Toscana: Florencia, Siena, Pisa, Lucca y San Gimignano en tren y autobus. ✏️ Blogs de ItaliaOcho dias en Florencia visitando varias ciudades de la Toscana (Florencia, Pisa, Lucca, Siena, San Gimignano) en transporte público, tren y autobus... Espero que os guste, es mi primer diario en el foro. Tambien espero vuestros comentarios y opiniones y, si puede ser, estrellas....Autor: Jcastillo Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (78 Votos) Índice del Diario: Toscana: Florencia, Siena, Pisa, Lucca y San Gimignano en tren y autobus.
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Etapas 1 a 3, total 8
Prologo:
En agosto del 2010 viajé a Portugal (Oporto, Guimaraes, Lisboa y Sintra) en lo que fue mi primer viaje gracias a este foro. En agosto del 2011 viajé a Bélgica (Bruselas, Brujas, Gante, Amberes, Malinas, Lovaina, Tournai y Villers-Le-Ville) también gracias a la ayuda de este foro. En ambas ocasiones me quede con las ganas verdaderas de redactar un diario, una forma como otra cualquiera de agradeceros vuestra ayuda, siempre tan necesaria como impagable. En este mi tercer viaje, cuyo destino era Florencia y la Toscana, preparé el viaje mucho menos, prácticamente nada, aunque sí pregunté algunas cosas en el foro, como siempre contestadas con eficacia y dedicación, y ahora sí me decido a redactar este diario que espero os guste y que es una especie de regalo a los que me ayudaron a realizar este sueño, porque todos los viajes son eso, sueños. Las premisas del viaje son muy básicas: voy sólo, sin saber idiomas prácticamente, sin límite de presupuesto pero sin gastar alocadamente, y con una discapacidad física reconocida en España que me impide o dificulta seriamente actos como subir escaleras, bajar o subir a trenes o autobuses, subir o bajar cuestas, etc.... El plan de viaje tampoco estaba muy definido, como siempre en mí: dormiría todos los días en Florencia, si llegaba el primer día con tiempo visitaría esa misma tarde Pisa, si visitaba la fiesta del Palio de Siena volvería otro día a Siena para verla más tranquilamente, también quería visitar Lucca y San Gimignano (una de las principales razones por la que elijo el viajar a la Toscana) y también tenía claro que necesitaba tres días consecutivos para Florencia para aprovechar la Firenze Card.. Eso era el plan, pero sin detallar, sin tener asignado ningún día concreto a ninguna ciudad en un principio, todo iría surgiendo sobre la marcha DIA 1 – 11 de Agosto del 2012 (Sábado) Gran madrugón, sobre las seis de la mañana, para sobre las siete y diez subir a un autobús que me lleva a Madrid. Llego a Madrid y por primera vez siento en mi monedero la gran subida del metro: cinco euros hasta el aeropuerto, justo el doble que antes. Subo a la línea 6 y al poco rato otro susto, pues obligan a todos los viajeros a desalojar el vagón, llegan los de seguridad y revisan los vagones. Ese tren recula y a los pocos minutos llega otro que ya sin más problemas nos acerca a la T1 de Barajas tras el pertinente trasbordo. Antes de pasar por el control de equipajes me como mi bocadillo y ya sobre las once y media me siento y espero el vuelo de Ryanair a Pisa que tenía prevista la salida a las 13:15 si no recuerdo mal. El embarque se retrasa algo, no demasiado, pero una vez embarcados el comandante nos dice que el vuelo sufre un retraso de una hora impuesto por el tráfico aéreo. Así que a dormir la siesta un rato.... No sé a que hora saldríamos pero el retraso primero y luego el segundo posterior ya trastoca un poco mis planes y como llegamos casi a las 6 de la tarde decido posponer la visita a Pisa para otro día y dirigirme directamente a Florencia. La estación del tren se encuentra saliendo del pequeño aeropuerto hacia la izquierda, donde ya se encuentran los vagones que vas directos a Florencia. Es fácil sacar el billete en los máquinas automáticas, que vienen (y hablan bastante escandalosamente alto) en español. Apenas poco más de una hora después, llego a la estación de tren de Florencia, Santa Maria de Novella. Salgo por la izquierda y allí ya se ve la parte posterior de la Basílica de Santa María de Novella, una gran cantidad de turistas, muchas razas (de la parte turística de Florencia es la parte más económica y se nota, habrá gente que no le sea grato, a mi es algo que no me importa en absoluto, casi lo disfruto) y me dirijo al Hotel Ascot en la Via Nazionale, como a tres minutos de la estación. En Florencia todos son hoteles, eso sí, muchos de ellos no pasan, como es el caso, de hostales o pensiones. De hecho, no me daría cuenta hasta pasados varios días que en la pared del Hotel figura un cartel donde indica “Albergho”. La habitación individual me sale a 36€ la noche, desayuno incluido (menos un 10% porque pague con una CitiBank y los dos primeros meses me hacían un 10% de descuento con un máximo de 50 €/mes; el viaje también lo pague de la misma manera un mes antes, por lo que algo me ahorré). La habitación es lo que me esperaba: discreta, muebles viejos, algo rozadas las paredes pero no sucia, las sabanas y toallas las cambian todos los días, TV y aire acondicionado que no usé, y lo peor es la ducha, que no hay plato ni mampara, sólo un agujero en el suelo por donde circula el agua.... Vamos, un hostal económico que para los que estamos únicamente para dormir, echarnos un rato la siesta, dejar la maleta y desayunar algo es más que válido. El personal es amable y atento. Lo mejor de la habitación es que es un cuarto piso que da al exterior, a un balcón, donde todas las noches sacaría mi silla para descansar un rato antes de dormir, escuchar un poco de música y planear el día siguiente. Aunque también tenía como cosas negativas que era una calle con gran tráfico (menos mal que siempre me llevo mis tapones para dormir) y que enfrente un cantautor me deleitaba a los pies de una Pizzeria casi todas las noches con hits como “Guantanamera” y similares.... Un buen rato de siesta y ahora sí comenzaba realmente el viaje. Lo primero, como no, es ir a visitar el Duomo. Accedo a él a través de la Via de Panzani y Via de Cerretani y cuando aparece a lo lejos ya empiezas a quedarte boquiabierto. Una obra colosal, enorme, más que maravillosa, como dibujada en sueños, con el sol ya cayendo anaranjado sobre ella: Su fachada marmolea de distintos tonos (blancos, rojos, granates, verdes) es preciosa, pierdes la vista en cada uno de los cientos de detalles de la misma. A un lado está el Batistero, con unos preciosos relieves de bronce en las puertas, también monumental, y al lado derecho del Duomo, una imponente y vertiginosa torre, el Campanile, prácticamente de la misma altura que la inabordable Cúpula. Paso todo lo que queda de tarde recorriendo la plaza del Duomo, dándole varias vueltas, respirando la grandeza del entorno, la expectación que genera los rostros de los turistas que acuden a la plaza, me siento un par de veces para quedar empequeñecido ante tamaño coloso, en dimensiones y en arte. Cuando empieza a oscurecer, regreso por donde vine hacía el hotel, abro la maleta y coloco mis cosas y bajo a cenar. Como no tengo ganas de buscar, justo antes del hotel está el restaurante La Lampara. Llevo como diez horas sin probar bocado, así que el enorme plato de Espaguetis a la boloñesa que me ponen junto con Pollo asado con patatas y una botella de litro de agua me sientan de maravilla, aunque descubro que en Italia cobran “Servicio” (un plus que en algunos sitios no cobran, en otros sí, en unos es un fijo, en otros un porcentaje). Ceno en el interior, pero también tienen terraza en la calle y, mucha mejor opción, un patio interior. El coste de la cena fue 21,00 €, algo caro pero buena calidad y mucha cantidad. Estoy agotado y subo a la habitación, una ducha y me siento en el balcón donde decido la próxima visita (ya antes había mirado en la estación que los horarios de trenes eran numerosos prácticamente a cualquier lugar). Pisa es el destino elegido. A intentar dormir. Etapas 1 a 3, total 8
DIA 2 – 12 de Agosto del 2012 (Domingo)
Aunque la cama es pequeña, resulta cómoda, pero duermo fatal (me suele ocurrir cuando viajo). El tráfico y el de “Guantanamera” no ayudaron demasiado a conciliar el sueño. A las nueve desayuno (tienen lo básico: aprovecho y me llevo unas pastas en la mochila para el viaje) y enseguida estoy en el tren. Dos españolas se sientan a mi lado y me preguntan si el tren va a Pisa, les digo que creo que sí y si es que no mejor perderse con paisanos (o paisanas, como ellas....). No llevo plano de Pisa, pero como todos somos turistas, la dirección de todos es la misma, enfrente de la estación hay una gran plaza presidida por una estatua de Vittorio Emanuele II, y de hay subir por Via Corso Italia, una calle comercial donde sólo destacan a su derecha la Iglesia de Santa María de Carmine y posteriormente se cruza el Arno por el Ponte di Mezzo que da a una plazoleta con una estatua de Garibaldi. La calles se estrechan aunque siguen siendo comerciales, se deja otra pequeña Iglesia a la derecha, la de San Michele in Borgo y justo en frente hay una plaza cerrada y con algún restaurante típico nada turísticos que me apunto para a la vuelta comer (aunque volvería por otro lado y al final no pasaría por allí). Seguimos subiendo y voy alternado la calle principal con alguna callejuela del lado izquierdo, hasta llegar al final de la calle donde girando hacia la izquierda se llega al Campo de los Milagros, tras una media hora de camino, con la Torre de Pisa presentándose nada más llegar con credenciales de gran monumento. Sinceramente: creía que me iba a impactar mucho menos. Pero tanto ella como el entorno es espectacular, diáfano, despejado, verde, con los monumentos a cielo abierto perfectamente disfrutables, visibles desde cualquier punto de vista, desde cualquier lugar del amplio campo. Todo ello distorsionado por los miles y miles de personas que puede haber allí a esas horas, sobre todos por aquellos que intentan sujetar, empujar, sostener o derrumbar la Torre de Pisa mientras algún amigo o familiar les realiza la típica foto. Como subir a la torre de Pisa no entra en mis planes ni en los de mis piernas, y tras visionar la Torre desde mil lados, el Battisttero por otros mil lados y el Duomo por mil lados más, me dirijo a comprar la entrada conjunta para entrar a estos dos últimos monumentos más el Camposanto y los dos museos: 10€ la entrada conjunta. La adquiero en el Museo Sinopie, que es el primero que visito, un Museo sencillo (moderno y....en contra de lo que ocurre en el exterior, tan sólo unos metros fuera, prácticamente vacío y silencioso) donde se exponen los bocetos de los frescos rescatados del Camposanto tras un bombardeo en la II Guerra Mundial. Están muy bien expuestos, todo muy bien iluminado. También hay otros objetos expuestos (vestidos de la época) y un visionado en 3D del Camposanto que sólo me produjo dolor de cabeza. Cuando salgo decido si ir al Duomo o al Battisttero, me decido por este porque en el Duomo hay una gran cola. La decisión no puede ser más oportuna: una de las operarias (hay una que controla las entradas y otra, la salida a la derecha de la entrada) se acerca al centro, frente a la pila bautismal y empieza a cantar (o orar) con un tono de voz muy bajo pero que se amplifica hacia todo el volumen del edificio de una manera celestial, realmente increíble. Fue sobrecogedor, apenas un minuto pero muy emocionante. Intento subir las escaleras que suben a la parte alta, pero mis piernas dicen que no, así que media vuelta, a disfrutar de la cúpula, el púlpito, sentarme unos minutos en los bordes y descansar. A la salida, hacia el Duomo que apenas hay cola... pero dentro está abarrotado. Sobresale el púlpito, el bello artesanado dorado del techo y el gran mosaico del abside frontal. Una maravilla de catedral en la que da gusto indagar cada rincón. De ahí me dirijo al Camposanto, que fue parcialmente destruido en la II Guerra Mundial. Otro lugar de recogimiento ante tanto jolgorio exterior, donde se encuentran innumerables tumbas (tanto en los laterales, algunas de ellas, las más majestuosas; como en el suelo, muchas de ellas muy curiosas) y los preciosos frescos cuyos bocetos originales ya vi en el Museo Sinopie, aquí en todo su esplendor, en los laterales y alguno de ellos expuestos en una sala interior con fotografías de como quedo el Camposanto durante los ataques de la II guerra Mundial. Entre los laterales, queda espacio para un patio donde el césped verde invita a tumbarse si no fuera porque todos los que en los alrededores lo hicieron ya no se levantaron jamas.... Salgo del Camposanto y me dirijo al Museo del Duomo. Es un edificio discreto que contiene originales del Duomo, Batisterio y Camposanto, creo recordar que incluso hasta una magnífica puerta de bronce y sobre todo un cristo crucificado en madera realmente precioso. Pero lo mejor de la visita es acceder al patio y a la segunda planta donde, alejados del jaleo exterior, se tienen vistas espectaculares tanto de la Torre como del complejo entero. Todo un lujo de silencio y reposo al pocos metros de la Torre inclinada. Salgo de allí y ya es hora de comer, pero pese a que todo está lleno de restaurantes prefiero huir del gentío bajando por una calle distinta por la que accedí al Campo de los Milagros. No obstante, vuelvo un par de veces la cabeza y me paro para seguir contemplando la Torre. Mi intención era dar con la plaza que en la subida vi que tenía restaurantes, pero como bajo por otra calle intento buscar otro sitio, hasta que veo una librería en una esquina y al fondo lo que parece ser una plaza y allí me dirijo. Es una plaza en la que hay un edificio que parece ser una biblioteca del que cuelga una pancarta que dice “La Biblioteca e di Tutti, non debe chiudere”, lo que me recuerda que Italia está más o menos como España en cuestiones económicas. En esa plaza hay un restaurante en el centro pero un poco más adelante, en una callejuela peatonal y estrecha con 4 o 5 mesas en la calle hay otro restaurante familiar donde decido reposar y comer: ensalada, pollo asado con patatas y una cerveza, por 13 €. Ya bien comido sigo mi marcha hacia el río Arno, callejeando un poco y llego a él para localizar la Iglesia de Santa Maria della Espina, que resulta estar justo al lado del siguiente puente por el que accedimos anteriormente. Es una iglesia en la que se dice que se guarda una de las espinas de la corona de Jesús, por lo que uno se pregunta que si por una espina construyeron una Iglesia tan pequeña y bella que hubieran edificado por tener la corona entera, posiblemente la catedral más hermosa del mundo. Merece la visita, una iglesia pequeña pero muy hermosa. Ya sólo queda bajar hacia la estación de trenes, por calles sin ningún encanto, hasta llegar a la plaza que está frente a la estación. Ahí localizo una casa de apuestas deportivas donde puedo comprobar que España está plantando cara a USA en la final de baloncesto de los JJ.OO de Londres, disfruto un par de minutos del momento y sigo hacia el tren para llegar lo antes posible a Florencia. Cuando llego ya sé que casi ganamos al Dream Team, o que al menos nos ganaron por muy poco, y que me he perdido una gran final. Meriendo unos melocotones que compro en un supermercado cercano y a dormir un rato la siesta que llego reventado. Luego toca irse al centro, a visitar por primera vez de tantas veces en los próximos días, el Ponte Vecchio. La hora a la que llego es perfecta, sobre las 8 y media, momento en el que el sol empieza a llenar el horizonte del Arno de tonos rosados, amarillentos, naranjas pastel.... Accedo desde el anterior puente, el de Sta Trinita, subo por la calle pegada al río y ya se contempla la originalidad del puente, esas fachadas verticales que parecen ignorar la gravedad, como casas colgadas sobre el río. El puente está bastante lleno de gente pero no agobiante, salvo los arcos centrales donde hay más gente aprovechando para realizarse la pertinente fotografía. Lastima que las joyerías ya estén cerradas, pero habrá más ocasiones de poder visitar el puente. Subo hasta la galería de los Uffizi para dirigirme hacia la Plaza de la Signoria, otro de los sitios cruciales de la ciudad de Florencia. Ya es de noche y el espectáculo es memorable: ese conjunto de esculturas que flanquean el Palacio Vecchio, sobre todo la fuente de Neptuno y el impresionante (aun sabiendo que es una copia) "David" de Miguel Angel. Hay mucha gente, escuchando a músicos callejeros, entrando y saliendo del Palacio (entro para ver el patio, pero salgo enseguida, pues sé que días después tendré oportunidad de visitarlo en su plenitud) y sobre todo sentada en las escalinatas de la Loggia de la Señora, donde casi cuesta trabajo subir para contemplar las esculturas, también copias en su mayoría pero no por ello dignas de contemplar y gozar. Ya es noche cerrada y decido, pues estoy a dos calles, ir hacia Santa Croce. La plaza es preciosa, diáfana y el mármol blanco de la catedral resalta en la oscuridad. Para mi gusto es la plaza más hermosa de la ciudad, tanto de noche como la contemplo por vez primera, como de día, o al anochecer. Como en todo el centro de Florencia, la gente se sienta en sus escaleras para descansar, cenar un bocadillo o beberse una botella de vino o cerveza. Eso me recuerda que ya tengo hambre así que cruzo todo el centro de Florencia hasta llegar a la Plaza de Santa Maria de Novella donde por fin contemplo su parte frontal, no tan inolvidable como Santa Croce aunque muy similar, de menor tamaño pero con un interior lleno de maravillosos secretos como posteriormente tocaría descubrir. Santa Maria Novella no tiene escalinata, pero su plaza con césped rebosa igualmente vida nocturna, con numerosos inmigrantes que se reúnen para compartir un trago en las cálidas noches toscanas de verano. Ya cerca del hotel, en una pizzeria tomo mi primera pizza más un refresco por 6,50 €, pido un helado en una heladería cercana (“Il triangolo delle Bermuda”) y paseo hacia la Basílica de San Lorenzo, imponente de noche. De regreso al hotel, un rato del balcón y decido el próximo destino: Lucca Etapas 1 a 3, total 8
DIA 3 – 13 de Agosto del 2012 (Lunes)
Este día iba a resultar un tanto especial. La llegada a Lucca en tren es más incómoda que hacia Pisa, con demasiadas paradas (entres ellas está Pistoia, pero no me dí cuenta hasta la vuelta, en la ida iba escuchando música y leyendo la guía; creo que es una ciudad bastante desconocida por los españoles y tiene que tener un centro con bastante encanto según me contaron después) y unos treinta minutos de retraso. Una vez se llega a Lucca, justo enfrente de la salida de la estación ya se vé las murallas y un camino que se adentra en ellas, por lo que no hay perdida; pero no tengáis prisas, a la derecha algo escondida y poco señalada hay una oficina de turismo donde os darán un mapa de la ciudad y algunas indicaciones turísticas. Lucca es toda una sorpresa, para mi gusto como ciudad mucho más maravillosa que Pisa, menos monumental evidentemente pero con muchísimo encanto y que de alguna manera es una mezcla entre una ciudad toscana y ciertos aspectos de una Italia más sureña. Ciudad amurallada, pero de unas murallas que no la aíslan del exterior, sino que sirven para dar vida a la ciudad, porque rebosan vida ellas mismas: son totalmente (al menos los tramos que yo visité) utilizables por peatones y algunos vehículos, se puede andar por ellas, circular en bicicleta, con extensas zonas verdes.... una gozada para la que un sólo día es demasiado poco, supongo que será de uso habitual por los habitantes de la ciudad. Se accede por un túnel un poco oscuro y dejado (demasiado graffiti para el acceso a una ciudad de origen romano) que te lleva a las espaldas del Duomo di San Martino, situado en una hermosa plaza, que destaca por el habitual mármol blanco de la zona y la torre campanario adosada. La fachada es preciosa, sobretodo la parte superior y los relieves; y el interior también, como buena catedral toscana, con su parte central y su fresco superior, su techo perfectamente decorado y un impresionante cristo (lamentablemente “enjaulado”) que los locales veneran y que sacan en procesión. A la izquierda del Duomo está el museo, al que accedo, viendo en la primera sala libros antiguos, luego se encuentra la tienda y en la tercera sala me echan directamente a la calle porque no he pagado la entrada (yo no vi indicaciones de que hubiera que pagar por ningún lado....). Así que a la calle y a seguir conociendo Lucca. Adentrándote hacia el centro ya empiezan a aparecer pequeñas iglesias como la de San Giusto y poco más arriba una de las torres más famosas de la ciudad, la Torre delle Ore, a la que se puede subir si uno tiene fuerzas y ganas de ello (avisan en la puerta del esfuerzo que supone subirla: no recomendable para personas con dolencias coronarias). Estas torres no son tan visibles de cerca como las que vería dos días después en San Gimignano, por encontrarse en calles estrechas, pero tienen su grandeza y desde las murallas se divisan también muy bien algunas de ellas. Entre callejuelas uno se pierde hasta dar con otra de las torres emblemáticas de la ciudad, la Torre Guinini, con su “jardín” en la parte superior y una cola tremenda para poder subir a ella. Ya sé que estoy cerca de la plaza del Anfiteatro, y voy serpenteando por calles con cierto encanto añejo hasta que topo con un mercado tradicional, donde se disfruta de buena fruta de la zona (en mi caso unos melocotones), y una estética más bien rural, con sus cestos de mimbre colgados, sus hierbas tendidas a secar, sus balanzas antiguas... un sitio curioso, como su entorno (ventanas en las que parecen nacer arbustos, fachadas ilustradas, bicicletas de hace años con los cestos llenos de peras recién recogidas, gatos que decoran ventanas). Todo un magnífico preámbulo que nos lleva por fin a la Plaza del Anfiteatro, una plaza circular a la que se accede desde cuatro soportales distintos. Visitarla es como retroceder al pasado, y cuando me refería anteriormente que Lucca tiene algo del sur de Italia es porque el sur de Italia (en el que nunca he estado) me lo imagino así. Son casas antiguas las que forman la circunferencia de la plaza, de tonos ocres y amarillentos, con sus ventanas abiertas y su vida dentro. Hago lo que el año pasado ya hice en la Grand Place de Bruselas: situarme en el centro y girar..... eso sí, aquí con bastante calor, achicharrante (creo que la forma de la plaza le da un poco de efecto sartén, el sol pega de pleno y mientras que en el resto de la ciudad las calles estrechas regalan sombra aquí el sol cae a plomo). El calor es insoportable y decido salir hacia otros lugares, la Piazza San Michelle, donde en una esquina nos encontramos con una exposición de artistas modernos y en el medio la Iglesia de San Michelle con una fachada preciosa, sobre todo la parte superior y sus decenas de columnas en cuatro pisos, culminada con lo que parece ser un ángel (¿San Michelle?) y acompañada con el pertinente campanario. Muy cerca se encuentra la estatua de Puccini y su casa natal, pero ya es hora de comer y por fortuna encuentro un sitio bien apañado: Rewine Bar, en la via Calderia nº 6. Un menú por 11 euros en un sitio tan turístico viene de perlas y ahí que entro: una lasagna, pollo al limón y mi botellita de agua por ese precio. Buen trato por la camarera y un lugar con algo de encanto. También tienen terraza, no sé si al mismo precio, en frente de la puerta pero un poco más arriba en la esquina de un recoveco de la calle. La comida me da algo de fuerza así que decido atacar las murallas justo al lado contrario por el que he entrado en Lucca. Te das cuenta de lo anchas que son, con su camino, sus zonas verdes, su gente paseando, haciendo footing, en bicicletas turísticas, con vistas inmejorables al verdor exterior y al interior de la ciudad. No son unas murallas al uso, si no más bien un carril-bici extenso y circular que rodea la ciudad, con sus zonas verdes y la posibilidad de admirar la ciudad desde una cierta altura, por ejemplo contemplar la fachada interior y los jardines del Palacio Pfanner, al que se puede entrar previo pago de entrada. Tras pasear un poco y descansar otro poquito, bajo de este carril bici privilegiado y camino hacia otra de las joyas de la ciudad, la Iglesia de San Frediano, que tiene la gran torre que preside la ciudad y sobre todo una de las fachadas más bonitas que vi en esta semana: el tradicional mármol blanco toscano en una parte inferior muy sencilla que se jalona con unas columnas que soportan un mosaico casi bizantino. En el interior, nada ostentoso, preciosos frescos y alguna tumba de las que quitan el sueño. A partir de aquí empiezo a retroceder, a dirigirme callejeando de nuevo hacia la estación de tren, sabiendo que Lucca es maravillosa y que no hemos visto todo, pero lo que hemos visto ya ayuda a saber que esta ciudad es de esas que invitan a perderse entre sus estrechas calles y olvidarse del tiempo. En el tren, al ver la parada de Pistoia estoy a punto de bajar, pero el cansancio y el desconocimiento (no sé si el centro está lejos o no de la parada) me lo impiden. Ya en Florencia, toca una siesta tardía y luego otro paseo hacia el centro. Y aquí es donde culmina el día "especial" que comento, pues tras la grata sorpresa de Lucca, tocaría perderse por Florencia y lo de perderse es en sentido literal. Uno va de listo, con un mapa de la ciudad que va poco más allá del Ponte Vecchio y cuando llega de nuevo paseando hacia él, se pregunta ¿y porque no subo a la Piazzale Michelangelo? ¿Donde está? Pues ni idea.. pero subiendo se debe de llegar.... Así que atravesando el puente veo unas escaleras y un poco más a la izquierda un arco por donde sube una calle y pese al esfuerzo que para mí eso conlleva empiezo a subir... a subir.. a subir... una calle cada vez más empinada, que cada vez me cuesta mayor esfuerzo, hasta que se llega a otra especie de arco donde la calle acaba y aparece una carretera estrecha por la que sigo andando. Ya no hay casas ni edificios, sólo algunas fincas de vez en cuando y arbolillos, arbustos, etc.... Tras un buen rato (¿más de media hora?) y ya casi anocheciendo decido darme la vuelta.... a desandar lo andado. Para más sufrimiento casi no pasa ningún coche, me meto en una finca de la que veo salir dos japoneses en moto (y casi me quedo encerrado en ella, pues a mis espaldas la puerta empiezan a encerrarse; cuando llego a ella se detiene, por lo que sospecho que me están vigilando por una videocámara), sigo bajando y bajando pero me equivoco y en vez de coger la calle por la que subí sigo bajando por la carretera y no hay nadie y casi de noche hasta que llego por fin a la civilización, más allá del Ponte alla Grazie (por lo que puedo ver en Google Maps tuve que subir por la Costa San Giorgio y luego la Via de San Leonardo casi hasta el final, donde ya habría encontrado por lo menos autobuses urbanos, y bajar bajaría por la Via di Belvedere, por lo que si os queréis dar un grato paseo por pasajes sin gente en Florencia ya sabéis....) Regreso poco a poco hacia al hotel, literalmente reventado y sin ganas de nada, ni de buscar donde cenar: me meto en un McDonalds que hay frente a la estación de trenes, un McMenú rápido por 6,90€, al hotel, una ducha que me sienta de miedo y ni balcón ni música ni nada. Mañana toca Siena. Etapas 1 a 3, total 8
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