![]() ![]() Descubriendo el Valle del Loira ✏️ Blogs de Francia
Crónica de unos maravillosos días con nuestra hija por tierras francesas.Autor: Ilota Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (44 Votos) Índice del Diario: Descubriendo el Valle del Loira
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Siempre he sido un ávido lector desde mi más tierna infancia...Uno de los autores que más me gustaba y cuyos libros devoraba fue Alejandro Dumas: Los Tres Mosqueteros, Veinte Años Después, El Vizconde de Bragelonne,...Aquellos libros que enumeraban aventuras de capa y espada, me recordaban tiempos pasados de palacios, aventuras, de la Francia más novelesca y cinematográfica, con el Rey Sol, Luis XIV, como monarca absoluto desde aquel también mítico Versalles. Pues bien, dentro de ese marco histórico siempre me apeteció conocer ese trocito de Francia llamado Valle del Loira, uno de los lugares con más historia por metro cuadrado del mundo. Aprovechando la ocasión, decidimos acercarnos también a ver Mont Saint Michel, otro de los sitios más emblemáticos y visitados de nuestro país vecino. Y ya que contabamos con unos días libres en marzo, para allí nos fuimos. Dado que desde Galicia la única opción era volar a París y salía demasiado caro en líneas generales, decidimos salir desde Oporto, ya que desde el aeropuerto Francisco Sa Carneiro además de considerablemente más barato, existía la posibilidad de volar directamente con Ryanair a Tours, en pleno centro del Valle del Loira. Y así lo hicimos, comenzando nuestro viaje... Etapas 1 a 3, total 5
Salimos a las 12 de la mañana desde el aeropuerto Sa Carneiro de Oporto y aterrizamos puntualmente unas dos horas después en el aeropuerto Tours-Val de Loire: Lo primero que nos sorprende es lo tremendamente pequeño que es el aeródromo, tanto que solo cuenta con una pista principal y la terminal se reduce a una zona para la salida de maletas, una zona de embarque donde hay una cafetería y una tienda de souvenirs, y una sala aledaña para esperar a acceder a la pista para subir al avión. Aunque ya hemos volado muchas veces con Ryanair a aeropuertos pequeños, es con diferencia el aeródromo más pequeño en el que hemos estado.
Recogemos las maletas de la cinta y nos dirigimos a la oficina de Hertz, que se encuentra fuera de la terminal, y siguiente sorpresa: La "oficina" es en realidad un container tipo caseta de obra donde tienen montada un stand multiempresa, es decir, un mismo mostrador y un mismo agente, atiende los alquileres de Hertz, Avis, Europcar y demas. Habíamos reservado un Ford Fiesta, que nos iba estupendamente para los tres. Y tras conseguir que nos entendiese correctamente (no hablo francés y el inglés del chico no era de lo mejor), y de montar la silla de bebe, salimos rumbo a Mont Saint-Michel. La ruta nos llevó desde Tours a Le Mans, pasando después por Laval y Fougeres, hasta que finalmente llegamos al pueblo de Mont Saint-Michel, después de 280 kms y unas tres horas y pico (incluyendo parada a comer) ya anocheciendo, pudiendo ver desde la costa la imponente mole de la fortaleza y la abadía iluminadas. Dormimos fuera de la fortaleza, por el tema precios, ya que era por una sola noche (al día siguiente regresabamos a Tours). Habíamos reservado previamente por Booking el hotel Formule Verte, por 63€ la noche incluyendo el desayuno y cuna para la niña: Correcto para pasar una noche, la habitación algo antigua, el baño nuevo y remodelado recientemente, desayuno bufet y estaba bien. Al día siguiente nos dirigimos dando un paseo al objetivo de nuestro desplazamiento hasta allí, la fortaleza del Arcangel. El paseo de unos 25 minutos es estupendo, bordeando la carretera, viendo toda la perspectiva, muy recomendable madrugar para evitar las enormes aglomeraciones y hordas de turistas que llegan en oleadas de buses. *** Imagen borrada de Tinypic ***
A pesar de todo lo que se pueda leer o escuchar sobre él, Mont Saint-Michel impresiona igualmente cuando llegas bajo sus murallas. No es por su tamaño, sino porque es toda una referencia histórica y cultural en Francia, un lugar sagrado para la cristiandad, motivo de peregrinaciones...Envuelto en una neblina nos recibió, con sus impresionantes murallas y con su magnífica abadía coronándolo.
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Atravesamos la zona de parking, para entrar a través de su muralla exterior hasta una puerta con un puente levadizo, resquicio de su medieval pasado, para acceder a su calle principal que asciende mediante angostas cuestas y escaleras (que el iluminado que suscribe tuvo que ascender con la silla de la niña, menos mal que era ultraligera) hasta lo más alto del monte, donde se encuentra la Abadía, a donde entramos previo pago de 9€ por entrada, 4,50€ a mayores con audioguía (un detalle para familias con niños peques: no existe consigna para dejar la silla, con lo cual si no teneis una de esas que pesan muy poco, absteneros de llevarla).
El origen de la misma se remonta al año 708, cuando Aubert, obispo de Avranches, ordenó eregir en el que hasta el momento se conocía como Monte-Tombe, un santuario en honor del arcangel San Miguel, que rapidamente se convirtió en un centro de peregrinación. En el siglo X se instalan los benedictinos en la abadía, continuandose con el desarrollo del pueblo y sus murallas durante casi 300 años (hasta el siglo XIV), convirtiéndola en una plaza inexpugnable, resistiendo todo tipo de asaltos durante la Guerra de los Cien años, lo que la convirtió en un prodigioso exponente de la ingeniería militar defensiva, así como en el símbolo de todo un pueblo contra el invasor inglés. *** Imagen borrada de Tinypic ***
Desde la Revolución Francesa hasta 1863 fue utilizada como prisión, convirtiéndose en monumento histórico en 1879, para pasar a engrosar la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1979.
Y si por fuera sorprende, por dentro también lo hace con su sucesión de capillas y criptas, sus naves y su espectacular claustro del siglo XIII, no solo por su depurada técnica constructiva y su belleza, sino también por la altura a la que se encuentra, en el edificio del complejo llamado La Maravilla, situado en su punto más alto y con unas vistas increibles... *** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic *** Y tras llegar al final del recorrido, pasando por sus entrañas, descubriendo los enormes pilares que soportan partes de su estructura, alguno de hasta cinco metros de diámetro, abandonamos la abadía y descendimos las calles del pueblo, con la sensación de haber visitado uno de los lugares más "místicos" del mundo, con un sentimiento mezcla de una extraña serenidad y tranquilidad... Todavía embargados por ese sentimiento nos dirigimos a la siguiente parada de nuestro viaje y base para el resto del mismo: Tours. Tras unas tres horas de viaje (con parada a comer) llegamos a Tours, y nos fuimos a dejar el coche y las cosas al hotel, el Castel Fleuri (2*). Nuestra experiencia en este hotel fue estupenda, lo regenta un matrimonio francés, el trato es amabilísimo y cordial, siempre dispuestos a aconsejar y ayudar, la habitación que nos dieron era amplia, con la cuna que les habíamos pedido, el parking era gratis, y desayunamos todos los días en el hotel porque aunque costaba 7€/persona valía la pena a pesar de no ser bufet porque era bastante completo. Además estaba muy bien situado para descubrir la ciudad andando que era lo que nos interesaba. Llegamos hacia el final de la tarde, por lo que tras dejar las cosas y charlar con Marie (la dueña), nos fuimos a dar un pequeño paseo hasta la Place Plomerau, un pequeño ágape en una de sus terrazas y regreso para madrugar al día siguiente. Etapas 1 a 3, total 5
A la mañana siguiente nos levantamos temprano para disfrutar del desayuno que Marie nos había preparado, y partimos con destino al Chateau de Chenonceau. El itinerario se nos hizo corto ya que se encuentra a escasos 40 kms de Tours (media hora en coche). Hicimos la ruta bordeando el río, deleitándonos con los hermosos paisajes que nos ofrecía el Loira, hasta que llegamos a la ciudad de Amboise (a la que regresaríamos posteriormente) para tomando una carretera secundaria llegar finalmente a Chenonceau, donde abonamos su entrada, 10,50€/persona.
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De los chateaux que pude ver en mi viaje, fue el que más me gustó en conjunto, tanto por fuera como por dentro (poniendo a un lado a Chambord, que es digamos “especial”). Levantado en el siglo XVI sobre lo que era una antigua fortaleza y molino fortificado, de su origen medieval únicamente conserva la torre del homenaje (remodelada en el Renacimiento) y un pozo. Justo enfrente se encuentra la puerta monumental de entrada donde se pueden ver los blasones de la familia que lo construyó, los Bohier Briconnet, sobre los cuales se ve la salamandra, símbolo del monarca Francisco I.
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Comentar que se puede hacer la visita perfectamente con la guía gratuita que dan a la entrada, disponible en múltiples idiomas incluido el español, muy completa y didáctica, pudiendo prescindir de la recurrente audioguía.
Las estancias que más me gustaron de su interior fueron los aposentos de Diana de Poitiers y Catalina de Medicis, la Galería, los aposentos de Francisco I y la famosa “habitación negra” de Luisa de Lorena, pero en general cuenta con unos interiores espectaculares, sumamente cuidados y restaurados. Decir que las dos primeras pasaron a la historia por ser amante y esposa, respectivamente, del rey Enrique II, el cual había donado Chenonceau a Diana en vida, a la muerte de éste su esposa Catalina hizo que Diana se lo devolviera, entregándole a cambio Chaumont-Sur-Loire, que se ve le gustaba menos. En la habitación de Diana en Chenonceau, concretamente en su chimenea se pueden ver esculpidas las iniciales “H” (Enrique II) y “C” (Catalina de Medicis), las cuales entrelazadas supuestamente forman el anagrama “D” (de Diana de Poitiers). El morbo estaba asegurado y eso que de aquella no había televisión ni prensa del corazón…La habitación de la propia Catalina mucho más lujosa, no da lugar a engaño de quien era la real señora del palacio.
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Otra habitación que tiene una historia tremenda es la de Luisa de Lorena: Tras el asesinato de su esposo Enrique III por un monje llamado Jacques Clement, se retiró a Chenonceau, mandó pintar sus aposentos de riguroso negro, permitiendo como única licencia al color unas lagrimas de plata en el artesanado, llevando hasta el final de sus días una vida prácticamente monacal, encerrada en el palacio y rodeada de monjas. La habitación sobrecoge por lo tétrico del ambiente, además de lo casi insano de ese aislamiento, llegando incluso a ser la ropa de su alcoba e incluso la almohada, negras…
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En el curso de su historia el palacio pasó por diversas manos, no siendo hasta la II GM que su propietaria Simone Menier, lo cedió para ser utilizado como hospital, lo que lo salvo de ser destruido por las cañones alemanes, todo ello a pesar de que durante toda la guerra estuvieron apuntándolo constantemente, ya que el río Cher sobre el que se levanta dividía la zona ocupada de la libre, utilizándose en numerosas ocasiones su Galería (que une ambas orillas) como paso clandestino por los miembros de la Resistencia francesa.
A la salida visitamos sus jardines, extremadamente cuidados, divididos en dos, los de Diana de Poitiers que abarcan unos 12000 metros cuadrados y, los de Catalina de Medicis de unos 5500 metros cuadrados, ambos muy hermosos, aunque debo decir sin ánimo de ser partidista, que me decantó por los de la esposa “oficial”. Y tras pasar por el laberinto vegetal que se encuentra a la entrada, abandonamos el recinto encantados de haber disfrutado de un entorno y un palacio hermosísimos, para dirigirnos a Amboise. Después de unos 13 kms llegamos a la ciudad de Amboise, con su castillo que perteneció a Francisco I y a Carlos VIII, que cuenta con una zona histórica que bien merecía un paseo, y donde se encuentra la que fue la última morada de Leonardo Da Vinci, el Clos Lucé. Aparcamos el coche en una zona de estacionamiento gratuito al lado del río (ahora volvía a ser el Loira) y nos dirigimos a los aledaños del castillo de Amboise para comer. Como habíamos desayunado bastante bien, nos tomamos unos bocadillos vegetales con pollo, que por cierto estaban bastante bien, le dimos el potito a Sofi, y me tomé mi merecida cerveza de rigor (la marca creo que era Eureliennes) bastante buena, a la sombra del castillo.
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Nos entretuvimos mientras tomábamos un te, charlando con una pareja de californianos que estaban recorriendo Europa. La verdad es que nos sorprendió cuando nos contaron que conocían A Coruña, no porque hubieran estado en ella sino por el Deportivo, ya que la chica era muy aficionada al soccer (que es como ellos llaman al futbol). La verdad es que eran muy majetes y nos echamos unas risas con ellos. La disyuntiva del día fue ¿castillo de Amboise o Clos Lucé? Podríamos haber ido a los dos, pero viajar con una niña de 9 meses te limita más en cuanto a horarios, esfuerzos, etc…Finalmente nos decidimos por el Clos Lucé, siguiendo el consejo de Marie (la dueña de nuestro hotel) y, no es que nos equivocásemos, pero esperaba otra cosa…
El Clos Lucé se encuentra en un extremo de Amboise, andando en línea recta desde el castillo real habrá unos 5 minutos, cuenta con una zona de parking gratuita (pequeña) y otra de pago en su exterior. Se trata más bien de una casa de campo o mansión, que un palacio en si. Construido en el siglo XV, Carlos VIII de Francia se lo regaló a su esposa Ana de Bretaña. Francisco I le cedió su uso a Leonardo Da Vinci entre los años 1516 y 1519, año en que falleció en este mismo lugar. Se accede previo pago de una entrada de 9,50€ (en verano creo que es más cara), pero nos cobraron algo menos porque coincidió que no se podían ver los aposentos de Leonardo por estar restaurándolos. Primer contratiempo, decidimos entrar igual, vimos el hermoso oratorio de Ana de Bretaña, muy pequeño pero con unos frescos fantásticos. Algún salón construido en madera, y nos fuimos a la planta baja donde tienen un museo-exposición con audiovisuales y maquetas sobre los inventos de Leonardo, que la verdad estaba muy bien: El primer tanque, el ala-delta, el paracaídas, puentes giratorios, sistemas de esclusas para ríos, …
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A continuación salimos a los jardines, con una gran extensión e incluyendo un estanque con pequeños riachuelos que lo nutren de agua, en ellos hay reproducciones a tamaño real de las maquetas de los inventos que se encuentran en la casa. En resumen, está muy bien en plan didáctico para ir con niños a partir de una cierta edad, de hecho había bastantes excursiones de escolares visitándolo. Para los adultos digamos que se queda muy corto, más si no puedes ver los aposentos de Leonardo. Como curiosidad contar que cuando Leonardo se instaló allí, trajo tres cuadros de Italia, uno de ellos la Gioconda, perteneciendo a diversos monarcas hasta que finalmente tras la Revolución francesa terminó en el Louvre.
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Y tras un día intenso, regresamos a Tours, algo ligero para cenar y a dormir para prepararnos para el siguiente día. Etapas 1 a 3, total 5
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