![]() ![]() 25 días por Colombia ✏️ Blogs of Colombia
Recorriendo lo mas interesante de ColombiaAuthor: Apuertas Input Date: ⭐ Points: 4.7 (18 Votes) Index for Blog: 25 días por Colombia
Journeys 4 to 6, Total 6
Nos habíamos pasado 9 horas metidos en un autobús cruzando varias cordilleras, así que cuando llegamos a Santa Marta a las 7 am, teníamos el mismo regocijo que Colon cuando avisto tierra. Habíamos tenido una noche bastante movidita con tormentas eléctrica y lluvias de considerable trascendencia, y a eso había que unirle la velocidad a la que conducía el chofer, así como la temperatura con la que viajamos, que se asemejaba mas a una cámara de carne de merca Madrid que a un autobús.
En cuanto entramos a la estación me aseé un poco y llamamos a María de la agencia Turcol para que viniesen a buscarnos. Los varios intentos fueron fallidos, pues en ambos celulares no hubo respuesta, en el teléfono fijo tampoco. En ese momento se me pasó por la cabeza la posibilidad de que nos dejaran allí tirados, pero fue un pensamiento fugaz que descarté en seguida. Para hacer tiempo nos fuimos a desayunar y llamamos más tarde. Por fin encontramos una respuesta, aunque sonaba como si no nos estuviesen esperando, ni supieran de qué le estábamos hablando, finalmente arreglamos que pasarían a buscarnos a las 8 am. El plan del día era demoledor, después de 9 horas metidos en el bus, iríamos a la agencia a dejar parte del equipaje y desde allí iniciaríamos la ruta que nos llevaría durante 6 días cruzando las montañas de Sierra Nevada de Santa Marta camino de la Ciudad Perdida. Vinieron a buscarnos en chiva 1 para llevarnos hasta la agencia, que se encontraba bastante céntrica y donde recogeríamos otros 4 viajeros. 1 Todo terreno típico de bastante colorido y más años aún. La hora de salida estaba prevista para las 9 am, pero por problemas con uno de los turistas israelí, finalmente salimos sobre las 10 am, hacia lo que sería la zona de partida del trekking, la región del Mamey, una de las entradas del Parque Nacional de Sierra Nevada de Santa Marta. Nos metimos en la Chiva, una pareja de americanos, el israelí, el guía, el cocinero y nosotros dos. Tres horas más tarde estábamos entrando en la región del Mamey en la zona conocida como Machete Pelao y desde donde se iniciaría la caminata. Aquí comimos unos sándwiches en la estación y comenzamos los aproximadamente 42 km que nos distaban hasta la Ciudad Perdida, atravesando uno de los macizos mas aislados de Colombia, que domina el Caribe por el Norte, una cuenca pantanosa del oeste y todo ello coronado por los picos Simón Bolívar y el Pico Cristóbal Colón, ambos de 5.775 m, los mas altos del país. Machete Pelao era el punto de partida de todas las agencias, así que estaba lleno de turistas que subían y otros tantos que venían de regreso, en su gran mayoría americanos ávidos de aventuras. La primera etapa del camino era bastante sencilla, era una especie de “autopista” de tierra por la que se ascendía en todo momento. En esta etapa se ascendía desde los 100 msnm hasta los 520 msnm, donde se situaba nuestra primera estación. En total el desnivel acumulado de todo el trekking seria de unos 1.120 metros, con una inclinación media de 30º a 40º, lo que convertía el camino, en un destroza gemelos, con una humedad media relativa del 75%. Lo más complicado de las 3 horas de caminata hasta alcanzar nuestro lugar de pernoctación, era el peso que tenias que llevar entre equipaje y agua. La estación Honduras no era otra cosa que un barracón abierto con una especie de cocina y baño, donde se instalaban las hamacas y los mosquiteros, pero disponía de un habitáculo social que contaba con TV, bebidas frías y hasta una mesa de billar, y con un cartel donde rezaba “señores cuando seacueste el primer turista, no mas buchacara ni mas tele”, que venía a ser algo así como que se acababa la fiesta. El lugar resultaba pintoresco, resultaba curioso encontrar esas comodidades a tantos kilómetros de la civilización y situado en mitad de la nada. ![]() ![]() Desde luego este trekking no era apto ni para escrupulosos ni remilgados, pues la falta de higiene era visible por todos lados. Los aseos eran unos barracones que contaban con un wáter y un cubo con un cazo que hacía las veces de cisterna y la ducha se situaba en el margen izquierdo del río, desde donde se había instalado una especie de tubería que funcionaba como ducha. ![]() Giorg nuestro cocinero, empezó a preparar la cena, mientras el resto nos íbamos metiendo en el río y en sus pozas naturales para refrescarnos y asearnos. Al cabo de un rato volvimos al campamento donde alrededor de la mesa, nuestro guía local Edwing Rey nos contaba el proceso de fabricación de la coca y de todo el entramado que conlleva, desde sus plantaciones, pasando por el raspachin 1 hasta su colocación en el mercado, del papel de la guerrilla y de lo que suponía para el país este negocio. También nos contó anécdotas sobre la planta del borrachero, o como se conoce en Europa, la burundanga, y los efectos que causa en el cuerpo humano. 1 Término que se usa para definir al que recolecta las hojas de coca, es el peón mas bajo dentro del escalafón. Después de cenar un riquísimo pollo con arroz y verduras hecho en la lumbre, nos fuimos a descansar a nuestros chinchorros, 1 apenas eran las 20 horas, pero el día había sido muy largo. Sentí como me dormí antes de poner los pies en la hamaca, hacía bastante fresquito así que me envolví en el saco-sábana de seda que llevaba y usé la manta que nos dieron como almohada y así me quedé profundamente dormida pese a los ruidos. No sé qué hora sería cuando empezó a llover de forma demoledora, pues retumbaba en la chapa del cobertizo y parecía como si estuvieran lanzando piedras de gran tamaño. Apenas si podía distinguir si estaba soñando o llovía realmente, así que tuve que hacer un gran esfuerzo para salir de la hamaca y comprobar que tanto la mochila como la ropa se habían quedado a cubierto, las botas las había colgado en el techo lejos de los bichos, así que todo estaba seco. Volví a quedarme profundamente dormida hasta que me despertó de nuevo los aullidos de un animal que no lograba distinguir, era un gato, que aullaba como si lo estuvieran escaldando, solo buscaba refugio de la 1 Hamaca lluvia, pero Edwing le lanzó un zapato haciéndolo volar por los aires. Parecía que ya nada interrumpiría de nuevo nuestros sueños. A las 5:45 Giorg se levantó a prepararnos el desayuno y poco a poco nos fuimos levantando y recogiendo el campamento con los primeros rayos de sol. Los gringos se marcharon a una especie de tour donde explicaban el proceso de elaboración de la coca, típica americanada, mientras nosotros nos quedamos secando la ropa al fuego. A las 9 am salimos camino de la segunda estación, la caminata esta vez seria de unas 4 horas, lo cual no era mucho para un día completo, pero teniendo en cuenta el estado de mi pie, casi lo agradecí. Esta vez el sendero era más selvático y estaba salpicado de varios poblados indígenas como los Kogi y los Tayronas, así como de varios lugareños en sus quehaceres diarios. ![]() Pasamos por un asentamiento indígena denominado Mutanji que estaba compuesto por varias cabañas de una misma familia. ![]() ![]() La única forma que tienen de diferenciar los niños de las niñas, es que a las niñas nada mas nacer se les coloca una serie de collares de colores, de este modo se diferencian (la segunda desde la izquierda es una niña, el resto son niños). ![]() Para los Koguis al igual que todos los indígenas de Sudamérica, el cultivo de la coca obedece más a una tradición ancestral, cargada de simbología. El acto de masticar coca es una rutina diaria. El indígena masca las hojas lentamente para liberar así el alcaloide, que consigue mediante la mezcla de cal y las hojas de la coca. La cal la consiguen machando conchas de mar hasta reducirlas a polvo y la mezclan con la hoja. Esta mezcla se realiza en el Poporo, que es una especie de mortero realizado en calabaza, este proceso se denomina manbear. Mediante una varita humedecida por saliva, e introducida en el poporo, hace que la cal se pegue a esta, liberando así el alcaloide. Tan solo los hombres pueden masticar coca y sólo las mujeres cultivarla y recogerla. Para los koguis este ritual, lo consideran como su mujer, su conocimiento, y el acto de estar sacando cal del poporo lo identifican como simbólico del coito. ![]() Continuamos la marcha hasta otro asentamiento, esta vez más grande, denominado Arsario y que se usaban sólo cuando había reuniones o asambleas, el resto del tiempo estaban deshabitadas y sus propietarios se desplazaban desde lugares más remotos para tales eventos img714.imageshack.us/ ...arsari.jpg ![]() ![]() ![]() Tras el almuerzo nos fuimos de nuevo al río, Francis se quedó tirado en una piedra, mientras yo me dediqué a subir por lo que sería el camino que seguiríamos al día siguiente y que prometía ser agotador, más salvaje y mas emocionante. Después de caminar un rato volví a subir río arriba trepando entre piedras de gran tamaño.Sobre las 17 horas volvimos al campamento, que ya se encontraba bastante animado, pues había llegado otro grupo de turistas y se agolpaban alrededor de las literas intentando coger los mejores sitios. El personal de apoyo se encontraba alrededor del fuego, cocinando o bien aprendiendo ingles y Kogui, como Julio nuestro porteador y pinche, que se entretenía con los niños Koguis que deambulaban por el campamento.Como éramos muchos en el campamento, la cena se retrasó más de lo normal. Terminada la cena me fui a dormir, y a pesar de que mi litera se encontraba a escasos 3 metros de un motor que hacía de generador eléctrico para el campamento, caí profundamente en los brazos de Morfeo. A las 6 am ya había medio campamento en pie, debíamos ser como unos 30 o 35 incluidos los guías, cocineros y ayudantes. La mayoría de los guías no pasaban de los 20 años, y carecían de la experiencia necesaria para guiar a grupos, puesto que solían ser ex guerrilleros o ex paramilitares que el gobierno de Uribe había obligado a contratar a las empresas turísticas de la zona, para darles una forma de vida diferente. También había muchos raspachines entre ellos como Julio. Aunque buena gente, se les notaba demasiado introvertidos y faltos de experiencia. Afortunadamente para nosotros Edwing aunque no contaba con estudios, si contaba con una dilatada experiencia de más de 15 años y tenia muchas tablas para tratar con la gente, no en vano había sido el guía durante el último secuestro de turistas extranjeros que se produjo en 2003 y que duró másde 100 días, donde tuvieron que caminar más de 400 km por las selvas, en la misma ruta que estábamos haciendo nosotros, aunque el pudo huir y salir airoso del asunto. Recogimos todas nuestras pertenencias y emprendimos el camino a eso de las 9 am, dirección la última estación. Aunque habíamos contratado el tour para 6 días, finalmente de mutuo acuerdo con los gringos y el guía, lo haríamos en 5 días, eso no beneficiaba nada a mi pie, pero al menos tendríamos un día más para hacer otras cosas, eso conllevaría que el último día haríamos el descenso que habíamos realizado en 2 días. El camino hacia la última estación era cuanto menos curioso, pues había que pasar por una pared de piedra de bastante inclinación, cruzar el río en varias ocasiones, ascender montañas para luego bajarlas nuevamente y así sucesivamente hasta llegar a la última estación. Pero el día no comenzó con buen pie, pues a escasos 100 metros del campamento justo cuando cruzábamos la pared rocosa, Francis perdió su cámara barranco abajo hacia el río. Yo iba delante y me había entretenido sacando unas fotos a unas mariposas y una ranita, cuando oí que Francis me gritaba, así que me giré y volví sobre mis pasos a ver que había pasado. Afortunadamente se había quedado enganchada en un junco así que 5 minutos más tarde cuando llegó Edwing fue a buscar a Julio que en un abrir y cerrar de ojos bajó y rescató lo que quedaba de ella. Para el tremendo golpe que había sufrido, los daños eran menores, había perdido el protector del objetivo y el zoom no funcionaba, pero al menos seguía haciendo fotos y había recuperado las que llevaba hasta entonces. Continuamos el ascenso cruzando el río que afortunadamente en esta época del año no llevaba mucha agua, apenas si me llegaba a la rodilla. ![]() ![]() Nos tropezamos con una casa-molino en el camino, que los indígenas usaban para recolectar los frutos que habían plantado en aquellas tierras. Los Koguis eran nómadas e iban desplazándose por los diferentes cultivos que tenían por toda la sierra, emplazando casas para recoger las siembras. A partir de aquí el camino descendía entre bosque y amplios valles y todo el trayecto estaba salpicado de pequeñas cabañitas aisladas de indígenas. ![]() ![]() Sobre las 13 horas estábamos llegando por fin al último refugio, Campamento Romualdo que era un chamizo improvisado, de hecho, era parte del campamento de una productora de cine que había estado hacia unos meses rodando un documental para la BBC sobre el río Buritaca y la Ciudad Perdida. Hacía tan sólo un mes, el campamento base para visitar Ciudad Perdida, se encontraba a escasos metros de la misma, pero el gobierno lo acababa de prohibir para intentar conservar lo máximo posible el entorno y por motivos de seguridad, así que el campamento en el que nos encontrábamos estaba aun a una hora de Ciudad Perdida y estaba a medio hacer, con obreros cortando árboles, agrandando las instalaciones y con barracones improvisados. Aquel campamento era demasiado pequeño para la cantidad de visitantes que había, debíamos ser unos 40, y nos agolpábamos por pillar los mejores lugares para pernoctar. Afortunadamente el guía en estas situaciones, juega un papel importantísimo y nosotros llevábamos al perro viejo que mas sabía, así que nos procuró una tienda de campaña bastante grande para los 4. ![]() ![]() Pronto descubrimos que además de pequeño y escaso de servicios, aquel campamento estaba mal construido. Esta zona de la sierra era una de las zonas de Colombia con mayor pluviometría, así que la evacuación de la acumulación de agua era un factor determinante, que evidentemente no tuvieron en cuenta, no en vano en la Sierra Nevada de Santa Marta se presentan todos los climas de la Tierra, exceptuando el desértico. Mientras el personal preparaba el almuerzo, nosotros acomodábamos nuestras cosas donde podíamos, y esperábamos impacientes la comida, mientras veíamos como llovía de forma intermitente. Tras el almuerzo y en un momento en que dejo de llover, nos fuimos a dar un paseo por las inmediaciones, sin alejarnos mucho pues el cielo amenazaba tormenta. Mientras Francis se tumbaba en una piedra como un lagarto, yo me dedique a ascender montaña arriba caminando dentro del río, hasta que encontré los famosos 1.200 peldaños de piedra que dan acceso a la Ciudad Perdida. Regresamos al campamento sobre las 17 horas donde ya se encontraban preparando la cena. La comida que nos proporcionaban era bastante básica, debido a la dificultad del transporte, así que los desayunos eran principalmente café o chocolate con sándwiches de queso tostados o arepas de queso, con huevos perico 1, y los almuerzos y cenas, variaban con sopas o bien un plato combinado de carne, arroz, frijoles y verdura. Cenamos todos juntos a la luz delas velas mientras seguía lloviendo. La gran mayoría eran de habla inglesa y cada uno contaba sus lugares de origines, sus anécdotas del viaje y sus planes de visita del país, que por lo general casi todo coincidíamos, pues eran las únicas zonas transitables, nosotros éramos los que mas nos diferenciábamos del resto. Nos fuimos pronto a la cama pues no había mucho que hacer y la noche se presentaba movidita. La tienda de campaña aunque grande era bastante incómoda pues dormías prácticamente en el suelo, así que fue una noche muy larga para todos. A las 6 de la mañana comenzamos a escuchar los primeros ruidos en el campamento, eran los cocinillas que se levantaron a preparar el desayuno, así que empezamos a desperezarnos y recoger las cosas. Dejaríamos el equipaje en la tienda de campaña y lo recogeríamos a la vuelta para emprender de nuevo el descenso hasta Machete Pelao, nuestro punto de partida. Había estado lloviendo toda la noche y continuaba lloviendo, así que la subida estaría pasada por agua. Desayunamos arepas de queso y carne, y a pesar de la lluvia a las 7 am comenzamos el ascenso río arriba. Como había que subir la mitad del camino através del río, decidí dejar las botas de montaña en el campamento. Tardaríamos una hora en subir los 1.200 peldaños de piedras resbaladizas y alcanzar los 1.200 metros en los que se situaba la Ciudad Perdida de los Tayronas. Esta sierra se encontraba habitada desde épocas remotas, pero no fue hasta la era de Cristo, cuando el pueblo de los Tayrona, de origen meso-americano que se expresaba en chibcha, se estableció aquí. Los Teyunas o Tayronas, no conocían la escritura, ni el uso de la rueda o la explotación de los animales. Sin embargo, habían ejercido la agricultura a gran escala y eso les permitía obtener excesos de producción que cambiaban por otros bienes. Vivían en asentamientos formados por cabañas de adobe, que eran comúnmente construidas sobre bases circulares delimitadas por muros de contención de piedra. Teyuna en lengua chibcha significa origen de los pueblos de la Tierra, pero el nombre popular de este importante yacimiento arqueológico es Ciudad Perdida, por lo recóndito del lugar donde se encontró y lo que costo descubrirla. Teyuna permaneció, en efecto, abandonada y olvidada durante unos 375 años, hasta la fecha de su descubrimiento en 1973. A veces se le llama también Buritaca 200, en referencia al número de lugares arqueológicos descubiertos en el área de la Sierra Nevada de Santa Marta. Después de las incursiones de los españoles en la zona costera de Santa Marta, a partir de 1525, los Tayrona se adentraron cada vez más en la Sierra Nevada y probablemente se refugiaron en Teyuna alrededor de 1540. En el valle del río Buritaca, en una zona comprendida entre los 500 y los 2.000 metros de altitud, fueron encontrados 32 centros urbanos. Teyuna, cuyas estructuras de piedra se encuentran a una altura comprendida entre los 900 y los 1.200 metros de altitud, era el centro principal de la totalidad del valle y cumplía un rol espiritual y comercial. Probablemente en cada terraza estaban construidas 2 cabañas. Se puede estimar, por tanto, que la población total de Teyuna comprendía las 1.500 personas, por un total de 280 cabañas. Los Tayrona decidieron, con el paso del tiempo, modificar el terreno, empinado y accidentado, para obtener superficies planas aptas para la construcción de sus unidades residenciales. Algunos muros Tayrona tienen una altura de hasta 9 metros y además de contener las terrazas, sirven para marcar los caminos, canalizar los flujos de agua y evitar la erosión de las montañas. La forma de las terrazas varía según la ubicación y probablemente según el uso al cual estaban destinadas. Aquellas situadas a más altura son ovales, mientras que las otras son en su mayoría semicirculares o circulares. Su extensión varía desde los 50 hasta los 880 metros cuadrados. A partir de 1970 algunos guaqueros 1 comenzaron a espoliar y a enriquecerse con el oro sepultado en las tumbas indígenas. Los saqueos continuación hasta que en 1976 llegaron los arqueólogos Gilberto Cadavid y Luisa Fernanda Herrera de Turbay, el arquitecto y escritor Bernardo Valderrama Andrade y los guías locales -antiguos guaqueros- ‘El Negro’ Rodríguez y Francisco Rey, casualmente padre de nuestro guía Edwing. La subida de los 1.200 peldaños se hace literalmente cuesta arriba y casi a gatas, debido a la pendiente del terreno y a lo resbaladizo del suelo. Sobre las 8 am llegamos por fin a la primera terraza. 1 Huevos revueltos con tomate y cebolla ![]() ![]() 1 Saqueadores de tesoros Seguimos el ascenso por las decenas de caminos de piedra, hasta subir a la terraza principal que se encontraba custodiada por decenas de soldados del ejército colombiano. Ya no llueve y las vistas de los alrededores desde esta altura son realmente impresionantes, aunque esta nublado podemos ver a lo lejos la costa. ![]() En la actualidad apenas si hay unos 2 km cuadrados excavados, el resto se encuentra paralizado principalmente por el consejo de indígenas del lugar que no quieren más presencia de turismo en la zona. Este año marcara un antes y un después en Ciudad Perdida, pues el gobierno ha decidido dotarla de mayores infraestructuras, así como modificar los antiguos caminos realizados por los Tayronas en piedra natural y sustituirlos por caminos anchos y llanos para una mayor afluencia de turistas, perdiendo así el encanto que tiene en la actualidad. El gobierno emplea a los indígenas para realizar este tipo de trabajos, haciendo que estos hagan cada vez menos sus actividades tradicionales, ya apenas si cultivan, producen cerámica y en muchos casos han renunciado totalmente a sus tradiciones ancestrales. Para poder cortejar a su pareja, los Tayronas pasan 3 años de su vida trabajando para ella, si al final de este periodo ella da el visto bueno, entonces se produce el matrimonio y será ella quien trabaje para él, cultivando la coca para que mastique, la siembra, etc. mientras ellos se dedican a la recolección y al cultivo. En una sociedad donde se requiere de cierto poder físico para poder moverse con soltura por los terrenos escarpados, los nacimientos de niños con deformidades, mongólicos o con algún tipo de anomalía no tienen cabida, así que cuando estos se producen, les quitan la vida mediante bebidas envenenadas, al igual que si a lo largo de su vida adulta sufren algún tipo de amputación. Tras 3 horas dando vueltas por todas las terrazas, comenzamos el descenso hacia el campamento situado 300 metros más abajo, cruzando de nuevo el río hasta la base. ![]() ![]() A las 11:30 llegamos al campamento donde nos estaban preparando unos sándwiches antes de comenzar el descenso. Nos esperaban unas 3 horas de caminata entre piedras y barro hasta llegar de nuevo a casa Gabriel. Descendimos hasta un valle abierto donde nos encontramos unos niños koguis que nos ofrecieron plátanos a cambio de unas galletas que llevaba Edwing para la ocasión. Repusimos fuerzas y continuamos el camino. ![]() ![]() Sobre las 15 horas llegamos al refugio de las literas donde pasaríamos la noche antes de descender hasta donde nos esperaba el jeep. Acomodamos nuestras cosas y nos dirigimos al río para bañarnos. En mitad del camino hay restos de haber cortado madera así que sin darme cuenta, me clavo una astilla que me atraviesa la chancla hasta el dedo del pie, afortunadamente parece que no era ni demasiado grande ni muy profunda. Volvemos para la cena y nos acostamos pronto, la jornada del día siguiente será complicada, tendremos que caminar unas 7 horas para llegar sobre las 2 pm a Machete Pelao. Como habíamos ganado un día acortando la excursión, la idea es pasar la noche dentro del Parque Nacional Tayrona y dormir en una hamaca a la orilla del mar, para el lunes regresar a Santa Marta. A las 4 de la mañana algunos de los cocineros ya estaban en pie, así que me desperté y aunque aún quedaban 2 horas para levantarse, era incapaz de volver a conciliar el sueño por el insoportable dolor de pie, tobillo y rodilla que tenía, parecía como si me hubiesen amputado las piernas y recién estuviese despertando de la anestesia. El esguince se había complicado más aún debido a numerosas torceduras en el camino, así que tenía de nuevo tenia un derrame que me ocupaba todo el empeine del pie. Para colmo se me había infectado la astilla que me había clavado el día anterior, así que tenia el dedo gordo del pie con bastante mal aspecto y apenas si podía rozarlo. Me levanté como pude y me dirigí hacia el río, allí con ayuda de un imperdible me pinché el dedo sacando toda la pus y dejando la herida lo más limpia posible rociándolo con una solución desinfectante, metí el pie en el agua del río que parecía que le hubiesen puesto cubitos de hielo y lo dejé allí unos minutos para bajar la inflamación. Volví al campamento y me tumbé con los pies en alto mientras me tomaba algo contra el dolor. A las 6 am vino Edwing a darme los buenos días mientras el resto de turistas ya organizaban sus equipajes. Después del desayuno nos pusimos en marcha, esta vez haríamos 2 jornadas en una, así que casi todos comenzaron el descenso a un ritmo frenético salvo yo, que no podía seguirles el ritmo. En apenas 15 minutos me quedé sola en el camino, pues mi ritmo estaba bastante por debajo del grupo y tampoco quería forzar más la maquinaria, aún quedaban más de 15 días de viaje por delante. Disfrutaba del silencio y de los ruidos de la selva, y los paisajes de verde frondoso a lo lejos te hacían sentir que eras el único habitante de la tierra. Pasé por cultivos de café, verdes prados, selvas tropicales húmedas, bosque bajo, cultivos de coca y un sin fin de paisajes. La primera parte del camino era en subida y se hizo difícil debido a que todo el camino estaba anegado de barro de la lluvia del día anterior, barro que se quedaba adherido a la suela de la bota cual pegamento, dificultando mas la caminata, y había que unirle los tremendos socavones que se habían formado por los regueros de la lluvia. Apenas si me crucé con un par de turistas y unos cuantos lugareños que portaban en sus mulas, los materiales necesarios para acometer las obras de mejora en el camino, pues el próximo mes el acceso a Ciudad Perdida quedaría cerrado a los turistas para poder realizar dichas mejoras, así que se hacía acopio de materiales. El gobierno había dispuesto que cada una de las 4 agencias autorizadas a la explotación de este trekking, realizara la mejora de un tramo concreto. Tras 3 horas de sofocante caminata a 35º, hicimos un pequeño alto en el camino donde pude descansar y refrescarme, allí estaba esperándome Edwing y Francis que charlaban con los lugareños, los 2 americanos habían seguido el camino. Cuando paraba el ardor de mis piernas se hacia presente, así que prefería no parar durante demasiado tiempo. Una vez recuperado el aliento e hidratados continuamos el descenso que nos mantendría en camino un par de horas más. Por fin a las 12 am estábamos llegando a Machete Pelao donde nos esperaba nuestro jeep, para llevarnos de nuevo a la civilización, pero antes tendríamos un más que merecido almuerzo. El trekking a Ciudad Perdida había durado 5 días, así que ese día de mas que habíamos ganado lo emplearíamos en pasar el día en la playa de Arrecife. La idea de pasar otra noche durmiendo en una hamaca después de los 5 días anteriores, no me atraía demasiado, pero si me apetecía un día tranquilo de playa. La Chiva de Turcol nos dejó justo en la entrada del parque donde pagamos la entrada al recinto y agarramos una buseta que nos dejaría en el centro del parque. La buseta iba completa hasta la bandera de turistas extranjeros que tenían el mismo plan que nosotros, pasar allí una noche. Sobre las 15:30 el bus nos dejó en el centro del parque y comenzamos a caminar dirección Arrecife, íbamos un americano, un sueco y nosotros y nos costó encontrar el camino hasta la playa, a pesar de las indicaciones, que eran bastante confusas. La línea costera del Parque estaba formada por numerosas bahías conectadas entre si. Agarramos el camino dirección Arrecife, pasando primero por bahía Cañaveral hasta que nos vimos atrapados por unos manglares y una montaña que nos impedía el paso, así que tuvimos que retroceder sobre nuestros pasos. Preguntamos en unos ecos Lodge que había ubicados sobre una montaña y aquí nos pusieron en el camino correcto. ![]() Cuando encontramos el camino correcto, había un cartel que indicaba que aún quedaban 45 minutos hasta bahía Arrecife, se me vino el mundo encima, pues tenía los pies destrozados y ya llevábamos caminando más de 8 horas, aunque igualmente no había forma de retroceder. Comenzamos a caminar y aunque al principio el camino parecía sencillo, pronto se convertiría en un barrizal lleno de rocas, pendientes y centímetros cúbicos de barro, bosta de decenas de caballos que usaban los turistas para moverse por el parque y un sinfín de calamidades mas. No teníamos alojamiento contratado y nos cruzábamos con decenas de turistas que salían de la playa antes de cerrar el parque, así que sobre las 16:30 estábamos llegando justo a la bahía. Buscamos un alojamiento lo más cercano posible a la playa. El sitio en cuestión era una especie de camping llamado “El Paraíso” que tenía bastante buena pinta, con chamizos esparcidos de varios tamaños, mucho verde donde acampar y un restaurante. ![]() Arrecife era una bahía cubierta de manglares hasta casi la orilla, una playa paradisíaca donde curiosamente estaba prohibido el baño por las aguas tan bravas que tenía, y pudimos dar fe de ello en cuanto llegamos, ya que las olas superaban los 3 metros. Estábamos tan cansados y sedientos que nos fuimos directamente al bar a tomar algo, aquí contratamos las hamacas para pasar aquella noche y mientras hacíamos tiempo para cenar, se desató una tormenta descomunal. Permanecimos en la terraza en silencio durante horas, observando como llovía y como los propietarios de las tiendas de campaña corrían a desmontarlas, mientras la lluvia torrencial se las llevaba como barquitos de papel. Los animales que había por el camping también corrían a refugiarse de la lluvia mientras otros como una lora jugaba con el agua. El camping era un ir y venir de gentes recogiendo sus enseres y guardándolos bajo las cabañitas, llevaba lloviendo unas 2 horas y el agua ya acumulaba unos 40 cm. Sobre las 18:30 ordenamos algo para cenar, y como no había mucho que hacer por allí, en seguida nos fuimos hacia las hamacas a descansar. Nos habían colocado las hamacas tan juntas que se hacia complicado moverse sin patear al vecino, afortunadamente en nuestro lado de la cabaña estábamos solos, pero aun así era bastante incómodo moverse, además estaban mal ancladas y el cuerpo se quedaba medio torcido y fuera de la hamaca. Acomodamos las mochilas, las botas y demás enseres como pudimos y a las 20:30 nos metimos en la hamaca al igual que el resto de turistas, y es que no había parado de llover y el bar estaba cerrado. Las hamacas no tenían mosquitera, así que nos embadurnamos de antimosquitos y nos pusimos toda la ropa de manga larga de la que disponíamos, me tapé con el saco-sábana hasta la cabeza y rece por no estar muy suculenta para los mosquitos aquella noche. Hasta las 21:15 no se apagaron todas las luces del camping y fue entonces cuando intentamos dormir algo. Nos costaba conciliar el sueño en aquella hamaca tan incómoda pero finalmente el cansancio nos pudo. Apenas habían transcurrido 30 minutos cuando comenzó a escucharse el graznido de unos 6 cisnes de gran tamaño que revoloteaban por debajo de las hamacas picoteándonos el trasero y todo lo que encontraban a su paso. Parecía surrealista, no sabíamos de donde habían salido pero se marcharon despavoridos con la misma rapidez con la que habían aparecido, asustados por lo que en la oscuridad parecía el galope de “algo”. Cogí la linterna e intenté buscar en la oscuridad de donde salía el ruido y ¡allí estaba! ¡no daba crédito!, por un momento pensé que lo estaba soñando, pero no, el relinchar volvió a sonar esta vez mas cerca. Me incorporé de la hamaca y con la linterna conseguí encontrarlo, y allí estaba, era uno de los potros salvajes que habíamos visto cabalgar por la playa. Sobre las 12 de la noche el potro entró en nuestra cabañita y comenzó a olisquear todas las mochilas, cuando se cansó salió al campo a comer hierba fresca. Seguía lloviendo y el potro parecía estar feliz galopando alrededor de las cabañitas mientras relinchaba y mientras a lo lejos se oía a los cisnes gritando como posesos. Aquello más que un camping parecía un circo, pero como estaba tan cansada finalmente me venció de nuevo el sueño y me quedé dormida pensando que ya entendía porque el camping se llamaba “El Paraíso”, o era irónico o habían metido una pareja de animales de cada especie como Noe. Me despertaba a cada instante pues estaba intranquila por los ruidos y por nuestras cosas, al fin y al cabo estábamos durmiendo en la calle y tenía miedo de despertar y no encontrar nada, además sufríamos el acoso implacable de los mosquitos. A las 3 am me volví a despertar, esta vez se movía mi hamaca. Lo primero que pensé es que mi compañero me estaba pateando, así que no le di mucha importancia y cerré de nuevo los ojos. A los 14 segundos sentí que otra vez como alguien movía de nuevo la hamaca, y así insistentemente durante varias veces más, pero estaba tan cansada que no era capaz ni de abrir los ojos. Cuando el balanceo se tornó peligroso y estuve a punto de salirme de la hamaca, fue cuando abrí los ojos y ¡allí estaba! una sombra enorme mirándome apostada justo delante de mi hamaca, con forma de cabeza gigante. Lo primero que se te pasa por la cabeza cuando duermes a la intemperie dentro de un Parque Nacional en Colombia, es que te ataque el peor animal de la tierra: El Hombre. Así que pensé que era alguien de la guerrilla o los paramilitares que venían a secuestrarnos, robarnos, matarnos o violarnos y no precisamente en ese orden. Mientras yo pensaba todo eso, la sombra permanecía inmóvil allí mirándome. Cada vez oía más fuerte el latido de mi corazón, sin dejar de mirar al intruso. Entonces algo insólito me despertó de mi parálisis, ¡alguien me estaba chupando los pies!, en ese momento deslice mi mano hasta el bolsillo superior de mi chaqueta y encendí la linterna, y casi me da otro paro cardiaco, ¡allí estaba!, una mula blanca, la mula Francis chupándome los pies a través de la sabana, y la sombra no era otra cosa que un potro marrón que mecía mi hamaca con el hocico, mientras me miraba con los mismos ojos con los que me mira mi sobrina cuando me levanta de la siesta y me dice: “despierta que me aburro vamos a jugar” ¡estaba flipando! pero estaba tan cansada que creía que estaba soñando, pero no, allí estaban los 2 animales junto a mi hamaca. Me incorporé como pude mientras con la mano les azotaba en la grupa para que saliesen de la choza. Tardé bastante en conciliar el sueño de nuevo, pues el susto había dejado mi corazón a un ritmo que era incapaz de calmar. ![]() ![]() A las 6 am había tanta luz que era imposible dormir más. Nos sentíamos como si hubiésemos estado caminando toda la noche, ya no llovía tanto pero seguía lloviendo, hacia viento y bastante frío. Analizamos la situación y decidimos volver a la ciudad, no tenía mucho sentido pasar el día en una playa lloviendo y sin muchas cosas mas que hacer. Recogimos todas nuestras pertenencias y en ese momento recordé lo mal que estaba el camino que habíamos cogido para llegar hasta el camping, así que haciendo gala de mi espíritu aventurero decidí, en contra de la voluntad de Francis, volver cruzando por la línea costera hasta llegar al punto donde estaban los Eco Lodge por los que nos habíamos perdido el día anterior. Nos acercamos caminando hasta la playa de Arrecife en dirección a Playa Cañaveral, según el mapita que llevábamos, estaría del otro lado de un montículo al que nos estábamos acercando. ![]() ![]() Nos acercamos al final de la bahía que tendría unos 200 metros de longitud y vimos que había otro montículo mas, esta vez rocoso, con una especie de escalera en muy mal estado, así que nos refugiamos un momento de la lluvia entre dos rocas gigantes, y meditamos si darnos la vuelta o no, pero yo estaba empeñada en ver que había tras la bahía. En ese momento vimos unos trabajadores que venían por la playa hacia los Lodge, así que pensé que efectivamente había algún lugar de paso por el que podíamos cruzar. Bajamos por la escalera y llegamos a otra bahía más y al final de la misma una montaña rocosa bastante elevada. Subimos por un sendero y llegamos a un desfiladero de rocas enormes y bastante resbaladizas por las que, si nadie lo remediaba, tendríamos que bajar. El camino era bastante peligroso, no sólo porque el golpe seria de aupa, sino porque la marea estaba subiendo mucho y el mar estaba muy picado, con olas de más de 3 metros golpeando contra la roca. ![]() Eran las 8:40 am y estábamos solos, no había nadie mas esperando y a lo lejos se acercaban un par de motoristas que acababan de dejar a sus novias en uno de los bares del parque donde trabajaban. De repente vi que se quedaron justo enfrente y uno de ellos nos miraba y al final se me acercó y me dijo que hasta las 9:30 am no saldría la primera buseta, no sabía si era cierto o no, pero necesitaba una ducha urgente y ropa seca, así que antes de que Francis reaccionara yo ya estaba subida en la suzuki de aquel desconocido, el hizo lo propio con el otro motorista y salimos de allí a toda velocidad mientras seguía lloviznando. Cuando nos dejaron en la carretera principal, les di el mismo importe que nos había cobrado la buseta el día anterior, algo muy común en estos países, y ahí cogimos un bus dirección Santa marta, que se encontraba a unos 40 km de allí, lo que supondría 1 hora más de trayecto. Nada mas subir al bus caí profundamente dormida, habíamos decidido ir a la agencia de Turcol a recoger el equipaje que habíamos dejado antes del trekking y de ahí irnos a nuestro alojamiento a descansar. A las 10 am el bus nos dejó justo en el mercado central de Santa Marta, que se situaba en un cruce de calles atestadas de puestos y tiendas donde podías encontrar casi de todo, desde ropa hasta pescado, lápidas, comida etc. y era un ir y venir de gentes con un aspecto que daba miedo, aquello parecía mas un suburbio de favelas que una ciudad turística. Cogimos un taxi que nos dejo en la puerta de Turcol y fuimos a cambiar algo de dólares para posteriormente dirigimos hacia la bahía de Taganga. La Bahía de Taganga era un pintoresco pueblo de pescadores con restaurantes típicos, playas paradisíacas, montañas, zona desértica espinosa, fauna marina, aguas profundas y tranquilas y uno de los lugares más importantes de buceo del caribe colombiano, ubicado a tan sólo 10 minutos de Santa Marta. Era el lugar perfecto para descansar, y aquí pasaríamos los próximos 3 días. Llegamos a Casa Felipe que aunque no estaba a pie de playa, las instalaciones estaban muy bien, con todo tipo de servicios y económico y a tan solo 7 minutos caminando de la línea de mar. Nos registramos y nos fuimos directamente a la playa para aprovechar lo que nos quedaba de día, aquí brillaba un rol radiante. Sobre las 14 horas nos fuimos a un chiringuito que había justo al lado a degustar la famosa gastronomía de la zona, cuya especialidad tenia que ver con los productos de la mar. Nos fuimos a comer al Restaurante Las Olas, donde comimos unos riquísimos patacones 1 y un pulpo al ajillo delicioso y algo de marisco. 1 El patacón es una comida a base de trozos aplastados y fritos de plátano verde Después de comer volvimos a tumbarnos a la playa. El mar estaba transparente y cálido y corría una brisa fresca que de por sí te relajaba y te hacía olvidar todo el cansancio, y así después de unos baños refrescantes, volvimos al hotel. Descansamos un rato y volvimos al malecón a dar un paseo por el pueblo, era bastante pequeño y en su mayoría estaba lleno de turistas hippies y jóvenes que buscaban sol y playa, además de fiesta, aunque como era un poco temprano no había mucho ambiente. Nos sentamos en una terraza donde servían un poco de todo, pizzas, hamburguesas, comida típica, crepes etc., para cenar algo, pero habíamos comido tanto a medio día que no nos entraba ni el aire, así que nos pedimos un par de jugos naturales cada uno y eso fue todo lo que pudimos cenar antes de volver al hotel. Nos levantamos a las 7 am y aunque habíamos dormido muchas horas, no habíamos descansado del todo bien, pues las camas no tenían mosquiteras y nos habían acribillado los mosquitos a mordiscos. El plan de hoy era visitar Santa Marta Centro, Rodadero y Playa Blanca. Rodadero, es una playa ubicada en Santa Marta, y es el punto más visitado de la ciudad. Se encuentra a tan sólo 5 Km. del centro y esta playa representa un símbolo de la ciudad ya que es conocida a nivel nacional, como un balneario de excelente calidad y la zona más moderna con rascacielos, modernos hoteles, apartamentos y una amplia gama para el ocio. Playa Blanca en cambio, era una bahía a la que sólo se podía acceder en lancha, con una playa de arena blanca y cristalinas aguas. Cogimos la buseta hasta el centro de Santa Marta donde paseamos por la ciudad recorriendo sus calles de estilo colonial, sus plazas, iglesias, el museo del oro así como el malecón y algún que otro parque. ![]() ![]() Cogimos una buseta para ir a la Playa de Rodadero y llegamos sobre las 10 am. Aún no había mucha gente a pesar de los 32º de temperatura y un sol radiante. Rodadero era una playa de arena blanca bastante turística, así que nos tumbamos un rato al sol tomando una cerveza fresquita hasta las 12 am que decidimos ir a visitar Playa blanca y el acuario de Santa Marta, ambos con acceso sólo por mar. Supusimos que el acuario sería algo modesto y que no merecía la pena visitar, pero como iba incluido en el precio hacia Playa Blanca, decidimos visitarlo igualmente. Nos subimos en el primer bote que salía hacia el acuario y conforme nos íbamos acercando nos íbamos quedando más y más perplejos. El acuario no era otra cosa que un chamizo en medio de una cala desierta rodeado de desierto espinoso y con 4 animalitos con menos vida que Espinete, sin duda era uno de los más cutres que había visto en mi vida. ![]() ![]() En seguida nos fuimos al primer chiringuito que vimos, que era un barracón enorme de 2 plantas de madera, al más puro estilo caribeño a comer el mejor arroz con marisco que he probado en mi vida, por supuesto acompañado de patacones y pescado local, además en cantidades industriales y a un precio muy económico.Cuando terminamos de almorzar nos fuimos a la playa a tumbarnos un rato hasta las 16:30 que cogimos el bote de regreso al hotel, donde nos duchamos y salimos a cenar y a tomar algo. ![]() Teníamos un vuelo desde el aeropuerto de Santa Marta hacia Bogota a las 16 horas, así que para aprovechar la mañana nos fuimos temprano a conocer Playa Grande, que era otra bahía similar a las que ya habíamos visitado. Sobre las 12 volvimos al hotel a recoger nuestras cosas y coger un transporte hacia el aeropuerto. ![]() El aeropuerto de Santa Marta estaba a las afueras, dirección Baranquilla y era bastante modesto a pesar del tráfico internacional que tenía, sobre todo vuelos charter procedentes de USA y Canadá, a pesar de ello tenía los servicios básicos. Aunque el vuelo salio en hora, llegamos con retraso a Bogotá por congestión aérea, así que tuvimos que sobrevolar la ciudad durante unos minutos. Nada más llegar a Bogotá nos fuimos directos de nuevo a la Posada del Sol, donde dejamos las cosas y nos fuimos a cenar algo antes de que fuese más tarde. A la mañana siguiente madrugaríamos y empezaríamos así, la segunda etapa de nuestro viaje. Antes de acostarnos dejamos en la taquilla del hostal, parte del equipaje que no necesitaríamos para la siguiente etapa. Entre este equipaje se encontraban varios souvenirs que habíamos comprado, y dos machetes de unos 60 cm de longitud y numerosas estatuas talladas en piedra de los Tayronas. Nos habíamos acostado relativamente pronto pero sobre las 12 de la madrugada, el hostal parecía una plaza de toros en plena ebullición y es que había un grupo de Coreanos borrachos, armando bastante jaleo, este hostal estaba muy bien pero era bastante ruidoso por la noche. Después de salir en un par de ocasiones a llamarles la atención, por fin pudimos dormir. Journeys 4 to 6, Total 6
Nos levantamos a las 04:50 am ya que teníamos que coger el bus de las 6 am hacia Aipe, así que habíamos solicitado un taxi que vendría a buscarnos sobre las 05:15 am. Estábamos muy cansados los coreanos no nos dejaron dormir mucho.
En esta segunda etapa del viaje nos esperaban climas completamente diferentes. Atrás habíamos dejado las playas paradisíacas del Caribe y las selvas tropicales húmedas, y las cambiaríamos por desiertos, glaciares, frondosos valles y enormes plantaciones de cafetales. Nada mas llegar a la estación sacamos la boleta del bus de las 6 am con Coomotor, el trayecto tardaría unas 5 horas en un microbus, de dimensiones bastante reducidas. Afortunadamente dormí la mitad del viaje y la otra mitad iba disfrutando de los impresionantes paisajes que ofrecía la cordillera central colombiana. Casi llegando a destino volvimos a quedarnos dormidos, hasta que el conductor nos avisó de que ya habíamos llegado a Aipe. Aún medio dormidos y con los ojos pegados, salimos disparados del bus sin percatarnos exactamente donde nos encontrábamos, pero daba la impresión de que nos habían soltado en mitad de la nada. Preguntamos hacía donde teníamos que ir y avanzamos calle abajo. Aipe a pesar de ser un pueblito pequeño tenía bastante actividad a aquellas horas y parecía contar con bastantes comodidades y servicios. Atravesamos el pueblo y bajamos por un sendero de tierra dirección Villavieja que por lo que había leído, debía ser una pequeña aldea de apenas unas casas. Continuamos el sendero de tierra hasta cruzar un riachuelo por un puente de madera. Todo el trayecto que habíamos andado hasta ahora era verde y bastante denso de vegetación, así que estábamos un poco desorientados, pues se suponía que en esta jornada del viaje visitaríamos el Desierto de la Tatacoa, y allí no parecía haber un desierto en kilómetros. Volvimos a cruzar un riachuelo, esta vez por unos sacos de arena superpuestos sobre el agua, y seguimos avanzando por instinto por lo que parecía un pequeño sendero sobre verdes prados, hasta que llegamos a un río de palabras mayores. ![]() Se trataba del río Magdalena que discurría dividido en varios sectores, pero que presentaba una cantidad importante de agua y de corriente, no sabíamos bien como íbamos a cruzar aquel río, y ya estábamos contemplando la posibilidad de darnos la vuelta, cuando vimos una barca apostada en un costado bajo un árbol. El dueño de aquel artilugio flotante parecía el protagonista del cuento en el que te cruzaban el río a cambio de tu alma, lo habíamos despertado de la siesta, y la chaqueta en la cabeza no ayudaba nada. ![]() Seguíamos sin entender como era posible que cerca de allí hubiese un desierto, pero parecía que estábamos en el camino correcto pues el señor de la barca nos dio un contacto de alguien que hacia de forma particular tour por el desierto, un tal Gustavo. Cruzamos a Villavieja que a pesar de ser pequeñito era más grande de lo que habíamos imaginado, aunque a aquellas horas y con el calor infernal que caía no había mucha gente por la calle. Ni era época de visitas ni tampoco horas, pues eran las 11:45 am, así que 2 turistas por la zona, llamaban bastante la atención. Queríamos contactar con el guía local para organizar el tour para el día siguiente así que nada más entrar en el pueblo vimos a un señor en moto al que le preguntamos por un lugar de “Minutos” 1 para poder llamar al tal Gustavo. Y como dicen que el mundo es un pañuelo, este señor resultó ser su primo, así que el mismo lo llamó desde su celular y raudo y veloz Gustavo llegó en tan solo 10 minutos. Gustavo era un señor de unos 45 años curtido por el sol, que bien podía haber encarnado a la perfección el papel de Cocodrilo Dandee, llevaba el mismo tipo de sombrero y los mismos andares. Apareció en un Renault 12 del año 1979, todo un símbolo de resistencia. Nos dió un precio que nosotros negociamos a la baja y que no le quedó más remedio que aceptar, era una oportunidad que no podía desaprovechar, para nosotros estaba bien de precio y para el una fuente de ingresos extra muy importante. Nos explicó en qué consistía el Tour y que duraba unas 3 horas. Antes de que pudiéramos pensarlo siquiera, ya estábamos montados en el coche camino del desierto. Nadie en su sano juicio se iría a las 12 am al desierto, con un sol de justicia y después de una noche viajando, pero queríamos aprovechar el tiempo, y no parecía que hubiese más cosas que hacer aparte de visitar la Tatacoa. Me hubiese gustado al menos cambiarme de ropa, pero no había muchas opciones, metimos las mochilas en el maletero y tal cual íbamos con vaqueros, nos plantamos en el desierto y sin apenas agua. Según los expertos el desierto de la Tatacoa, es clasificado como un bosque seco semi-árido erosionado con presencia de enormes cactus, algodón de monte, arañas, escorpiones, águilas, varias especies de lagartos, comadrejas, vacas y gallinas; también, hierbas leguminosas y pastos. La temperatura promedio a la sombra es de 29º, aunque en un día de calor intenso se pueden llegar a alcanzar los 45º, yo juraría que escogimos este ultimo. El nombre del desierto se debe a que La Tatacoa, es el nombre de una serpiente Cascabel muy peligrosa y venenosa que habitaba por ese lugar, según los expertos hace años que no se ve una, y según cuentan han ido desapareciendo porque los lugareños le otorgaban a su veneno propiedades afrodisíacas. Hace millones de años esta tierra era bañada por un enorme océano azul en el cual habitan animales rarísimos, de echo existe una zona donde pueden verse fósiles. El desierto se ubica a escasos 38 kilómetros de Neiva, capital del Huila. Tiene una extensión de 330 kilómetros cuadrados los cuales abarcan una vasta zona entre el río Magdalena y varias quebradas de la región. El Desierto de la Tatacoa tiene dos colores característicos: ocre en el sector del Cusco con cactus de gran tamaño y gris en la zona de Los Hoyos, además cuenta con un museo Paleontológico y un observatorio astronómico. En tan sólo 20 minutos habíamos llegado al primer sector. 1 Gente particular que alquila sus móviles por minutos y te cobran una cantidad dependiendo del tiempo y el tipo de llamada, una práctica muy popular y extendida por toda Colombia. ![]() ![]() Una vez visitada la zona de Cusco nos dirigimos hacia el sector de los Hoyos, completamente diferente por sus colores grisáceos, el contraste era increíble, parecía mentira que pertenecieran al mismo desierto, era como un espejismo que bien podía ser producto de los mas de 40º que marcaba el termómetro, el calor era sofocante. ![]() En esta zona y perteneciente a una finca privada, nos acercamos a una piscina natural que manaba de filtraciones del río magdalena. ![]() Sobre las 15 horas estábamos entrando al museo paleontológico que se encontraba justo en la plaza de Villavieja, y donde explicaban brevemente la evolución de lo que fue aquella zona en el terciario. Echamos un vistazo a los restos fósiles de tortugas, y otra serie de animales marinos y terrestres con los que contaban, aunque modesto el museo era interesante. Nada más salir del museo, se terminaba el tour, así que cogeríamos una buseta dirección Neiva, compramos algo de bebida antes de subir a la buseta que afortunadamente estaba a punto de salir. El trayecto sería unos 45 minutos por carretera destapada. La idea era llegar a coger el bus de las 16:30 hacia a San Agustín, ganando así un día entero sobre el planning inicial y hacer de este nuestro próximo destino para los siguientes 2 días. Neiva era un pueblo bastante grande, capital del departamento del Huila, así que contaba con algunos edificios de estilo colonial y en general con muy buenas infraestructuras y una gran población. Después de atravesar toda la ciudad, nos dirigimos hacia el terminal de autobuses para coger el bus hacia San Agustín. El trayecto demoraría unas 5 horas, cruzando toda la cordillera central y oriental así como el valle del Magdalena. La buseta en cuestión era minúscula, no contaba con wc ni tenía aire acondicionado, tal y como nos había vendido el chofer de la empresa 10 minutos antes, pero esto era algo típico en estos países, así que el viaje prometía ser demoledor, además íbamos llenos hasta la bandera. Como de costumbre íbamos a una velocidad muy superior a la permitida y a la que los tramos de carretera inexistentes en muchas ocasiones, podían resistir, pero aun así volábamos sobre los valles. Los paisajes con el valle del Magdalena de fondo eran sobrecogedores, así que al menos me entretuvieron 2,5 horas del trayecto, el tiempo que permanecí despierta. Recorrimos un sinfín de pueblos donde íbamos recogiendo y dejando gentes y macutos. Llevaba sin ingerir nada desde las 6 am, así que estaba desfallecida, tanto que empecé a sentirme mareada, afortunadamente a una hora de San Agustín hicimos una parada técnica que aproveché para comprar algo para picar, cuando llegáramos a San Agustín sería muy tarde y no sabía si encontraríamos algo abierto. Sobre las 21 horas estábamos llegando a San Agustín. Teníamos idea de quedarnos en unas cabañitas a las afueras del pueblo, pero era tan tarde que no sabía si habría alguna forma de llegar, así que preguntamos al chofer que nos dijo que con un taxi llegaríamos sin problemas. Cuando preguntamos a los taxistas nos dijeron que por las condiciones del camino tendrían que dejarnos a un par de cuadras del lugar, lo cual no era mucho, pero exhaustos y con equipaje, no nos hizo mucha gracia, así que al menos aquella noche decidimos pasarla en el pueblo, en el primer lugar que viésemos y mañana buscaríamos algo mejor. El primer lugar que vimos fue en el que nos quedamos, Alojamiento Los Ídolos, que era también un restaurante ubicado en la calle principal, en una especie de cochera. El lugar era extremadamente cutre hasta para nosotros: Nos dieron una habitación azul que daba justo al restaurante, cuyas paredes parecían que fuesen a derrumbarse en cualquier momento. El baño estaba bastante bien, salvo la puerta que era una cortina con la que al intentar cerrar te quedabas con ella en la mano, lo que le daba una falta total de intimidad, y las camas no eran otra cosa que unos tablones de madera doblados por el paso de las gentes, sobre los cuales descansaba un colchón de apenas 5 cm de grosor, esto era lo mas parecido a dormir en la cárcel, pero por los 4 € por cabeza que nos habían pedido, no se podía pedir mucho mas. Fuimos a cenar algo rápido y nos marchamos a descansar. Tardamos bastante en dormirnos, pues con motivo de las elecciones presidenciales, había mítines por todos lados, aunque más bien parecían karaokes improvisados. ![]() A las 7 am sonó el móvil, alguien llamaba desde dios sabe donde, pero ya estábamos medio despiertos, pues se oían las voces desde el restaurante de los niños que se preparaban para ir al colegio, así que nos levantamos y salimos a la calle. La misión del día era buscar un alojamiento mejor, y organizar todas las excursiones y visitas de la zona para los próximos días. Era viernes y el domingo eran las elecciones presidenciales, lo cual paralizaría el país, así que tendríamos que organizarnos bien para no quedarnos atrapados. San Agustín era un pequeño pueblo de montaña a 1.700 m de altitud situado en una ladera de la cordillera de los Andes. Conocido como la Capital Arqueológica de América y declarado la tercera maravilla de Colombia, ocupa el rincón sudoeste del departamento del Huila, enclavado en las montanas del Macizo Colombiano. Constituyó el centro de una de las más importantes culturas americanas. A la llegada de los conquistadores españoles, esta región era habitada por los indígenas Andaquíes que nada tenían que ver con sus antecesores. Varios milenios antes del descubrimiento de América, en el sur del país se desarrolló la cultura de San Agustín, una de las más importantes del período precolombino, que dejó como testimonio de sus ritos funerarios una estatuaria monumental e infinidad de relieves esculpidos en roca volcánica. En un área de 500 km2, además de los complejos funerarios, las fuentes ceremoniales y las esculturas que representan dioses y guerreros, se encuentran el museo y el Parque Arqueológico, donde se pueden apreciar otras obras de esta cultura, cuya zona arqueológica fue declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO. Lo primero que hicimos fue ir a un lugar de información turística para ver las opciones que tenía el lugar y de paso preguntar por unos apartamentos que estábamos buscando y no encontrábamos, parecía que nadie los conocía. Las opciones en San Agustín eran muchas, además de la visita obligada a los restos funerarios, las primeras opciones que nos ofrecieron fue un tour a caballo y otro en 4x4 por los alrededores, éste último necesitaban un mínimo de personas para hacerlo y justo ese mismo día había otra pareja interesada que saldría a las 9 am, así que sobre la marcha lo contratamos. Preguntamos por los apartamentos que buscábamos y la casualidad hizo que fuese en aquel mismo lugar donde se alquilaban, así que como eran las 08:15 am y habíamos quedado a las 9 am, nos fuimos directamente para cambiarnos y poder desayunar algo antes de partir. Apartamentos Diana era una casita de estilo, que estaba en perfecto estado de orden y limpieza, contaba con una terracita-balcón con vistas del pueblo y estaba ubicado a 2 cuadras de la plaza central, además era bastante barato. El motivo por el cual no eran conocidos era porque era un alojamiento que no estaba declarado como tal, que pertenecía a un policía del pueblo y lo alquilaba para ganar algo extra, desconozco como conseguí referencias sobre aquel lugar pero fue todo un acierto. ![]() ![]() A las 9 am estábamos en la puerta de la oficina esperando al 4x4 que resultó ser un Renault 9 con más años que nuestro guía y dentro una pareja joven de suizos. El tour salía a las 9 am y estaríamos regresando en torno a las 4 de la tarde. Nuestra primera visita seria el cañón y el estrecho del Magdalena, 2 sitios naturales de una belleza espectacular por donde el río Magdalena, en su punto más estrecho, se precipita allí en un túnel de piedras enormes, pero antes visitamos sobre la marcha, una fábrica que encontramos en el camino de Aguapanela, que es una bebida cuyo único ingrediente es el jugo de la caña de azúcar. Su nombre se debe al acto de panificar el juego de caña, deshidratándolo y solidificándolo en paneles rectangulares o moldes de diferentes formas. Para producir la panela, el jugo de caña de azúcar es cocido a altas temperaturas hasta formar una melaza bastante densa, luego se pasa a unos moldes en forma de cubo donde se deja secar hasta que se solidifica o cuaja y que los colombianos beben a todas horas, especialmente en zonas frías por el aporte calórico. Pasamos por los valles y el cañón hasta llegar al estrecho del Magdalena. Se forma cuando el río Magdalena se ve obligado a reducirse para pasar entre las rocas que forman un canal de 1,70 metros de ancho; rodeado de rocas, ríos, montañas, tupida vegetación y en la ribera unas grandes piedras que sirven para precipitar el caudal de agua. Según nos contaba el guía, habían sido muchos los turistas que pensando que podían saltar los apenas 1,70 m que separaban las márgenes del río, habían muerto en el intento, golpeados por las rocas, nosotros no seríamos uno de ellos. [img] ![]() ![]() Continuamos el camino hacia el parque Arqueológico Obando, situado en el pueblo del mismo nombre y que ostenta orgulloso un gran tesoro: un grupo de urnas funerarias que fueron restauradas de manera muy práctica para el placer de los turistas. Unas escaleras descienden hasta ellas y es posible, incluso, acceder a su interior enigmático y tenebroso. El siguiente punto de visita sería el parque arqueológico Alto de los Ídolos, segundo sitio arqueológico en importancia de la zona. El Alto de los Ídolos es una explanada artificial en forma de herradura, sobre la cual existió un enorme asentamiento, según ha podido deducirse de los basureros encontrados en sus laderas. En este lugar se pueden observar las diferentes costumbres funerarias que se dieron en San Agustín. Encontramos tumbas de pozo con cámara lateral de diversas formas: horizontales, cubiertas con lajas, decoradas con pinturas, complementadas con un sarcófago monolítico, en todas ellas el cadáver varía de posición, puede estar de pie, acostado de espaldas, en posición fetal y en algunos casos en entierros colectivos. ![]() ![]() ![]() ![]() A tan sólo 10 km de aquí, llegamos a una pequeña colina, donde encontramos otro parque arqueológico, Alto de las Piedras. Las cuatro esculturas allí encontradas, al igual que las tumbas, conservan sus colores originales. Entre las estatuas sobresale la figura de un personaje humano con colmillos. Sobre su cabeza y cuerpo reposa otra representación de un personaje con rasgos humanos y de animal. Subimos de nuevo al 4x4 y continuamos un buen trecho en coche bajando el cañón del Magdalena y con el valle Laboyos de fondo, hasta llegar a un lugar cubierto de frondosa vegetación dentro del Parque Nacional Puracé, desde donde se precipitaba El Salto Bordones, formado por una impresionante cascada de 400 metros, resguardada por altas montañas y una espesa vegetación. Es una belleza natural que genera tranquilidad y misterio. Se trata de la caída del río bordones saliendo de las montañas y abriendo paso para su recorrido por el territorio colombiano. Es la segunda cascada más alta de Sudamérica. ![]() ![]() También visitamos el salto Mortiño que aunque menos espectacular, tenia una caída de agua que forma un farallón de más de 200 mts. de profundidad y que está rodeada por un llamativo paisaje de montaña. Esta formada por las aguas del río Mortiño y 500 mts después de la caída desemboca en el río Magdalena. ![]() Sobre las 16:30 estábamos regresando a San Agustín. Nos fuimos al hotel para cambiarnos y cenar algo. Esa noche salimos a tomar algo pero como se jugaba un partido local de cierta relevancia que unido a la jornada electoral, el gobierno había decretado la ley seca desde el viernes hasta el lunes a las 5 am, así que era imposible encontrar nada abierto o algo de alcohol, por lo que a las 21 horas estábamos de nuevo en casa, decidimos descansar para el siguiente día que tendríamos ruta a caballo y visita de los restos arqueológicos de San Agustín. A las 7:30 am estaba desayunando y comprando algo de almuerzo para el camino, habíamos quedado con el guía y los caballos a las 8:30 am en la puerta de casa, pero no apareció nadie. Al cabo de 20 minutos apareció Carlos contándonos que había un problemilla con los caballos y que tendríamos que coger otros, así que fuimos caminando hasta una cuadra cercana donde nos ensillaron a 2 ejemplares, que evidentemente no estaban muy acostumbrados al trato humano. El de Francis era un caballo pequeño y de carácter noble, y el mío era un hijo de Satanás indomable, no habíamos avanzado ni 10 metros y no sabía quien sacudía más a quien, así que a tan sólo 100 metros, el guía decidió cambiarme la mala bestia por el suyo que tampoco era precisamente un bendito. ![]() La primera parada fue un yacimiento encontrado en una finca particular llamada El Tablón, y de ahí bajamos hasta la Chaquira, otra figura tallada en piedra en mitad del valle del Magdalena que estaba siendo saqueada por guaqueros, justo en el momento en que fuimos a visitarla. ![]() Carlos nuestro guía, era un guaquero que se dedicaba a buscar piezas de oro principalmente. Abastecía a varias embajadas europeas de piezas auténticas expoliadas de yacimientos y tumbas, de hecho, nos había ofrecido acompañarle a tal actividad, pero declinamos la oferta y proseguimos visitando un par de centros arqueológicos más.Muñeco, que así se llamaba mi caballo, era bastante activo así que tenia que ir reprimiendo su frenético ritmo a fin de que el caballo de Francis no me siguiera, ya que a él no le hacia mucha gracia que trotara. Aprovechaba que Muñeco iba marcando distancia para perderme y poder galopar sin que éste me siguiera. Afortunadamente estaba nublado lo que hacía soportable los 34º que había. A las 12:30 estábamos llegando al parque arqueológico de San Agustín donde terminaba nuestro paseo a caballo, aquí visitaríamos el parque y volveríamos caminando a casa Este parque es el único lugar del mundo destacado por las quinientas imponentes estatuas en piedra talladas de acuerdo con la mitología de los escultores indígenas. Consta de varias áreas denominadas Mesita A, B, C D, la fuente ceremonial Lavapatas, alto del lavapatas y el bosque de las estatuas. ![]() ![]() ![]() ![]() Terminamos de ver el parque y nos fuimos caminando hacia San Agustín, no quedaba excesivamente lejos. ![]() ![]() Habíamos decidido pasar una noche más en San Agustín y coger el bus de las 6 am del domingo hacia Cali, así que fuimos a la agencia a preguntar a que hora salían y a sacar el billete. Para nuestra sorpresa y por motivo de las elecciones, no sabían si habría algún tipo de transporte entre San Agustín y Popayan-Cali, la ruta que queríamos hacer, pues era bastante peligrosa, de hecho el día que pasamos por Neiva habían desactivado un coche bomba de la guerrilla que pretendía hacerlo estallar junto a una jefatura de policía, así que el ambiente estaba bastante tenso, quedamos en volver más tarde y averiguar si habría o no transporte. Quedarnos un día más era una pérdida de tiempo, pues ya habíamos visto casi todo lo que había que ver en la zona. En ese momento planteé la posibilidad de salir de allí ese mismo día, había un bus que salía a las 18 horas, pero Francis no estaba por la labor, llevaba tiempo diciéndole que era el único bus de todo el viaje que no deberíamos coger de noche por lo peligroso que resultaba, así que me descartó la idea en seguida. Volvimos a la empresa de autobuses que finalmente nos confirmaba que no habría ningún tipo de transporte hacia Popayan, lo cual nos dejaba allí atrapados hasta mínimo el lunes. En ese momento intenté convencerle, para no perder un día más allí y salir ese mismo día en el bus de las 18 horas. Después de un rato cuando ya lo tenía convencido nos acercamos de nuevo a la agencia de Coomotor a sacar el billete. Francis le pidió a la señora que nos había atendido previamente, 2 billetes en el bus de las 18 horas, y la expresión de la cara le cambió por completo, palideció de inmediato y cual abuela que protege a sus nietos, nos dijo “¡ahí hijitos! no por favor, no viajen de noche que es muy peligroso”. La cara de Francis también palideció y me miró suplicando que yo me arrepintiera y recapacitara, pero no obtuvo la respuesta deseada, así que finalmente compramos los 2 billetes. Con el tiempo justo, volvimos al hotel a recoger nuestro equipaje y volver a la estación, donde un taxi nos llevaría hasta un lugar conocido como “El cruce”, a medio camino entre la población de Isnos y San Agustín, por donde si no ocurría nada, pasaría sobre las 18:30 horas. A las 17:50 tal y como nos había dicho el encargado de la oficina estábamos allí, esperando que un taxi nos llevara hasta el cruce. Teníamos 2 boletas con un nº de autobús, el 2552 así que allí nos quedamos en el cruce esperando dicho autobús. Pasaron un par de autobuses que se iban parando conforme nos veían apostados en la curva, pero ninguno de ellos tenía nuestro destino. Sobre las 18:40 pasó un bus que iba dirección Cali directo, pasando por Popayán, el nº del bus era el 2545, no era el nuestro, pero el auxiliar nos dijo que nuestro autobús se había cancelado, así que con cierta desconfianza y pensando si seería una señal, nos metimos dentro. Iba casi completo, aunque la mayoría de la gente se iría quedando en el camino. La conversación entre los lugareños era monotemática, todos hablaban sobre las elecciones presidenciales, del toque de queda impuesto y del despliegue de medios de seguridad que había hecho el gobierno, debido a los numerosos altercados e intentos de atentados. El autobús tardaría unas 5 horas en recorrer los apenas 125 km que nos separaban de Popayán, por una de esas gratas carreteras no pavimentadas, que generalmente no figuran en las guías turísticas, ya que solamente son transitadas por 4x4 y los animalitos de la zona. El mal estado se debe principalmente a que atraviesan ecosistemas de páramo, con un alto grado de humedad y precipitaciones recurrentes, que deterioran el estado de las vías, barriéndolas literalmente del mapa en muchas ocasiones. Como recompensa a tan ingrato viaje, estas vías ofrecen un deleite visual por la magnificencia de los paisajes que se atraviesan en su recorrido, ya que pasábamos por el parque Nacional Natural del Puracé, uno de los más bonitos e inexplorados de Colombia. Se trepa por la Cordillera Central a los 3.000 msnm y cuando se pierde el asfalto es cuando se torna interesante, donde pueden verse profundos cañones, alturas de vértigo, riquísima y variada vegetación del páramo y extensas zonas madereras, pasando por las faldas de pasadas erupciones, del Volcán Nevado del Puracé, una de las más notables alturas de los Andes colombianos. Y precisamente tanta vegetación salvaje y tanta inaccesibilidad, era lo que más atraía para ser uno de los lugares favoritos por la guerrilla para hacer sus “incursiones” a campo abierto, asaltando e intimidando a los viandantes, habían quemado autobuses a las empresas que no pagaban “su canon”, robado a los que por allí pasaban, secuestrado y en muchas ocasiones incluso habían prendido fuego a los autobuses con los pasajeros dentro, así que con este panorama nos sentamos a disfrutar de las próximas 7 horas de trayecto, 5 hasta Popayán y 2 más hasta Cali. Aunque con los ojos bien abiertos, lo cierto es que me encontraba muy relajada, tanto que a los 15 minutos me quedé profundamente dormida. Cuando desperté 30 minutos más tarde la mitad del autobús ya estaba vacío, habíamos pasado por un pueblo de cierta importancia donde se habían bajado la mitad, según me relató Francis que no cerró los ojos ni un segundo. Ya era noche cerrada y se desató una tormenta que pareciese que iba a engullirnos entre las montañas y los árboles, y con bastante virulencia lanzaba rayos y truenos que junto con la luna llena, iluminaban todo el trayecto, confiriéndole un aspecto más tenebroso aún. La carretera ciertamente daba miedo y era comprensible que por allí transitara la guerrilla a sus anchas, pues discurría entre montañas y una densa vegetación que se perdía en el horizonte, era un lugar muy fácil para emboscadas y además apenas si contaba con población en la ruta, los viajeros se iban bajando en mitad de la nada donde alguien les esperaba, linterna en mano. No encontramos presencia de ejército al menos durante la primera parte del trayecto hasta que a las 3 horas de rutas, hicimos una parada para cenar algo y encontramos un pequeño retén de 2 militares que apenas si llegaban a los 20 años. Cenamos y continuamos el camino, hasta Popayán mientras nos seguía acompañando la tormenta. Popayán era una población bastante grande, capital del departamento del Cauca y cuyo centro histórico de estilo colonial se encontraba repleto de casitas blancas. Hicimos una breve parada para dejar y recoger viajeros y proseguimos la segunda etapa del viaje, que nos llevaría hasta Cali, otros 125 km esta vez por carretera pavimentada, que nos tomaría unas 2 horas. Sobre las 12:30 de la madrugada estábamos llegando a Cali, antes de lo que habíamos previsto, lo cual nos dejaba más horas tirados en la estación hasta que saliese el primer bus dirección al departamento del Valle del Cauca, junto al Pacifico, que según previsiones sería a las 5 am. Nos acomodamos en una sala de espera de otra empresa mientras deambulábamos por la estación, hasta que finalmente entre unos asientos me quedé dormida. Cuando desperté estaba tan entumecida que me levanté y di una vuelta por la estación, que se encontraba llena de almas errantes que esperaban para poder llegar a sus destinos. Caminando para estirar las piernas me interceptó un conductor preguntándome a donde viajaba, una vez le comuniqué mi destino, me dijo que teníamos que bajar a la primera planta por un lateral del edificio y que desde allí salían los buses hacia Buenaventura, confirmando que el primero salía sobre las 5 am. Me acerqué a donde estaba Francis, recogimos las mochilas y nos movimos hacia la ventanilla de los tickets y descubrimos que el primer bus salía a las 4:30 am. Sacamos 2 boletos en el primer bus que era una buseta de 18 pasajeros bastante incómoda y más vieja aún. Cuando nos subimos al autobús, vimos que salvo el conductor y nosotros, el resto del pasaje era afro colombiano y parecían mirarnos con cierto recelo. El trayecto tardaría unas 2,5 horas hasta una población llamada Córdoba que se encontraba a unos 20 minutos antes de llegar a Buenaventura en mitad de la nada. La ruta transcurría entre montañas y la mitad del trayecto se encontraba en obras, así que los saltos del autobús eran constantes, pues a pesar de las condiciones de la carretera, circulábamos a velocidad de autopista. Permanecí casi todo el trayecto despierta observando el paisaje hasta que me quedé dormida a unos 40 minutos de nuestro destino. Afortunadamente había tomado la precaución de decirle al conductor que nos avisara cuando llegáramos, pues no teníamos ni idea de donde era. Nos despertaron y sobresaltados cogimos las mochilas que iban con nosotros y salimos del bus casi sin darnos tiempo ni a reaccionar, nos indicaron el camino a seguir y allí permanecimos inmóviles mientras veíamos alejarse al autobús. Con los ojos aún pegados y el cuerpo entumecido cruzamos la carretera y nos encaminamos por una calle asfaltada cuyos laterales estaban repletos de casitas muy modestas y coloridas, todo aquello era Córdoba. No sabíamos donde terminaba la carretera pero al cabo de unos 15 minutos caminando vimos a lo lejos y junto al río, las vías del tren. ![]() Existen 2 formas de llegar a San Cipriano, una desde Zaragoza, más cercana y otra desde Córdoba. San Cipriano es una reserva natural situada en pleno corazón de la selva del Litoral Pacífico, a unas dos horas de la ciudad de Cali, yendo hacia Buenaventura. Tanto en Córdoba como en San Cipriano, la población es afrocolombiana, así que la presencia de blancos y turistas es más que destacada. Aquí sus gentes en su mayoría jóvenes, viven de la búsqueda de oro que proporciona el bateo del río Escalerete y del turismo. No existen carreteras que comuniquen ambas poblaciones así que los lugareños han inventado un medio de transporte único en el mundo, aprovechándose de las vías del tren de mercancías que llegan hasta el puerto de Buenaventura han desarrollado este medio de locomoción, “Las Brujitas”. Desde hace casi 40 años, los turistas que llegan a Córdoba, para desplazarse a los charcos cristalinos y la reserva natural del río Escalerete en San Cipriano, tienen que preparase para un viaje sacado de un cuento de hadas. Las brujitas constituyen el único medio de transporte que permite acceder a este lugar tan especial. La brujita es una especie de carrito con plataforma de madera y balineras bien ajustadas que le ayudan a deslizarse por los rieles del tren. Hace unos años, para moverlas, se utilizaba un palo de madera con el que el conductor empujaba el vehículo. Sus chancletas servían de frenos. Últimamente, a San Cipriano llegó la modernidad y las brujitas empezaron a volar más rápido. En vez de un palo de madera, en la plataforma, se colocó una moto que impulsa este interesante medio de transporte. De subida son unos 30 minutos, de bajada 20 minutos y en total los seis kilómetros que las separan. El camino va entre la selva. El viento golpea los rostros, se escuchan los cantos de aves, chillidos de micos y conciertos de cigarras. La misma bruja hace un ruido tremendo. Pero es un viaje realmente emocionante. El recorrido no es muy seguro. Por la misma carrilera, por donde vuelan clandestinamente las brujitas, pasa dos veces al día el tren llevando las mercancías al puerto de Buenaventura. Los conductores aseguran que saben perfectamente a qué hora pasa el tren, pero es mejor estar preparado y apenas uno escucha el pitido del tren, es mejor saltar de la brujita y tirarse hacia un lado, encima de las plantas, espinas, bichos y quién sabe qué más, cualquier cosa para salvar la vida. ![]() ![]() ![]() Cuando llegamos a las vías del tren, estaba justo saliendo una brujita que llevaba niños recién nacidos, sus madres adolescentes y un grupo de bateadores de oro. Nos acomodamos como pudimos y salimos camino San Cipriano. Tomé asiento en la primera fila, no quería perderme detalle del trayecto e iba grabando todo el camino. El viaje era divertido y aquel trasto cogía una velocidad que daba cierto respeto. El aire, como en cualquier selva, era húmedo, caliente y llena de vida todo lo que encuentra en su camino. Esta es la segunda región del mundo con tanto grado de humedad. Daba la sensación de que retrocedíamos en el tiempo, hasta la época donde la búsqueda de oro, era el único medio de vida. Al principio no llevábamos mucha velocidad, debido principalmente a que en breve cruzaríamos uno de los puentes que atravesaban el río, pero en seguida la brujita comenzó a volar sobre las vías del tren. A los 10 minutos nos encontramos con otra brujita del otro lado de las vías del tren, no entendíamos muy bien como íbamos a cruzar pues sólo existía una vía. Entonces comienza a aplicarse una regla no escrita, que básicamente dice que el que va más cargado es el que tiene prioridad de paso, así que por esta vez le tocó a la otra brujita salirse de las vías. Su conductor es el encargado de sacar la plancha de madera enganchada a la moto, a pulso y volver a colocarla una vez hubiésemos pasado. Tardamos unos 30 minutos en recorrer los 6 km que nos separaban de San Cipriano, con varias interrupciones de otras brujitas entre medias. De repente nuestra brujita se quedó parada, al parecer habíamos llegado a nuestro destino, un lugar en medio de la selva, en medio de la nada. ![]() San Cipriano era una calle principal y única donde se apostaban varias casas y restaurantes convertidos en improvisados hoteles y negocios encaminados al turismo. Lo cierto es que para la fama y la cantidad de visitantes que tenía la zona, aquello no dejaba de ser un poblado de apenas unas casitas de aspecto improvisado. Aún no nos habíamos recuperado de lo insólito del viaje sobre las vías del tren, cuando caminábamos buscando un alojamiento, teníamos la intención de pasar allí unos tres días, pero nos dimos cuenta en seguida que con uno y medio, sería más que suficiente. Visitamos un par de lugares donde dormir, viendo las instalaciones que eran algo más que básicas, así que nos quedamos con la más barata y con aquella que tenía mosquitera. Por aquel cuchitril pagaríamos más dinero que en otros alojamientos del viaje que podían definirse como decentes (7 €), pero no había mucho donde elegir, así que nos quedamos en “Sazón de Nena”, donde al menos el dueño era bastante agradable, a diferencia del resto de la población. La habitación consistía en un barracón de madera, caldo de cultivo de cualquier hongo debido a la humedad y escasa ventilación y cuyo único mobiliario era la cama, un tablón de madera hundida por el paso de muchos cuerpos. Dejamos nuestras pertenencias y nos fuimos directos al río. Antes de entrar en el parque decidimos desayunar unos huevos revueltos riquísimos pero algo caros y servidos con bastante mala honda. Habíamos notado que no éramos muy bien recibidos en general en la comunidad, era algo que nos habían advertido en Cali, el racismo, como poco comprensible en una zona que vive del turismo, pero supongo que pagábamos años de historia. Cancelamos la entrada al parque y continuamos por una carretera de piedras, donde por el margen derecho transcurría el río que contaba con varios charcos (Charco Azul, Charco del Diablo, Charco Balastrera, etc.) de agua cristalina, verde transparente y con diferentes profundidades y corrientes. Fuimos metiéndonos una a una hasta la penúltima en donde intentamos hacer un sendero ecológico. Yo no tenía ganas de caminar, primero porque me dolía bastante el pie y segundo porque no íbamos preparados para caminar por bosque, con chanclas de playa y pantalones cortos, pero Francis insistió y lo intentamos. Iba abriendo paso entre la maleza, parecía que aquel sendero estaba abandonado y no había sido transitado en mucho tiempo. Costaba seguir el sendero y nos perdimos en numerosas ocasiones hasta que dimos con el curso de un riachuelo que subimos unos cientos de metros hasta que nos dimos la vuelta intentando continuar por el sendero sin mucho éxito. Cuando llevábamos 30 minutos caminando, perdimos por completo el sendero y apenas habíamos avanzado unos cientos de metros así que decidimos volvernos, no teníamos claro hacia donde continuar. ![]() En lugar de continuar hasta la ultima poza, Francis propuso volver al pueblo y coger un neumático de camión para hacer “rafting casero” desde el principio del río hasta el pueblo. Todo el mundo sabe que lo último que se debe hacer en un país tropical cuando llueve torrencialmente, es meterse en un río, por la crecida y la corriente que lleva, así que la idea no me gustó nada, pero al final por la insistencia de Francis decidí hacerlo. Fui la primera en lanzarme y la primera en sufrir los efectos de la corriente del río, que en el primer rápido me engulló con la misma facilidad con la que una ballena engulle un banco de peces. Cuando el agua se cansó de darme vueltas, me lanzó como una botella que intenta salir a flote, contra lo primero que encontré en el camino, un tronco de árbol de gran grosor que había encajado en el agua. Me lanzó con violencia y sin apenas tiempo para reaccionar, intenté esquivar los dos troncos que sin mucho éxito golpearon fuerte contra el lado izquierdo de mi cara, tratando de minimizar el impacto, intenté separarme con las manos sin mucho éxito, rasgando mi brazo contra las ramas como si fuese mantequilla. Cuando llegué a una zona tranquila y aún sobre el neumático, miré mi brazo que me ardía como si me hubiesen cortado con un cuchillo, tenia la certeza de que había sido un corte profundo a juzgar por el dolor que sentía y por la sangre que salía, pero cuando lavé la herida tan sólo tenía una brecha de medio centímetro de grosor con un corte superficial. Estaba bastante cabreada mientras Francis divertido observaba la escena desde atrás, el golpe en la cabeza me había dejado un tremendo dolor de cabeza y de mejilla y más tarde supe que me había roto una muela, así que no tenía ninguna gana de seguir bajando el río, ni de cometer más imprudencias de las necesarias, así que decidí bajar hasta la siguiente poza y salirme. Comenzó a llover con más intensidad mientras la temperatura del agua descendía con la misma velocidad con la que se precipitaban las gotas sobre mi rostro, una sensación indescriptiblemente placentera. Los siguientes rápidos aunque más controlados no dejaban de tener su riesgo, debido básicamente a la cantidad de piedras y ramas que sobresalían del agua. Después de unos kilómetros de descenso y cuando sentía síntomas de hipotermia, decidí salirme del río y volver al pueblo, mientras continuaba lloviendo a mares. Devolví el neumático y me refugié bajo un chamizo maloliente que resultó ser donde dejaban las basuras, mientras esperaba a que Francis descendiera el resto del río. Nos marchamos al hotel empapados y llenos de barro hasta las cejas, así que nada mas llegar al hotel me fui directa a la ducha y para mi sorpresa encontré un chico de unos 30 años tirado en el suelo de la ducha, aquella ducha, que parecía sacada de una Favela brasileña, y allí estaba con la cortina abierta y completamente desnudo. Me saludó con la mejor de sus sonrisas y me daba conversación mientras se iba enjabonando divertido, la situación era un tanto anecdótica así que me marché a la habitación a esperar a que terminara de ducharse para asearme un poco con algo más de intimidad. ![]() Apenas eran las 17:00 horas así que nos fuimos a tomar algo, aún seguía lloviendo y yo me sentía agotada, sin fuerzas, me dolía todo el cuerpo, era como si hubiese caminado durante años sin parar, así que tardé poco tiempo en quedarme dormida en un banco improvisado hecho a base de 2 palos de madera cruzados. Al cabo de 5 minutos Francis me acompañó al hotel donde a las 18 horas estaba profundamente dormida. Cuando abrí los ojos a las 7 de la mañana, tenía la sensación de haber estado caminando toda la noche, las piernas me ardían y el cuerpo apenas si me respondía. No me había levantado por voluntad propia, Francis me despertó, pues habíamos decidido la noche anterior adelantar el retorno a Cali, San Cipriano era destino para un sólo día, así que teníamos que coger de nuevo la brujita y dirigirnos a Cali y de ahí hacia el eje cafetero de Colombia, nuestra última parada. Nos quedamos en el cruce de Córdoba con la carretera principal que iba desde Buenaventura hacia Cali, desde donde tendríamos que coger una buseta hacia Cali, pero todos los autobuses, que eran pequeñas furgonetas de apenas 10 plazas, iban llenos, así que después de esperar unos 30 minutos, decidimos cogerlo en sentido contrario y en la estación de autobuses de Buenaventura coger plaza segura, y así lo hicimos. En apenas 30 minutos estábamos en la estación y dentro de la primera buseta que salía dirección Cali. Tardaríamos unas 3 horas en llegar. Antes de subir al bus salí a comprar algo para picar en el trayecto y aquí fue cuando escuché que había estallado un coche bomba en Buenaventura, y había habido tiroteos y bastantes altercados al norte de Cali, afortunadamente, saldríamos de allí en unas horas. Journeys 4 to 6, Total 6
Nada más llegar a Cali fuimos a averiguar cuando salía el próximo bus hacia Salento, pero no había ninguno directo, así que tendríamos que hacer escala en Armenia. Según mi información, el trayecto duraba unas 4 horas, pero según los captadores ambulantes, apenas duraba 2 horas, al menos esta vez la buseta tenia baño y aire acondicionado. El trayecto fue bastante tranquilo pues la carretera era asfaltada y era la zona de Colombia mas “civilizada”, así que apenas si tuvimos contratiempos, salvo la explosión de un coche en mitad de la carretera que apenas si nos retraso.
Finalmente sobre las 19 horas estábamos llegando a Armenia, o sea que tardamos unas 4 horas tal y como yo pensaba. Armenia era una ciudad bastante grande y cosmopolita, que a aquellas horas no presentaba demasiado bullicio. Nos dirigimos hacia la estación y cogimos un bus hacia Salento, el trayecto apenas si eran unos pocos kilómetros, pero debido a las múltiples paradas, el trayecto se alargó hasta una hora. Contaba con un par de sitios recomendados para dormir, pero era tarde y no sabía si se encontraban a las afueras o en el centro, así que decidimos quedarnos en el primer lugar decente que viésemos y así lo hicimos. El primer lugar fue una pensión con una puerta azul que se encontraba justo en la plaza principal del pueblo. Justo encima de la puerta rezaba un cartel que decía “Camas”. La puerta se encontraba medio abierta, así que la abrimos y llamamos para que alguien nos atendiera. En seguida bajó una señora muy amable que nos enseñó una de las habitaciones. Era una casa particular con un patio central con jardín sobre el que se distribuían unas 6 habitaciones, nos quedamos con la primera que nos enseño, aunque modesta, estaba limpia y era barata. ![]() ![]() En seguida dejamos las cosas y nos fuimos a cenar algo, en el único lugar que vimos abierto justo en la otra esquina de la plaza que era bastante bonita y estaba llena de gente. ![]() El lugar en cuestión se llamaba la Fonda de los Arrieros, y parecía un bar sacado de un culebrón colombiano ambientado en un cafetal. Tenía una pinta buenísima en cuanto a decoración, ambiente etc., aunque no había nadie pues era bastante tarde, nos sirvieron una trucha, con patacones exquisitos, típicos de la zona. Terminamos de cenar y nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. Nos acercamos a ver más alojamientos para curiosear un rato y vimos uno muy interesante y bastante bien de precio, decorado con muy buen gusto en general, salvo algún que otro elemento decorativo rococó de estilo religioso, la Posada del Ángel, un lugar muy recomendable por apenas 12 € por persona, pero a nosotros nos gustaba nuestra modesta pensión, así que no nos movimos de allí. Intentamos buscar algún punto de información para hacer excursiones al día siguiente pero era demasiado tarde para encontrar algo abierto, así que decidimos irnos a dormir y madrugar. Salento tiene un atractivo innegable. Paseando por su calle Real uno tiene la sensación de estar en otra época. Las fachadas de sus numerosas tiendas de Artesanía y café, hospedajes o pequeños restaurantes, guardan una armonía y unos colores que te trasladan atrás en el tiempo. Cuenta con un mirador con unas vistas impresionantes, Mirador Alto de la Cruz y desde donde uno puede contemplar amplias vistas del valle del Cócora, lo más conocido de la zona, luego de subir una impresionante escalera con una cuesta bastante pronunciada. ![]() ![]() El imponente Valle de Cócora, es uno de los paisajes más bonitos del Quindío, se encuentra enclavado entre las montañas de la Cordillera Central. Este Valle lo atraviesa el río Quindío. Predomina en los alrededores la majestuosa Palma de Cera del Quindío, árbol nacional de Colombia que crece hasta 60 metros. El Valle de Cócora es una de las entradas al Parque Nacional Natural de los Nevados. ![]() El parque se encuentra a tan sólo 11 Km del municipio del pueblo, entre los 1.800 y 2.400 metros de altura. Hereda su nombre de la princesa Cócora, hija del cacique Acaime, se dice de este nombre que es la onomatopeya del canto de un ave de la región, que significa Estrella de Agua. Nos levantamos a las 7 de la mañana y salimos a la calle para coger un Jeep Willis que nos llevara hasta la entrada del parque. Cuando llegamos los vehículos ya estaban repletos de turistas, pero finalmente pudimos meternos en uno de ellos. Yo conseguí lugar sentada, pero a Francis le tocó ir de pie en la parte trasera del vehículo. Aunque el Willis no iba muy rápido a esas horas de la mañana y a 2.000 metros de altitud, hacia un frío que cortaba. ![]() ![]() En apenas 30 minutos estábamos en la entrada del parque, nos paramos a desayunar y a las 9 am comenzamos nuestra caminata por uno de los senderos que vimos señalados y que indicada “Sendero Estrella del Agua” que se encontraba a unos 9,5 km ascendiendo por los valles hasta alcanzar los 3.200 metros de altitud. ![]() Después de caminar durante una hora, comenzamos la ascensión esta vez dentro del bosque con un grado de humedad bastante alto y con una pendiente del 50% en muchos tramos. Cuando llevábamos caminando un par de horas, nos encontrábamos a mitad del recorrido y estábamos entrando en la zona de bosque de niebla a unos 3.000 metros de altitud. “y la niebla deambula silenciosa por el bosque, como queriendo esconder a su paso, los habitantes ocultos de este lugar”. Leyenda campesina ![]() ![]() Al cabo de 2 horas llegamos por fin al final del sendero Estrella del Agua, situado a 3.170 metros, en donde se encontraban restaurando una especie de refugio y desde donde partían otros senderos. Francis quería hacer otro sendero, pero tirando de mi experiencia en la montaña, me negué. No estaba en condiciones físicas tal y como tenía el pie, pero tampoco se daban otras condiciones mucho más importantes, no llevábamos víveres de ningún tipo, ni agua, el cielo amenazaba tormenta, las temperaturas a aquella altitud en la noche, debían de descender unos 20º y no íbamos protegidos para ello, además según mis cálculos el tiempo tampoco lo hubiese permitido, eran las 13:30 horas y 6 km mas de sendero en aquellas condiciones de pendiente y dificultad, hubiese supuesto unas 4 horas de trayecto, más las 3 horas que emplearíamos en bajar, supondría que llegaríamos sobre las 20 horas, y el último transporte hacia el pueblo salía, con o sin nosotros a las 17 horas. En este punto, comenzamos un sendero más corto que nos llevaría unas 2 horas por el sendero llamado “Laurel del Tuno”. Este sendero discurría por un pequeño camino de tierra bien identificado cubierto de vegetación y pequeños saltos de agua. En seguida Francis tomó la delantera hasta perderse en el horizonte. Al cabo de unos 15 minutos mi pie no daba más y aún me quedaban 3 horas de bajada, así que haciendo caso de la prudencia regresé al punto inicial del sendero, dejando un mensaje escrito a Francis en el suelo y regresé para descansar un rato antes de emprender la bajada, o me sería imposible volver. A los 5 minutos comenzó a llover, aceleré el paso intentando buscar un refugio, el cielo amenazaba una tormenta tropical en breve, así que me di toda la prisa que pude. La temperatura había descendido bastante y hacia frío. Casi llegando al río Quindio justo al lado del refugio en obras, se desató la gran tormenta, y busqué refugio en lo primero que vi que podía servir para tal fin, y fue en una especie de agujero formado por un amasijo de árboles y ramas arrastradas por las subidas del río y que ahora se encontraban acumuladas sobre la margen derecha del río. Aquello parecía más un refugio de víboras o de cualquier otro bicho, pero no había nada mejor y llovía muchísimo. ![]() A los 20 minutos apareció Francis que se había dado la vuelta pues el sendero parecía no tener fin y no teníamos mucho margen de tiempo para bajar, además de por la lluvia. Permanecimos unos minutos más en el refugio improvisado y comenzamos a bajar, teníamos 3 horas para bajar y llegar a tiempo para coger los jeeps. Comenzamos un descenso frenético, mientras la lluvia refrescaba la bajada. Cuando llevábamos 1,5 horas de bajada llegamos a la intersección de 2 senderos, uno del valle del cócora por donde habíamos subido y otro hacia la montaña que rezaba tan sólo 1 km. Francis votó por el sendero de la montaña y aunque yo no estaba de acuerdo le seguí, prefería en estos casos, el camino conocido. El sendero comenzaba con una subida que casi nos hacía andar apoyando las manos en el suelo para poder subir, además los árboles impedían que la lluvia llegara hasta el suelo, haciendo que el camino estuviese lleno de arena y polvo, tanto que se hundían nuestras botas hasta casi los tobillos, dificultando aún más la subida. Cuando apenas habíamos caminado unos metros decidí que lo más prudente era darse la vuelta, habíamos perdido 30 minutos en apenas 150 metros, Francis asintió con la cabeza y comenzamos el descenso por el sendero original. Al final después de un gran esfuerzo y mayor desgaste físico, llegamos a la estación base a las 16:55, justo antes de que saliera el último jeep. Estábamos destrozados, habíamos estado caminando más de 8 horas sin parar, sin comer y con tan sólo 500 ml de agua. A las 17:30 horas estábamos llegando al pueblo, aunque parecía que habíamos estado revolcándonos por el barro cual cerdos, nos dimos un paseo por las calles del pueblo antes de marchar al hotel a asearnos. ![]() ![]() Nos fuimos a cenar de nuevo a la Fonda de los Arrieros y a dormir pronto, estábamos agotados de la batalla del día. Sobre la 1 de la madrugada, me desperté y vi a Francis buscando algo debajo de la cama, no entendía bien lo que me decía ni lo que hacia, pero estaba tan cansada que me daba igual. Me quedé dormida en seguida. Sobre las 4 de la mañana la que se despertó fui yo. Había “algo” corriendo debajo de la cama de Francis, me levanté silenciosamente y cogí la linterna que estaba junto a su mesita de noche. El ruido cesó. Me quedé dormida con la linterna en la mano y al cabo de no sé cuantos minutos, el ruido volvió. Abrí un ojo lentamente y linterna en mano, intenté ubicar el trote de aquello, que se movía a velocidades de vértigo. Lo primero que pensé es que fuese una rata, pero por el tremendo ruido que hacía no creía que fuese posible, entonces pensé en un gato pero ¿por dónde demonios había entrado? Encendí fugazmente la linterna pero “aquello” fue más rápido que yo y logró esconderse por donde hubiese salido, entonces permanecí un rato alumbrando el suelo hasta que me venció el cansancio. Al cabo de un rato el galope volvió a las andadas y esta vez como burlándose de mi, corría más rápido de un lugar a otro. A oscuras, me fui deslizando poco a poco hacia el suelo, hasta que agazapada y reptando a su altura, encendí la linterna enchufando el ultimo lugar donde lo había ubicado y lo más que logré ver fue una pierna de aquella, ¡tremenda cosa! que tenía el tamaño de un gato salvaje y que no era otra cosa que una señora Rata. Levanté unas bolsas de comida que andaban por el suelo y me metí de nuevo en la cama, el bicho había desaparecido detrás de un mueble, aunque al cabo de un rato volvió a las andadas pero esta vez estaba muy cansada para hacerle caso. Nos despertamos a las 8 con la sensación de no haber dormido nada debido principalmente a nuestro visitante nocturno. Recogimos las cosas y nos marchamos a coger el primer bus hacia Manizales. Habíamos estado preguntando para hacer otras excursiones, pero las más interesantes necesitabas varios días y no teníamos tanto tiempo y las rutas a caballo por el valle no presentaba mucho interés después de haber caminado 8 horas por aquellos parajes, así que lloviendo nos acercamos a la plaza a coger un bus que debería dejarnos en un cruce que llamaban “las flores” en donde cogeríamos otro bus hacia Manizales. Cuando llegamos a una carretera principal que parecía una especie de autovía, nos dejaron junto a la carretera y cruzamos en sentido contrario, justo al lado de varios puestos de venta de flores, por aquí pasaba el bus que nos dejaría en unas 2 horas en Manizales. El trayecto se encontraba salpicado de pueblitos rodeados de inmensos valles verdes sembrados de cafetales. Nada más llegar a la estación de autobuses de Manizales, nos informamos de las opciones turísticas de las que disponíamos y nos fuimos a buscar el alojamiento que tenía previsto en mi planning. Cogimos el cable aéreo, todo un símbolo de ingeniería de la ciudad, una especie de telecabinas al estilo estación de ski, formado por 42 telecabinas tipo góndola que circulaban a lo largo de 2,1 kilómetros y que contaba con tres estaciones. Este sistema de transporte comunicaba el núcleo urbano por aire y además tenia unas vistas aéreas espectaculares. ![]() Antaño existía otro cable más rudimentario, que comunicaba esta ciudad con la población de Mariquita en lo que se conocía como “El cable Mariquita”. Tenía una longitud de 72 kilómetros, 376 torres de hierro forjado que medían entre 4 y 6 metros de altura, que fueron necesarias para los cables, y que fueron traídas desde Londres desarmadas. Este sistema de transporte que se hizo originalmente para el transporte de mercancía, principalmente la exportación del café de la zona, también transportaba pasajeros. Este tramo se hacía en unas 10 horas, sometidos a unas temperaturas extremas tanto en invierno como en verano, haciendo que tuviese una alta tasa de mortalidad, bien por las inclemencias del tiempo o debido a que se quedaban dormidos y caían al vacío. ![]() Nada más salir del cable, cogimos un taxi, llovía bastante y no sabíamos muy bien donde se ubicaba nuestro hotel, el informador turístico nos había hecho especial hincapié en que en la zona centro no había ningún tipo de alojamiento, pero como ya conocía este tipo de actitud, hicimos caso omiso y nos fuimos hacia el alojamiento. Nos costó encontrar el Hotel Tamar Internacional, pero finalmente dimos con él, resultó estar justo enfrente de la catedral, con una ubicación inmejorable. Era bastante viejo y sórdido, pero habíamos dormido en sitios peores. ![]() ![]() Comimos un menú en el mismo hotel, antes de salir a dar un paseo por la ciudad, llovía bastante así que necesitábamos hacer tiempo a ver si escampaba un poco. La catedral tenía un aspecto bastante siniestro, estaba justo enfrente del hotel y había bastantes feligreses dentro, principalmente porque estábamos cerca del día de San Jose y había numerosos actos religiosos. Visitamos la plaza de Bolívar, el Palacio de Gobernación, el centro de la ciudad, y dimos una vuelta por el centro urbano. Lo único que dejamos fueron los miradores, pues estaba muy nublado para poder ver nada. ![]() ![]() Salvo el casco urbano de Manizales, el resto de la ciudad presentaba pendientes del 22%. Era una ciudad bastante ordenada y limpia, y con un gran bullicio. Contaba con una población muy joven, ya que tenía varios campus universitarios. ![]() ![]() Visitamos también el museo del oro, que aunque pequeño y muy modesto, tenia piezas muy curiosas, y un eslogan publicitario en la puerta que me hizo mucha gracia, se trataba de una figura de San Agustín huyendo en un aeropuerto. ![]() Toda la ciudad estaba llena de estatuas y esculturas de bastante colorido y representativas de la zona. Por la tarde nos acercamos a la oficina de información a preguntar por la mejor forma de subir al nevado El Ruiz. La intención como siempre, era hacer la excursión por nuestra cuenta, pero era complicado por la ubicación, porque era temporada baja y porque el transporte público nos dejaba muy lejos como para hacer la ascensión en un solo día, y dormir arriba era una opción demasiado cara, así que finalmente optamos por contratar una agencia que nos llevara hasta arriba y pasar allí el día completo. Caminamos un poco más por la ciudad y compramos algo de ropa de invierno, aunque era verano, a 5.000 metros de altitud hacía bastante frío. Nos levantamos a las 6 de la mañana, pasarían a buscarnos a las 6:30 am en la puerta del hotel, así que preparamos una pequeña mochila con todo lo necesario y bajamos a la puerta. El día no había mejorado mucho, así que seguía bastante nublado, pero al menos había dejado de llover. A la hora acordada apareció Juan Carlos, un chico joven que era el chofer y guía de la agencia Rosa de los Vientos, que habíamos contratado el día anterior. Recogimos a 4 turistas más y partimos hacia el Nevado. La carretera estaba asfaltada y discurría por inmensos valles de prados verdes que serpenteaban la montaña en numerosas ocasiones. La primera parada la hicimos en “La esperanza” el lugar donde se abandona la carretera principal que conduce hasta Bogota para comenzar el ascenso al Parque Nacional. Aprovechamos esta parada para desayunar y aclimatarnos un poco, nos encontramos a 3.200 metros de altitud y hacía bastante viento, así que la sensación térmica cortaba la respiración. Al cabo de media hora hacemos de nuevo otra parada, esta vez tomamos un agua panela caliente y algunos de nosotros además tomamos un te de coca, para paliar los efectos del mal de altura, que si bien aún no han aparecido, nos servirá para evitarlos. El Nevado del Ruiz (Junto con los Nevados de Santa Isabel y del Tolima) forma parte del Parque Nacional Los Nevados, un área de 58.300 hectáreas protegida por el gobierno. Es un territorio lleno de riqueza, ya que sus cumbres generan un recurso hídrico que abastece de agua a casi 2 millones de personas, además de ser una fuente de fertilidad de la tierra donde se cultiva gran parte del café que se produce en Colombia. Continuamos el camino atravesando diferentes pisos térmicos y ¿maravillarse? con la forma cambiante de la vegetación a medida que se va subiendo. Desde Manizales hasta el parque, el panorama se transforma a medida que se sube, pasando de una zona selvática poblada donde se ha conservado la vegetación primaria, esta da paso a especies de árboles y arbustos de menor tamaño, a los 2.400 metros se encuentran ejemplares de vegetación nativa del país como la Palma de Cera, así como también grandes caminos de pinos canadienses, sembrados con el propósito de aprovechar la madera. Subiendo más se encuentra la selva Altoandina (3.200 m), Subpáramo (3.800 m), Páramo (4.200 m), Superpáramo (hasta 5.000 m) y la zona Nival (más de 5.000 m). Continuamos hasta la entrada del parque justo en la estación Las Brisas donde nos explicaran brevemente aspectos geográficos e históricos, así como algunas recomendaciones y los lugares que podíamos conocer, y donde nos acompañara Jose, el guía de montaña del parque que vendrá con nosotros. Continuamos el ascenso en donde podemos ver humedales, arena gris, grandes rocas rojizas y varios riachuelos. Hacemos una pequeña parada para observar el subpáramo y ver la vegetación que presenta. Lo más peculiar son los colchones de agua, unos arbustos que tienen la capacidad de almacenar en tan sólo 1 m2 unos 200 litros de agua, y también los típicos frailejones etc. ![]() ![]() ![]() Continuamos por un refugio llamado el Chalet donde se puede uno alojar antes de subir al glaciar y continuamos ascendiendo hasta llegar al Refugio en la base del Nevado del Ruiz (4.800 m), pero allí esta prohibido alojarse debido a la actividad volcánica. ![]() El paraje esta completamente desierto, no nos hemos cruzado con nadie en la carretera, salvo los operarios que arreglan los daños causados por las lluvias torrenciales y los guías del parque. Dejamos el coche junto al refugio y comenzamos el ascenso provistos de gafas de sol, los abrigos de los que disponíamos, protección solar, etc y comenzamos el ascenso. El cielo esta muy nublado y apenas podemos divisar la cima, aunque si se aprecia la falda del glaciar y a lo lejos el cono del volcán la Olleta. ![]() ![]() Nos encontramos a 4.850 msnm y avanzar unos 50 metros nos supone un esfuerzo sobrehumano, el aire apenas entra en los pulmones y hay que afanarse por recogerlo a borbotones, mientras las piernas prosiguen su incesante bamboleo. Nos paramos cada 50 metros para aclimatarnos y no acusar la falta de oxigeno, pero proseguimos el ascenso sin detenernos. A los 4.900 msnm, encontramos un paisaje de páramo único en estas regiones andinas, o lo que es lo mismo un desierto en la nieve, desprovisto de casi cualquier tipo de vegetación a esta altitud. Hasta que por fin comenzamos a ver el glaciar a lo lejos, que no es ni de lejos lo que fue antaño, debido a la escasez de nevadas. ![]() ![]() ![]() Seguimos subiendo hasta los 5.125 msnm que es lo máximo que podemos ascender, aún nos faltan 200 metros para la cumbre pero no nos permiten subir mas, ya que el glaciar esta casi extinto y la zona central esta resquebrajada y hay peligro de hundimiento, además tampoco llevábamos crampones para caminar sobre el. Encontramos un vivac improvisado para capear los efectos de las ventisca a esas alturas y continuamos sobre la lengua del glaciar. Cada uno estuvo caminando un poco a su aire, yo me desplacé hacia el fondo junto a una laguna, pero en seguida el guía me llamó para que volviera, ya que era una zona de desprendimientos frecuentes. ![]() ![]() ![]() Hace tanto frío en el glaciar que los temblores en las piernas apenas si me dejan caminar, así que después de 10 minutos comenzamos el descenso páramo abajo, a unos -5º de temperatura. De regreso a Manizales, cogimos la antigua carretera hacia el Nevado donde se ubican unos termales, “El Otoño”, los únicos que están abiertos por la zona, ya que los otros se encuentran en obras. Estos termales cuentan con una piscina de azufre de origen volcánico y cuyas aguas tienen una temperatura de entre 45 y 60º. ![]() ![]() Una hora y media mas tarde y mas recuperados volvemos de nuevo a la ciudad. A la mañana siguiente teníamos la idea de ir a visitar los miradores aprovechando que había amanecido mejor día, y así lo hicimos. Nos levantamos a las 7 am y no podíamos mover el cuerpo, parecía como si nos hubiesen atropellado 1.000 veces, principalmente debido a que aquella cama era peor que la de una cárcel. Salimos directos al mirador de la iglesia que resultó abrir sus puertas a las 9 am, así que dimos una pequeña vuelta por la plaza haciendo tiempo. Regresamos para comprar el ticket, el primer pase por el mirador comenzaba a las 09:30 así que de nuevo hicimos tiempo hasta la hora. A la hora acordada apareció Mauricio, nuestro particular guía y el primer colombiano alto que veíamos. Comenzamos viendo una exposición de fotos antiguas sobre la historia de la catedral y como fue destruida en un incendio en 1926 y sufrió posteriores reconstrucciones tras varios incendios y sismos mas. Seguimos subiendo los 395 peldaños hasta el punto mas alto, esta catedral cuenta con una altura de 113 metros, convirtiéndola en la 5ª más alta del mundo y con unas vistas de la ciudad impresionantes. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Una hora más tarde habíamos concluido el recorrido. Teníamos intención de subir a la torre Chipre a ver otro mirador, pero después de haber estado en este, no merecía la pena, así que subimos al barrio Chipre a pasear por las calles y por sus parques. Avanzamos por la avenida 12 de Octubre hasta el monumento de los colonizadores, que al igual que el de Bucaramanga era un amasijo incongruente de esculturas, cuya belleza no lográbamos entender. Desde aquí cogimos un bus dirección Maltería, donde nos dejaría muy cerca del Recinto Pensamientos a unos 40 minutos del centro. Además de ser la sede principal del Comité Departamental de Cafeteros de Caldas, era un parque turístico que pretendía enseñar el paisaje cafetero. Este recinto esta compuesto por un bosque nuboso, una reserva de animales, cuenta con un sendero ecológico, un bosque de orquídeas etc. Comenzamos el recorrido del parque acompañados en todo momento por Lina, una de las guías del parque, que comienza por enseñarnos la huerta de los aromas, un pequeño jardín de plantas medicinales cuya peculiaridad es los aromas que desprenden cada una de las plantas. De aquí cogemos un pequeño telesilla que nos traslada hacia la parte alta del recinto donde hay un lugar para el avistamiento de aves, un jardín de bonsáis, y donde hacemos un sendero ecológico dentro de un bosque seco. ![]() ![]() ![]() Continuamos el recorrido hacia un bosque, el Bosque de Orquídeas de Clima Húmedo de Niebla, único en el mundo en su género. En Colombia se cultiva el mayor número de especies de orquídeas, con aproximadamente unas 3.500 variedades, que representan más de 10 por ciento de las orquídeas del mundo y solo en el Bosque del Recinto, se encuentran plantadas 180 especies diferentes y más de 6.000 plantas. Cuando terminamos de visitar el recinto cogimos de nuevo un autobús y nos bajamos en el centro Comercial Cable Plaza, desde donde antiguamente salía el Cable dirección Mariquita y que ahora es la zona rosa de la ciudad, llena de bares, universidades y de ambiente. Caminamos por la Avenida Santander, una de las arterias principales de Manizales, llena de comercios, hasta nuestro hotel, en total unos 10 kilómetros. A la mañana siguiente Francis quería ir al mercado central a ver el género que vendían, especialmente el pescado, así que a las 8 am salimos del hotel. No había nada de pescado, principalmente se vendían reses, verduras, carnes y demás hortalizas pero nada de pescado así que nos dirigimos hacia un parque llamado Yarunos que se encontraba al otro lado de la ciudad. Cogimos una buseta que bajaba toda la avenida Santander para desviarse por el antiguo ferrocarril hoy día convertido en escuela, hasta la subida al Yarunos, que resultó ser una especie de parque recreativo, mas dedicado a los padres con niños que otra cosa. No había nadie, y lo único atractivo que presentaba para nosotros era un sendero ecológico que atravesaba una selva húmeda de apenas 1.5 km. Decidimos volver a la ciudad y visitar uno de los cementerios mas emblemáticos, el de San Esteban, una obra de Arquitectura funeraria, de estilo romano. Construido en 1923. Cuenta con Mausoleos en mármol de carrara, considerado como uno de los mejores del país. En su entrada principal cuenta con una plaza central a modo de plaza de toros toda cubierta de mármol. Comenzó a llover ligeramente y nos refugiamos bajo algunas pasarelas repletas de lapidas. ![]() ![]() No tardamos mucho en darnos la vuelta, pues advertidos por una lugareña se nos quitaron las ganas de continuar la visita. Nos advirtió que unos metros mas adelante era territorio peligroso, que en esta zona del cementerio solían desvalijar a todo el que por allí pasaba, así que decidimos no continuar la visita. Nos volvimos caminando al hotel para recogerlo todo ya que al día siguiente cogeríamos un vuelo hacia Bogota. Nos levantamos a las 6 am para coger el vuelo de las 9 hacia Bogota, no sabíamos cuanto tardaríamos ni como llegar al aeropuerto, así que preferimos madrugar un poco. No había ningún bus que llegara justo al aeropuerto, pero si uno que pasaba relativamente cerca así que como era Domingo y no había mucho trafico, pillamos el primero que pasó que era justo el que necesitábamos. El aeropuerto de la Nubia se encontraba relativamente cerca de la ciudad a tan solo 10 km. Era un aeropuerto muy modesto y con una pista de apenas 1.4 km lo que hacía imposible el aterrizaje de aviones grandes, además su pista con un grado de inclinación del 30%, lo que dificultaba bastante el despegue de los mismos. El autobús nos dejó a unos 15 minutos a pie. Hicimos el cheking previo chequeo completo de equipaje y esperamos a que llegara nuestro avión. ![]() El vuelo apenas duraba 35 minutos así que en un abrir y cerrar de ojos estábamos llegando a Bogota. Cogimos un taxi hasta el hostal donde en seguida dejamos las cosas y nos fuimos a visitar Bogota, su plaza principal, el Museo Botero, El Museo del Oro, la casa de la moneda etc. Había una gran multitud por todos lados debido a que el lunes era feriado nacional por el día de San Jose y había un despliegue de ejército y policía considerable. Al día siguiente regresaríamos cada uno a nuestro destino. Mi avión salía por la tarde así que aproveché las horas de la mañana para acercarme al cerro de la Virgen de Guadalupe, aunque estaba muy nublado y apenas se divisaba nada. Regresé al hotel a recoger el equipaje y coger un taxi que me llevara hasta el aeropuerto. Como era feriado nacional, todo el centro estaba cortado al tráfico, así que mochilas a cuestas me tocó caminar hacia una zona que quedara fuera del cordón perimetral cerrado al tráfico, y poder así coger un taxi. En apenas 15 minutos ubiqué un taxi que me llevó al aeropuerto, donde en unas 10 horas estaría de regreso en España, dando por terminado los 25 días por Colombia, sin duda un país al que había que regresar. Journeys 4 to 6, Total 6
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