Domingo 25 de marzo de 2018
El vuelo salió puntual y después de unas largas trece horas llegó a Ámsterdam (Holanda) a las 11:00 am, hora local. Teníamos una escala de 3:25 hs por delante, así que aprovechamos para recorrer el aeropuerto y hacer unas compras en el Duty Free, donde encontramos determinados productos con mejores precios que en Ezeiza.
Tras pasar los controles, llegamos a la puerta de embarque correspondiente y ya solo nos quedaba esperar el vuelo de KLM 1977 con destino Budapest, programado para las 14:25 pm.
El embarque se demoró cerca de media hora porque, según anunciaron por altavoz, el avión estaba lleno y eventualmente habría exceso de equipaje en la cabina, con lo cual pedían voluntarios para que facturaran su equipaje de mano sin costo y así poder liberar espacio. No sabemos si alguien se ofreció o si las personas que lo hicieron no fueron suficientes, porque al rato pasó una empleada a mirar el equipaje de todos los pasajeros por si había alguna pieza que se podía llevar a la bodega.
Por este inconveniente finalmente llegamos a Budapest a las 16:45 pm. Después de recoger el equipaje, fuimos al mostrador “Ticket and Passes” para comprar 2 tiras de 10 billetes sencillos (3000 HUF cada tira) y 2 billetes para el bus 100E (900 HUF c/u), que nos llevaría directo desde el aeropuerto hasta Kálvin tér, una de las dos paradas de su recorrido y la más cercana a nuestro hotel. Pagamos con tarjeta.
Salimos del aeropuerto y, ni bien giramos a la derecha, nos encontramos con las paradas de los buses, donde también había máquinas para comprar los billetes. En ese preciso instante, por razones que aún desconozco, me confundí el bus 100E (shuttle) con el 200E (bus urbano) y, ni bien llegó este último, nos subimos. Por las dudas, le preguntamos al conductor si el bus llegaba a Kálvin tér y nos dijo que sí (extraño, porque al final no era tan así). También le mostramos los billetes (que eran del otro bus, el 100E) y nos hizo señas de que estaban bien, así que los validamos, es decir, los introdujimos en la ranura de una pequeña máquina naranja hasta que escuchamos un sonido y luego los sacamos. En cada billete quedó impresa la hora y una serie de números. Una pasajera, que habrá escuchado la conversación con el conductor, nos explicó muy amablemente que con el 200E teníamos que llegar hasta la última parada (Kobanya-Kispest) y luego tomar el metro M3 hasta Kálvin tér. El billete del 100E nos servía en este bus, pero en definitiva terminamos pagando más por un trayecto que salía mucho menos y que encima iba a implicar un trasbordo. Por suerte, con ambos medios de transporte llegábamos al mismo destino.
Después de 25 minutos de viaje, bajamos en la última parada y seguimos a la gente en busca de la estación del metro. La pasajera que nos había ayudado antes se ofreció a acompañarnos, y tanto ella como nosotros nos enteramos de que la línea M3 estaba obras y que, en reemplazo, circulaban unos colectivos que hacían el mismo recorrido que el metro. Nos despedimos y subimos al bus “M3”, que tras media hora de viaje nos dejó en Kálvin tér, y desde ahí caminamos escasos metros hasta el hotel. Por las dudas, quería aclarar que viajábamos con dos valijas/maletas grandes (de las que cargan 28 Kg) y en ambos buses había espacio suficiente para llevarlas.
Esta es una muestra de los billetes; el de arriba pertenece al shuttle (100E) y el de abajo corresponde a la tira de 10, que usamos en el bus “M3” y sirve para un trayecto en cualquier medio de transporte (excepto el shuttle). Los billetes se insertan en la máquina del lado de la cuadrícula con los números, y la numeración que luego queda impresa indica que el billete está validado:

Pasadas las 18:00 hs llegamos al Ibis Budapest Centrum, ubicado en la calle Ráday. Si bien ya teníamos paga la estadía, tuvimos que abonar un impuesto municipal (1540 HUF). Aceptaban efectivo y tarjeta, nosotros optamos por esta última.
El hotel está cerca del Mercado Central y la peatonal Vaci Utca, a 15 minutos andando de la Gran Sinagoga y el Café New York, a media cuadra de la estación de metro Kalvin tér (líneas 3 y 4, esta última llega a la estación de trenes Keleti) y a 10 minutos de la estación de Metro Astoria (línea 2). El personal de recepción es muy amable, pero no hablan español. El wi-fi es gratuito y funcionaba bien.
Nuestra habitación era sencilla, tenía televisor, un armario, un escritorio con una silla y un baño pequeño pero funcional. Las almohadas no eran cómodas, pero cedíamos por el cansancio.

Para el resto de la tarde habíamos planificado un paseo por la orilla del Danubio para entrar en contacto con la ciudad, pero después de tantas horas de viaje terminamos agotados y preferimos quedarnos a descansar.
A las 20:00 pm salimos a cenar al Puder Barszinhaz, uno de los tantos restaurantes de la calle Ráday, con la particularidad de que este quedaba al lado de nuestro hotel. El ambiente llamaba la atención, estaba decorado al estilo de un bar en ruinas. De entrada, pedimos sopa goulash y ensalada de queso azul, y como platos principales, pato con puré y salsa de vino tinto y pato confitado con risotto de hongos. Con una bebida grande y la propina (que el mozo nos indicó que no estaba incluida en la cuenta) pagamos 11500 HUF (36 euros). La comida era sabrosa y las porciones, acordes. Nos pareció un buen lugar para comer.



Volvimos al hotel a dormir, que el día siguiente empezaba muy temprano.