![]() ![]() El hechizo de Venecia ✏️ Blogs of Italy
EL HECHIZO DE VENECIAAuthor: Lwrence Input Date: ⭐ Points: 3 (4 Votes) Index for Blog: El hechizo de Venecia
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EL HECHIZO DE VENECIA
A través de la ventana del avión, la imagen que veo de Venecia, no se parece en nada a la que mi imaginación se empeña en mostrarme. Desde la península italiana, una fina hilera, una carretera, que parece que flote sobre el agua, enlaza tierra firme, con una isla, con un puñado de islas, que desde la altitud parecen una de sola. Pongo los pies en el aeropuerto y no veo rastro de agua, ni de canales, ni tampoco oigo ecos de alguna serenata surcando el aire. Segunda desilusión: el autobús no funciona y debo llegar a Venecia ciudad en taxi. Cruzo pequeños pueblos, coches y más coches me acompañan, hasta que al fin llego a flotar sobre el mar, dentro de un minúsculo taxi. A ambos lados, el mar; de frente, al fin, la ciudad. Algo no concuerda. Llego a una plaza llena de coches, de atascos, de taxis recogiendo pasajeros y no veo por ningún lado el más mínimo canal. ¿Me habré equivocado de ciudad? Pongo por primera vez mi pie en la antigua republica de Venecia y me dirijo a mi hotel, un antiguo monasterio, donde las escaleras conservan la magia del lugar, y mi habitación da a un pequeño claustro, que hace vecindad con un enorme aparcamiento para coches. Por suerte, frente al hotel, un pequeño canal me deja ver que el agua rodea el hotel. Me alejo de la plaza, de los autos y de la ciudad moderna, para adentrarme, para perderme en los más de 400 puentes que hay en la ciudad, y trato de fotografiar en mi memoria los más de 100 canales que hay por toda la ciudad. Mis ojos no dan respiro a mi memoria, y en cada esquina me parece que encuentro la foto del día, del año, del siglo…. Intentando alejarme de las decenas de personas que como yo buscan la instantánea perfecta, sigo subiendo y bajando escaleras, subiendo y bajando puentes….ropa tendida en lo alto de las casas, ondeando encima de los canales como estandartes de la vida… pequeños palacios decrépitos con paredes descorchadas se reflejan en el agua… un gondolero cruza por debajo del puente, y un aroma extraño con fragancias de mar, me envuelve. Llego al gran canal. Y me despierto de un sueño, para volver a caer en otro mayor. Vaporettos surcando el canal en un vaivén interminable; góndolas amarradas en unos palos que emergen del agua, y algunos taxis acuáticos atascan la gran autovia marítima de esta ciudad….pero debo subir a uno de ellos, para poder contemplar desde el agua todos los restos de un pasado extraordinario. El agua entra en los bajos de algunas casas, mientras las luces de los primeros pisos se abren al mismo tiempo que el sol se va. Cae la noche sobre la ciudad, y sin saber porque me abrazo a mi chica… estoy en la ciudad del amor… ¿o no? No tengo tiempo de descansar demasiado, pues aunque cierro los ojos, la mezcla de cansancio y excitación me mantiene en una especie de semi letargo. Con los segundos rayos de sol, pues en Venecia amanece muy temprano, nos dirigimos hacia la Pescheria, la lonja de pescado construida en los albores del siglo XX, y donde los habitantes de la ciudad, se mezclan con los cientos de turistas que contemplamos como los mariscos siguen moviendo sus patas, y unas gambas de color chocolate están amontonadas al lado de unas gigantescas doradas. Al lado del mercado del pescado, el de las frutas y verduras, y entre todos ellos el sonido italiano de la vida diaria. Las calles cercanas al mercado nos acercan al bullicio turístico del puente de Rialto. Cruzarlo por debajo, en un vaporetto tiene una magia especial, pero surcarlo por arriba, peleándose por el espacio entre los cientos de turistas que lo abarrotan, es poco menos que agobiante. Aun así, contemplar ambos lados del canal, desde un puente de piedra construido hace mas de 450 años es magnifico. Seguimos caminando por las calles de Venecia, sin rumbo fijo, pero si con un destino. La mejor manera de descubrir Venecia es perderse en ella. Cada esquina, cada puente, cada travesía, esconde una belleza superior a la anterior. Merece la pena detenerse en la esquina sin nombre, en el puente mas estrecho y sencillamente, dejar pasar el tiempo. Perderse por Venecia, para encontrarla. Llegamos al punto más cosmopolita de toda la ciudad. La plaza San Marco. El salón más bello de Europa. Así la bautizo Napoleón. Y contemplarla desde el lado opuesto al mar, observando la basílica y las torres al fondo, es una imagen de las que no se olvidan. De todas las leyendas e historias que se cuentan de la basílica, me quedo con la que decía que todas las naves que atracaran en Venecia, tenían que traer una donación para la iglesia. Su interior es precioso. Sus techos cubiertos de mosaicos, de bellísimos y brillantes mosaicos, la cámara del tesoro, sus atrios, la Pala D’Oro, una tabla de imágenes bizantinas de incalculable valor, y sus caballos….los caballos de San Marcos…. Contemplamos la plaza desde la altura, al lado de los caballos de bronce, y como en un sueño, cabalgamos sobre ellos para ir hacia el extremo más oriental de la ciudad: el barrio de Santa Elena. Quien no ha visitado este barrio, no puede decir que ha estado en Venecia. La tranquilidad de sus calles, el colorido de sus edificios, y sobre todo la sensación de estar caminando por la autentica vida diaria de la ciudad. Puestos de frutas dentro de una gran góndola, un mercado callejero con nosotros como únicos turistas, un bautizo en una pequeña iglesia, y unos chicos jugando al fútbol en un campo al lado del agua. Aquello era mágico dentro un gran hechizo… el hechizo de Venecia. Fuimos abandonando Santa Elena, bordeando la muralla del castillo, para llegar al Arsenal, astilleros que llegaron a ser los mayores del mundo. Un alto en el camino, una cerveza contemplando los imponentes leones que custodian su entrada y de nuevo el regreso a perdernos en la ciudad. Dejamos que nuestros pasos nos llevaran a donde la vista nos alcanzaba: cruzamos más puentes, vimos más iglesias, unas abiertas y la mayoría cerradas, en las que únicamente podíamos saborear la magnitud de sus fachadas… y como por arte de magia, un suspiro de cansancio nos llevó a otro suspiro. El del puente de los suspiros. Abarrotado de personas contemplándolo desde otro puente, y abarrotado de góndolas que lo surcaban. El ambiente romántico nos llevo por calles sin salida, por puentes que no llevaban a ninguna parte y con máscaras que nos acompañaban en los cientos de puestos callejeros que emergían de la nada. Descansamos en cualquier lugar de una belleza exquisita, ¿Cuál?... Cualquiera….uno más de los lugares que vimos, y detrás nuestro, con el canal de San Marco en nuestra espalda, la torre con el león alado, nos indicaba que volvíamos a estar en el centro de la ciudad… en el centro de nuestro mundo. El palacio Ducale, símbolo del poder Veneciano, resplandecía con los últimos rayos de sol en su fachada. De nuevo anochecía, y una multitud muy elegante, tremendamente elegante, circulaba en la misma dirección. Casi sin querer, los empezamos a seguir, ¿o es que quizás nuestros pies ya andaban solos?.... para llegar al Teatro de la Fenice…. Pudimos por unos instantes asomar nuestras cabezas por sus salones, sus lámparas y por todo el esplendor que irradiaba un pequeño teatro, completamente rodeado de agua. Cenar al lado de la Fenice, era un caro capricho que Venecia nos pedía a gritos que hiciéramos. Pero aún nos faltaban estereotipos que cumplir en la ciudad del amor…. Un café nocturno, un caro café acompañado de música en la plaza San Marco, en una decoración encandiladora….el café Florian. Si por dentro, su decoración te transporta al siglo XVII, por fuera, los precios te despiertan de golpe en el siglo XXI…aun así, sentarse por unos minutos, alargando la consumicion al máximo, mientras se escucha música, o porque no, se baila, es un placer, que aunque caro, merece la pena….el aire, la poca brisa que circula te transmite aromas de mar, de sal, y de colonia….los perfumes de todas las mujeres elegantemente vestidas que están sentadas a nuestro alrededor. No se los puentes que crucé, ni tampoco las esquinas que no ví, pero aun así, la última mañana en Venecia, me seguía aportando sorpresas en mi mirada….y como era domingo, la mayoría de iglesias abiertas me invitaban a entrar….la de la Madonna dell’Orto, la de San Marziale, la de Santa Maria Formosa…. la de…..daba igual….todas con su encanto… e incluso con los restos de alguna santa que se muestran protegidos con una mampara de vidrio…. Pero no se puede dejar Venecia, sin recorrerla en una góndola….con los más de 400 gondoleros que surcan están calles, se hace difícil decidirse por uno, y si no, lo mejor es esperar que ellos te aborden; y aunque su precio sea caro,…pasear por los canales mas pequeños, observando los edificios desde el agua, con el silencio tan solo roto por los avisos entre gondoleros en los cruces, y del brazo de la mujer amada, es una sensación, que porque no decirlo, hizo que se me humedecieran los ojos. Venecia tiene una magia, un encanto que no se encuentra en ningún otro lugar. Quizás porque cada uno de nosotros, lleva una pequeña Venecia consigo. Unos pequeños canales llamados días, que desembocan en un gran canal llamado Vida. Recorrerlos junto a la persona que mas queremos, es mágico. Si Venecia fué mágica, fué porque la recorrí con ella 📊 Statistics of Travelogue ⭐ 3 (4 Votos)
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