Tras un vuelo de casi tres horas, llegábamos a Dunhuang, entre los desiertos de Gobi y Takla Makan, y puerta de la Ruta de la Seda. Nos fuimos para el Silk Road Hotel, construido como caravansar, con parte de hotel y parte de hostel, con unas vistas acoj… de las dunas. Esta zona es de las menos visitadas en los tours, de hecho en el foro no había información de esta zona. Yo os la recomiendo al máximo, por la experiencia que es el desierto en sí, así como por las Grutas de Mogao, más de trescientas cuevas excavadas en una pared de roca en el desierto, y decoradas con pinturas budhistas, en la que se repite el patrón de muchos budhas pequeños, en filas sucesivas, que les dan el nombre de las Cuevas de los Mil Budhas. Fue lo primero que visitamos, nos dimos una duchita y pillamos taxi que nos llevara a las cuevas. El taxi te lleva y te espera que hagas la visita, para luego devolverte al hotel o donde le digas, por 150 yuanes. La entrada a las cuevas es guiada, dura dos horas, te enseñan 10 cuevas, y cuesta 130 yuanes. Los tours en inglés son a las 12.00h, a las 14.00h y a las 16.00h, si no recuerdo mal. Entre multitudianarios grupos de chinos, hacer la visita con sólo seis occidentales no tiene precio. Y las cuevas…uf, imaginaos. Un budha de 36 metros dentro de una pagoda, otro de 22, un budha reclinado cubierto de pan de oro, unos frescos de impresión, y una guía super maja, hicieron de la visita otro de los momentos inolvidables del viaje. Os dejo alguna foto hecha en el centro de interpretación, donde hay reconstruidas siete cuevas, una de cada período, y que puedes fotografiar, pues las originales está totalmente prohibido, pero con estas os podéis hacer una idea.



Una vez de regreso al hotel, descansamos un poco, y a eso de las seis nos fuimos al pueblo de Dunhuang, que resultó una sorpresa, pues tiene un mercadillo de antigüedades muy chulo, y un mercado de comida también muy interesante. Por ocho yuanes nos pusimos hasta el filo de una especie de pizza-creppe rellena y un yogurcito líquido buenísimo!!! Pero cuidado, que el plato típico en la zona son las criadillas de burro y lo que las acompaña, en fin, ya me entendéis, y también probamos unos pinchitos de sospechosa textura que, al relacionar conceptos, acabamos por dejarnos, y hasta aquí puedo (y quiero…) leer…De cualquier forma, nos quedamos en el pueblo hasta por la noche, y luego nos fuimos a descansar.
Al día siguiente, por la mañana, visitamos las Cuevas del Oeste, parecidas a las de Mogao, mucho más pequeñas, muchas menos, pero con mucho encanto, pues no hay casi nadie visitándolas. Quizás deberíamos haberlas visitado antes que las de Mogao, pero fue muy interesante también. Éstas están junto a un cañón en el desierto con un pequeño río. Almorzamos en el pueblo y, por la tarde, nos fuimos a las dunas de arena. En las dunas puedes hacer bastantes actividades, tiro al arco, paseo en camello, tirarte en trineo por las dunas, sobrevolarlas en ultraligero…Nosotros optamos por escalarlas andando. La entrada cuesta 120 yuanes, por diez yuanes más te alquilan unos protectores naranjas para que no te entre arena en los zapatos (fue un acierto pillarlos, la verdad…) y puedes ir hacia la izquierda o hacia la derecha. Hacia la izquierda, las dunas de la arena cantarina (singing sand dunes) llamadas así por el sonido que hacen por la noche cuando el viento arrastra la arena duna arriba, lo que compensa el desplazamiento diurno y hace de estas dunas unas dunas “estáticas”. Recorrer estas dunas es una pasada, nos encantó, aunque es un esfuerzo considerable, sobre todo por el calor y por el hecho de andar sobre la arena, si bien tuvimos suerte con el tiempo, y no hacía un calor asfixiante. Y vaya paisajes, que bonito! El contraste de las dunas con el cielo, el silencio, la soledad, todo un tesoro en China!


Y, finalmente, el Lago de la Luna Creciente, un oasis que definen como un milagro geológico y que es indescriptible (la verdad es que ha sido un viaje inolvidable todo él, y aunque no quiero repetirme, es inevitable!) A las fotos me remito…

Y allí nos quedamos hasta que atardeció, además fue muy bonito, porque había puesta música clásica, de película, vamos, ese paisaje, esa música…y de vez en cuando, ese escupitajo, tan, tan sonoro, que te devolvía a la realidad…