Despierto, corro con miedo la cortina esperando encontrarme el cielo gris de estos días y me encuentro con un azul mezclado con el gris que tiene mucho mejor pinta que días anteriores. Por fin!!!!
Desayunamos mucho más animados que día anteriores y optamos por ir paseando hasta la Plaza Bibijagua.
La plaza Bibijagua está como a algo más de una hora caminando por la playa desde el Palladium. El año pasado hicimos allí buenas compras y los vendedores no ponen tanto ímpetu ni son tan insistentes como en el Cortecito. Además, a todo esto hay que sumarle que el paseo hasta allí por la playa es precioso: por la playa ves hoteles, barcos, pescadores…. La parte mala es que si haces compras has de volver cargado.
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Llegamos hasta Bibijagua y preguntamos por el Brugal Siglo de Oro. Siempre empiezan pidiendo 100 $ y no conseguimos que bajen nunca de los 70 $. Me parece que este año no conseguimos el Siglo de Oro.
En uno de los puestos de la Plaza Bibijagua, al preguntar por el Siglo de Oro, el vendedor nos ofrece una botella de Brugal Único.
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Le digo que no estamos tan locos. No se si habeis oido hablar del Brugal Único, es la gran joya de la casa Brugal y el precio de la botella anda en torno a los 300 euros. El vendedor nos dice que se quiere quitar la dichosa botella de encima, que no la vende ni a la de tres. Las otras dos que tenía se las vendió a unos rusos pero hace ya más de un año. Nos pide 150 euros por ella. Ni locos. Pero empezamos a regatear. Ajusto un precio por 2 botellas de litro de Brugal Extra Viejo y otra de 75 cl de Barceló Gran Añejo (30 euros las tres) y seguimos pujando por el Brugal Único. Mi mujer es la regateadora más temida en todo Punta Cana, es dura y no cede ni un euro. Bueno, pues que al final nos hicimos con la botella de Único por un precio de risa para lo que en realidad cuesta. Una de las mejores adquisiciones que he hecho en mi vida.
La plaza y nuestras compras
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Volvimos al hotel, dejamos las botellas y nos dispusimos a disfrutar de la playa del Palladium, una playa que a mí me gusta. En nuestros paseos mañaneros hemos visto un montón de playas de hoteles, todos los hoteles que hay desde los Riu hasta los Barceló, un montón de hoteles y un montón de playas, kilómetros de playas. Sin ser la mejor playa, la del Palladium no desmerece de otras. Bien es verdad que la zona del Palace y Royal según el estado de la mar se queda estrecha y con una especie de escalón, pero también os digo, que la otra zona es bien bonita y además, de todas las playas que vimos, es la que posiblemente más ambientillo tenga (junto con Iberostars, Riu y puede que el complejo Barceló).
Playa del Palladium
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Bueno, tras media horita leyendo el libro en la tumbona, me empiezo a aburrir y me voy a dar una vuelta. Me encuentro en la barra húmeda del Palace (¿qué demonios tiene esta barra que me pasa todo aquí? ) a los valencianos. Se vienen con nosotros para la playa. Ella se queda en la tumbona con mi mujer y él y yo nos vamos a la barra del chiringuito de la playa donde sigue Janiel, como el día anterior. Cae un cubata, otro y otro. Preveo otra tormenta de ron.
Entablamos conversación con un supuesto argentino que resulta ser uruguayo. Toma whisky con cola pero es un buen tio . Hablamos de futbol y nos hacemos amigos. Whiscolas y cubatas a discreción y aunque el cielo está de un azul brillante yo sigo presagiando tormenta (de ron). El uruguayo nos presenta a su encantadora familia: su mujer (un cielo de chica) y sus niños (dos crios majísimos de 10 meses y tres años).
Los valencianos y nosotros vamos a comer a las Torres pero después de ir hasta allí nos lo encontramos cerrado. Como ya no hay tormentas lo han cerrado (había estado abierto los mediodías de manera provisional por mal tiempo), así que... vuelta a la Uva. Es viernes y podemos ver que ya empiezan a montar el mercadillo de bisutería y artesanía junto al lobby del Palace (como todos los viernes).
Uruguayos, valencianos, camarero y nosotros. Piscina Saona del Hotel Punta Cana
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Comemos en la Uva y volvemos a la playa. El Valenciano y yo nos vamos a la barra húmeda del Palace, que le quiero presentar al Tiburón. El Tiburón es William, el camarero más conocido del Palladium, un auténtico artista: canta canciones a pleno pulmón mientras prepara ricos cocktails, saluda a todos y cada uno de los clientes o bañistas (niños, mayores, chicos, chicas…). A cada uno le dedica su saludo particular. Pone la mejor música de todos los bares del complejo y tiene conversación para todo el mundo.
Como llegamos “calentitos” por todos los cubatas del día le animamos a Tiburón a que se saque unas fotos con nosotros. El Tiburón sale de la barra para posar con nosotros y nos prepara con cariño un par de buenos pelotazos.
Volvemos a buscar a nuestras resignadas señoras que están encantadas disfrutando del sol de Punta Cana (y sin que estemos nosotros dándoles la tabarra).
En la playa nos encontramos de nuevo con la famila uruguaya. Como somos tipos educados le invitamos al uruguayo a unos whiscolas y le acompañamos con unos cubatas. Buuuuffff! Empezamos a notar la carga pero en Punta Cana todo sienta mucho mejor. Jugamos con los niños a enterrar al amigo valenciano y nos reimos mucho.
Los valencianos han de volver el día siguiente a casa, se les acaba el viaje, pero se rebelan y llaman a la chica de su agencia de viajes (que además es amiga suya), están tan a gusto en el Palladium que van a intentar gestionar una semana más de estancia. Llaman a su amiga y ooooh… no nos hemos dado cuenta, es sábado y en España son ya las 23:00 . En Punta Cana se pierde con inusitada facilidad la noción del tiempo. No hay nada que hacer. Se tienen que ir al día siguiente.
Playa del Palladium
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Para mitigar las penas….. ¡habeis acertado! .. nos tomamos unos cubatas . Luego unos baños en el mar para espabilarnos y cada uno a su habitación a echar una obligada siesta.
Nos vemos con los valencianos en el Hemingway. Hemos quedado para ir a cenar a la Cantina Mariachi. Pero el valenciano viene con pantalones cortos. En los restaurantes temáticos del Palladium es obligatorio para los caballeros vestir pantalón largo, se lo advertimos y se va a cambiar mientras disfrutamos de unos tragos en el bar. Entre que va y viene tomamos algo y poco después suena el beeper (una hora desde que lo recogimos).
Ya en la Cantina Mariachi tardan bastante en traernos la carta. Después tardan bastante en venir a ver qué queremos. Los platos tardan mucho en llegar. Nos empezamos a sentir un poco incomodos, el ritmo del servicio no es muy bueno. Acabamos los entrantes y los platos, pero nadie viene a retirarlos. Pasan más de 20 minutos y no viene nadie. Hartos de tanta espera nos vamos sin pedir el postre. La comida, muy rica (pedimos camarones, fajitas de res…. Todo buenísimo).
Deliciosas las fajitas de pollo y res
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Rara vez falla el servicio en el Palladium (muy rara vez). Nos pasó esta vez en el mexicano y ya vereis más adelante que repetimos otro día y aún fue peor. Espero que sea algo temporal y se subsane rapidamente. Seguro que sí!! En el resto de temáticos que visitamos el servicio y el trato fue ideal.
Nos vimos en el lobby del Bávaro con la familia uruguaya (habíamos quedado con ellos) y tras compartir copas y tertulia, nos despedimos, que ya era tarde!!
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