QUE NO SE DIGA QUE NADIE VA A ALBANIA ✏️ Blogs de Albania

Sí amigos, habeis leído bien el subtítulo de este diario: este es el relato de un viaje por Albania realizado hace... QUINCE AÑOS, allá por el año 1998. ¿Y por qué demonios lo escribe ahora? - os preguntareis. Pues el hecho es que trasteando por esta web descubrí, por pura casualidad, que no había ningún diario escrito sobre Albania, y me dije a mi mismo "eso no puede ser".
Así que aprovechando algunos ratos libres y, sobre todo, haciendo memoria, me dispongo a relatar nuestro miniviaje por este enigmático y desconocido país. Cierto es que, casi con total seguridad, tras su lectura seguirá siendo un país igual de desconocido para tí, ya que el tiempo transcurrido por un lado, y la brevedad de nuestra viaje por otro, no me van a permitir arrojar demasiada luz, pero al menos os permitirá saber que Albania, como Teruel, existe, y es susceptible de ser visitado.
A lo mejor trasteando en esta web existe algún foro o post donde se hable de una Albania mas reciente y de manera mas adecuada, pero por lo menos yo pondré mi granito de arena con este diario que inaugura la, espero, larga lista de futuros diarios albaneses.

Pero remontémonos en el tiempo quince años aproximadamente....

Quince años mas jóvenes, sin hijos, y con una pequeña Renault Express que nosotros mismos habíamos adaptado como vehículo dormitorio-cocina-salon de estar para todo, nos dedicábamos a recorrer Europa de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Casi sin dinero pero con mucha ilusión llegó el momento de visitar Albania, para la cual por cierto no encontré en aquella época ninguna guía, lo que unido a que por aquel entonces internet era, al menos para mí, una cosa muy básica, hizo que el itinerario fuera muy sencillo.

Recuerdo haber visto pasaportes españoles antiguos donde se señalaba que eran válidos para todos los países del mundo EXCEPTO ALBANIA. ¿Qué había en Albania? ¿Por qué esa exclusión? ¿qué o quien se escondía allí? Todo ello provocó en mí desde siempre cierta intriga sobre el país. Además, se trataba de un lugar muy cercano físicamente pero muy lejano en el imaginario colectivo,... Albania, Albania,... ¿qué demonios habrá en Albania?

La historia albanesa del siglo XX no promete mucho: conquistados por la Italia fascista de Mussolini, le siguieron decenios bajo la órbita de la URSS con un enloquecido presidente al mando (Enver Xhosa) ensimismado en su aislamiento internacional y una etapa de final de siglo sumida en la crisis social, política, económica, territorial,... vamos, para tirar cohetes , oiga.
De hecho, en 1997 hubo una sublevación popular que obligó a la intervención de la ONU, y unos pocos meses antes de nuestra llegada había habido un conato de conflicto bélico con Macedonia por un quítame allá esos terrenillos. Por no hablar de la tiranteces raciales y territoriales con sus vecinos del norte (kosovo),... puff, no me extraña que la página del Ministerio de Exteriores recomendara en aquellos momentos ni acercarse por allí.

Quien no recuerda aquellos oxidados barcos repletos de albaneses hasta la bandera tratando de llegar a las costas italianas en busca de una vida mejor (y al "moderado" Bossi pidiendo que la armada italiana los hundiera a cañonazos)

Así que tras pernoctar en la hermosa Ohrid bordeamos su lago para llegar a la frontera albanesa. Primera nota sobre Albania: aunque está al borde del mediterráneo es un país muy montañoso, de hecho, muchas de sus montañas se acercan casi hasta el mar, lo que le da un clima bastante frío. Estábamos en Abril y una buena capa de nieve cubre los arcenes de la carretera que nos conduce al puesto fronterizo.

Garita al canto y funcionarios aburridos que salen a ver qué pirados se acercan. Como el trasiego de coches es continuo (modo irónico ON) somos la atracción del día: ¿de donde venimos¿ ¿a donde vamos? pasaportes para allí, pasaportes para acá, otro funcionario que se acerca para charlar, papeleos ininteligibles, inevitables referencias al futbol,... y una pregunta que todos nos hacen "¿pero a qué demonios venís?, si aquí no hay na de na"; pues eso, les decimos entre sonrisas, a ver el na de na, que a veces es mas curioso que la mayor atracción. No se quedan muy convencidos, pero como todos los papelotes están en regla y pagamos religiosamente todas las tasas y minitasas (por entrar, por circular, por "desinfectar el coche", por salir, por respirar,...) pasamos el trámite y, por fin, estamos en Albania.

Primera sorpresa: los bunkers. Parece ser que el tirano Xhosa estaba obsesionado con una invasión terrestre, así que no se le ocurrió cosa mejor que sembrar el país de bunkers. Evidentemente el tema de la invasión quedó olvidado con el paso de los años, pero el hormigón y el acero no se olvidan tan fácilmente, así que muchas zonas del país (sobre todo las fronterizas) quedaron repletas de amenazantes bunkers (alguno incluso creo recordar que estaba en medio de la carretera).

Segunda sorpresa: las carreteras. Decir que son malas es muy benévolo. Debieron ser asfaltadas por los italianos allá por los años cuarenta y no se ha hecho nada por conservarlas desde entonces. El resultado es lamentable, con baches donde casi se puede caer el coche entero y una media de 30/40 kms/hora de media. Paciencia.

Afortunadamente el tráfico es casi inexistente, y fuera de las grandes ciudades (Tirana y Durres) tan sólo circulan camiones (que transportan bien mercancías bien personas) y vehículos de alta gama cuya suspensión parece soportar el asfalto albanés sin problemas. Estos vehículos aparecen de vez en cuando dando luces para que te apartes bajo la amenaza de pasarte por encima. ¿Quienes los usan? Nada bueno, supongo.

Nuestra primera parada es Elbasan, a la que llegamos bajo una fina lluvia. No recuerdo nada destacable, salvo la fábrica mas horrenda que recuerdo haber visto nunca: gigantesca, sucia, llena de tubos oxidados y humos malolientes,... parecía una escena sacada de Mad Max.

Atravesando bucólicos valles y verdes montañas nos acercamos a Tirana, la capital.

Como ya dije antes, desgraciadamente vamos casi sin mapas ni planos de ciudades, así que cuando llegamos a Tirana no tenemos otra que dirigirnos hacia lo que parece el centro. Según nos acercamos aumenta el tráfico, caótico, y vamos atravesando barrios (por qué no decirlo) horribles en lo arquitectónico. Todo le da a la ciudad un aire gris, triste,... la metereología no ayuda (está muy nublado y chispea). La verdad es que la impresión que nos hemos llevado hasta ese momento (y que no cambiará mucho) es la de un país triste, aunque me quedo un poco con la impresión de que en días cálidos y soleados la cosa puede parecer mejor.

Con todo, nada parece indicar que estamos en Europa; como leí en una ocasión, no se puede ir mas lejos yendo tan cerca.

Por fin llegamos a la plaza Skanderberg, un gran espacio abierto presidido por el típico edificio del este con un típico mural de estilo comunista con heroicos trabajadores. Precisamente este mural era la única referencia gráfica que yo tenía de Albania antes de venir, así que el mero hecho de haber llegado hasta aquí ya suponía un éxito.

Aparcamos la furgoneta y nos damos una vuelta por los alrededores, viendo y observando la gente, las tiendas,...

Tirana no da para mucho, así que decidimos continuar hacia Durres, que no está muy lejos.
Durres, la segunda urbe del país, es una ciudad costera, con un gran puerto de mercancías y pasajeros, aunque su urbanismo no difiere en mucho del de la capital. Según nos vamos acercando al puerto, un coche "de los de alta gama" nos da las luces y se nos cruza. Pequeños momentos de tensión, pero tan sólo se trata de policías (supongo) que nos piden los papeles y nos preguntan lo típico: a ver qué hacemos allí, a dónde vamos,...

Solventado el interrogatorio, conseguimos llegar cerca de lo que parecía el mayor atractivo de la ciudad: el anfiteatro romano. Aparcamos en una calle cualquiera y nos dirigimos hacia allí sin demasiada dificultad... vaya vaya con el anfiteatro. La palabra ruina romana le va al pelo: es una auténtica y genuina ruina. Sin vigilancia, sin protección, repleto de basura, invadido por la vegetación, con cabras pastando, con zonas inundadas,... y por supuesto cayendose a pedazos. Una venerable anciana nos asalta en la puerta y decide unilateralmente ser nuestra guía (a pesar de que sólo habla albanés); así, con el runrun de fondo de la señora hablando (quien sabe si cantaba las excelencias del lugar o nos ponía a caldo por no prestarle atención), apartando cabras y tratando de no despeñarnos realizamos una visita, cuando menos, peculiar.
Tras darle algunos leks a la viejecilla damos una vuelta por el barrio y volvemos a la furgoneta con la intención de iniciar el trayecto hacia el sur recorriendo la costa. La zona norte la descartamos porque parece ser una zona bastante problemática.

Cada vez que abandonamos el coche me quedo con la impresión de que a la vuelta no van a quedar ni las ruedas, pero no, los albaneses son pobres pero honrados, y no tuvimos ningún problema de ese tipo.

La costa albanesa esta muy deshabitada, con pocas poblaciones y carreteras que, en ocasiones, se convierten en simples pistas de tierra. Vamos avanzando despacio, preguntando de vez en cuando la dirección correcta porque no hay prácticamente señales. Los albaneses parecen amables (¿por qué no iban a serlo?) y dispuestos a ayudar al extranjero, quizás porque todavía les resulta algo exótico e inesperado.

Llueve a ratos, lo que rellena los baches de agua, y provoca que cuando ves un charco no sabes si es una lámina de agua o un agujero donde hundir la rueda, así que todavía circulamos mas lento. Es una pena este tiempo, ya que atravesamos algunas playas totalmente solitarias que en un día de verano seguro que son de lo mas apetecible. Eso sí, allí donde hay alguna población, por pequeña que sea, la basura se empieza a acumular por todos lados.

De vez en cuando vemos oxidados letreros que publicitan antiguos proyectos de colaboración italiana, holandesa, alemana,... en forma de asfaltados, recogida de basuras, edificaciones varias,... pero todo ha debido quedar en el olvido.

Nuestra idea era buscar unas ruinas, Butrinto, que debían estar cerca de un lago, pero no fuimos capaz de encontrarlas por ningún lado.

Por nuestra forma de viajar, no usamos hoteles; dormimos en la propia furgoneta, lo cual nos generó algún problemilla logístico, ya que siempre buscamos lugares con coches aparcados para pasar desapercibidos. El problema es que en todo Albania creo que no vimos ni un solo coche aparcado, los escasos vehículos existentes se guardan celosamente en garajes cerrados, así que a las noches nos tocaba dormir dentro del único vehículo estacionado en la vía pública.

Ante la ausencia total de letreros, ni siquera éramos capaces de identificar las poblaciones que íbamos pasando, de forma que andábamos bastante perdidos. A ello se sumaba el hecho de que cuando preguntábamos alguna dirección, nuestra pronunciación del albanés debía dejar bastante que desear, por fácil que el nombre de la población pareciera; sólo así se entiende que tras media hora preguntando a gente sobre cómo llegar a Vlore (no parece un nombre que admita muchas variantes a la hora de pronunciarlo), sin obtener mas que encogimientos de hombros como respuesta, consiguiéramos que alguien identificara por fin dicha población... para decirnos que ya estábamos en ella.

Aquella noche recuerdo que durmimos junto a una comisaría de policía, pero la verdad es que aunque tengo bastante memoria, se me pasan muchos datos y a veces el orden de las cosas que cuento puede no ser exacto.

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Antes de nada, pedir disculpas por el largo tiempo transurrido entre la publicación de la anterior y primera etapa y ésta que será la segunda y última.

Dos han sido los motivos: el primero (que no viene a cuento) han sido razones laborales que me han tenido un tanto ocupado; el segundo, que tras releer mi primera etapa me dí cuenta de que mi memoria no alcanza tanto como sería mi deseo para reconstruir este viaje, lo cual me dejó un tanto insatisfecho con el resultado.

Pero ahora, con algo mas de tiempo, me he decidido a, por lo menos, terminar el relato.

¿Dónde nos quedamos? Ah, sí,... en Vlore

Desde ese punto de la costa comenzamos nuestra camino hacia la frontera con Grecia. El paisaje seguía siendo montañoso, las carreteras horribles,... en general es un país bastante uniforme.

Una era la parada que teníamos programada: la ciudad de Gjirokastra, que pasa por ser una de las mas bonitas del país.

Gjirokastra mas que una ciudad es un gran pueblo donde la arquitectura tradicional se ha mantenido bastante bien: casas y tejados de piedra, típica arquitectura local,... que visitamos paseando por sus calles.

En lo alto de una colina hay una ciudadela fortificada que visitamos en absoluta soledad. Como casi todo el país, está muy abandonado, y para nuestra decepción no vemos restos del famoso caza americano que se supone derribaron por aquí los albaneses y que se suponía que estaba expuesto por aquí.

En apenas 30 kms. estamos en la frontera griega. La verdad es que la gente, el paisaje y la arquitectura es prácticamente igual a ambos lados de la frontera. Pero desgraciadamente, desde un punto de vista legal no hay color entre ser griego o albanés.

Afortunadamente llegamos con mucho tiempo a la frontera, porque atravesarla nos costará no menos de seis horas. No hay demasiados coches en cola para pasar, pero el ritmo es desesperante.
Aprovechamos el tiempo para observar como continuamente se organizan partidas de "excursionistas" que, montaña a través, se dirigen hacia la limítrofe Grecia.

Nosotros pasamos el control de pasaportes en 2 minutos, pero a los albaneses parece que les piden hasta el certificado de nacimiento para pasar la frontera.

Y así, contado de manera algo acelerada, termina nuestro viaje por la curiosa Albania.

Desconozco si en estos años la situación habrá cambiado, porque las noticias que se leen de allí son inexistentes, pero mi experiencia en Albania se puede resumir perfectamente en esa frase que ya cité anteriormente: "no se puede ir tan lejos yendo tan cerca"

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