![]() ![]() Mi viaje al Monte Athos ✏️ Blogs de Grecia
El Monte Athos (Grecia) es una pequeña península bastante inaccesible, en la que hay 20 monasterios ortodoxos. La gran particularidad es que las mujeres y los animales hembra tienen prohibida la entrada.
A continuación relataré lo que fue mi viaje por dicha península.Autor: TripTrouper Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (2 Votos) Etapas 4 a 6, total 6
La espesidad boscosa y su húmedo y frío clima es una de las cosas que más sorprenden de Athos, especialmente después de venir de las estepas áridas y calurosas del resto de Grecia.
En la parte nororiental de Athos da poco sol directo y se eleva bastante sobre el nivel del mar, por lo que recoge toda la humedad que se evapora del mismo y la acumula en espesas nieblas que, diríase todos los días del año, envuelven los húmedos bosques de castaños que copan la península de Athos. NUESTRA EXPERIENCIA EN ATHOS Debían ser las tres de la tarde cuando salimos del monasterio de Koutloumousiou, junto a Karyes, para cruzar el bosque y dirigirnos al monasterio de Philotheo donde pasaríamos la noche, a unas cuatro horas a pie. Tomamos el camino, bien señalizado, con la moral alta pero con la duda del siguiente paso. La primera parte, estrecha, de piedras y con una espesa alfombra de castañas nos iba informando, sin nosotros saberlo, de la dureza del camino que nos esperaba. Pocos minutos después el sendero desembocó en una ancha pista, llana y cómoda, por la que caminamos durante más de una hora. Al poco nos topamos con un monje anciano, al que de lejos nos atrevimos a hacerle una foto. Ya con las tripas empezando a rugir llegamos a una encrucijada por la que debíamos desviarnos por un espeso camino de trazado incierto. Hora y media más tarde, surgió de entre los árboles un joven monje. Nos preguntó de dónde veníamos y hacia dónde íbamos y nos dijo que el monasterio al cual íbamos y del cual él venía estaba aún a una hora y media de camino. Nos despedimos y, hambrientos y resignados, continuamos nuestra pequeña odisea. El atardecer ya hacía rato que venía amenazando cuando empezamos a preocuparnos realmente por nuestra situación. La luz había menguado tan lentamente que aún nos sentíamos cómodos caminando por el estrecho sendero, aunque estábamos agotados y algo desesperados, sufriendo por si tendríamos que pasar la noche a la intemperie en mitad del bosque. Pero cuando ya andábamos como autómatas, cada vez más rápido, apareció entre la espesura del bosque un pequeño puente, primer signo de civilización desde hacía más de tres horas y, tras él, unas escaleras que trepaban por una pared natural tras la cual se alzaban algunas torres. Subimos las escaleras y en un momento nos plantamos ante la puerta de la muralla y entramos. Un amabilísmo monje nos acogió y, con cierta cara de preocupación, nos informó de nuestra suerte ya que estaban a punto de cerrar las puertas. Habíamos llegado a Philotheou. ![]() ![]() ![]() ![]() Etapas 4 a 6, total 6
Llegamos al monasterio de Philotheou cuando estaban a punto de cerrar las puertas e irse todos a dormir. El amable monje que nos acogió nos preguntó si teníamos hambre y, ante la obviedad, nos condujo al comedor. La estancia estaba ya cerrada, apenas iluminada por alguna vela. Nos sentó en una de las enormes mesas y desapareció por una puerta, por la que momentos después reapareció con dos platos de sopa de verduras caliente y una cesta de pan.
Deboramos con rapidez el escaso banquete y el pan y nos dejamos acompañar a una habitación de dos personas para pasar la noche. Ya en pijama y por los pasillos del ala de huéspedes, haciendo la última visita al lavabo, nos topamos con un chico joven, estudiante para monje, que quiso conocernos. Y enseguida empezó con un monólogo sobre el monte Athos, los monjes y la vida monacal, la escritura griega y expresó su enfado con la visión que tenían la "gente de fuera" de los monjes. "¡The monks are not monkeys!", era su frase. Con la cabeza caliente y los pies cansados nos lo quitamos de encima como pudimos pero con la promesa de que nos levantaríamos dos horas después para acudir a la misa de la una de la madrugada. Sobre las doce y media, con el sueño recién adquirido empezó a sonar una débil y lejana campana en el patio. Pero poco a poco el ruido se fue acelerando e intensificando para, hacerse un silencio a continuación y volver a comenzar, arrancándonos de nuestro sueño e invitando a todo aquél que quisiese a los ritos nocturnos. Fatigados y algo malhumorados declinamos tan sutil invitación, aún en conciencia de estar rompiendo la promesa que le hicimos al joven aspirante, y seguimos durmiendo. Sobre las cuatro de la madrugada, hora en la que acaban su misa, celebran un pequeño desayuno al que por supuesto acudimos. En la mesa, a la que llegamos tarde, estaba el joven muchacho que, al vernos, nos invitó a sentarnos junto a él. Al poco de estar sentados, incómodos por haber faltado a nuestra promesa, le pedimos disculpas por no ir a la iglesia pero en seguida nos interrumpió haciendo señas de que nuestra disculpa no era necesaria, aunque a su cara se le asomaba cierto sentimiento de rencor. El comedor estaba lleno. Los monjes y los huéspedes estábamos sentados, mezclados, alrededor de largas mesas en las que había pan, mermeladas, queso, olivas, algo para beber y algunas cosas más. Empezamos a servirnos en nuestros platos cuando me fijé en que los monjes y los huéspedes se ofrecían comida unos a otros. De pronto, el monje que tenía frente a mí me ofreció el plato del queso. Agradecido se lo recogí y le ofrecí el mio que, mucho más agradecido, me aceptó con una amplia sonrisa. Mi compañero, quizá algo más despistado, también recibió un plato de un monje y él, ni corto ni perezoso, lo cogió para empezar a zamparse su contenido, sin ni siquera mirar al monje que se quedó con cara horrorizada, aunque no despreciativa, ante nuestras costumbres más mundanas. Y tras el resopón nos fuimos a dormir unas horitas más para levantarnos al alba y partir hacia Mejía Lavra, el mayor monasterio de Athos y el más importante. Etapas 4 a 6, total 6
Partimos con los primeros rayos de sol para dirigirnos a Mejía Lavra, el mayor monasterio del Monte Athos.
Después de andar unos minutos por un sendero tomamos una amplia pista que pasaba cerca del monasterio, muy diferente a los espesos senderos del día anterior y empezamos la marcha que, si todo iba bien, duraría unas cinco horas. La carretera discurre a lo largo de la costa este hacia al sur y la distancia en línea recta a Mejía Lavra no supera los diez kilometros, pero debido a la orografía serpenteante de la costa, lo que en línea recta supondrían dos minutos se convertían, a veces, en veinte. Así que tras tres horas de camino, bajo un sol infernal y habiéndonos alimentando exclusivamente de "cireres de bosc", nos maldecíamos de nuestra decisión de haber venido al monte Athos. Pero sin otra alternativa seguimos adelante. Hicimos un alto en una serrería, tiramos alguna foto y acabamos el agua. Continuamos caminando y a los tres cuartos de hora oímos llegar un todoterreno que se acercaba rápidamente por detrás de nosotros. Le hicimos señas para que parase y nos invitó a subir a su coche. Charlamos sobre de dónde veníamos y a dónde íbamos y nos condujo, veloz como una fiera, hasta Mejía Lavra, nuestro destino. Etapas 4 a 6, total 6
📊 Estadísticas de Diario ⭐ 5 (2 Votos)
![]() Total comentarios: 1 Visualizar todos los comentarios
CREAR COMENTARIO EN EL DIARIO
Diarios relacionados ![]() ![]() ![]() ![]() ![]()
![]() |