Nuestro último día en Tokyo decidimos dedicarlo a visitar Nikko: un lugar famoso por sus templos y hermosos paisajes. Como cada día, tocaba levantarse bien prontito, ya que Nikko esta a unos 150 km de Tokyo.
Desde Ueno, cogimos un shinkansen (tren bala) que nos llevó hasta la estación de Utsunomiya, allí hicimos transbordo y cogimos la JR Nikko Line, que, como su nombre indica, nos dejó en Nikko (fue el primer día que activamos nuestro JR Pass de 14 dias).
Como iba sucediendo casi todos los días, tenía planeado un sin fin de cosas para hacer en esta zona, mi ruta era estupenda: veríamos la zona de templos, luego nos acercaríamos al Lago Chuzengi (a unos 45 minutos en autobús desde Nikko), y, de regreso, pasearíamos un poco por el pueblo de camino a la estación!! pero la experiencia de los otros días me hizo recapacitar, así que, teniendo en cuenta que en Noviembre anochece bastante temprano, que íbamos a caminar mucho y que subir al lago supondría perder 1 hora y media en bus, decidí quitar el Lago Chuzengi de nuestro recorrido...
Para llegar a la zona de templos, se puede hacer dando un paseo (una media horita, todo subida) o cogiendo un autobús; nosotros, como buenos excursionistas, nos decantamos por la segunda opción, así que nos dirigimos enfrente de la estación de Nikko, dónde estaba la parada de autobúses locales (Ojo! No todos los autobusés van a la zona de templos). No sabíamos en que parada bajarnos, y preguntar al conductor era algo complicado, así que seguimos la técnica de "nos bajamos dónde se bajen el resto de turistas", y funcionó: nos bajamos en la parada de Sogokaikan-mae, casi delante del Templo Rinnoji, unos de los templos recomendados a visitar.
Nos acercaremos al punto de venta de las entradas y adquirimos el pase “Nisha-Ichiji” (que significa “2 santuarios y un templo”), este pase combinado permite visitar los templos más importantes de la zona (Toshogu + Futarasan + Rinnoji), y sale más económico que comprar las entradas por separado (1000Y).
Web Templos de Nikko
Un poco de culturilla popular:
El Templo Rinnoji
Es el templo más importante de Nikko, data del S. VIII. De este templo destaca el Sanbutsu-do (Recinto de los Tres Budas), en cuyo interior se encuentran las enormes estatuas de Bato Kannon (diosa de la misericordia), Amida Buda y Senju Kannon, tras el recinto, se encuentran más de mil volúmenes de sutras almacenados en el Sorinto, pilar de bronce de nueve anillos.
El santuario-mausoleo Toshogu
De entre todo lo que veremos en este recinto, podemos destacar: en el primer patio del recinto, veremos una pagoda de cinco niveles, donada por un daimyo en 1650 (como muchas de las pagodas, esta no es la original, sino una reconstrucción).
En el segundo patio, nos encontramos con el establo sagrado, dónde un caballo blanco posa ante miles y miles de turistas. En frente del establo se encuentra el famoso grabado en madera de los tres monos sabios (haciendo esfuerzos constantes por no ver, no oír y no decir nada malo), el patio está rodeado por edificaciones que, antiguamente, eran almacenes, y dónde podemos ver impresionantes grabados de madera.
Desde este recinto, podemos acceder a la tumba de Tokugawa Ieyasu que, aunque se ha de pagar entrada a parte, es visita obligada para todos los que hemos estudiado algo de historia japonesa.
Después de pagar religiosamente nuestra entrada, y subir unas escaleras, llegamos a la tumba de Ieyasu, para recibirnos hay un pequeño gato durmiente, encargado de no dejar entrar a los ratones en el mausoleo; el felino es tan pequeño, que tuvimos que subir dos veces las escaleras que llevaban a la tumba y acabar preguntando a un visitante japonés dónde estaba el famoso "neko".
La capilla Futarasan
Lo que más nos llamó la atención de esta capilla (o de los alrededores), es que pudimos presenciar una boda tradicional japonesa.
Realmente Nikko nos maravilló, la belleza de este lugar es asombrosa: la mezcla de coloridos templos rodeados de una exuberante vegetación, con tonalidadades desde verde a roja, pasando por amarillo, es excepcional, pero, pese a las agradables vistas, tanta visita a templos, quitándonos y poniéndonos constantemente los zapatos, nos llegó a cansar, así que, llegó el turno de irnos y aprovechar para empezar a buscar un sitio para comer.
De camino al pueblo de Niko, había leído que cerca del puente Shinkyo, había sitios donde poder comer, así que, cogimos la calle principal de camino a la estación y empezamos a buscar algún lugar para comer, el que nos llamó la atención fue un pequeño local que tenía un letrero en la puera dónde se podía leer: Estos Yakitoris están de muerte (si, si, en castellano), que mejor reclamo que ese comentario para entrar!! y la verdad es que, la opinión de nuestro compatriota fue acertada, los yakitoris estaban de vicio, además lo curioso del lugar era su decoración, las paredes estaban llenas de papeles con comentarios que los clientes habían ido colgando en la pared, y la mayoría de ellos en castellano!!
Después de una merecida copita de sake caliente, emprendimos nuevamente camino a la estación, no sin antes hacer una pequeña y obligada parada: una tienda de kimonos de segunda mano, dónde, por menos de 20 euros, pude comprarme mi ansiado kimono japonés. Ya podíamos volver a Tokyo, para hacer las maletas y despedirnos de la gran urbe.
Desde Ueno, cogimos un shinkansen (tren bala) que nos llevó hasta la estación de Utsunomiya, allí hicimos transbordo y cogimos la JR Nikko Line, que, como su nombre indica, nos dejó en Nikko (fue el primer día que activamos nuestro JR Pass de 14 dias).
Como iba sucediendo casi todos los días, tenía planeado un sin fin de cosas para hacer en esta zona, mi ruta era estupenda: veríamos la zona de templos, luego nos acercaríamos al Lago Chuzengi (a unos 45 minutos en autobús desde Nikko), y, de regreso, pasearíamos un poco por el pueblo de camino a la estación!! pero la experiencia de los otros días me hizo recapacitar, así que, teniendo en cuenta que en Noviembre anochece bastante temprano, que íbamos a caminar mucho y que subir al lago supondría perder 1 hora y media en bus, decidí quitar el Lago Chuzengi de nuestro recorrido...
Para llegar a la zona de templos, se puede hacer dando un paseo (una media horita, todo subida) o cogiendo un autobús; nosotros, como buenos excursionistas, nos decantamos por la segunda opción, así que nos dirigimos enfrente de la estación de Nikko, dónde estaba la parada de autobúses locales (Ojo! No todos los autobusés van a la zona de templos). No sabíamos en que parada bajarnos, y preguntar al conductor era algo complicado, así que seguimos la técnica de "nos bajamos dónde se bajen el resto de turistas", y funcionó: nos bajamos en la parada de Sogokaikan-mae, casi delante del Templo Rinnoji, unos de los templos recomendados a visitar.
Nos acercaremos al punto de venta de las entradas y adquirimos el pase “Nisha-Ichiji” (que significa “2 santuarios y un templo”), este pase combinado permite visitar los templos más importantes de la zona (Toshogu + Futarasan + Rinnoji), y sale más económico que comprar las entradas por separado (1000Y).
Web Templos de Nikko
Un poco de culturilla popular:
El Templo Rinnoji
Es el templo más importante de Nikko, data del S. VIII. De este templo destaca el Sanbutsu-do (Recinto de los Tres Budas), en cuyo interior se encuentran las enormes estatuas de Bato Kannon (diosa de la misericordia), Amida Buda y Senju Kannon, tras el recinto, se encuentran más de mil volúmenes de sutras almacenados en el Sorinto, pilar de bronce de nueve anillos.
El santuario-mausoleo Toshogu
De entre todo lo que veremos en este recinto, podemos destacar: en el primer patio del recinto, veremos una pagoda de cinco niveles, donada por un daimyo en 1650 (como muchas de las pagodas, esta no es la original, sino una reconstrucción).
En el segundo patio, nos encontramos con el establo sagrado, dónde un caballo blanco posa ante miles y miles de turistas. En frente del establo se encuentra el famoso grabado en madera de los tres monos sabios (haciendo esfuerzos constantes por no ver, no oír y no decir nada malo), el patio está rodeado por edificaciones que, antiguamente, eran almacenes, y dónde podemos ver impresionantes grabados de madera.
Desde este recinto, podemos acceder a la tumba de Tokugawa Ieyasu que, aunque se ha de pagar entrada a parte, es visita obligada para todos los que hemos estudiado algo de historia japonesa.
Después de pagar religiosamente nuestra entrada, y subir unas escaleras, llegamos a la tumba de Ieyasu, para recibirnos hay un pequeño gato durmiente, encargado de no dejar entrar a los ratones en el mausoleo; el felino es tan pequeño, que tuvimos que subir dos veces las escaleras que llevaban a la tumba y acabar preguntando a un visitante japonés dónde estaba el famoso "neko".
La capilla Futarasan
Lo que más nos llamó la atención de esta capilla (o de los alrededores), es que pudimos presenciar una boda tradicional japonesa.
Realmente Nikko nos maravilló, la belleza de este lugar es asombrosa: la mezcla de coloridos templos rodeados de una exuberante vegetación, con tonalidadades desde verde a roja, pasando por amarillo, es excepcional, pero, pese a las agradables vistas, tanta visita a templos, quitándonos y poniéndonos constantemente los zapatos, nos llegó a cansar, así que, llegó el turno de irnos y aprovechar para empezar a buscar un sitio para comer.
De camino al pueblo de Niko, había leído que cerca del puente Shinkyo, había sitios donde poder comer, así que, cogimos la calle principal de camino a la estación y empezamos a buscar algún lugar para comer, el que nos llamó la atención fue un pequeño local que tenía un letrero en la puera dónde se podía leer: Estos Yakitoris están de muerte (si, si, en castellano), que mejor reclamo que ese comentario para entrar!! y la verdad es que, la opinión de nuestro compatriota fue acertada, los yakitoris estaban de vicio, además lo curioso del lugar era su decoración, las paredes estaban llenas de papeles con comentarios que los clientes habían ido colgando en la pared, y la mayoría de ellos en castellano!!
Después de una merecida copita de sake caliente, emprendimos nuevamente camino a la estación, no sin antes hacer una pequeña y obligada parada: una tienda de kimonos de segunda mano, dónde, por menos de 20 euros, pude comprarme mi ansiado kimono japonés. Ya podíamos volver a Tokyo, para hacer las maletas y despedirnos de la gran urbe.
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