Nos dio pena despedirnos de la señora Arnolds, pero todavía más pena despedirnos de la mantequilla, la mermelada y del chocolate suizo... Nos quedaban más de 360 kms por delante hasta nuestro siguiente destino en Baviera, pero antes pensábamos pasar la mañana en Lucerna, que está a unos 70 kms de Interlaken.
Aparcamos el coche en el parking de la estación de tren. Desde allí sólo hay que cruzar un puente y ya estás en el centro, pero antes pasamos por turismo para que nos dieran un mapa y nos recomendaran un recorrido para hacer en unas tres horas.
La ciudad está a orillas del Lago de los Cuatro Cantones y la atraviesan varios puentes. El más bonito, el icono de la ciudad, es el Kapellbrücke, un puente medieval de madera que construyeron en 1.365. En el techo, tiene frontones adornados con pinturas que representan episodios importantes de la historia de la ciudad.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El casco antiguo no es muy grande pero está lleno de placitas recoletas, como la Weinmarkt y la Kornmarkt, y de casitas con mucho encanto cuyas fachadas están adornadas con frescos.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Comimos en un restaurante en la Mühlenplatz, cerca del río, pero no nos acordamos del nombre, lo que significa que no fue nada especial. Aunque todavía quedaba una semana para volver a casa, compramos chocolate en una bombonería del centro. No nos habrían perdonado que volviéramos a Sevilla sin chocolate, así que había que correr el riesgo de que se derritiera un poco...
Después de comer fuimos a ver la escultura del león herido, una de las más famosas de Suiza, que conmemora la muerte de 700 miembros de la guardia suiza en el palacio de las Tullerías defendiendo a Luis XVI durante la Revolución Francesa. Está en un parque un poco alejado del centro, pero no tardamos ni 15 minutos en llegar. La expresión de dolor del león impresiona, y el tamaño también porque mide más de 6 metros...
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La emoción nos duró lo que tardamos en volver a la estación a recoger el coche, porque antes de irnos, mi marido quería comprar una coca-cola para estar despejado conduciendo y yo tenía que ir al baño. ¿Donde está el problema? Pues el problema era que nos quedaba el dinero suelto justito, 4 CHF (3 €), y no teníamos suficiente para las dos cosas (evidentemente, no teníamos intención de cambiar más 5 minutos antes de salir para Alemania). Con el 1,5 € que me cobró Mr Clean para entrar en el baño hubo que tragar, que remedio, pero para el refresco buscamos un supermercado por allí para comprarlo más barato. Eso sí, los baños son todo un lujo...
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos quedaban casi 300 kms hasta Alemania, así que salimos de allí sobre las tres de la tarde y tardamos unas cuatro horas en llegar. Contra todo pronóstico, no nos perdimos con la inestimable ayuda del GPS. Eso sí, como cruzamos la frontera y estuvimos por tierras austriacas durante un rato, tuvimos que comprar la viñeta austriaca. De todas formas, la íbamos a necesitar los días siguientes. En Austria sí que tienes varias opciones dependiendo del tiempo que vayas a estar en el país, nosotros compramos la de 7 días que costó 7,90 €.
En Alemania nos quedamos en Schwangau, el pueblo más cercano al castillo de Neuschwanstein. Habíamos reservado un hostal familiar que nos gustó mucho, Landgasthof 'Zur Post'. Era la típica casita de madera, con la fachada llena de flores. Está junto a la carretera, pero por allí de noche no pasa ni un alma y no hay ruido, así que dormimos como troncos.
Antes nos dimos una vuelta para buscar sitio para cenar, y nos decidimos por un italiano bastante coqueto, la Osteria Destino, en la misma calle del hostal. Cenamos muy bien por 25 € los dos.
Para ser un pueblo tan pequeño está bien organizado para el turismo. En una plaza vimos algo que nos llamó la atención: era un panel con los nombres de los alojamientos del pueblo. En los que tenían habitaciones libres se encendía una luz verde y en los que estaban completos, una luz roja. Cada establecimiento tenía al lado su nº de teléfono, y había un teléfono de uso gratuito para que los que lleguen sin tener reserva puedan llamar al hotel que elijan desde allí mismo y no se los tengan que patear todos hasta encontrar donde quedarse. Bien pensado, ¿verdad? En España el invento no duraría ni una semana, siendo generosos...