Nos vinieron a buscar en un monovolumen de 8 plazas a la otra pareja y a nosotros y nos llevaron al aeropuerto, que desde el Mar Muerto son unos 40 minutos de trayecto.
Poco a poco decíamos adiós a este país tan cercano, tan hospitalario, y a una experiencia buenísima. En el aeropuerto hicimos las últimas compras, que con el tax free nos salieron muy bien. Sólo nos dejaron traernos una botella de vino St. George, que hemos compartido con nuestras familias. Los productos del Mar Muerto, también más baratos en el aeropuerto, al igual que las figuras de escayola típicas que me encargaron.
Royal Jordanian, impecable, y volvimos sentados junto a un médico, Munir, que lleva 40 años en Ibiza como doctor. Él nos acompañó hasta Barajas hablándonos del país, de las costumbres, del conflicto árabe-israelí, de la religión, de su familia, de la gastronomía… Nos recordó entre estas líneas, que la brecha es de intereses político-económicos, que las gentes somos iguales, y hasta que no bajamos del avión, seguimos degustando Jordania a través de este médico, que no es de ninguna parte, sino del Mundo.
Como los viajeros, que somos diferentes a los turistas, ¿no?.
Ma´ ssalama Jordania!.
