El sábado por la mañana tocaba Portobello. Con la intención de visitar un único mercadillo, elegimos éste por parecer el que más encanto londinense tenía. La verdad es que visto un mercadillo, vistos todos, aunque claro, en Londres y Portobello, la cosa ganaba enteros. Sin embargo, el intenso calor y la muchedumbre, hizo que se perdiera gran parte del encanto.
Puestos y tiendas de antigüedades hacían realidad la canción de la película “La bruja novata”, que decía eso de “Portobello Road, donde se compra y se vende hasta el sol…”. Sin embargo y como decía en la introducción, que nadie se espere el entorno de aquella película. Además, puestos y tiendas de souvenirs, ropa, bisutería y demás.


El barrio en que queda enmarcado tiene mucha elegancia. Las fachadas bien cuidadas, jardines y ese toque inglés de clase alta. Desde luego, este entorno sí recuerda fielmente la película “Nothing Hill”.

Finalizado nuestro periplo callejero mercantil, accedimos a Hyde Park. Mejor dicho, a los Jardines de Kensington, ya que la mitad al oeste del lago son los Kensington Gardens. Este espacio verde se constituye como un pulmón para la ciudad, aunque existen otros como Regent’s Park o St. James Park. Cientos de personas tomando el sol, jugando, comiendo o haciendo deporte en sus praderas son todo un espectáculo para la vista.

En la parte sur del parque se llega al Albert Memorial, un estrafalario, enorme y cuidado (a partes iguales) monumento en memoria del Príncipe Alberto, marido de la Reina Victoria que, al contrario de lo que el monumento pueda hacer suponer, profesaba veneración por lo austero.
Junto a él, pero ya fuera del parque, se puede admirar el Royal Albert Hall, un auditorio espectacular.


En dirección sureste, llegamos hasta Harrod’s, todo un monumento a la opulencia y al consumismo, repleto de gente. Una vez más y contrario a mi naturaleza, entramos a visitar tal edificio, aun a sabiendas de que podía producirme urticaria estar en un centro comercial. Fuera de bromas, la visita es casi obligada, al menos para poder decir que es un sitio que no me agrada. Precios abusivos, empujones y colas, para rematar la faena con un altar dedicado a Dodi Al Fayed y la Pricesa Diana de Gales (recordemos que hasta hace algunas semanas, el complejo era propiedad del padre de Dodi). Me pareció de lo más paleto que he visto en años… con toda la gente rodeando la historia y dejando monedas o haciéndose fotos con algún objetivo desconocido. Al margen de eso, hay que reconocer que tiene de todo, aunque por una bolsa cutre con el logo te cobren 20 libras.
Tres días pateando y el cansancio hacía mella, así que decidimos volver en metro al hotel, para después salir a cenar.
Volvimos al Soho, por mi empeño particular de probar un restaurante Indio en Londres. Sin mucho poder de convicción, el grupo entró en uno con buena pinta. Calor y precio elevado, para dejar más de la mitad de la cena sin tocar, pues su “sweet or medium spicy” o “dulce o medio picante”, era incomible. Todo un error admisible por mi parte y que espero no cometáis, salvo que tengáis especial tolerancia al picante.
No obstante, de camino entre el hotel y el Soho, paseamos por una zona encantadora, cuyo epicentro es Carnaby Street (35-36 Great Marlborough Street, muy cerca de Oxford Circus). No dejéis de dar una vuelta, tomar una pinta o cenar por sus callejones.