![]() ![]() Sudáfrica, un país tan inabarcable como el arcoiris ✏️ Blogs de Sudáfrica
Toda una vida soñando con animales salvajes. Dos novelas, guías, miles de documentales y seis meses de planificación e investigación para la semana más intensa de mi vida. La nación arco iris es un país que sorprende a cada paso y nos invita a quedarnos y sumergirnos en su historia, su naturaleza y su cultura.
(nota: este maravilloso viaje no hubiera sido posible sin la colaboración de Josep María Plana, Marcos Fajardo Castillo y Roberto Tomé, a todos ellos muchísimas gracias)Autor: Sebac Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (8 Votos) Índice del Diario: Sudáfrica, un país tan inabarcable como el arcoiris
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Cape Town (Ciudad del Cabo), Sudáfrica — sábado, 1 de mayo de 2010
En un primer viaje al África negra empezar por Ciudad del Cabo, tan británica y elegante, es una buena forma de ir adentrándose lentamente en un país tan distinto. Después de un largo viaje por South African Airways desde Buenos Aires, con escala en Johannesburgo (en migraciones no nos pidieron nada del papeleo de vacunas que nos habían hecho llevar) ,y con ningún empleado a bordo que hable español a pesar de que el vuelo partió de Argentina, al mediodía del 1 de mayo llegamos al bonito aeropuerto de Ciudad del Cabo. Luego de recoger el equipaje fuimos al encuentro del taxista que nos llevaría al hotel. Era la primera vez que me esperaba alguien con un cartelito en un aeropuerto(el famoso “meet and greet) así que yo ya estaba contento de que así sea. Muy simpático el chofer, negro –como pasaría a lo largo de casi todo el viaje, los trabajos de operarios son para los negros y los jerárquicos para los Afrikaners (blancos descendientes de colonos holandeses)-, no podía creer que no nos quedáramos a ver el mundial. Para toda la población negra el fútbol es el deporte nacional y el mundial su principal orgullo, mientras que para los blancos el deporte es el rugby y casi que no sentían emoción alguna por Sudáfrica 2010. Llegamos a Gardens, un barrio mucho más lindo de lo que lo imaginábamos, muy británico, ningún edificio pasa los tres pisos de altura, el tipo de automóviles, el hecho de que manejen por la derecha, el tipo de cartelería de las calles, en fin, todo remitía a Gran Bretaña salvo el hecho de que no estaba nublado, ja. Teníamos reservas en el Ashanti Lodge Gardens un hostel lindo, bien cuidado y atendido con simpatía. Nuestras habitaciones como eran con baño privado estaban a la vuelta en una casona cuyas amplias habitaciones habían sido refaccionadas con baños a nuevo, tv, camas King size y otra simple para apoyar las valijas. Perfecto para mí, bueno, bonito y barato ( o más o menos, alrededor de 70 usd la habitación doble). Dejamos las cosas y rápidamente nos fuimos a la recepción para pedir un taxi a la Table mountain para aprovechar la tarde soleada siguiendo los consejos de Roberto. Excelente decisión, nos encantó. El taxi te deja en la base de la montaña, desde allí tomás el teleférico giratorio y panorámico que te lleva a la cima. Es costumbre allí que los taxistas te dejen su tarjeta para que los llames y supongo que evitar la comisión de la agencia; el nuestro se llamaba Aleko y como no teníamos cambio nos dijo que a la vuelta le pagábamos los dos viajes (ida y vuelta), nos explicó que el recorrido duraba una hora aprox. y que el último teleférico regresaba a las 18 hs.. Así que quedamos con Aleko para las 18 en la base de la Table Mountain y fuimos a sacar los tickets para el telesférico y el Parque Nacional Table Mountain. Lo sacamos con tarjeta sin problemas. Realmente tienen razón todos los que recomiendan esta visita, las panorámicas desde la cima de la meseta son impresionantes, contemplas no sólo toda la ciudad y el puerto sino la costa, el infinito océano atlántico y puedes ver como la península se pierde en sus aguas hacia el polo sur. Allí arriba tienes caminos perfectamente señalizados para recorrer y no perderte ninguna vista en los 360 grados de paisajes que ofrece esta montaña. Y aquí empezamos a observar algo que será una constante en nuestros días en Sudáfrica, la naturaleza reboza allí donde vas, plantas y animales asoman por donde mires; en este caso eran los simpáticos Cape Starlings (unos pájaros negros casi azulados que se acercan casi al lado de los visitantes) y las Dassies (unos roedores bastante grandes y con dos dientes feítos que coronan sus bocas) que buscaban comer lo que la gente les de. Luego de dar toda la vuelta y con el tope de las 18 para el último teleférico lamentablemente tuvimos que regresar, a pesar de que había más caminos y recorridos más amplios para hacer. A nuestro regreso efectivamente nos esperaba Aleko en la base para llevarnos al hotel. Perfecto. Llegamos al Ashanti y siguiendo las recomendaciones de Roberto consulté en la recepción por el clima de los días siguientes: mañana despejado, pasado nublado. Ok, había que reservar un auto de alquiler para el domingo para aprovechar el clima y hacer el recorrido a Cape Point. Como al día siguiente era domingo, y encima hay que salir bien temprano para aprovechar bien las horas de luz, no fue sencillo conseguir auto y no tuvimos muchas opciones para elegir modelo ni precio: un Corsa 4 puertas manual nos esperaría al día siguiente en la puerta del hotel. Todo arreglado sin movernos del hostel. Nos fuimos a bañar y para cuando estuvimos los cuatro listos (mi novia, nuestra pareja amiga y yo) ya eran más de las 20, y en Sudáfrica se cena temprano así que siguiendo la recomendación de todos los viajeros pedimos un taxi para ir al Waterfront (zona comercial construida en el puerto, en el estilo del Puerto Madero de Buenos Aires). Aquí no tuvimos suerte con el taxista que nos cobró una fortuna (90 rands por un viaje de 60). Los taxistas por lo general no ponen el taxímetro sino que te fijan el precio ellos, por eso es conveniente pactarlo al subir o pedir que pongan el aparato. En un pricipio, por inexperiencia, nos resultó chocante que todo el mundo te pida propina, luego con el paso de los días nos fuimos amoldando a esta costumbre. El Waterfront es muy coqueto y bastante grande, con gran número de restaurants, negocios y dos shoppings. Hay músicos en la calle y mucha vida nocturna. Cenamos rico en un restorán llamado Hildefront y volvimos a dormir. Mañana nos esperaba nuestra primera aventura: manejar por la derecha. NOTA: Los precios - todavía no he puesto los precios de las cosas porque no encuentro dónde lo anoté. Prometo que en cuanto lo encuentre lo corrijo. En líneas generales les diría que no es un país caro, aunque tampoco resulta muy barato, lo encontré bastante parecido a la Argentina, quizás un poquito más barato. Etapas 1 a 3, total 10
Cape Town (Ciudad del Cabo), Sudáfrica — domingo, 2 de mayo de 2010
Si visitan Ciudad del Cabo no se pierdan el placer de manejar por los increíbles paisajes y pueblitos camino al Cabo de la Buena Esperanza. Temprano todos arriba que nos esperaba una larga jornada y nuestra primera experiencia al volante en el extranjero y manejando por la izquierda. Con 40 minutos de demora nos entregan el Corsa, 4 puertas, con muy pocos kilómetros. Arranca manejando Diego, mi amigo, y partimos rumbo a Camps Bay, nuestra primera parada. Siguiendo las recomendaciones de Marcos y de Roberto decidimos hacer el siguiente recorrido: bajar por el oeste parando en Camps Bay (y los 12 Apóstoles), Hout Bay (y paseo en lancha hasta la isla de los lobos marinos), tomar la Chapman´s Peak Drive (autopista panorámica imperdible-gracias Marcos!-), y llegada a Cape Point. Recorrerlo a placer y luego regreso por el este parando en Boulders Beach (colonia de pingüinos), Simons Town (estatua al Gran Danés), Fish Hoek, Kalk Bay (tren sobre la playa), Muizenberg (casetas de colores en la playa), llegando a Cape Town a la nochecita. En el camino nos costó bastante al principio ubicarnos bien y el GPS perdía señal a cada rato así que demoramos más de la cuenta en llegar a Camps Bay. Hermosa playa de largas extensiones de arenas blancas y mar azul profundo. Se nota que es una zona de gente adinerada por las mansiones y los autos. Daba para quedarse a tomar unos mates tirados en la arena, pero no nos daba el tiempo. Los Doce Apóstoles son unas formaciones rocosas en las montañas que están detrás de este pueblo. El paisaje bien invita unas cuantas fotos. Seguimos camino, nuestra próxima parada: Hout Bay. La ruta en todo Ciudad del Cabo está muy bien y correctamente señalizada. La gente maneja bien, son correctos y respetan mucho las señales. Hout Bay es un pueblo chico, al que se va directo al puerto, donde hay unos puestitos en forma de feria para ver artesanías y donde hay varios botes para hacer el paseo hasta la Isla de los lobos (Diuker Island). Contratamos el próximo a salir y como nos quedaba tiempo fuimos a desayunar rápido a un restorán que quedaba contra el muelle. Y allí volvimos a tener la sensación de que la naturaleza reboza en este país. Un lobito marino andaba nadando entre los veleros aparcados en el muelle, ahí nomás de nosotros. Y unos minutos más tarde vemos una medusa nadando al lado nuestro. Increíble. El paseo en barco es lindo, pero no imperdible, se ven lindos paisajes costeros hasta que se llega a un islote repleto de lobos marinos de todas las edades echados al sol. En total unos 30 minutos. De vuelta al camino (ah, perdón, la ruta es la M6) tocaba tomar la Chapman´s Peak Drive, que es una autopista corta que une Hout Bay con NordHoek. Son unos catorce kilómetros de camino de montaña con unas vistas increíbles del océano Atlántico y unos curiosos túneles para protegerlo de los derrumbes. Conclusión: si bien hay un camino opcional a la autopista, considero que es altamente recomendable y el peaje súper accesible. Imperdible. Llegamos a la Reserva Natural del Cabo de la Buena Esperanza (Cape of Good Hope). Al pagar la entrada te dan un mapita para orientarte porque hay varios caminos y puntos de interés y no es precisamente chico. Lo principal es visitar los tres cabos el Maclear, Cape Point y el Good Hope. Para llegar a Cape Point se puede ir caminando (es largo y en subida) o en un vehículo que es como un trencito que se llama Flying Dutchman, y bajar a pie (recomendable). Desde Cape Point hacia la izquierda se ve la False Bay donde suele haber tiburones blancos y es el punto donde se unen el Océano Atlántico con el Pacífico (eso me dijeron a mí, otros sostienen que es en Cabo Agujas). En el Maclear se puede visitar el antiguo faro que tiene unas vistas asombrosas. Si tienen tiempo y energías se puede bajar a Días Beach que queda en el camino desde aquí hasta el Good Hope y tiene unos vientos que dan la sensación de que se está en el fin del mundo; nosotros no tuvimos tiempo así que fuimos en auto. En el Cabo de la Buena Esperanza nos sacamos la típica foto en el cartel que dice el punto más suroccidental de África. Y subimos las escaleras para disfrutar de sus magníficas vistas. Luego de permanecer un rato disfrutando de las vistas y del viento (fortísimo) emprendimos el regreso, esta vez por el este, y esta vez manejando yo. Más allá de las precauciones, a los minutos ya te acostumbrás a manejar al revés. Cuando te quieren pasar te hacen luces, te corrés a la banquina, pasan y te agradecen con las balizas. Si ves un stop pintado en la calle, tenés que frenar y el primero en llegar es el primero en irse. Todos lo respetan así que hay que estar atentos. Lo único complicado son las rotondas, porque físicamente apenas si sobresalen algunas del asfalto, simplemente están pintadas en un cruce y nunca entendí bien cómo atravesarlas (me ligué más de un bocinazo). Ahora estamos subiendo por la M4. Primera parada, Boulders Beach y su colonia de pingüinos. Ni bien estacionamos en el parking de la reserva ya estamos viendo pingüinos a unos 10 metros de donde estamos, metiéndose en el mar. Caminamos hacia la entrada y entre unos arbustos, a metros de donde había dejado el auto, hay un pingüino!! Al lado nuestro!! Nos sacamos miles de fotos y el tipo ni se mosqueó. Como no nos quedaban muchas horas de luz día y sí varias paradas más decidimos no entrar a la colonia y desde la entrada nomás estuvimos viendo varios ejemplares hacer de las suyas entre las rocas y el agua. Es muy gracioso verlos caminar. Seguimos viaje por la M4 y el tránsito y el desconocimiento hacen que no podamos parar en Simon´s Town ni en FishHoek, así que los vemos desde el auto y recién paramos en Kalk Bay. Lindas callecitas en pendiente sobre las colinas, caminamos un poco por ahí sacando fotos y aguardamos que llegue algún tren a la estación que tiene la particularidad de estar sobre la playa. Sí, sobre la playa. Los trenes son iguales a los nuestros, no tienen nada de particular, pero el hecho de verlos arribar contra el mar sí lo hace un evento curioso. Seguimos viaje hacia el norte y hacia el pueblito que despertaba más ansiedad en mí: Muizenberg. Había visto unas magníficas fotos (gracias Marcos) de sus simpáticas casetas de colores sobre la playa y quería llegar a verlas antes de que anochezca. Llegamos unos minutos antes de que anochezca, lo suficiente para apreciar y poder fotografiarlas. Muy recomendables. No hubo tiempo para más, la noche se cerraba y los Jardines Botánicos de Kirstenbosch (muy recomendados por varios viajeros) quedaron para otra ocasión. Devolvimos el auto en el hotel y luego de bañarnos decidimos ir a comer a Long Street (el otro punto con movida nocturna, en este caso, más juvenil). Cenamos unas hamburguesas con cervezas locales (ricas) y nos fuimos a dormir. Etapas 1 a 3, total 10
Cape Town (Ciudad del Cabo), Sudáfrica — lunes, 3 de mayo de 2010
Arriba temprano (lo que sería una constante en todo Sudáfrica) porque hay mucho que ver. A las ocho ya estábamos en la calle, con el mapa en la mano, listos para dar una vuelta circular al City Bowl. Como estábamos en Gardens, lo primero que visitamos fue el Company´s Gardens, un parque arbolado y con jardines que en los primeros tiempos de la colonia fue donde construyeron las granjas los colonos que habitaron el Fuerte (Castillo de la Buena Esperanza). En la actualidad es un bonito espacio verde, el único pulmón céntrico de Cape Town a cuyo alrededor se encuentran emplazados varios edificios públicos y museos. En su interior diseminadas por sus callecitas hay varias estatuas de personajes de la historia del país como Cecil Rhodes, un inglés importante en el desarrollo minero de la Sudáfrica blanca y varios otros países del continente (incluida la otrora Rodhesia, actuales Zambia y Zimbawe); pero lo más colorido son las pequeñas ardillas que vienen al encuentro del visitante en busca de algo que comer. No son autóctonas de la región pero a esta altura ya es típico sacarse la foto dándoles de comer con la mano. Una anécdota de color fue que mientras recorríamos el parque se nos acercó un vagabundo, blanco, tuerto y lleno de cicatrices, y se nos puso a contar datos históricos de los personajes representados en las estatuas y otros atractivos del lugar, incluida una vereda en la que hay (a modo de memoria permanente del apartheid) un banco exclusivo para blancos y otro para negros –que aún sabiendo de su existencia no nos resultaba fácil de encontrar. Luego, respetuosamente nos pidió algo para comer y se retiró. Más tarde lo cruzaríamos leyendo un libro en un banco de los jardines. Desayunamos como Dios manda y con las energías repuestas seguimos camino a pie. Ahora nuestra parada era el District Six Museum. El sexto distrito era un barrio de negros que en tiempos del Apartheid (y no sería el único) fue removido y relocalizado en su totalidad en un Township (el equivalente a una villa de emergencia) para construir un barrio para blancos. La muestra es chica pero con mucha fuerza testimonial, no tiene mucho renombre – lo saqué de la Lonely Planet- pero a nosotros nos gustó mucho. Hay pequeños objetos y fotos que muestran cómo vivían esas familias antes de ser removidas, reconstrucciones de ambientes de casas, negocios, peluquerías, etc. Testimonios escritos, copias de diarios de la época, mucha infografía y lo que más me gustó: el piso del salón principal es un gran mapa del antiguo barrio en el que las familias han ido escribiendo con lapiceras y fibrones sobre el croquis de las manzanas, dónde vivían, cuántos eran, de su puño y letra. Realmente la fuerza testimonial de esa alfombra gigante es muy fuerte, y sólo se aprecia en su totalidad si te asomás desde el primer piso. Yo lo recomiendo para el que le interese la historia del país. Luego caminamos en dirección a Long Street pero desviándonos para pasar por el Castle Of Good Hope (el primer fuerte donde se instalaron los colonos holandeses para resistir y resguardar esta parada estratégica en el camino entre las Indias Orientales y Holanda), sólo fotos desde afuera porque nos vamos quedando sin tiempo; y la Green Marquet Square, una plaza seca donde hay un mercado tipo feria artesanal que la ocupa casi en su totalidad. Aquí ya nos econtramos en el centro económico y de negocios de la ciudad. Seguimos caminando hacia Long Street y de repente, por vez primera, nos encontramos rodeados de gente de color, sin turistas a la vista. Fue un momento inquietante, no por sentirnos amenazados ni nada que se le parezca, sino porque fue la primera vez que nos sentimos distintos. Nos dijimos Ok no pertenecemos a este lugar y se nota. Duró apenas unos segundos, pero fue como en las películas, cuando se baja el sonido ambiente y todo pasa como en velocidad lenta y el protagonista no se halla en su centro, no sé si me explico. Nuestra primera experiencia netamente sudafricana. Luego volvimos de nuestro trance extraño y te dabas cuenta que la gente iba en su mundo como en cualquier ciudad, apurada, hablando por celular e ignorándote. Pero no terminábamos de aggiornarnos a esto cuando vemos por la calle una manifestación de ex mineros frente al Parlamento, vaya a saber uno qué reclamaban pero fue una experiencia única y extraña que potenció ese momento –diría yo el primer contacto directo con el África negra, de ahí la idea de Ciudad del Cabo como lugar ideal para hacer esta transición desde el occidente clásico hacia el África profunda-. Hileras de gente vestida de forma humilde lideradas por un viejito con un bastón de palo, todos negros, por supuesto, y cantando canciones pero que no sonaban a reclamos al son de los cantitos de las hinchadas de fútbol, sino que tenían la profundidad expresiva de un coro góspel perfectamente armonizado. No cortaban la calle, sólo un carril. Sin entender cuál era el reclamo, ni lo que decían una sensación de paz y de melancolía nos invadió. Conmovidos y tocados por todo esto seguimos paso hasta la famosa Long Street, de aspecto muy británico por momentos, con edificios victorianos que son usados por hostels juveniles y por pubs y bares por el estilo Un poco más alejada hacia el este está el pequeño barrio de Boo Kaap, de inmigrantes malayos y de esa zona, llamados por los Afrikaners como coloureds para diferenciarlos de los negros propiamente dichos. Es un barrio de casas sencillas pero con unos colores vibrantes muy atractivos. Hay algunos bed and breakfast que tenían buena pinta. Pasaba el mediodía y todavía nos quedaba el Waterfront y la excursión a Robben Island, así que caminando ligero volvimos para el hotel pasando por el costado del Company´s gardens donde se encuentran los bancos exclusivos para blancos y para negros. Es una sensación muy fuerte pensar en todas las leyes racistas que impusieron estos fanáticos sin que a nadie se le mueva un pelo en el ámbito internacional. Vale la pena pararse frente a este tipo de cosas y tomarse unos minutos para reflexionar y dejar aflorar un poco los sentimientos que genere. Hacer un City Tour habiendo leído un poco sobre la historia de Sudáfrica es muy movilizador y enriquece ver lo que esta gente ha hecho con su pasado y su reflejo en el presente. Llegamos al hotel y nos esperaba una grata sorpresa, en un sobre a mi nombre había una carta de disculpas, 40 rands de vuelto y una copia de la sanción que le habían aplicado al taxista que la primera noche se había abusado al cobrarnos cai el doble de su tarifa habitual el viaje al Waterfront. El día anterior, sin mayor convicción, le había comentado a la al conserje del hotel lo que nos había pasado, y como los taxistas te dan su tarjeta, resultó que teníamos los datos del hombre. Con esa información él hizo una llamada en nuestro nombre y me dijo que me quede tranquilo que el reclamo ya estaba hecho. Quizás porque en mi país las empresas jamás responden a favor del cliente, me sorprendió sobremanera semejante deferencia para con el turista. Con esos 40 rands en el bolsillo subimos a un taxi donde el simpático chofer intentó enseñarnos distintos dialectos e idiomas de la región (era de Mozambique) mientras nos llevaba al Green Point para tratar de ver el estadio donde se jugaría el mundial apenas unas semanas más tarde. No estaban permitidas las visitas así que debimos conformarnos con algunas fotos desde afuera. Luego salimos volando hacia la Puerta Nelson Mandela porque teníamos reservados los tickets para la excursión de las tres de la tarde a la Robben Island. La excursión arranca en un catamarán grande en donde te llevan hasta la isla. Aproximadamente unos 30 minutos de navegación. Al llegar tomás un micro con el que te hacen un recorrido perimetral a la isla mientras un guía te cuenta detalles de la historia de la misma, que fue una base militar, un leprosario, nos mostró la cantera donde había trabajado Mandela y la cueva-baño donde se juntaban a organizar la resistencia; y algunos edificios particulares como el correo. Luego llegó lo más importante, el micro estacionó en la entrada de la cárcel propiamente dicha donde nos vino a buscar un ex convicto que fue quien nos mostró la cárcel. Es muy movilizador que sea justamente un ex detenido quien te cuente en primera persona cómo era vivir allí. Uno de los momentos más fuertes fue, sin duda, ver la celda donde estuvo 30 años Nelson Mandela; el otro, ver la celda común donde hacinaban a los presos políticos, el tamaño de las camas, los baños, pero sobre todo, un pequeño cartel que mostraba el reglamento del comedor, diferenciando las raciones de comida para los blancos, que eran las más grandes, luego venían las de los coloureds y por último con la mitad de las cantidades de éstas se armaban las raciones para los negros (bantúes). SI bien las imágenes hablan por sí solas, y el estar ahí ya era inquietante, el escuchar anécdotas del maltrato cotidiano que recibía esta gente sólo por ser de otro color resulta muy movilizador y no hace más que despertar una profunda admiración para con la figura de Nelson Mandela. Altamente recomendable. Al regreso aprovechamos para quedarnos en Waterfront, cambiar traveller cheques, comprar souvenires y cenar. Estuvimos en Den Aker y resultó ser muy recomendable. Etapas 1 a 3, total 10
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