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México a nuestro aireAutor: Nachingo Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (8 Votos) Índice del Diario: México a nuestro aire
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Etapas 7 a 9, total 15
(No me he escocido poniéndole el título, no) Nuestro tiempo en el DF estaba llegando a su fin. Pero aún nos quedaban cosas por hacer. Este día, por fin Adela iba a tener su clase de baile, un taller de danza tribal fusión con una bailarina mexicana llamada Adry Paniagua a quien había descubierto por videos de baile. Nos acercamos a uno de los innumerables barrios, que no era precisamente lo que se dice un barrio turístico. Nos tocó andar una media hora desde la parada de metro, por unas calles que daban cosica… pero claro, eso es la inseguridad de lo desconocido. Mientras Adela estaba en su clase, cuatro horas de curso, yo había quedado con Rafa, un amigo de mi hermano que estaba allí trabajando. Al pobre hombre le costó encontrar el sitio, y llegó con una sudada terrible. Mi idea original era aprovechar el rato de la clase para acercarnos a ver el famoso Estadio Azteca, donde Maradona marcó el gol con la mano en la final del mundial contra Inglaterra. Pero claro, con el retraso ya no nos dio tiempo, así que nos acercamos al parque de Chapultepec, que al ser domingo estaba muy animado. Como no encontraba la salida pregunté a unos policías turísticos que paseaban por allí. Después de hablar con ellos Rafa me dijo algo así como: pero que haces, insensato (que a mi me sonó como cuando Gandalf cae con el balrog en el puente de Moria y dice eso de: corred, insensatos!!!). Y ya me empezó a contar todos sus problemas con la corrupción de la policía, las veces que le habían parado, las mordidas y todas esas situaciones indeseables que no debieran existir. Al terminar el agradable paseo volvimos a buscar a Adela. En esta ocasión pasamos por unas calles más animadas, con puestos de feria, de comida (donde compramos unos panecillos y unas tortas para comer) y carruseles. Así el barrio se veía con otros ojos. Adela salía encantada, pues Adry no solo es una buena bailarina y una buena profesora, también es una chiquita muy simpática y cariñosa, y además se portó, y nos acercó a la estación de metro (ahorrándonos a Rafa y a mí el cuarto paseo por la zona). Como ya no nos quedaba mucho tiempo en el DF nos acercamos a un mercado cercano a Reforma para hacer las últimas compras. Nos gustó bastante, pero es muy turístico. Compramos un montón de cosas, después de los consiguientes regateos. Lo que más me llamó la atención, las máscaras de luchador mexicano. A mi me parecían todas iguales, pero el vendedor se sabía los nombres de los luchadores que las llevaban de memoria. El más famoso: Rey Misterio. Y para terminar la tarde, una vuelta, casi de despedida, por el Paseo de la Reforma, para poderlo disfrutar caminando. Allí acabamos cenando y despidiendo a Rafa de vuelta, él a su hotel, y nosotros al nuestro. Etapas 7 a 9, total 15
Después de despedirnos del personal del hotel (recepción y camareros) y darles las gracias por todas las facilidades y el buen trato que nos dieron nos dispusimos a recorrer por última vez el camino del hotel hasta el metro. Si bien ahora íbamos cargados (y bien cargados: cabeza de indio y máscaras diversas que pesaban un quintal) no se nos hizo ni remotamente tan pesado como la paliza de la ida. Igualmente nos habíamos terminado por acostumbrar al metro, a sus cantantes y vendedores y a su letanía habitual: señores usuarios, en esta ocasión les presentamos…. Diez pesos le vale, diez pesos le cuesta. Acabamos comprando bolas de chocolate, un cd de rancheras, unas pulseras que eran reglas a la vez, según estuviesen dobladas o rectas (el regalo que más éxito tuvo en España entre los sobrinos de Adela )… Con un poco de nostalgia dijimos adiós a todas estas cosas camino del aeropuerto, hacia nuestro próximo destino: la capital del estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez. Teníamos pensado visitar el cañón del Sumidero, pero era la única parte del viaje que no había preparado. No sabía si nos iba a tocar alquilar un coche, o coger algún tour con alguna agencia turística… Porque luego íbamos a continuar hasta San Cristóbal de las Casas. Así que mientras recogíamos las maletas en el aeropuerto yo iba echando un ojo a la concurrencia. Más del 90% eran mexicanos, pero había dos grupos, uno de tres personas y otro de dos que no lo parecían. Me acerqué primero al grupo de tres personas, pero el intento resultó infructuoso. Un poco cabizbajo, y no teniéndolas todas conmigo, me acerqué después a la pareja: - Oye, perdona, vais a ir al Cañón del Sumidero? - Sí. - Y luego continuáis hasta San Cristóbal de las Casas. - Sí. - Y cómo lo vais a hacer? Vais en coche alquilado? - Sí. - Os importa que os acompañemos? Nosotros hacemos el mismo recorrido pero no tenemos nada contratado… Por supuesto que compartimos gastos del coche… Después de consultar entre ellos estuvieron de acuerdo y nos permitieron acompañarles. La suerte nos sonreía de nuevo. Eran una pareja, él español de Madrid, ella mejicana, que trabajaban ambos en Glasgow, químicos (otra casualidad), y que encima de hacernos el favor, no quisieron cobrarnos nada. Llegamos en seguida al cañón, pero tuvimos que esperar un rato para completar la barca (viaje 165 pesos). Las vistas del cañón hacia arriba son espectaculares. La cantidad de mierda que lleva el agua también. Todo es una masa de plásticos y botellas que arrastra la corriente. Pero si se mira hacia las paredes merece la pena. Espectacular lo que llaman el árbol de Navidad. El recorrido duró unas dos horas, durante las cuales, además de admirar el paisaje, vimos monos araña (o creímos verlos en la espesura), cocodrilos y pelícanos. A la mitad de la vuelta se puso a llover de manera torrencial, y sacamos una lona para cubrirnos, más o menos. La sensación era divertida, ir a toda velocidad por el cañón, pero sin ver nada por la lona. Después de ver el Cañón nos acercamos al pueblo de Chiapa del Corzo a comer. Allí invitamos a la pareja a un buen pescado, por todos los favores que nos habían hecho. El pueblo tenía buena pinta, y además estaban en fiestas. Pero como ya se nos empezaba a hacer un poco tarde, después de un pequeño paseo nos pusimos en marcha en dirección a San Cristóbal. Llegamos casi anocheciendo. Después de dar las gracias a nuestros anfitriones, nos fuimos al albergue. Para San Cristóbal habíamos elegido el Rossco Backpackers. Es un albergue de mochileros, con habitaciones de hasta 20 personas, que también dispone de habitaciones privadas, como era nuestro caso. Es una casona con un jardín, con las habitaciones dispuestas alrededor. Todo estupendo. Una vez hecha la toma de posesión nos fuimos a dar un paseo por la ciudad. Parece mentira que fuese aquí donde se sublevó el subcomandante Marcos. Todas las calles rezuman tranquilidad, lleno de locales turísticos que hacen que te olvides de que te encuentras en Chiapas, uno de los estados con más población indígena de todo México (esto no quiere decir que tenga que ser siempre así, pero es lo que nosotros vivimos). Y sin más, después de una rica cena a base de pasteles en una panadería local, de vuelta al albergue, a prepararnos para el día siguiente. Etapas 7 a 9, total 15
Este día tocaba excursión a San Juan Chamula y Zinacantán. La contratamos el día anterior en el hostal (200 pesos cada uno). Así que después de madrugar un poquito (no mucho), enfilamos en el autocar hacia el primer destino. Nuestro guía (no recuerdo el nombre) resultó ser fabuloso. El camino es bien cortito, unos 15 km, y es seguida se puso a contar las características de los chamula, su manera de vivir, de pensar, su religión. Todo muy interesante y bien contado. Yo, que soy de ir por libre a todos los sitios, no me arrepiento de haber visitado este lugar con guía. De otra manera no hubiera entendido nada. El recuerdo más impresionante del día fue, por supuesto, la visita a la iglesia de San Juan. Insisten muchísimo en el tema de las fotos dentro de la iglesia. Prohibido no, prohibidísimo…. Una vez dentro es como transportarte dentro de una película: la atmósfera con el incienso, las velas, los chamanes con las gallinas, las mujeres sentadas en el suelo, las imágenes de santos, el suelo de agujas de pino… Realmente disfruté mucho mucho. Aparte de la iglesia el pueblo en sí no tiene gran cosa que ver. Un mercado con las cosas típicas, para la gente de allí, con las artesanías para los turistas en la entrada., pero aun así, la visita merece la pena. Después nos dirigimos a Zinacantan, también otro pueblo bastante cerca, que aunque también son mayas, no se llevaban bien con los chamulas, por lo que sea… Temas del pasado. Aquí visitamos una cooperativa familiar, ejemplo del trabajo colectivo maya, donde son prácticamente autosuficientes. Según el guía están forrados, aunque no lo parezca. De todas formas serían estos, con la cooperativa y algo de suerte. No creo que todos tuvieran el mismo nivel adquisitivo. En esta cooperativa nos enseñaron varias cosas, un telar de “ cintura “, esos telares sólo les encontramos en algunos pueblos de México y de Guatemala, una cocina, nos dieron a probar pan y tortas y el guía nos explicó también cosas de su alimentación y de sus cultivos… y claro, acabamos comprando unos pañuelos a pesar de que sabíamos que nos clavaban… Y tanto que nos clavaron, que los mismos pañuelos los vimos por la tarde en el mercado a un tercio de lo que nos costaron. Pero eso si, para nada el guía nos dio la paliza para que comprásemos algo, compramos porque quisimos y porque habían sido muy amables con nosotros. Comimos en el albergue, nos preparamos unos bocatas en la cocina y luego nos sentamos a comerlos en el banco del jardín. Por la tarde dimos un bonito paseo al pueblo. Nos cayó un chaparrón terrible, y nos tuvimos que refugiar en una cafetería. Luego a ver las iglesias, y sobre todo, el mercado, enorme y todo muy chulo. Allí compramos un par de chaquetas de punto y alguna cosita más. Y una mochila para mí, que la de mano había cascado… La cena en un restaurante típico, la Salsa Verde, donde tomamos unas quesadillas estupendas y té de manzana con canela. Y después de un día bien aprovechado, a descansar, que al día siguiente nos esperaba un largo viaje después del madrugón. Etapas 7 a 9, total 15
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