El sábado nos levantamos y salimos hacia el puerto un poco pasadas las diez de la mañana, más o menos a la hora prevista. Nuestra amiga “Ton Ton a” se volvió a liar un poco en la llegada y tuvimos que recurrir a lo que se hacía antes de su existencia: mirar las señales indicativas, que para algo están.
En fin, que nos metimos con el coche hasta la terminal y una vez descargadas y facturadas las maletas, mi marido se fue a dejar el coche al parking del WTC mientras nosotras esperábamos a que volviera para hacer el check-in.

Fui rellenando el formulario para pagar con la tarjeta los gastos del barco y nos sentamos a tomar unos zumos que te ofrecían durante la espera. Elena se entretenía jugando con los globos que le habían regalado donde cenamos el día anterior cuando de repente uno se le soltó y se le fue al techo. Vaya berrinche se llevó la pobre. Yo ya no sabía qué hacer para consolarla. En estas que veo que el chico de Pullmantur que te recibía y te explicaba lo que tenías que hacer para hacer el check-in, viene con una pedazo escalera y se sube para rescatar el globo. Y problema solucionado.


Bueno, pues Chema volvió, hicimos el papeleo para el embarque, nos dimos una vuelta por las tiendas de la terminal y nos sentamos a esperar hasta las 12.30 que se podía embarcar.
Llegada la hora nos pusimos en la fila, donde ya te empezaban a grabar para luego venderte el vídeo del crucero (que la inmensa mayoría de la gente no compramos), y antes de subir al barco también nos hicieron la foto de rigor (esa sí que la cogimos, aunque Laura no salía porque iba dormida).
Cuando entramos al barco, nos acompañaron al camarote (donde aún no estaban las maletas). Era pequeño, más o menos como lo esperábamos, pero suficiente para el rato que íbamos a estar en él. Y las maletas y el carro entraban. Vamos, si habían entrado en el maletero no iban a entrar en el camarote. Menudos campeones de Tetris estamos hechos.


Cogimos la comida en el buffet Panorama y nos sentamos a comer en la zona de la piscina. Después de coger fuerzas, seguimos dando una vuelta para ver lo que nos faltaba del barco e ir ubicando las distintas zonas.
Ya en la cubierta del Grill, empezamos a coincidir con la gente que habíamos conocido a través de Internet y con quienes íbamos a hacer las excursiones contratadas con la agencia externa (una de las “innombrables”). Pasamos muy buenos momentos juntos durante el crucero.

Casi sin darnos cuenta, eran casi las 5 de la tarde, hora de zarpar de Barcelona. Nos disponíamos a grabarlo y hacer fotos, cuando nos anunciaron por megafonía que teníamos que ir a hacer el simulacro de emergencia, así que se nos chafó el plan. La verdad es que lo podían hacer antes, o un poco después, porque el momento de zarpar es algo bonito de ver, pero bueno, qué le vamos a hacer, la seguridad es lo primero.
Después del simulacro, llevamos a Elena al Tibu Club y dimos una vuelta para verlo y conocer a los monitores. Volvimos a organizar las maletas, arreglarnos para la cena y pedir el cambio de mesa en el restaurante y ya se hizo el momento de recoger a Elena del club. Se lo estaba pasando pipa bailando en la mini disco.
En la cena, hay menú infantil, pero casi todos los días lo mismo: sopa, un plato de carne o pescado, pasta y pizza, y de postre arroz con leche, natillas, fruta o helado. Elena hubo varios días que le pedimos comida de adulto y no ponen ningún problema.
Ya durante la cena empezamos a notar el movimiento del barco. Bastante leve comparado con lo que se movió otros días.
Después de cenar, subimos a unos sofás que hay junto al casino a tomarnos un café y unos cócteles (bendito TI)
