![]() ![]() Vacaciones en el Iberostar Grand Hotel Paraiso en Riviera Maya 2012 ✏️ Blogs de Mexico
Vacaciones en el Iberostar Grand Hotel Paraiso en Riviera Maya 2012Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.7 (21 Votos) Índice del Diario: Vacaciones en el Iberostar Grand Hotel Paraiso en Riviera Maya 2012
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Etapas 4 a 6, total 11
La segunda jornada completa empieza a las 7:00, tras poco menos de 8 horas de sueño. El servicio de desayuno ha empezado precisamente a esa hora, pero nos lo tomamos con calma, empezando por navegar un poco por la red. Mientras nosotros dormíamos en España han alcanzado el mediodía, así que se acumulan los tweets, actualizaciones y titulares que no hemos visto.
Cuando por fin bajamos a desayunar (al Bellavista, como siempre) nos sentamos, como será una costumbre, en una mesa junto a la cristalera que nos separa de la piscina principal. Y mientras saboreamos nuestros zumos, un ejército de extraños animales empieza a cruzar el acceso a la piscina que tenemos a pocos metros. Parecen una combinación de mapache y ardilla. Ya tendremos tiempo para familiarizarnos con ellos más adelante. Nos dirigimos hasta la recepción para tomar nuestro primer carrito para huéspedes del Grand, que aquí se distinguen de los "normales" por estar pintados de color azul y con la insignia del hotel. Pedimos que nos lleven hasta lo que ellos llaman "el centro comercial". Las carreteras interiores del hotel marcan un máximo de 20 kilómetros por hora, pero los carritos eléctricos los superan y a ciertas horas los conductores se confían, así que en apenas 2 minutos nos hemos plantado en estas instalaciones anexas a unos metros del Paraíso Maya. Llegamos demasiado pronto y todos los locales permanecen cerrados, pero tenemos a escasos metros el spa principal para todos los huéspedes del complejo y lo aprovechamos para matar el tiempo. Nos reciben con mucho más protocolo que en el spa del Grand Paraíso, acompañándonos por separado a sendos vestuarios y haciéndonos rellenar los datos de nuestra entrada en un diario de visitas. No es hasta que hemos dejado las mochilas en taquillas e ingresado en la zona húmeda cuando nos volvemos a encontrar. El área húmeda consiste en dos grandes espacios. En el de más al fondo tenemos la piscina climatizada, totalmente aislada del exterior y provocando un efecto invernadero por el que no tardas en notar gotas de sudor. El agua es caliente y sumergidos hay multitud de chorros de presión con sus respectivos bancos de piedra para sentarse. Una puerta lleva a una pequeña terraza con dos grandes iglúes de piedra, bajo la leyenda de "Baños prehispánicos". No los probamos. En el espacio anterior, también cerrado, tenemos una colección de pequeñas bañeras de hidromasaje. La mayoría son de agua caliente, oscilando entre los 35 y los 38 grados. Excepto una, marcada como "bañera de agua fría" y que alcanza la temperatura de... 25 grados. No es que sea un erudito de los spa, pero lo normal es que la "bañera fría" ronde los 10 o 15 grados, como ocurre en la del spa de The Royal Suites. En comparación, ésta parece una sopa. Todavía en este espacio nos esperan varias duchas de distintos tratamientos a base de chorros a distintas alturas. Todas ellas acompañadas de cuatro botones correspondientes a los cuatro niveles posibles de temperatura media de la sesión. Durante la aproximadamente una hora que pasamos aquí apenas compartimos instalaciones con 3 o 4 huéspedes, aunque probablemente según avance el día la concurrencia aumente. Ya de vuelta al vestuario y listos para marcharnos, rodeamos una terraza ubicada en el centro del edificio que ejerce de solarium, con varias tumbonas de piedra y un pediluvio rodeando todo el perímetro. ![]() ![]() Volvemos al punto de partida y las tiendas del centro comercial ya están abiertas. Damos un paseo por ellas: siete u ocho locales, la mayoría joyerías y tiendas de camisetas con lemas más o menos graciosos. También nos topamos con una farmacia, una heladería, un local de tacos y la inevitable capilla. A modo de curiosidad, nos encontramos con la "Taberna del Lavapiés", un local de tapas que emula las clásicas barras madrileñas. Echamos en falta algún local parecido a un supermercado, como si podías encontrar en el Grand Palladium. ![]() Sería el momento de averiguar a quién hay que solicitar traer un carrito para recogernos, pero no es necesario. Justo cuando salimos, llega otro de los vehículos azules para traer a más huéspedes y lo aprovechamos para que nos lleve de vuelta. Conduce una de las empleadas que estaba atendiendo en la recepción. ![]() Cuando volvemos a la habitación el servicio de limpieza ya la ha dejado impecable, y eso que todavía no son las 10 de la mañana. Tal y como ocurrió ayer, encontramos en el pomo una pequeña bolsa de tela con el periódico mejicano de hoy, pero no nos molestamos en recogerlo porque no nos aporta gran cosa. En The Royal Suites cada mañana nos esperaba en recepción una copia de El País y El Mundo, pero aquí solo podemos aspirar a este diario local y una edición caribeña del USA Today. Consecuencias de ser un hotel con mucha menos afluencia de turistas españoles. Empezamos la jornada de sol y baños en la piscina principal. Pasamos por el mostrador de toallas para recoger las nuestras, y vemos que también ofrecen colchonetas inflables y protección solar para quién no la haya traído consigo. Como ya no estamos a primera hora, muchas de las tumbonas y camas con toldo están ocupadas, pero nos encontramos una en uno de los extremos con dos toallas mínimamente desenrolladas sobre ellas, es decir, aparentemente libres (cada mañana los empleados depositan una toalla enrollada sobre cada tumbona). Cuando ya llevamos un rato tomando el sol, una mujer, diría que británica, nos pregunta amablemente cómo habíamos encontrado las tumbonas y si había unas toallas sobre ellas. Mentimos y decimos que las encontramos vacías: independientemente de que no me gusta esta costumbre de "reservar un puesto" para dejarlo vacío durante horas, creo que la señora se lo podría haber trabajado un poco más. Lo habitual cuando se quiere reservar una tumbona es dejar una toalla extendida y algún tipo de mochila o artículo sobre ella para que quede claro que ya está ocupada. Ésta mujer se limitó a coger la toalla, agitarla levemente y volverla a colocar. Considero que con eso no basta. ![]() ![]() El concurso que preparan hoy los chicos de animación implica un balón de fútbol americano. Vuelven a presentarse la chica belga (Nelly, o algo así) y Ana, la chica española. Ambas parece que se apuntan a un bombardeo. Como era de esperar, una prueba que implica marcar un field goal con el pie la acaba ganando un norteamericano. ![]() El clima nos está acompañando de forma más o menos benevolente esta mañana. El cielo está parcialmente nublado y sopla constantemente un ligero viento, pero se puede sobrellevar y no disminuye las ganas de darse un baño. Constantemente pasean por la piscina empleados del spa que se ofrecen a hacerte una demostración de sus masajes con la esperanza de que acabes mordiendo el anzuelo. ![]() ![]() Tras comer ayer en La Brisa hoy toca probar la oferta del Bellavista, que está abierto para las tres comidas del día. Al contrario que durante el desayuno, no se aprovecha toda la barra de buffet y en su lugar se habilita en la terraza exterior una pequeña barbacoa donde sirven carnes hechas al instante. La barra del interior queda reservada para frutas, postres, platos de pasta preparados al gusto de cada uno y alguna cosa más. La variedad me parece un poco decepcionante. Lo mejor vuelven a ser los helados. Uno de ellos, que parecía de nata, es todavía mejor: ¡cheesecake! Tras la comida hacemos un cambio de tercio y pasamos a la Tranquility Pool. Tras varias horas de sol, los tablones que rodean la entrada a la piscina queman como el infierno, y hay que pasar rápidamente sobre ellos para aliviar los pies en el agua. Empieza a chispear durante 2 minutos, pero no llega a ir a mayores. En solo día y medio hospedados en el hotel ya nos hemos cruzado numerosas veces con una curiosa pareja: aparentemente norteamericanos, considerablemente gruesos y él siempre ataviado de un gran sombrero y una lata de Heineken en la mano, no importa a qué hora. Ya los hemos bautizado como los "Señores Heineken", y no dejamos de encontrárnoslos allá donde estemos. ![]() Llega las 15:00 y tenemos una cita en recepción para visitar la que puede ser desde hoy mismo nuestra nueva habitación. Subimos hasta la segunda planta y nos abren la puerta de la 7433: más elevada, más apartada del pasillo central de la villa y nuevamente con vistas a la Tranquility Pool, pero esta vez acompañadas de un poco de mar en el horizonte. No es una habitación sin humos, pero no parece que el último huésped haya dejado un rastro de nicotina, así que no nos importa. Nos la quedamos. Tras volver a empaquetar de forma muy rudimentaria nuestro equipaje y esperar a un botones que llevará los bultos a la nueva habitación, nos entregan las llaves y nos instalamos. Cuando inspeccionamos el baño más en profundidad nos encontramos el horror: aquí tenemos una báscula para pesarnos. Mala idea para 9 días de festín sin fin y sedentarismo a tope. En esta ocasión junto a los kits y cremas varias que se disponen en el baño, no encontramos repelente contra insectos, cosa que sí ocurría en la anterior habitación. Bajo a conserjería para consultar si las reservas para las cenas deben modificarse tras el cambio de habitación, pero no es necesario. El conserje me pide que le confirme dónde cenaremos esta noche ya que nos tienen preparada una "sorpresa". Yo ya me imagino a mariachis cantando a la luz de las velas. Seguimos instalándonos en la nueva habitación con divertidas consecuencias. Es idéntica a la que hemos dejado atrás, pero simétricamente opuesta. Lo que estaba a la derecha ahora está a la izquierda, así que no paramos de equivocarnos y tener que corregir la dirección tras mirar hacia el lado equivocado. Decidimos estrenar la habitación utilizando la bañera de hidromasaje del cuarto de baño. Tarda bastante en llenarse, como era de esperar. Es agradable, pero en absoluto comparable a tener un jacuzzi en la terraza, en el cual cabrían de forma más holgada dos personas. En la bañera el espacio es más reducido y entran ambos, pero con más apuros. Entre traslados, baños y un poco de relax bajo techo nos da la hora de cenar, que hoy hemos adelantado 30 minutos con el fin de estar listos a las 22:00 para ir hacia el teatro. La cena de hoy es totalmente a ciegas, ya que no somos clientes habituales de los restaurantes japoneses. Nos vamos al Haiku. En los minutos de la basura hasta que llega la hora exacta de la reserva, salimos a la terraza anexa que ofrece buenas vistas a la piscina principal. ![]() Nada más acceder nos ofrecen sentarnos en una mesa "normal" o bien en las show cooking, que son unas islas con una plancha central y mesas alrededor, en las que ver en directo cómo se prepara tu pedido. Pagamos la novatada y accedemos al show, pero hay que esperar hasta que las tres mesas que la rodean queden ocupadas y nos quedamos esperando eternamente. Cuando la hora amenaza con desbaratar nuestros planes, comunicamos con pesar a la camarera que preferimos cambiar a una mesa ya que el tiempo apremia. Algo más tarde de lo habitual conseguimos empezar a comer maki de salmón, arroz frito y teppiyaki de langosta para mí y de pollo para ella. Por primera vez en todos estos años y tras varios intentos en vano, consigo con relativo éxito comer con palillos antes de resignarme a pedir unos cubiertos occidentales. Al igual que en las comidas, aquí lo mejor vuelve a ser el postre. Helado para mí y helado con banana frita para ella. Al final salimos del local a las 21:50, justo a tiempo para ir hacia el teatro, que está a mano derecha justo antes de alcanzar la recepción del hotel. Por cierto, de la anunciada sorpresa que íbamos a tener esta noche, nunca más se supo. Hoy asistimos al que será nuestro primer y a la postre único show de los que cada noche prepara la compañía de danza del hotel. Mientras que para el resto de días se trata de espectáculos esencialmente de baile, el de hoy tiene un factor musical al que no me he podido resistir. Bajo el título de Rock Show, se promete música en directo versionando a los más aclamados éxitos de los ochenta y los noventa. Por la descripción, parece un espectáculo preparado a mi medida. El teatro resulta ser un auditorio bastante grande y acogedor, con un bar en la zona más elevada y pequeñas mesas orientadas hacia el escenario. Me pongo el disfraz de "El Nota" y me pido un ruso blanco: vodka, café y un toque de leche. Serio competidor del Baileys. ![]() Empieza el show. Los músicos (batería, teclados, guitarra y bajo) cumplen lo que prometían, pero de los 6 cantantes solo 3 parecen estar a la altura. Mención especial al que parece más elocuente de todos, un hombre a medio camino entre Carles Puyol y Gerard Quintana que tiene buena presencia en el escenario pero cuya voz no le acompaña. Del repertorio, eso sí, ninguna queja: Queen, Europe, U2, Scorpions... hacia el final del show llega el turno de Bon Jovi y el público echa el resto poniéndose en pie. Como imaginaba, me sobra toda la parte de bailarines y me quedaría esencialmente con el concierto. ![]() Cuando termina el espectáculo, con las luces ya encendidas pero los músicos todavía animando el cotarro desde el escenario, los bailarines empiezan a pasear por las mesas saludando a todo el mundo y vendiendo la moto de su trabajo y sus futuros espectáculos. Me muerdo la lengua y no digo que a mí lo que me gusta es la música, no los bailecitos. En definitiva, un espectáculo relativamente recomendado, siempre sin perder de vista que los que juegan en primera división no suelen actuar en un hotel. A la salida del teatro se acerca peligrosamente la medianoche, así que es turno de echar la persiana con el fin de seguir aprovechando las horas de sol a la mañana siguiente. Etapas 4 a 6, total 11
De nuevo empezando a las 7 de la mañana, esta vez el clima no nos da precisamente un cálido buenos días. El piso de la terraza delata que ha estado lloviendo toda la noche y las nubes no hacen amago de marcharse. Estábamos sobre aviso de que durante la semana habría días de mejor y peor tiempo, y parece que ha llegado el momento de sufrir peor suerte.
Esta vez sustituimos el desayuno en el Bellavista por uno que nos traen hasta nuestra habitación. El día anterior, rellenamos un formulario que teníamos a la llegada al cuarto en el que marcar qué queríamos para desayunar, a elegir entre varios zumos, café y leche, bollería, fruta, y cosas calientes preparadas. Si lo dejas colgado en el pomo de la puerta antes de la una de la madrugada, el mayordomo lo recoge y al día siguiente pasan con tu desayuno a la hora que hayas indicado. En nuestro caso marcamos que queremos desayunar entre las 7:30 y las 8:00, y el reloj marca las 7:40 cuando llaman a la puerta. Nuestro pedido incluye frijoles triturados, tortilla con todos los extras, fruta fresca, café, zumo y bollería. El camarero, como todos los empleados con los que hemos tratado hasta ahora, hace el ademán de marcharse sin esperar una propina, así que tengo que apañármelas para dársela. Me parece un gesto muy noble por su parte. ![]() ![]() Esta vez nos salimos del guión de hacer las llamadas en nuestro mediodía (noche en España) y llamamos al levantarnos, cuando en Europa empieza la tarde. Puesta al día la familia y desayunados, nos vamos hacia la playa retando a las nubes. No hace el habitual bochorno y el mar sigue revuelto, pero se puede estar. La temperatura del agua no impresiona tanto como en días anteriores, pero si asusta más el fresco del viento cuando sales de ella mojado. Es cuando estamos secándonos y leyendo en las tumbonas cuando empieza a chispear. No es una lluvia intensa, pero si algo molesta ya que al contrario que en la piscina aquí no hay una protección excesiva en forma de toldos. Al cabo de un rato nos rendimos y decidimos que la playa deberá esperar a que el tiempo mejore. Parece un momento propicio para la piscina climatizada, así que nuestra próxima parada es el spa. En el camino de vuelta nos engancha un empleado que traza la misma ruta y, como la inmensa mayoría, empieza a hablarnos en inglés y así habría continuado si no le dijéramos nosotros mismos que puede hablarnos en español. Desconozco si realmente podríamos pasar por norteamericanos, o si por una cuestión de probabilidad (poco turista español, como dije) prefieren siempre entablar conversación en el idioma de Shakespeare. En unos pocos pasos llegamos al spa, esperando que esté abarrotado. y resulta estar prácticamente vacío. Dos o tres personas ejercitándose en el gimnasio, y una sola disfrutando de la piscina. Por la hora que es uno esperaría algo más de actividad, así que la pregunta es ¿dónde demonios está la gente? ![]() ![]() Invertimos algo más de una hora en bañarnos, tantear por segunda vez la sauna seca (la húmeda está averiada) y leer en horizontal. Un capítulo de A Dance With Dragons más tarde, decidimos recoger y explorar alguno de los otros hoteles del Playa Paraíso. Ponemos rumbo noreste a través de un camino que emerge desde la parte posterior del spa. Cuando cambia el estilo de los edificios sabemos que ya estamos caminando entre villas del hotel Paraíso Maya. Son muy abiertas y coloridas, amenizadas en el exterior por fuentes, vegetación, y una versión en miniatura del Templo de las mil columnas de Chichén Itzá. La zona parece desierta; o todo el mundo está en las piscinas y la playa, o la ocupación del hotel está muy lejos de ser completa. ![]() ![]() Llegamos a la zona de piscinas, y lo primero que destaca es que son muchísimas. Apenas acabas de bordear una y ya llegas a la siguiente. Tienen mucha más decoración y añadidos que las piscinas del Grand Hotel, con fuentes, caídas de agua, pequeñas cuevas, etc. El ambiente, como era de esperar, es más "familiar". Mucho más ruido, mayor aglomeración de gente, carritos de bebé aparcados... bueno, al que le guste o no le quede más remedio por tener algún retoño, le servirá y además le saldrá más barato que a nosotros. Pero L y yo no somos especialmente amigos de este tipo de ambiente, y la exploración nos sirve para disfrutar más si cabe de la calma del Grand Hotel cuando regresemos. ![]() ![]() ![]() ![]() Vistas las piscinas, volvemos hacia el lado contrario para cruzar los puentes que pasan sobre el río lento, un surco de agua que puede recorrerse a bordo de un flotador. Parece divertido, y quizás volvamos en algún momento sin ir cargados de las mochilas para poder probarlo. Caminando, caminando, nos plantamos en los jardines del Paraíso Lindo, que es colindante al Paraíso Maya. Una sucesión de aceras y puentes que pasan sobre pequeños estanques, bastante agradables. Al llegar a la altura de la recepción desempolvamos los móviles ávidos de Internet... pero no encontramos red inalámbrica. Una de las grandes lacras del complejo, la escasez de accesos a la red sin cables. ![]() ![]() Deshacemos nuestros pasos por las villas de colores hasta regresar a la piscina principal del Grand Hotel, que ahora nos gusta aún más si cabe. El cielo sigue gris, pero el sol parece apretar más tras las nubes y llega a hacer un considerable calor. ![]() ![]() Los animadores siguen insistiendo a todo el que se cruzan para que participe en el concurso del día, que hoy va de lanzamiento de fútbol americano con la mano. No me atrae demasiado, y me intenta convencer de que los europeos siempre acaban ganando... pero hoy el premio es para un huésped de Tejas. Yo, mientras tanto, doy continuidad al ruso blanco y me pido uno en el Sirena Bar, sin salir siquiera del agua. Empieza a caer un chaparrón moderado y la gente se revuelve. Algunos salen corriendo... pero caray, si estás en una piscina y rodeado de agua, no veo dónde está el problema. Nuestra técnica es, cuando el agua cae fresca, meternos en un jacuzzi caliente y aquí no pasa nada. Como es lógico, con tanta agua y tanto charco hoy se ha intensificado la presencia de mosquitos. Probablemente dado el clima, hay menos gente de lo habitual en los aledaños de la piscina. A la una del mediodía tiene lugar una clase de cocina junto a ella, y pese a que L estuvo tentada de asistir en el último momento da un paso atrás. Sabia decisión, ya que cuando junto a la supuesta clase vemos que de cocina tiene poco, y más bien es una excusa que la gente utiliza para catar canapés y vinos. Volvemos a cambiarnos los bañadores por uno seco y enfilamos el camino para comer en La Brisa. Cuando te reciben y sientan, te ofrecen una carta donde elegir algún plato de manera adicional a lo que dispone el buffet. Le echamos un vistazo y algunas cosas como una selección de burritos suenan tentadoras, pero preferimos más variedad picando aquí y allá de lo que vemos en las barras. Hoy destacamos un risotto muy sabroso, tanto o más que las patatas al horno con salsa. También cojo, quién lo iba a decir, un poco de coliflor y brócoli al vapor que entre tanto exceso me saben a gloria. De nuevo, los helados para el postre merecen mención aparte. ![]() ![]() Son las 2 del mediodía cuando regresamos con el estómago lleno a la habitación. La Selección Española de fútbol está jugando un partido amistoso frente a Corea del sur, así que intento sintonizar TVE Internacional en el televisor... y lo consigo, pero la calidad de la imagen es horrible. Y no es cosa de la habitación, ya que lo mismo ocurría en aquella en la que nos instalamos inicialmente. Me resulta más agradable aprovechar la buena conexión a la red para verlo por Internet gracias a alguna web de streaming. La web oficial de TVE no es una opción, ya que está limitada a conexiones desde territorio nacional. Mientras tanto L disfruta de una de sus célebres siestas esperando a la hora a la que sus padres esperan recibir una llamada. Desde que descubrimos el spa por primera vez, dudo sobre aprovechar o no mínimamente el gimnasio incorporado, ya que el calzado deportivo que traigo no es el más adecuado. Finalmente me animo a probar. No compensará ni mucho menos todos los excesos de estos días, pero siempre será mejor que no hacer absolutamente ningún esfuerzo físico. Un kilómetro a buen ritmo en la cinta, unas pocas series en un par de máquinas de musculatura, y 20 minutos en la bicicleta elíptica, con el objetivo principal de quemar grasas. Todo ello al ritmo de Garbage y Green Day con los auriculares enchufados al móvil. La música ambiente no casa demasiado con mis gustos. Los dos televisores del gimnasio mantienen siempre sintonizado TDN o ESPN, ambos canales deportivos. A mis espaldas la piscina climatizada está algo más poblada de lo visto hasta ahora, pero sigue respirándose tranquilidad y habiendo espacio de sobra. Vuelvo al cuarto para ducharme y en lugar de a L me encuentro una nota diciendo que me espera en la piscina tranquila. Allá que voy tras refrescarme, para zambullirme en el agua de la piscina... y en un San Francisco que le pido a Mirna. Llegan un par de parejas de "cuerpecitos", es decir, él marcando músculo y ella con una silueta y un bronceado perfectamente cuidados. Y por ahora se cumple el tópico de que mucha figura, pocas luces. No entienden lo que significa "piscina tranquila" y sus gritos en el agua se oyen desde las tumbonas, por lo que fastidian el descanso y la lectura de los que estamos por allí. Se nos cruza a pocos metros otro de esos simpáticos animales, a los que hay que sumar también rasgos de mono, ya que empieza a trepar un árbol sin ningún esfuerzo. ![]() ![]() Empieza a llover, primero de forma leve y luego muy intensa, pero el toldo de la tumbona nos protege relativamente. Finalmente volvemos a la habitación porque entre el aguacero y las voces desde la piscina no estamos disfrutando al 100% de la experiencia. Nos quedan por delante 3 horas para leer en la mullida cama, afeitarse, ducharse y esperar a la cena de hoy. Es el turno del Venetia, el restaurante italiano ubicado en la plaza junto a la recepción del hotel. Sigue lloviendo a mares, y sin embargo el interior de las villas no está más abarrotado de lo habitual. Empezamos a divisar un número considerable de goteras y manchas de humedad, lo cual no parece muy propio de un hotel 5 estrellas por muy poco preparado que esté para la lluvia. Llegamos puntuales a nuestra cita, y entramos a otro pequeño local ambientado con pinturas y esculturas que evocan a la antigua Roma. Ella acierta más que yo en los entrantes, ya que sus calamares fritos entran muchísimo más por los ojos que mi carpaccio de salmón. En el plato principal la cosa está más igualada, L con su lasaña de langosta y yo con mi risotto de camarones. Si hay risotto, soy incapaz de pedir otra cosa de la carta. Esta noche yo acompaño los platos con sendas copas de champagne. De toda la oferta de postre nos decantamos por un tiramisú para ella y chocolate con cubierta de remolacha para mí. De momento puede que se trate del mejor de los tres restaurantes que llevamos visitados. ![]() ![]() Ponemos el cierre a la jornada con una copa en el Mirador Bar, en el que esperamos más de lo deseado a que nos atiendan a pesar de estar prácticamente vacío. En el camino de vuelta pasamos por la sala de billares donde basta con una partida rápida para que L no quiera jugar más, y llegamos alrededor de las 23:00 a nuestra habitación. Se acabó el tercero. Etapas 4 a 6, total 11
Como si de una repetición del despertar anterior se tratara, el cielo está cubierto y la terraza con síntomas de haber llovido durante toda la noche. Parece que por segundo día consecutivo el clima estará caprichoso.
Como siempre, desayunamos en el buffet Bellavista. Y como siempre, disfrutamos de la mejor comida del día. Cada mañana, en la entrada del buffet se anuncia el tema gastronómico de la cena, en lo que supone una alternativa a los restaurantes a la carta. El de esta noche será comida americana... lo cual nos hace plantear seriamente si reorganizar nuestros planes de cena para hoy. Saliendo directamente del desayuno a la piscina principal, paseamos a su alrededor para constatar si el tiempo todavía permite disfrutar de ella. Ya durante el paseo localizamos una cama sin señal alguna de estar reservada y en una situación perfecta: una zona con sombra cercana al bar y a una entrada al agua. Así que mientras L va a por toallas y a instalarse para que no nos la quiten, yo vuelvo al cuarto para coger las mochilas con el "kit de piscina", ya que no sabíamos exactamente qué íbamos a hacer y no las habíamos llevado al desayuno. Aprovecho el paseo por delante de la conserjería para solicitar un cambio en las reservas de cena. La reserva de hoy la trasladamos a un día futuro, para dejar así hueco a ese anunciado buffet americano. Vuelvo ya con gafas de sol, crema solar, spray antimosquitos y libro electrónico a la piscina y nos instalamos. Al poco rato, un ruso corpulento y su mujer empiezan a pasear alrededor nuestro echándonos miradas. Acto seguido, se dirige a un empleado y empieza a contarle algo con aspecto claramente disgustado. Nosotros, mientras tanto, haciéndonos los suecos. Cuando se ha marchado, voy hacia dicho empleado y le pregunto si había algún problema. Me cuenta que el hombre está convencido de que había reservado esa cama y cree que se la hemos birlado. Dejando de lado que la acusación es totalmente falsa, las formas que tuvo el personaje por algo así me parecen excesivas. Estás de vacaciones, en pleno Caribe y con un sinfín de posibilidades para descansar y relajarte por delante. Si vas a estar de mal humor y encararte con la gente, no mereces estar aquí. La lluvia es intermitente pero no nos priva del clásico combo de chapuzón, cóctel, tiros a canasta y visitas al jacuzzi caliente. Una vez más, el personal del spa nos ofrece masajes de demostración para que luego soltemos la billetera. Los españoles siempre le compran masajes, dice. Y yo que me lo creo, somos especialistas en picar ante la primera mierda que nos vendan, más todavía en vacaciones cuando tenemos la muñeca rota. También nos ofrecen jugar a golf, palo en mano. Porque el Iberostar incluye todo un campo de golf al que los huéspedes del complejo tienen acceso por un módico precio... excepto los del Grand Hotel, que pueden visitarlo sin precio adicional alguno. Cosa que no aprovechamos, para desesperación de un compañero de trabajo mío totalmente devoto del golf. ![]() L descubre a base de daiquiris que definitivamente el ron es una de sus bebidas alcohólicas favoritas, como si de una pirata cualquiera se tratase. Según aprieta la lluvia, intento hacer un apaño con el toldo de nuestra cama con el fin de resguardarme y solo consigo estropearlo más, siendo golpeado por las cortinas una y otra vez por culpa del viento. Entre mi momento de gloria y que ya hemos alcanzado el mediodía, parece el punto perfecto para volver un rato a nuestra habitación. Estando allí nos visita el mayordomo para revisar si estamos satisfechos con todas nuestras peticiones. Nos traen más bolsas de patatilla, de las cuales L está guardando unas pocas a diario para el viaje de vuelta a sabiendas de lo poco que se estiran en el aspecto de la comida en nuestra compañía aérea. Entramos a la oficina virtual de nuestro banco y comprobamos que se nos han ingresado las nóminas, ese momento fantástico en el que cobras estando de vacaciones. Aunque tal y como está el panorama, sientes que cada nómina podría ser la última. Tal y como ocurrió en nuestra primera batería de reservas, cuando he solicitado modificar la de esta noche la impresora de los resguardos no funcionaba, así que es ahora cuando recibimos el impreso. Y está todo correcto salvo la hora, que refleja las 19:00 en lugar de las habituales 21:00, así que me toca bajar hasta la conserjería para que una amable señorita solucione el error. Precisamente mientras lo modifica, veo pasar a una pareja recién llegada acompañada de un botones. Al verlos, la chica coge el walkie talkie y anuncia "Mayordomo, 7252 llegando". Parece que nuestro viejo hogar ya tiene nuevos inquilinos. Desde la terraza divisamos como las nubes van remitiendo y poco a poco el cielo azul va ganando terreno a la altura de la playa, así que esta tarde aparentemente tendremos una nueva tregua. Hoy hacemos una excepción y decidimos comer en nuestro propio cuarto, a través del servicio de habitaciones. Consultando el dossier de bienvenida con el menú disponible, elijo un cóctel de gambas y aguacate y un helado de vainilla. L opta por unos spaghetti boloñesa y unos supuestos profiteroles de crema que finalmente resultaron ser de trufa. En media hora tenemos al camarero llamando a nuestra puerta. ![]() ![]() Un dato práctico: en las habitaciones no es necesario ningún adaptador de enchufe para los aparatos electrónicos con clavija europea. Todas las clavijas admiten este formato, con la única diferencia de funcionar a 110V, la mitad que el estándar europeo. Sin embargo, sí es necesario dicho adaptador en sitios puntuales, como los enchufes disponibles en la terraza. La comida sale bien a medias. Los spaghetti de L superan la prueba pero mi cóctel de gambas se queda en un suficiente, demasiada poca salsa rosa. La bandeja que nos han dejado incluye mantequilla, rebanadas de pan de molde y galletitas de tipo crackers. Como comentaba, los profiteroles no coinciden con lo anunciado y el relleno es de trufa en lugar de crema. Definitivamente, el sol baña el suelo de la terraza por primera vez en día y medio. ![]() Salimos pitando hacia la playa, no vaya a ser que la tregua sea solo temporal. En el camino nos hacemos con un sillón inflable además de las toallas. De vez en cuando el sol vuelve a ocultarse, pero nos metemos en el agua de todos modos. El agua, como siempre desde que hemos llegado, presenta un fuerte oleaje, por lo que el sillón inflable supone más una atracción de montaña rusa que un accesorio para relajarse. Tanto mar revuelto provoca que las algas estén esparcidas por la superficie. Otro aspecto a tener en cuenta es que la corriente suele desenterrar alguna roca allá donde la orilla parecía lisa, así que no conviene nunca confiarse y entrar corriendo al agua. Yo casi lo aprendo a base de golpes, rozando la posibilidad de darme un buen golpe en el tobillo. Revisitada la playa volvemos a nuestro lugar predilecto, es decir, la piscina tranquila. Al ofrecimiento constante de bebidas hay que sumar una chica que se pasea ofreciendo puros. El sol vuelve a ser intermitente, y de repente nos visita otro gran chaparrón. La gente sale disparada al interior de la villa, cosa que sigo sin entender por lo menos durante los primeros minutos del diluvio. Aquí suele ser habitual presenciar una cortina de agua y en cuestión de un par de minutos volver a ver brillar el sol. A partir de las 17:00 el sol empieza a ponerse en la Tranquility Pool. Vamos hasta el mostrador de la piscina principal para devolver el sillón inflable, pero parece que aquí se está tan bien que nos quedamos un rato más escuchando música tumbados. Recuerdo que mi Amazon Kindle (el lector electrónico) tiene conectividad 3G universal y que no en todos los países el acceso está limitado, así que me animo a probar y... premio, puedo acceder libremente a la red desde él. El lado negativo es que el dispositivo no está ni mucho menos preparado para navegar por Internet, así que algo tan básico como consultar el correo ya resulta complicado. Y así nos dan las 18:30, momento de volver a la habitación. Paseando hacia aquí y hacia allá, ya vamos aprendiendo cómo detectar a aquellos que son recién llegados. Son los que suelen quedarse un rato mirando tumbonas (lo normal es llegar y plantarse sin dar muchas vueltas) y, lo más importante, los que meten el pie en el agua para saber a qué temperatura está. Sin una hora estipulada para la cena de hoy, bajamos de todas formas al buffet americano en nuestro horario habitual, las nueve de la noche. El surtido es algo decepcionante, ya que esperaba algo bastante más fuerte. Hay marisco cocido y algo de carne, pero muy poco variada. Un camarero corta y asa a la plancha cortes de rib-eye, aunque no le salen demasiado bien. Hay costillas, pero son de ternera y no de cerdo, como deberían ser si lo que se pretende es jugar a ser una cena americana. Ni siquiera sirven hamburguesas como las que hemos visto otras veces. Vaya, que la supuesta temática de la noche no está muy trabajada. Destaca esta noche, eso sí, una fuente de chocolate con leche junto a bandejas con fruta fresca para bañarlas, ampliando la oferta habitual de postres de tartitas y helado. Aprovecho los ingredientes disponibles para hacer una ensalada césar en condiciones, y no ese simulacro que nos sirvieron en la habitación el día de nuestra llegada. ![]() Nos desplazamos hasta la recepción para intentar colgar un par de fotografías del teléfono móvil a través de la red sin cables, pero la conexión se muere tras haber cargado solo la primera. En nuestro último viaje del día hacia la habitación, pasamos frente al local reservado para agencias y consultamos las horas de recogida de días anteriores a nuestro regreso, para ir anticipando sobre qué hora deberemos despedirnos del hotel. Siendo el vuelo sobre las 20:00, lo habitual es estar preparado para la recogida alrededor de las 16:00. Llegamos a nuestra habitación tras esquivar una vez más a un empleado que intenta convencer a los que pasan para que vayan hacia el teatro. Nosotros ya hemos consultado la oferta de shows y el único que nos interesaba ya lo disfrutamos, en la medida de lo que se pudo, la noche anterior. Mientras L hace unas gestiones con el portátil me animo a probar una de las botellitas de tequila disponibles en el minibar. Siendo la más suave de las 4 opciones disponibles (38 grados, la ginebra alcanzaba los 48) a mi me parece como beber colonia, claro que no soy muy dado al alcohol fuerte. Me apetecería más en este momento una copa de champagne, pero el minibar no lo trae por defecto. Quizás mañana me encargue de ello... pero ya será otro día. Etapas 4 a 6, total 11
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