Begijnhof, Mercado de las Flores y tour Barrio Rojo
22: ÁMSTERDAM: Edam, Volendam, Marken, Museumplein, Vondelpark y Leidseplein
23: ÁMSTERDAM: Zaanse Schans, Basílica de San Nicolás, Casa de Anna Frank y Jordaan
24: ÁMSTERDAM: Paseo en Barco, Heineken Experience, Magere Brug
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Etapas 13 a 15, total 24
Miércoles 4 de abril de 2018: Barrio Judío (Sinagogas Española, Maisel, Pinkas, Klausen y Vieja-Nueva, Cementerio judío y Sala de Ceremonias) + Iglesia Nuestra Señora de Týn + Casa Municipal + Sinagoga de Jerusalén + Torre de la Ciudad Vieja + Klementinum
Nos levantamos y bajamos a desayunar. Hoy íbamos a dedicar parte de la mañana a visitar el Barrio Judío (Josefov), porque lunes y martes estuvo cerrado por el Pesaj. A las 9:30 am ya estábamos en la zona. En el límite entre el Barrio Judío y la Ciudad Vieja se alzaba una enorme estatua dedicada a Franz Kafka. Justo al lado de la estatua se encontraba la Sinagoga Española. Aquí compramos el ticket de 500 CZK que era válido por siete días e incluía lo siguiente: · Sinagoga Española · Sinagoga Maisel · Sinagoga Pinkas · Sinagoga Klausen · Sinagoga Vieja-Nueva · Cementerio Judío · Sala de Ceremonias · Exhibiciones temporales de la Galería Robert Guttman (que no visitamos). La Sinagoga Española tenía un atractivo que no encontramos en las demás, por eso nuestro humilde consejo es que la dejen para lo último. Su interior estaba totalmente decorado con un gran nivel de detalle y había una exposición con documentos, fotografías y objetos relacionados con la historia de la comunidad judía en Praga. Seguimos por la Sinagoga Maisel. En su interior había una exposición sobre la historia de los judíos en Bohemia y Moravia. Pasamos por la Sinagoga Pinkas, la segunda más antigua de Praga. En las paredes interiores de la nave principal, la galería y el vestíbulo estaban escritos a mano los nombres de casi 80.000 judíos checos asesinados durante el Holocausto. En el primer piso había una exposición de dibujos hechos por niños que estuvieron en el campo de concentración de Terezín, perteneciente a la colección del Museo Judío de Praga. Lamentablemente la mayoría de los autores de esos dibujos perecieron más tarde en Auschwitz. Desde esta sinagoga entramos al Cementerio Judío, un lugar totalmente sobrecogedor. Llamaba la atención la gran cantidad de lápidas amontonadas por falta de espacio; se estima que están enterradas cerca de 100.000 personas y el cementerio alberga 12.000 lápidas. Salimos justo al lado de la Sala de Ceremonias. Aquí visitamos dos pisos con una pequeña exposición sobre las tradiciones judías vinculadas a las enfermedades y la muerte. Prácticamente en frente estaba la Sinagoga Klausen. En ella había una exposición de objetos relacionados con las tradiciones y costumbres judías que se utilizaban en ceremonias tales como el nacimiento, el bautismo, el matrimonio y el divorcio. Por último, entramos a la Sinagoga Vieja-Nueva, la más antigua de Europa aún en funcionamiento. La visita al Barrio Judío nos llevó una hora y media. En las sinagogas se podían sacar fotos sin flash y a los hombres les repartían un kipá para entrar. A continuación fuimos a la Iglesia de Nuestra Señora de Týn siguiendo las indicaciones que nos había dado el guía del Free Tour el día anterior: desde la Plaza de la Ciudad Vieja, entramos a través del único pasillo que no tenía toldos. La entrada era a voluntad y no estaba permitido sacar fotos en el interior. Se acercaba el mediodía cuando paseamos por los puestos del Mercado de Pascua de la Plaza de la Ciudad Vieja en busca de algo para comer. Nos decidimos por dos brochettes de pollo que venían en pan (240 CKZ) como si fueran panchos. Muy ricas, pero mucho pan… Hicimos compras en Manufaktura, una de las tiendas recomendadas en el foro para conseguir productos locales. Había muchas sucursales en la ciudad; nosotros fuimos a la que nos quedaba más cerca. La tienda se especializaba en cosméticos naturales, pero también había artículos de decoración para el hogar y juguetes de madera, ideales para hacer un regalo. A las 13:00 pm fuimos a la Casa Municipal, escenario de la proclamación de la independencia de Checoslovaquia. Desde afuera se veía como un edificio de dos pisos, pero luego nos enteramos que en el interior había siete plantas. Entramos a preguntar por las visitas guiadas, porque habíamos visto horarios en la página web, pero queríamos corroborarlos porque estaban sujetos a cambios. Nos acercamos a un mostrador y la persona que atendía nos dijo que la próxima visita era a las 13:30 pm, así que compramos las entradas (290 CZK) y un permiso para sacar fotos sin flash (55 CZK). La visita duraba una hora y era en inglés, pero había material impreso disponible en varios idiomas, entre ellos, el español. Sin embargo, había que devolverlo cuando terminaba el recorrido, así que sugerimos que, si tienen interés, aprovechen para leerlo mientras esperan a que se haga la hora para la visita o le saquen fotos para leerlo luego con mayor detenimiento. Curiosamente, a nosotros no nos dieron el material ni bien compramos las entradas, nos dijeron que lo pidiéramos más tarde. Fuimos al punto de encuentro indicado para el comienzo del recorrido y, ni bien empezamos a ver a la gente que llegaba con el material en la mano, lo fuimos a reclamar. La visita fue muy interesante y la recomendamos. Es cierto que en el hall de entrada al edificio y en el restaurante de la planta baja se podían apreciar ciertos detalles arquitectónicos, pero no eran nada comparados con los salones que se visitaban durante el recorrido, que revestían una decoración diferente en todos los casos y ninguno era igual al otro. El tour incluyó la Sala Smetana, la Pastelería, el Salón de Moravia del Sur, el Salón Božena Němcová, el Salón Oriental, el Salón Grégr, el Salón Palacký, el Salón del Alcalde Mayor, el Salón Riegr y el Salón Sladkovský. La guía se despidió del grupo en el sector del guardarropa central y antes de salir aprovechamos para hacer uso de los baños, gratuitos e impecables. Nuestra ruta siguió por la Sinagoga de Jerusalén. Teníamos apuntado que hacían un descuento por tener la entrada de la Sinagoga Vieja-Nueva, así que la mostramos en la taquilla y efectivamente pagamos un poco menos (50 CZK en vez de 80 CZK). En la segunda planta había una exposición sobre la historia de la comunidad judía de Praga desde 1945 hasta la actualidad. Definitivamente esta sinagoga nos pareció la más bonita de todas. De camino a la Plaza de la Ciudad Vieja, donde compraríamos un jugo de naranja (80 CZK) en uno de los puestos del Mercado, nos detuvimos en el Teatro Estatal para ver de cerca la estatua “Il Commendatore” (en honor a la ópera Don Giovanni, de Mozart) que habíamos visto de pasada en el Free Tour. También pasamos por el Karolinum, edificio principal de la Universidad Carolina, obra de Carlos IV. A las 16:30 pm fuimos al Klementinum a sacar entradas para una visita guiada. Nos costó encontrar el acceso porque estaba medio oculto, pero al fin nos ubicamos. Las visitas guiadas eran en inglés, costaban 300 CZK por persona y se hacían cada 30 minutos. Para cuando llegamos, solo quedaban cupos para la visita de las 18:00 pm, la última del día. Por las dudas, sugerimos ir a comprarlas en el día con anticipación para elegir horarios y no quedarse sin lugar. Para hacer tiempo nos dirigimos a la torre del Puente de la Ciudad Vieja. Después de subir algunos escalones, llegamos a un primer piso donde estaba la taquilla de venta de entradas (100 CZK) y había un pequeño espacio con sillones para recuperarse de la subida. Desde lo alto de la torre tuvimos una vista privilegiada del Puente de Carlos y de los alrededores. Del lado opuesto al Puente de Carlos, en la Plaza de los Caballeros de la Cruz, teníamos una panorámica de la Iglesia del Santísimo Salvador (al frente) y de la Iglesia de San Francisco Serafín (a la izquierda). Cuando el poco espacio que había en el mirador empezó a llenarse de gente, bajamos. Antes de salir de la torre fuimos al sótano, donde había una pequeña exhibición. Volvimos al Klementinum; aún faltaba media hora para el comienzo del tour, pero aprovechamos para sentarnos y descansar los pies. Mientras tanto, vimos pasar mucha gente que iba a comprar entradas para las visitas, pero se volvían sin éxito porque ya no quedaban cupos disponibles. El recorrido guiado empezó puntual, a las 18:00 pm, y duró 45 minutos. El guía, un señor mayor y bastante estricto, hablaba un inglés con marcado acento checo y en un tono acelerado, así que por momentos nos costaba un poco seguir sus explicaciones. Poco antes de comenzar, anunció que había que subir muchos escalones (174 de ida y 174 de vuelta) durante la visita. Para tener en cuenta: en el primer tramo había una escalera de caracol bastante estrecha. En el segundo tramo, la escalera era recta pero los escalones eran prácticamente verticales y estrechos, así que tuvimos que andar con cuidado. Conocimos la biblioteca barroca, a la que no se podía entrar ni sacar fotos. La contemplamos desde la puerta y era realmente impresionante. Estuvimos en la Sala de los Meridianos, donde había máquinas astronómicas originales. Finalmente llegamos a la torre astronómica, desde la cual apreciamos unas hermosas vistas de la ciudad. Terminada la visita, caminamos unos diez minutos hasta la estatua de Franz Kafka, una imponente estructura de 11 metros con 42 secciones movibles que formaban la cara del autor y rotaban en forma independiente. En pocas palabras, una obra maestra. Justo al lado había un gran centro comercial y un supermercado TESCO, al que fuimos para comprar botellas de agua y Becherovka, licor típico checo, cuyo precio era más barato que el de los minimercados que abundaban en las zonas turísticas. Volvimos al Residence Bene a dejar las bolsas del supermercado, porque el peso ya se empezaba a sentir en el camino. A las 20:30 pm fuimos a cenar a Palanda, un restaurante que nos quedaba cerca del hotel. Pese a que no estaba en una zona muy frecuentada por turistas, el lugar era pequeño y estaba lleno, así que recomendamos reservar. Nosotros fuimos sin reserva y tuvimos que esperar 15 minutos para conseguir una mesa. El servicio fue un poco lento, la comida era rica y el precio era razonable en relación al tamaño de las porciones, que eran abundantes. Comimos dos hamburguesas con queso y panceta, acompañadas con papas fritas y cole slaw, una porción de papas con salsa picante (que al final no nos cobraron en compensación por un error que habían cometido con el pedido) y dos bebidas (una de ellas, cerveza). En total, incluida la propina, pagamos 700 CZK (27 euros). Regresamos al hotel a dormir; mañana era el último día completo que nos quedaba en la ciudad. Etapas 13 a 15, total 24
Jueves 5 de abril de 2018: Vyšehrad + Jardines Vrtba + Monte Petřín
Nos levantamos un poco más tarde que de costumbre y bajamos a desayunar. No teníamos un itinerario del todo definido para el día de hoy, así que improvisamos y decidimos dedicar el resto de la mañana a conocer la antigua fortaleza de Vyšehrad, un sitio algo alejado del centro y no tan frecuentado por turistas. Antes de salir del hotel, compramos una botella de agua (30 CZK) en la recepción. La estación de la línea B de metro (una de las opciones que teníamos para llegar) estaba en obras, así que fuimos caminando hasta la Estación Central, desde donde tomaríamos la línea C de metro hasta la estación Vyšehrad. En la estación compramos 4 billetes sencillos de 90 min (32 CZK cada uno): dos para usar en el momento y dos para después, ya que teníamos pensado subir al funicular del Monte Petřín y habíamos leído que algunas personas habían tenido problemas para comprar el billete ahí mismo y después intentaban cobrarles multa. Antes de bajar a las vías del metro, validamos los billetes por única vez en unas máquinas pequeñas de color amarillo, es decir, los introdujimos en la ranura hasta que la máquina hizo un sonido y dejó impreso un código en el billete. En realidad, por el tiempo de viaje que al final tuvimos no fue necesario comprar los de 90 minutos, hubiésemos estado bien con los de 30 minutos (24 CZK), pero tampoco era una gran diferencia de precio y preferimos estar seguros. Nunca vinieron revisores a pedirnos que enseñáramos los billetes. Salimos del metro y, luego de una caminata de diez minutos, a las 10:00 am llegamos a Vyšehrad. Atravesamos la Puerta de Tábor, uno de los accesos al recinto. El lugar era enorme y sumamente tranquilo, nada que ver con el bullicio del centro de la ciudad. No se pagaba entrada, aunque sí había que pagar para visitar determinados sitios que había adentro, por ejemplo, la Basílica de San Pedro y San Pablo (50 CZK), la Galería Vyšehrad (20 CZK), el Sótano Gótico (50 CZK) o la Sala Gorlice (60 CZK). Recomendamos que, si pueden, previamente consigan un mapa donde estén marcados los distintos atractivos, porque a nosotros nos costó un poco ubicarnos. Este mapa, que fotografiamos en el lugar, permite darse una idea del tamaño del recinto: Ni bien pasamos la Puerta Leopoldo, nos encontramos con la Rotonda de San Martín, el edificio más antiguo de Praga. Puerta Leopoldo
Rotonda de San Martín
A unos metros de la Rotonda se encontraba la Iglesia de la Decapitación de San Juan Bautista. La vimos solo de lejos. Subimos una pequeña cuesta y contemplamos unas lindas vistas desde un sector más elevado. Había un gran edificio que llamaba la atención en una esquina, donde entraban algunos jóvenes. Nos acercamos para comprobar que era una universidad. Pasamos por el Cementerio, que albergaba los restos de distintas personalidades checas. Al único lugar de pago que entramos fue la Iglesia de San Pedro y San Pablo. Con la entrada (50 CZK) nos dieron una hoja informativa en español que había que devolver al terminar la visita. El interior de la iglesia era muy bonito, sobre todo, las pinturas, los vitrales y los finos detalles decorativos de las paredes y los techos. La Sala Gorlice (60 CZK) era un espacio subterráneo donde se exhibían seis esculturas originales del Puente de Carlos, y se visitaba conjuntamente con las casamatas. Lamentablemente desconocíamos esa información en ese momento, así que no entramos, pero nos hubiese gustado hacer esa visita. En el Sótano Gótico (50 CZK) había una exposición permanente sobre la historia de Vyšehrad, pero pasamos de largo. En la Galería Vyšehrad (20 CZK) se hacían exposiciones de arte moderno. No nos llamaba mucho la atención, así que no entramos. Cerca de la Galería había algunos miradores; nos acercamos a ellos para apreciar unas lindas vistas del río Moldava y la ciudad. Nos sentamos un rato en los jardines, donde había cuatro grupos de estatuas que (después supimos) representaban personajes de la historia y la leyenda checas. En Vyšehrad estuvimos dos horas. Nos pareció un lugar recomendable si tienen tiempo libre en Praga, porque la visita puede llevar medio día, en especial si entran a todos los edificios. Nosotros no pudimos sacar el mayor provecho del lugar como hubiésemos querido porque no fuimos "preparados", con lo cual desconocíamos los distintos atractivos de la zona. Salimos del recinto por el extremo opuesto al que entramos, a través de la inmensa Puerta de los Ladrillos. Pasamos por el restaurante U Kroka, del que habíamos leído buenas opiniones, pero seguimos de largo porque sabíamos que a esas horas no servían comida, a lo sumo se podía entrar a tomar algo. Decidimos volver a pie, bordeando el Moldava. Nos detuvimos a sacar fotos de la Casa Danzante, un edificio con un estilo arquitectónico muy peculiar. Al parecer, adentro había oficinas, tiendas, una galería y un restaurante con una vista panorámica. El Teatro Nacional ya se veía a lo lejos, fácilmente reconocible por su techo de color dorado. Cruzamos el Puente de las Legiones y nos dirigimos al restaurante Ferdinanda, en Malá Strana, uno de los recomendados en el foro. Pasaba un poco desapercibido porque no era un local a la calle, sino que estaba ubicado en una especie de galería. El restaurante estaba instalado en un sótano como si fuera una cueva, lo que le daba un toque especial al ambiente. Eran las 13:00 pm y por suerte encontramos mesa enseguida. Los precios eran accesibles; las porciones, normales y la comida estaba bien, pero lo cierto es que no nos pareció nada del otro mundo. El servicio fue un poco lento, pese a que el lugar no estaba lleno de gente. Pedimos un bife de cerdo con roquefort y guarnición de papas al horno y un plato de goulash con pan que incluía una cerveza. Algunas personas habían pedido codillo y la porción se veía abundante; nosotros sin entrada nos quedamos con hambre. Con dos bebidas y propina pagamos 540 CZK (21 euros). Aprovechamos que estábamos casi en frente de la Iglesia del niño Jesús de Praga para volver a entrar y ver al niño Jesús. Nos iríamos de Praga sin verlo, porque seguía tapado. A continuación, visitamos los Jardines Vrtba. El acceso era por la calle Karmelitská, a metros de la iglesia. La entrada costaba 69 CZK por persona y entregaban un folleto en español. Adentro había una sala decorada con frescos, un aviario, una serie de terrazas escalonadas, y la parte más alta del lugar ofrecía unas lindas vistas del barrio de Malá Strana. Los jardines, una hermosura… pero en otra época del año, como verano o plena primavera. No tuvimos la suerte de verlos en su máximo esplendor (ni siquiera las fuentes tenían agua), así que, salvo por las vistas, los hubiésemos pasado por alto. A las 15:00 pm fuimos al Monte Petřín, decididos a subir en el funicular con los dos billetes que habíamos comprado a la mañana, pero nos llevamos la sorpresa de que no funcionaba y estaba “cerrado por mantenimiento”, según indicaba un cartel en la puerta de lo que sería la taquilla. No sabíamos si era solo por ese día o por tiempo prolongado, aunque tiempo después, leyendo el foro, nos enteramos de que iba a estar en funcionamiento recién a fin de mes. No tuvimos otra opción que enfrentar la subida andando, lo que podía costar más o menos según el estado físico de cada uno. En lo alto se alzaba la torre de Petřín, copia libre de la Torre Eiffel de París, pero a una escala claramente menor. Al ver gente subiendo y bajando por unas escaleras que parecían eternas (299 escalones, para ser exactos), y después del cansancio por haber subido a pie por el monte, decidimos usar el ascensor para acceder al mirador. Sacamos las entradas en la planta baja de la torre, donde también había un bar. El ticket costaba 150 CZK por persona y se pagaba un extra de 60 CZK por usar el ascensor (incluía la subida y bajada, pero se podía optar por subir en ascensor y bajar por escalera, por ejemplo. Nosotros subimos y bajamos en ascensor). Las vistas desde la cima eran impresionantes. Vimos el Monasterio de Strahov, cuya visita nos quedó pendiente. Y también el Teatro Nacional. En la zona donde estaba la torre también se encontraban la Iglesia de San Lorenzo (izquierda) y el Laberinto de Espejos (derecha), que tenía un costo de 90 CZK y no visitamos. Emprendimos el regreso cuesta abajo, que fue mucho más sencillo que a la ida. La visita al Monte Petřín nos llevó una hora y media y la recomendamos si les queda tiempo libre en la ciudad y si el clima acompaña, por supuesto. Debemos reconocer que el monte estaba cubierto de vegetación y para contemplar las vistas era necesario subir a la torre, de lo contrario, no se podía apreciar nada. Pasamos por el impactante Monumento a las Víctimas del Comunismo, un conjunto de estatuas de bronce que iban desapareciendo por partes a medida que pasaban de un escalón a otro. Justo en frente había una heladería, Angelato, y pese a que el clima no era tan propicio para tomar algo frío, nos tentamos. El lugar estaba muy concurrido, pero la atención fue rápida. A diferencia de lo que estábamos acostumbrados, primero se elegía el helado, luego lo servían y, por último, se pagaba. No había mucha variedad de sabores, pero los que probamos estaban muy ricos. Pedimos dos vasos con cuatro bochas cada uno y en total gastamos 230 CZK. Tomamos el tranvía 22 hasta Malostranská para conocer la calle más estrecha de Praga. En realidad, podríamos haber ido caminando, porque por lo general las distancias en la ciudad eran cortas, pero queríamos “reciclar” los billetes que habíamos comprado para el funicular de Petřín. Los validamos al subir al tranvía en unas máquinas que había adentro. La calle más estrecha de Praga era tan angosta que había un semáforo para peatones en cada uno de los extremos, de manera tal que las personas pasaran en una sola dirección por turnos. Al otro lado había un restaurante. No era más que una atracción para turistas, pero nos divertimos un rato. Cruzamos por última vez el Puente de Carlos, y nos detuvimos en la estatua de San Juan Nepomuceno. Según se dice, los que tocan al perro que aparece en el recuadro inferior izquierdo vuelven a Praga. Mito o realidad, por las dudas, lo tocamos. Pasamos por la Plaza de la Ciudad Vieja y deambulamos por los alrededores por dos razones: necesitábamos usar las coronas checas que nos quedaban y teníamos que comprar souvenirs. Volvimos a Manufaktura a buscar más productos cosméticos, compramos una taza con un diseño original en uno de los puestos del Mercado de Pascua de la Plaza (que, si bien la habíamos visto en otros lugares, en el Mercado era más económica) y conseguimos los típicos souvenirs (imanes, jarras de cerveza, monumentos en miniatura) en las tiendas cercanas (miramos en varios sitios porque había diferencia de precios). Para tener en cuenta: a metros de la Plaza de la Ciudad Vieja, en una esquina, había un local llamado Blue Praha que tenía productos muy bonitos, vendían cristal de Bohemia y artículos de decoración para el hogar. Los precios eran algo elevados, pero se notaba que la calidad era buena. Solo entramos a mirar. El granate checo nos pareció caro y no lo compramos. Había infinidad de lugares que lo vendían; era cuestión de comparar precios y fijarse en lugares serios y recomendables para no caer en imitaciones. Después de haber hecho las compras, y ya entrada la noche, volvimos a la carnicería Nase Maso, donde pedimos tres hamburguesas con queso (205 CZK cada una) para llevar. Cenamos tranquilos en el hotel, y una vez terminamos de acomodar todo, nos fuimos a dormir. Mañana abandonaríamos la ciudad rumbo a tierras alemanas. Etapas 13 a 15, total 24
Viernes 6 de abril de 2018: Postdamerplatz + Tiergarten + Columna de la Victoria + Iglesia memorial del Kaiser Wilhelm + Kurfürstendamm
Nos levantamos y bajamos a desayunar. A las 9:00 am hicimos el check-out y pagamos la estadía, ya que, en el caso de este hotel, la reserva que habíamos hecho por Internet solo abarcaba la primera noche y el resto se abonaba al final. Caminamos hasta la estación central, Praha Hlavní Nádraží, y nos quedamos esperando a que en los carteles se anunciara la plataforma por la que saldría el tren EuroCity 174 con destino a Berlín. Llevábamos impresos los billetes que habíamos comprado por Internet en el sitio web de la empresa checa CD.CZ tres meses antes. Al igual que cuando habíamos llegado a Praga, nos sorprendió ver gente que se acercaba a los viajeros con el fin de agarrar su equipaje y ofrecerse a llevarlo a cambio de dinero. La plataforma 3 apareció en pantalla unos 20 minutos antes de que el tren llegara a la estación. Como de costumbre, tratamos de subir al tren con tiempo para asegurarnos el espacio en el portaequipajes. Esta vez viajábamos en primera clase, porque a la hora de comprar los billetes no había mucha diferencia de precio entre primera y segunda clase. La reserva de asiento era optativa; nosotros la compramos por un suplemento. Por eso, arriba de nuestros asientos había una pantalla que marcaba el tramo reservado ("Praha hl.n. – Beriln Hbf”), mientras que, en los asientos sin reserva, la pantalla estaba vacía. Los asientos eran cómodos y estaban distantes unos de otros, lo que dejaba un espacio razonable para poder estirar las piernas sin problemas. En el portaequipajes más cercano a nuestra ubicación (en uno de los extremos del vagón) había espacio suficiente para dejar nuestras valijas/maletas grandes, pero una tercera del mismo tamaño ya no entraba. Desconocemos si en el otro extremo del vagón había un portaequipajes con más espacio. El tren tenía wi-fi, conector USB y hasta regalaban una botellita de agua a cada pasajero. Por algún motivo, relacionamos el conector USB con un adaptador universal que habíamos traído y que veníamos usando para cargar las cámaras y los celulares. Al tratar de encontrarlo sin éxito en nuestras mochilas, nos dimos cuenta de que nos lo habíamos olvidado en la habitación del hotel de Praga. Google nos ayudó a descubrir que en la estación de trenes de Berlín había un local, Media Market, donde podíamos encontrar un nuevo adaptador. El tren salió a las 10:21 am y, después de 4:20 hs de viaje, llegó a Berlín a las 14:41 pm, tal como estaba previsto. Durante el trayecto pasaron revisores dos veces para controlar los billetes y no hubo control de pasaportes. La estación central de trenes, Berlin Hauptbahnof, era inmensa. De hecho, es considerada la estación ferroviaria de paso más grande de la Unión Europea. En primer lugar, buscamos el Media Market. El local era grande y lo encontramos enseguida. Sin embargo, los pocos adaptadores que estaban a la venta no nos convencieron, así que nos fuimos con las manos vacías. Por suerte, teníamos otro adaptador que pudimos usar el resto del viaje. En segundo lugar, nos dirigimos a una oficina de información turística para comprar dos Berlin Welcome Card de 5 días, zonas ABC (a 41,50 EUR por persona), con las que podíamos usar el transporte público en forma ilimitada. Más que una tarjeta, la BWC era un billete de transporte que venía acompañado por un pequeño libro en varios idiomas (entre ellos, español) que incluía un mapa de la ciudad y en el que se detallaban todos los descuentos, ya sea en atracciones, museos o restaurantes. Para viajar, había que validarla (es decir, insertarla en la ranura de una pequeña máquina) solamente una vez, al subir al primer medio de transporte. Para obtener los descuentos, había que mostrarla una vez validada. En Berlín había distintos abonos o tarjetas; a la hora de hacer cuentas, nos convenía más la Berlin Welcome Card zonas ABC de 5 días (41, 50 EUR) que la Berlin City Tour Card zonas ABC de 5 días (37,90 EUR), el abono de transporte de 7 días (37,50 EUR) o varios abonos de 24 hs, uno para cada día (7 EUR para zonas AB; 7,70 EUR para zonas ABC), porque hicimos la diferencia con los descuentos de las distintas visitas. Obviamente, mientras más se usa la BWC, más se amortiza. El siguiente paso, o desafío, era llegar al hotel: para eso, teníamos que tomar el tren S7 hasta la estación Friedrichstraße y luego el metro U6 hasta U Stadtmitte. Eran tantas las plataformas desde donde salían los trenes que, en vez de perder tiempo para tratar de encontrar la correcta, fuimos a una de las oficinas de la Deutsche Bahn (DB, empresa ferroviaria alemana) a preguntar. Antes de subir al tren, validamos la BWC en una de estas máquinas que había en los andenes de la estación: Veníamos bien acarreando nuestras valijas/maletas en las estaciones de transporte público hasta que llegamos a la estación del metro U6: allí, los ascensores estaban fuera de servicio y teníamos que usar las escaleras. Hasta ese momento no habíamos tenido tal inconveniente, porque siempre usábamos una escalera mecánica o un ascensor. Un señor nos vio y muy amablemente se ofreció a llevar una de nuestras valijas por las escaleras, ayuda que no rechazamos. Tardamos un poco en ubicarnos cuando salimos de la estación de metro U Stadtmitte, pero finalmente llegamos al hotel, que quedaba a muy pocas cuadras. A las 16:00 pm hicimos el check-in en el Gat Point Charlie que, como era de suponerse, estaba ubicado a metros del paso fronterizo CheckPoint Charlie. El personal en recepción fue muy amable y hablaban español. Nuestra habitación (302) estaba en el tercer piso. Era amplia, tenía televisor, un armario, caja de seguridad, un escritorio con una silla y un baño sencillo y funcional. El wi-fi funcionaba muy bien. Justo al lado del hotel había un restaurante de comida asiática, al que también se podía acceder desde la recepción. No contratamos desayuno (12 EUR por día), pero en los alrededores había varias opciones para desayunar. Ofrecían un servicio de alquiler de bicicletas, algo que nos llamó la atención durante nuestra estadía, porque al parecer no solo en Ámsterdam veríamos multitud de personas andando sobre dos ruedas. El Gat Point Charlie nos pareció muy recomendable, no solo por la relación precio-calidad, sino también por la ubicación, ya que estaba cerca de algunas estaciones de metro y se podía llegar caminando a distintos puntos de interés (por ejemplo, la Puerta de Brandeburgo estaba a 15 minutos a pie). Dejamos nuestras cosas y salimos para aprovechar lo que quedaba del día. El hotel estaba justo en frente de una plaza, la Bethlehemkirchplatz, donde había dos esculturas muy curiosas: una llamada “Memorias Urbanas” (izquierda), perteneciente al artista español Juan Garaizabal, y la otra titulada “Houseball” (derecha), de la pareja de artistas Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen. Caminamos en dirección a Postdamer Platz, donde vimos el semáforo más antiguo de Europa: Luego atravesamos el Tiergarten, el parque principal de Berlín. El terreno era inmenso, lástima que el paisaje quedaba opacado por la gran cantidad de árboles que aún no tenían su color verde. Después de un agradable paseo, llegamos a la Columna de la Victoria. En realidad, llegamos era un decir, porque para alcanzar la base había que cruzar un paso subterráneo: Para entrar a la Columna de la Victoria pagamos 3 EUR cada uno. Visitamos una exposición de maquetas de distintos edificios del mundo que había abajo y a continuación, tras subir una angosta escalera de caracol con 285 escalones, llegamos al mirador panorámico, desde donde contemplamos unas bonitas vistas: Para llegar a nuestro siguiente destino, la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm, tomamos el bus 100 en una de las avenidas cercanas y en menos de diez minutos estábamos en la zona. Esta Iglesia fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y hoy en día sus restos y las construcciones aledañas conforman un memorial. Los berlineses apodaron "muela picada" a la iglesia en ruinas. A la torre de al lado (construida como campanario) la llamaron "el lápiz labial" y actualmente es una tienda de souvenirs. El otro edificio que formaba parte del memorial, la Iglesia Nueva, fue apodado "la polvera". El interior, lleno de cristales azules, era precioso y muy llamativo. Entramos a la Iglesia, donde había una exposición de fotos y paneles explicativos acerca de su historia. Las dos fotos que más nos impactaron fueron aquellas relativas al edificio antes de los bombardeos (izquierda) y después de los bombardeos, entre 1943 y 1945 (derecha): Esta visita nos pareció una de las tantas que definitivamente no hay que perderse si están de paso por Berlín. Antes de caer la noche, dimos un breve paseo por la Avenida Kurfürstendamm (coloquialmente llamada Ku’ Damm), una de las calles más transitadas de la ciudad, llena de tiendas y restaurantes. Pasamos por enfrente del gran centro comercial KaDeWe, acrónimo de Kaufhaus des Westens, e hicimos compras en H&m y Uniqlo. Desde allí nos tomamos el metro U2 hasta la estación Mohrenstrabe, pasamos por el hotel a dejar las bolsas y salimos a cenar. El lugar elegido fue el restaurante Maximilians, ubicado a cinco minutos a pie de nuestro alojamiento. Habíamos hecho una reserva, pero llegamos más tarde, a las 22:00 pm, y había bastante lugar. La atención fue cordial, pero el servicio, un poco lento. Los precios eran acordes y la comida era rica y abundante. De entrada, pedimos un mix de salchichas con ensalada y, como platos principales, cerdo a la napolitana con papas y bife de cerdo con huevo frito y ensalada de papa. Con dos bebidas (una de ellas, cerveza) y propina incluida, pagamos 50 EUR. Una hora después, volvimos al hotel a dormir. Etapas 13 a 15, total 24
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