Hacemos el check-out del hotel bien prontito y vamos a la estación de tren de Mestre.
Los trenes hacia Venecia son muy frecuentes, el trayecto es muy corto, unos 10 minutos, y muy económico (1’50€).

En este caso, los compramos directamente en las máquinas de la estación, que aceptan tarjetas de crédito.
Una vez en Venecia dejamos las mochilas en el depósito de equipaje que está dentro de la estación.

Pagando anticipadamente, cada persona debe abonar 5€ en ciertas fechas al año entre abril y julio, siempre y cuando el turista no pernocte en la ciudad.
Si se compra el mismo día, cuesta 10€.

Nosotros no madrugamos tanto

Decidimos acercarnos a la Piazza San Marco antes de que llegue la marabunta de turistas.

Tomamos un vaporetto justo enfrente de la estación.
El billete sencillo se compra en unas casetas que están ahí mismo. Vale 9’50€ y permite viajar durante 75 minutos.
El vaporetto es el ferry público que recorre el Gran Canal. A velocidad de paseo podemos contemplar las grandiosas fachadas de los palazzos venecianos.
Tardamos media hora en llegar a la piazza San Marco.
La protagonista indiscutible es la Basílica de San Marco.
La entrada cuesta 3€ y aunque la cola para acceder es un poco larga, se avanza muy rápidamente y enseguida estamos dentro.
Esta joya bizantina es impresionante de admirar tanto por fuera como por dentro.

Admiramos, esta vez sólo por fuera, ya entramos hace unos años, el Palazzo Ducale, de estilo gótico.
Y seguidamente nos disponemos a hacer nuestro pasatiempo favorito en Venecia, perdernos por las calles de los barrios de San Marco, Castello y Cannaregio (el que queda más al norte).
En Venecia uno no se pierde por elección, es inevitable.

Intentando huir de las calles más comerciales, buscamos los canales, los puentes y los callejones más pintorescos.
Encontramos en el barrio de Castello una osteria con una tranquila terraza y un menú de precio aceptable.
El menú del día cuesta 18€ y una cerveza, 6’50€. A parte, hay que sumarle un 12% de servicio. Así que entre los dos nos cuesta 55€.
En un momento dado de nuestro deambular azaroso, llegamos al Ponte Vecchio, que cruzamos para contemplar la otra orilla del canal, damos una breve vuelta por el barrio de San Polo, que nos parece menos pintoresco, y volvemos a cruzar.
Seguimos nuestro paseo hasta que regresamos a nuestra estación de tren.
A las 4 de la tarde tomamos el tren.

Nosotros hace unos años tuvimos la oportunidad de estar 4 días enteros, que es el tiempo que recomendamos para una visita al completo.

Por si a alguien le resulta de interés, comparto aquí el enlace al diario de ese viaje.
Prosigo, nos dirigimos hacia Padua.
El billete cuesta 5€ y lo hemos comprado con antelación a través de la web de Trenitalia.

En una media horita estamos en Padua.
Nos alojaremos durante dos noches en el Hotel Europa, entre la estación y el centro de la ciudad. Las distancias no son tan grandes como para no poder ir siempre caminando a todas partes.

La habitación doble nos cuesta 130€ la noche, con un generoso desayuno incluído.
Por un despiste inusual en nosotros, no hemos comprado el pase de turista Urbs Picta Card con suficiente antelación, y diez días antes, ya estaban agotados.


Nos pareció que salía muy a cuenta si se quería visitar la capilla y otras iglesias y oratorios.
Por suerte, aunque hoy es festivo (1 de mayo), y prácticamente toda Italia está cerrada, hoy la Capilla Scrovegni sí abre, y hemos podido comprar los billetes individuales a un precio reducido de 10€.

De normal vale 16€ porque también incluye la entrada a un museo y un palazzo.
Así que a la hora indicada vamos a la entrada de los Musei Civici que es desde dónde se accede a la capilla.
Por grupos muy reducidos, unas 20 personas, se entra primero en una sala donde un audiovisual nos cuenta lo delicados que son los frescos de la capilla, y que el estricto control de la humedad ambiental obliga a controlar el aforo.
También nos hace una introducción del maravilloso arte que contemplaremos una vez dentro.
Es muy útil para ver los detalles de las ilustraciones, porque una vez dentro, la visita no durará más de 15 minutos, que no será suficiente para apreciar todo.

Ha llegado el momento que llevamos esperando durante meses, entramos a la capilla, aunque de reducidas dimensiones, una de las joyas más grandes del proto-renacimiento.

Todos los frescos son obra del genial pintor Giotto di Bondone, que ilustra con una expresividad insólita en la época, varias escenas de la vida de la Virgen y de la vida de Jesús.
La construcción y decoración de la capilla son un encargo del señor Scrovegni, un banquero y usurero del siglo XIV, que, aterrado por la idea de que al dedicarse a un negocio pecaminoso su destino sería el infierno, mandó construir esta ofrenda a Nuestro Señor.
En la pared de la puerta de la entrada está representado el Juicio Final, con el mecenas arrodillado ante tres vírgenes, mientras que muy cerca, los pecadores sufren crueles torturas en el infierno.
Todo el ciclo de frescos está maravillosamente conservado y restaurado, los colores son vibrantes y se aprecian con asombrosa definición todos los detalles.

Algunas de mis escenas favoritas son la lamentación de Cristo, por sus desconsolados angelitos que lloran, gritan, y se estremecen de pena y dolor.
O Jesús expulsando a los mercaderes del templo. Para ser el hijo de Dios, ¡vaya temperamento tiene!

El beso de Judas es otra de las escenas icónicas. Se consigue una sensación de profundidad en la multitud, con las lanzas del fondo apuntando en todas direcciones.
Sin la intención de eternizarme, finalizo la narración de la capilla aquí, solo apuntando que verla en directo ha sido un sueño hecho realidad.

Son las seis de la tarde así que vamos a dar una vueltecita por el centro de Padua. Nos dirigimos hacia la concurrida Piazza delle Erbe.
Una plaza peatonal rodeada por altos soportales renacentistas en la que en el centro se encuentra el Palazzo della Ragione, monumento importante que no visitaremos por falta de tiempo. (Por cierto, la entrada cuesta 8€ pero también está incluído en la Urbs Picta Pass).
Celebramos un día tan completo finalizándolo con un par de aperols y unos cicchetti (como los pinchos o tapas pero en versión Véneto).
