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Nos cuenta Pepe Google de Tian’ an Men que es la plaza más grande del mundo. A diario la bandera nacional de cinco estrellas, se iza solemne a la salida del sol y se baja a su puesta. Al este están el Museo de la Revolución China y el Museo de Historia China, al oeste, el Gran Palacio del Pueblo; y al sur, la Puerta Zhengyang (Sol) y la Torre Jianlou (Arqueros), precedidas del Monumento a los Héroes del Pueblo y el Salón Conmemorativo del Presidente Mao. Estos sitios con su interés peculiar, atraen a muchos visitantes chinos y extranjeros, sobre todo el día en el que fui yo…
Llegamos en el fresqui-bus a la famosa plaza, después de haber desayunado como marqueses. El autocar nos da una vuelta completa a su alrededor. Comprobamos con terror la cantidad de gente que hay: miles de personas forman una cola que da ¡tres vueltas a la plaza! para visitar la famosa tumba de Mao. El calor y la multitud nos asfixian, y para colmo me he dejado en el hotel el gorro antiachicharramiento. Nuestros guías nos sugieren dejar la plaza y adentrarnos cuanto antes en la Ciudad Prohibida, dado que hay mucho que ver y andar…
La Ciudad Prohibida la forman un conjunto de palacios de las dinastías Ming Y Ping. Es el grupo de palacios más extenso y mejor conservado del mundo. Aquí vivieron 24 emperadores. La construcción duró 14 años y comenzó en el 1406. El área total es de 720.000 m2 y la superficie edificada mide 150.000 m2. La corte exterior, compuesta de los Salones de la Armonía Suprema, la Armonía Media y la Preservación de la Armonía, se dedicaba a las actividades políticas. En el Salón de la Armonía Suprema, en particular, se celebraban la entronización, el cambio del año de régimen, las declaraciones de guerra y otros asuntos estatales importantes, como los cumpleaños, la boda del emperador, la Fiesta de la Primavera, etc. El Palacio de la Pureza Celestial, el Palacio de la Unión y la Paz y el Palacio de la Tranquilidad Terrestre son la corte interior, donde el emperador vivía con su esposa y despachaba los asuntos administrativos rutinarios. Los otros seis palacios del este y el oeste y los jardines eran lugares donde vivían y se divertían las concubinas. En 1925 la Ciudad Prohibida se abrió al público y se convirtió en el Museo del Palacio Imperial. Este museo conserva más de un millón de objetos, muchos de ellos preciosos. En 1987 fue listado en los Patrimonios Culturales Mundiales.
Nos adentramos en la Ciudad literalmente a empujones. Jamás había visto tanta gente, ni había pasado tanto calor. El guía nos habla de todos los palacios y de la historia de los emperadores, aunque la mayoría está más pendiente de encontrar una sombra o un quiosco de bebidas. Nos encontramos edificios magníficos, patios inmensos, militares y policías a mansalva, gente de todas partes del mundo y obras por doquier. Como una imagen vale más que mil palabras, aquí os dejo unas cuantas:
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(Merece la pena agrandar el tamaño de las fotografías, para verlas con mejor nitidez).
Salimos de la Ciudad Prohibida al borde del desfallecimiento. Hemos andado unos cuantos kilómetros, rodeados de Historia, gentío y sofoco. Nuestro autocar nos espera con el aire acondicionado a tope. Me escuecen mucho la cara y los brazos. Una de las compis me presta un poco de crema hidratante, que me refresca bastante y me devuelve algo de vida. Comemos en un restaurante cercano y recuperamos fuerzas a base de unas verduritas confitadas buenísimas, pescados agridulces, pollo con salsa de limón, fideos al curry, carnes con champis y soja, sopas y litros de cerveza fría… Todo está divino. La digestión la hacemos en el fresqui-bus de camino a nuestra última visita oficial del día: El Palacio de Verano. Nuestro Pepe del alma nos habla de él:
Es el mayor parque imperial de China que existe hasta ahora, y es también uno de los más famosos jardines clásicos del mundo. Está a 15 km del centro de la ciudad. Durante las dinastías Liao y Jin era un sitio de excursión de la casa imperial y luego durante las dinastías Ming y Qing, se convirtió en un palacio con jardines. En 1888, la emperatriz madre Ci Xi abusó de los fondos de la fuerza naval para su reconstrucción, y le dio el nombre actual. Se compone de la Colina Wanshou y el lago Kunming. Todas las construcciones resaltan por su belleza gracias al paisaje cambiante. El Pabellón del Aroma de Buda, la Galería, el Salón de la Benevolencia y La Longevidad, el Puente de 17 Arcos, el Jardín del Interés Armonioso, la Calle Suzhou y el Barco de Mármol son los atractivos principales.
Nos parece que los que estaban por la mañana en la Ciudad Prohibida, están ahora aquí, dada la cantidad de seres humanos en conserva que participamos en la visita. Realmente los jardines son preciosos y las vistas magníficas, a pesar de las muchas obras de acondicionamiento (por los Juegos Olímpicos del 2008) que nos encontramos a cada paso. A mitad del camino nos ofrecen la posibilidad de volver al autocar en un barquito muy chuli en lugar de hacerlo andando. Aceptamos por unanimidad… A la salida de los jardines descubrimos un precioso río, cubierto en esta época por millones de flores de loto…
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De vuelta al hotel, y aprovechando la tarde libre, nuestro simpático chofer nos ofrece acercarnos desinteresadamente al mercado de imitaciones, dado que se encuentra al lado de su casa. La idea nos parece muy buena, porque de esta manera dejamos para mañana (último día, snif) la visita al famoso mercado de la Seda, que es el otro centro importante de compras en Pekín.
En el mercado de imitaciones nos hinchamos a comprar. Particularmente adquiero un chaquetón de Armani, una gabardina Burberry, una chupa muy chuli marca Peak, llaveros y miles de chucherías. El regateo se hace imprescindible y el que antes se cansa, es el que pierde. Lo curioso de los empleados de las tiendas es que son capaces de perseguirte hasta que consiguen que les hagas caso. Te llaman a gritos, te agarran y te ofrecen lo que quieras. Algunos hablan español y te dicen cosas como “guapo” “Pepe, ven” “mila, mila” “España, la mejol” Impresionante…
Abandonamos el mercado unos segundos antes de cerrar y nos vamos en taxi hacia el hotel. Dejamos los bultos y nos juntamos en el lobby. Nuestro plan nocturno consiste en cenar en el restaurante chino-japonés de ayer y dar un vueltecita corta, antes de acostarnos. A pesar de estar bastante cansados, nos vamos andando hasta el restaurante el cual, desgraciadamente, se encuentra cerrado (la mayoría de los restaurantes en China cierra a las diez de la noche). Esta circunstancia nos obliga a cenar una vez más en un Mac, hamburguesas y agua mineral. Puajjjjjj.
A la salida visitamos de nuevo el mercadillo cercano. Pedrito se compra un juego de mesa llamado Go y las chicas algunos pañuelos y cajas chinas. Volvemos al hotel paseando tranquilamente y comentando lo mejor y lo peor del día. Mañana será nuestra última jornada completa en Pekín. Preferimos no pensar en ello, aunque los primeros fantasmas de la melancolía empiecen a aparecerse ante nosotros…
Fotografías: Superpollo
Continuará…
