![]() ![]() Pasaje a la India... con billete de vuelta ✏️ Blogs de India
Un viaje a la India en agosto de 2010Autor: Ctello Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.1 (9 Votos) Índice del Diario: Pasaje a la India... con billete de vuelta
01: Pasaje a la India… con billete de vuelta- 1ª Parte
02: Pasaje a la India… con billete de vuelta- 2ª parte
03: Pasaje a la India... con billete de vuelta- 3ª parte
04: Pasaje a la India... con billete de vuelta
05: Pasaje a la India- Quinto día
06: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Sexto día
07: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Séptimo día
08: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Octavo día
09: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Noveno día
10: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Décimo día
11: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Undécimo día
12: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Duodécimo día
13: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimotercer día
14: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimocuarto día
15: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimoquinto día
16: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimosexto día
17: Pasaje a la India... con billete de vuelta- Decimoséptimo día
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Etapas 4 a 6, total 17
La noche pasó lentamente, penosamente. Un ruido, como un quejido, no nos permitió descansar como hubiéramos querido. Una vez que me hube adecentado (todo lo mejor que pude, con mi largo y escotado vestido azul) decidí salir de la habitación y subir las escaleras que llevaban a lo más alto de esa torre. ![]() ![]() En la terraza las vistas eran espectaculares, no cabe duda. Más abajo, azul, impecable, una piscina de agua limpísima invitaba a un baño que no nos dimos. Pero lo que llamó mi atención fue el origen del ruido que nos había acompañado toda la noche. Posado en una rama cercana un pavo real, esbelto y colorido, se comunicaba con otro que estaba sobre otra terraza. De haber tenido una escopeta juro que ni su belleza me hubiera impedido dispararles y hacerles ir a parar a la cazuela. No os podéis imaginar cómo llega a cansar escuchar su gritito durante horas. El guía me aseguró que no era época de celo; no quiero ni imaginarme lo que puede ser tener a todos esos bichitos cerca de tu habitación lanzando berridos para atraer a las féminas. Pero no creo que me dejaran matarlos. El pavo real es el ave nacional de la India. Tan sagrado como las vacas. Después del desayuno y algunas fotos salimos a la calle para ver a la luz del día por dónde habíamos tenido que subir la accidentada noche anterior. La verdad es que no nos pareció que estuviera tan mal. Incluso circulaban algunos autobuses por lo que la pregunta era ¿por qué el nuestro no?. A día de hoy aún no hemos obtenido respuesta. Alsisar es un pueblecito pequeño con algunas casas tipo haveli, un par de pequeñísimas tiendas y algunos vecinos que nos miran con curiosidad. El mismo sistema para llevar las maletas es curioso. Dos risueñas dromedarias tiraban de sendos carritos cargados en los que nosotros hubiéramos ido divinamente por la noche sin ensuciarnos. Cargadas ya las maletas en el bus no volvimos a parar hasta tres horas más tarde y después pasada la una del mediodía para comer, ya en Bikaner. Nos llevaron a un restaurante donde comimos de buffet macarrones, arroz, pollo asado y algunas otras delicias y de postre arroz con leche con sabor a coco y los siempre presentes plátanos. Después de reponer fuerzas fuimos con el guía local a visitar el fuerte Junagarth. Bikaner, en pleno Rajasthan, está en cerca del desierto del Thar y se dice que las precipitaciones allí son muy poco abundantes. Además hace muchísimo calor, cosa que puedo atestiguar. La ciudad lleva, como otras muchas, el nombre de quien la fundó, en este caso Rao Bika (el nombre de la ciudad significa asentamiento de Bika), en el siglo XVI. El edificio más importante es el fuerte ya citado. Es uno de los más bonitos que vimos en el recorrido y probablemente también uno de los más desconocidos. Se construyó en el siglo XVI a instancia del rajá Rai Singh y sus muros de arenisca tienen un perímetro de casi un kilómetro, 37 bastiones y un foso. Eso, unido a la presencia del desierto, hace que el fuerte no haya sido conquistado y que se mantenga en ese excelente estado de conservación. Dentro, y subiendo y bajando sin parar, recorriendo multitud de pasadizos, fuimos descubriendo los distintos palacios que el fuerte encierra y que son un total de 37. El más bonito de todos ellos es el Anup Mahal, construido en 1690 por el maharajá Anup Singh como salón de audiencias privadas y decorado con posterioridad con el esplendor de una corte de las mil y una noches. Los muros de cal están recubiertos de laca roja y dorada, espejos y pan de oro. Puedo asegurar que el resultado es maravilloso. El salón de audiencias públicas se llama Karan Mahal. Se construyó en el siglo XVII y también está ricamente decorado. Otros palacios son el Chandra Mahal (palacio de la luna) y el Phool Mahal (palacio de la flor), donde está la curiosa cama de patas bajas donde dormía Rao Bika y que le permitía, al tener los pies apoyados en el suelo, defenderse de ataques de enemigos en plena noche, algo que al parecer ocurría a menudo en las cortes de la época. ![]() Es francamente bonito el Badal Mahal (palacio de las nubes), decorado en azul y blanco con pinturas de nubes, relámpagos y tormentas. Tenemos que tener en cuenta que Bikaner está próximo al desierto y que en un lugar tan seco la lluvia ha de ser muy deseada. El sultán se había hecho instalar una especie de sistema de aire acondicionado. Determinado mecanismo permitía que le salpicara agua y eso, unido a la visión de las pinturas, daría la sensación de que llovía. Es por eso que se ha pensado que podría haber sido utilizado para que el rey ejerciera algún tipo de ritual de llamada a la lluvia. En el fuerte hay otros muchos rincones que merecen ser visitados o explorados. Y sin duda es espectacular la vista desde alguna de sus terrazas. Después de la visita, y completamente sudados, el guía (más sudado que nosotros) decidió llevarnos a ver un taller de tejidos de la zona. Vamos, uno de esos sitios donde vas, te tomas una bebida, te enseñan el producto y luego intentan venderte algo. He de reconocer que tenían cosas muy bonitas, sobre todo colchas y telas para cubrir el sofá. Y por la cantidad de gente que compró deduzco que no era tan caro. Personalmente no compré nada quizás porque no me gusta ir tan cargada y la ropa sola ya roza los 20 kilos permitidos por las compañías de aviación. Lamenté, no obstante, no poder ver algo más de la ciudad pero bastante temprano abandonamos Bikaner para ir a Gajner, donde se ubica nuestro próximo hotel. Gajner, a 30 kilómetros al noroeste de Bikaner, sólo destaca por dos cosas. La primera y más importante es el Summer Palace, un palacio que sirvió como pabellón de caza a los maharajás y que hoy se ha convertido en heritage. En fin, era nuestro hotel. A primera vista es un lugar precioso. Son varios edificios de arenisca roja rodeados de jardines y frente a un lago. Las habitaciones, enormes, están separadas de la recepción. Puedo hablar de la mía para decir que era muy grande. Por un lado estaba la habitación propiamente dicha, con la cama y dos sofás, uno al pie de una chimenea blanca. Por un lado se entraba a un pequeño cuarto donde estaban el armario y la nevera y que daba paso al cuarto de baño. Por el otro se accedía a otra pequeña habitación con un sofá cama. En fin, una habitación de lujo dispuesta para varias personas. Etapas 4 a 6, total 17
A las 7 de la mañana y antes del desayuno cogimos unos jeeps en la puerta del hotel para ir a visitar el Parque nacional de Gajner, la segunda cosa que dije que destacaba en el pueblo. De todos los coches que había me quedé con el más viejo y roñoso pero sin duda mucho más típico que los otros. Y no fue tan mala elección en mi caso ya que entraba el aire por la ventanilla sin cristal y podía sacar la cámara fácilmente para hacer buenas fotos.
![]() ![]() Nos acompañaba un hombre del hotel, como una especie de guardia de seguridad, que en inglés y muy bajito nos indicaba si veía algún animal. La idea era ver pájaros y nada más empezar aquello pintaba muy mal. Una especie de gorrión y algún pesado pavo real de los que por la noche, otra vez, nos habían dado la lata no eran precisamente los exóticos animales que esperaba contemplar. Para eso me habría quedado en casa. Pero… ¡falsa alarma!. A los pocos minutos nuestro acompañante nos llama la atención sobre un animal de cuatro patas que se veía a lo lejos. Miramos con atención y ¿qué vimos?. Pues nada más y nada menos que una gacela, algo mucho más llamativo que un simple gorrioncillo. Dicen en las guías de viaje que en el parque habita el antílope negro. No soy una experta naturalista como para poder distinguir esa especie (y menos a tanta distancia) pero algo así parecían ser la gacelita y los compañeros que aparecieron poco después. Como estábamos en la India no pudimos evitar ver algunas vacas vagando por allí pero para que no nos quedara mal sabor de boca antes de acabar la excursión encontramos también un buen puñado de jabalíes y un zorro del desierto (hay quien dice que más de uno). La salida, al fin, resultó divertida, provechosa y pudimos disfrutar, además, de unas vistas muy bonitas de nuestro hotel desde el otro lado del lago. Después de desayunar partimos rumbo a Jaisalmer. Como hay bastante distancia tuvimos que parar a mitad de camino para comer. Nunca he visto sacar tantas patatas fritas en un restaurante como aquella vez. Nos lanzábamos sobre ellas como lobos hambrientos y ni siquiera el delicioso pollo tandoori nos hacía olvidar nuestra ansia de comer algo tan bueno y sin picante. Llegamos temprano y felices al hotel Fort Rajwada de Jaisalmer. Nos recibieron con una bebida y al ver una bandeja de las famosas bolitas dulce corrí a coger una para merendar. Después de dejar las maletas en la habitación cogimos un tuctuc para ir a la ciudad, de la que nos separan unos dos kilómetros (o eso dicen porque yo creo que son algunos más). Por cien rupias nos dejó al borde de la muralla. ![]() ![]() ![]() ![]() Pero hablaba de las vacas y es que, aunque las había visto pasear por la carretera, nunca antes en el viaje las había tenido tan cerca ni en un número tan numeroso. Soy una persona miedosa. Temo a las alturas, a los aviones, al mar, a las tarántulas y a mil cosas que no vienen al caso. Sin embargo todavía no ha llegado el día en que le tenga miedo a una vaca, por muy grandes que tenga los cuernos (y os puedo asegurar que las indias tienen los cuernos enormes). No se puede decir lo mismo de los toros aunque a su lado pasaba con tranquilidad y con aquella norma de “no me toques, no te tocaré”. Y parecía que funcionaba excepto cuando sus rabos se meneaban de un lado a otro para espantarse las moscas. Todo parecía ir bien en mi relación con la especie bovina… hasta que me encontré con ella. Era joven aunque de un tamaño ya considerable, blanca y estaba loca. Sin comerlo ni beberlo, cuando parecía que sólo paseaba, se acercó a mí y a traición me golpeó con la cabeza en el costado. Dolió, no puedo decir que no. Pero aún pienso lo que hubiera podido pasar de haber tenido largos y afilados cuernos en lugar de aquellos cuernecillos incipientes. Pero hablemos de la ciudad. Jaisalmer fue en el pasado un importantísimo centro de paso de las caravanas a Afganistán y a Asia. En el siglo XVII ricos mercaderes ordenaron la construcción de bellísimos palacios, los havelis. Una de las mayores atracciones de la ciudad, además de la fortaleza, son esas mansiones de fachada de piedra ricamente labrada con hermosos balcones en saledizo y celosías. Y no podemos olvidarnos de los templos jaimistas o del complejo palaciego. En cuanto al fuerte ¿qué decir?. Es simplemente espectacular a la par que delicado. Y es que al establecer tantos hoteles y restaurantes dentro y ser el único en todo el país que permanece habitado el agua está debilitando la piedra y amenaza con destruirlo. Sería una pena y una gran pérdida que eso ocurriera. Hoy por hoy todavía es posible dar la vuelta casi completa a la muralla y ver la otra parte de la ciudad desde arriba. Para todo aquel que visite Jaisalmer le recomiendo que no deje pasar la oportunidad de ir al otro lado, a la orilla del lago Gadisagar. Se trata de una reserva de agua construida en el siglo XIV, rodeado de ghats (escalones) y templos. Una de las puertas la mandó construir una cortesana, lo que provocó la furia de la Corte, que quiso derribarla. Entonces ella ordenó poner una imagen del dios Krishna para coronarla por lo que no sólo no se pudo tirar sino que todo el que pasara por debajo quedaba obligado a inclinarse. El lago y sus alrededores son muy bonitos pero lo que verdaderamente llama la atención es el espectáculo que tiene lugar en él a todas las horas del día. Ciertos jóvenes te reciben ofreciéndote bolsas de pan que los indios no dudan en comprar para alimentar a los peces más feos y repugnantes que he visto en mi vida. A todo el que no haya visto en su vida un pez gato le diré que se trata de un animal grande y baboso con bigotes y una boca enorme. Imaginad a cientos de ellos, unos sobre otros, incluso saliéndose del agua, con la intención de coger un trozo de pan. Todas aquellas bocas juntas abiertas es algo que no se olvida fácilmente. Y una no podía dejar de pensar en que ojalá no resbalara y cayera encima de esos bichos. ![]() Etapas 4 a 6, total 17
El hotel de Jaisalmer tiene unas habitaciones que están en patios abiertos, jardines y una piscina. Esto último no es nada especial, puesto que los otros también la tenían, pero hablo de ella porque es la única en la que pude bañarme. Pero vayamos por partes. Después del desayuno, en buffet como era habitual, salimos otra vez hacia Jaisalmer acompañados de un guía local.
La primera visita fue a mis amigos los peces gatos, hambrientos como siempre. Como la noche anterior había gente en la orilla dándoles trozos de pan que ellos agradecían a su modo y en aquel momento me dio por pensar en unos críos que la tarde anterior pedían comida en las calles sin que nadie les mirara a la cara. Eran nómadas y se dice de ellos que todo lo que les das lo venden pero eso no obsta para que en la India haya gente que pase hambre y merezca más un pedazo de pan tierno que un pez feísimo. Por nuestro lado pasó un perro, el más flaco que he visto en mi vida, con los huesos completamente marcados. En la India apenas ni hacen caso a los perros, siendo chuchos callejeros la gran mayoría, y de los gatos mejor ni hablar. Creo que sólo vi cuatro y uno de ellos muerto en plena calle y sin cabeza, entre un buen montón de basura (horrible visión). Casi nadie del grupo se atrevió a acercarse a la orilla del lago. Está visto que no sólo a mí me daban asco los pececitos en cuestión aunque con la diferencia que yo me hice una foto junto a ellos (puaggg). Aprovechando que estábamos allí entramos en el pequeño templo dedicado al dios Shiva, descalzándonos previamente como siempre. Lo que más me llamó la atención era la gran cantidad de murciélagos que había dentro, colgados cabeza abajo, durmiendo la siesta a primera hora de la mañana. Después fuimos hacia el fuerte y recorrimos las calles que habíamos visto por libre la tarde anterior con la novedad de poder entrar en los templos jainistas. Se trata de un conjunto de edificios hermosamente decorados. Sus seguidores tienen unas reglas estrictas y destacan por su doctrina de la no violencia, ni contra hombres ni contra animales. Es por eso que los sacerdotes se tapan la boca antes de limpiar las estatuas de los templos por si se les mete algún bichito en la boca y se lo tragan sin querer y barren antes de sentarse en alguna parte. Nunca se han dedicado a la ganadería ni a la agricultura, en el primer caso por motivos obvios y en el segundo porque al cavar para plantar se puede matar a un bichillo (un gusano por ejemplo). Por lo tanto los jainistas siempre han sido entre otras cosas ricos comerciantes. Por cierto, Gandhi era jainista y de ahí su obsesión por la no violencia. No es que un día se levantara con ello, es que su religión se lo dictaba. Y otra curiosidad, para ser monje jainista uno debe arrancarse uno a uno y con la mano todos y cada uno de los pelos del cuerpo. ¿A que dan ganas de hacerse monje?. Pues, alucinad… se repite al cabo de los años, no basta con hacerlo una vez. Después visitamos tres havelis, los más importantes de la ciudad, y delante de uno de ellos vimos a un hombre que destaca por su larguísimo bigote. No dudó en desplegarlo para nosotros ni yo en hacerme una foto cogiéndolo de un lado. En uno de los havelis, después de subir a la terraza para ver el panorama de tejados, nos esperaban para enseñarnos colchas y pañuelos. Se negaron a rebajarnos ni una rupia del precio que nos daban a pesar de nuestra insistencia. ¿Qué hicimos?. No comprar. Somos españoles pero no tontos. Volvimos al hotel al mediodía a tiempo para comer por nuestra cuenta en el buffet del restaurante algunos y otros picar alguna cosa junto a la piscina y para bañarnos después. El agua de la piscina estaba templada y creo que pocos del grupo se resistieron a meterse aunque fuera un rato. Allí me hubiera quedado toda la tarde de no ser porque tenía que prepararme para ir a Khuri. Se trata de un lugar donde no hay nada más que un buen montón de dromedarios (que no camellos) esperándonos para darnos un paseo por las dunas. Con anterioridad ya me había encargado de decirle al guía que no quería subirme. Es la tercera vez en mi vida, después de Túnez y Egipto, en que me lo han ofrecido y la tercera que lo rechazo. No me hace ninguna gracia ir ahí arriba aunque sé que a mucha gente le apasiona. En fin, cosas del vértigo y de ni fiarme de la locura de esos lindos bichillos patilargos. Por un motivo que explicaron de los tres carros que debían tener preparados para los que no gustábamos del camello sólo tenían uno. Pero ¡ay!... lo que sentimos al ver el carro. Una especie de tabla asquerosa recubierta con una manta y con ruedas tirada por un dromedario. Su altura hacía que el carro se inclinara mucho hacia atrás. Vamos, que no daba muy buen rollo que digamos. Y para colmo pretendían que otra chica y yo subiéramos al nuestro sin amarrar la manta con una cuerda, como debía ser. Me negué a subir hasta que no la pusieran. Lo que hace haber estudiado tanto prevención de riesgos. Y para ello tuve un desencuentro con el guía local, que me decía que no era necesaria pero que después en su carro iba bien agarradito a ella. Conseguí mi propósito y la famosa cuerda me vino muy bien para aguantar la mochila y poder ir tranquilamente haciendo fotos. El paseo por las dunas fue cuanto menos curioso. Perseguidas por nómadas (un par de chicas de los cuáles nos merecieron poca confianza porque miraban atentamente las mochilas) y algunos chicos que querían vendernos bebida y sufriendo los pedos del dromedario, afectado de diarrea. Poneos en mi situación. Sentada de lado en un carro y escuchando los ruidosos pedos de un animal cuyo culete estaba muy cerca de mí. Por suerte no me llegó el olor. No lo puedo ni imaginar. El objetivo del paseo era llegar a un punto de las dunas donde bajamos y esperamos sobre la arena a que anocheciera. Vamos, aprovechamos para hablar unos con otros. Y de vuelta otra vez con mi amigo Pedorrete aunque mucho más recuperado. ![]() Etapas 4 a 6, total 17
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