Nos despertamos bastante pronto, y tras el encuentro de rigor con Antonio, nos dirigimos a desayunar a Terravision Café, que estaba al lado de la estación y nos costó más barato que la cafetería del día anterior.
Tras desayunar fuimos a la estación de trenes y nos fuimos en tren hasta Arezzo, pasando por paisajes más bonitos que los de camino a Lucca. Arezzo es un pueblo medieval de la Toscana Oriental, famoso por ser allí donde se rodó la película “La vita é bella”, y que han aprovechado los de Arezzo como reclamo turístico, ya que había en algunos lugares carteles de la película mostrando fotogramas con ese lugar en concreto. El primer lugar en el que nos detuvimos fue la piazza Grande, con la iglesia de Pieve di Santa Maria.

Entramos a una oficina de información turística que se encontraba en la loggia de la plaza y nos agenciamos un plano. Dimos una vuelta, pasando por la iglesia de San Domenico (en la que entramos), piazza de San Domenico, la Casa de Vasari, el jardín llamado “Parco il Prato”, la Fortezza Medicea (que estaba cerrada, según parece en obras) y callejeamos sin rumbo fijo.



Cerca de las 11:30h, nos tomamos un café y un chocolate, con unas pastitas que nos pusieron de acompañamiento, en el Caffe dei Constanti (piazza San Francesco, 19). Íbamos a entrar en la iglesia de San Francesco, famosa por unos frescos de Piero della Francesca: “La leyenda de la vera cruz”, pero la entrada tenía un precio exagerado así que optamos por no entrar.
De aquí, vuelta hacia la parte baja de la ciudad, donde nos dirigimos al antiguo anfiteatro romano, de acceso libre y gratuito.

Estuvimos un rato haciéndonos la idea de cómo tenía que ser el circo, y volvimos hacia la Piazza Grande.
Para comer, fuimos a la trattoria La Lancia d’Oro, en la logia de la plaza. Era un sitio muy bonito, con una agradable vista hacia la plaza y la iglesia. Pedimos para beber agua, y para comer una lasaña (bastante normal) y un risotto al funghi porcini con frutos del bosque que estaba buenísimo!!. Antes de traer los platos principales, mientras esperábamos, nos sirvieron un poquito de sopa de tomate, y unos porciones de focaccia con verduras por encima, además de un saquito con distintos tipos de panes pequeñitos de la zona. Tras los platos principales, pedimos un postre para compartir: coulant con frutas (o algo así) que consistía en dos cuencos, uno era especie de crema caliente con frutos del bosque, y el otro la misma crema pero con naranja, (sabía parecido a una crema catalana, pero en caliente), y luego un espresso. De nuevo, mientras esperábamos los postres nos sacaron unas pastitas. Todo por 50 €. Fue la comida más cara del viaje, pero la de más calidad.
Después de la comida, nos retiramos hacia la estación de trenes para volver a Florencia, donde proseguimos la aventura paseando por sus calles.
Fuimos por la zona del Duomo,


y por la zona de la iglesia de San Lorenzo y el Mercato Centrale, donde estaba lleno de tenderetes y compramos algunos souvenirs, la Loggia del Bigallo, y ya cayendo la noche la supuesta casa de Dante, la iglesia de Santa Margherita de Cerchi, Orsanmichele, Mercato nuovo, Piazza Della Repubblica, el Ponte Vecchio en plena noche, la piazza di S. Trinita, y pasamos junto al palazzo Spini-Ferroni. Vamos, por todo el meollo central e histórico de Florencia.
Esa noche, fuimos a cenar a la Anticca Pizzeria Nuti, porque nos apetecía una terraza. Pedimos un agua, una copa de vino tinto, un escalopín a la milanesa y pizza con Frankfurt. Por 30’8 €. Después, a descansar de la agotadora jornada.