Nos despertamos, y como cada mañana de cada día, nos encontramos a Antonio, al que tuvimos que darle el parte: buon giorno, tutto bene?, dove vai?, il tempo, etc. Nuestro “italiano” inventado parece ser que se entendió bastante bien allá donde fuimos, ya que no tuvimos ningún problema en ningún momento. Al igual que nosotros entendíamos bastante bien el italiano.
Tras desayunar en una pastelería, fuimos a la estación de trenes, donde compramos en el mostrador “due billeti a Lucca, andata e ritorno” (o algo así…) También se podía comprar en las máquinas, que no eran muy difíciles de usar, de hecho creo que algún día lo compramos en estas máquinas.
Llegamos a Lucca y el día se avecinaba desapacible, sobre todo por el fuerte viento que hacía. Aún así, nada nos desanimaba. Desde la estación de trenes en la piazza Ricasoli, fuimos caminando hacia la puerta de la ciudad en la piazza del Risorgimento. Pasamos por la Piazza Napoleon, y por la via Beccheria desembocamos a la Piazza S. Michele, donde se encuentra la iglesia S. Michele in Foro, porque en ese lugar se emplazaba el antiguo foro romano.


Entramos en la iglesia, gratuitamente, y a la salida nos detuvimos a tomar dos “cioccolata calda” en el Caffe del Mercato, en la Piazza S. Michele 17. Al salir, se puso a llover. ¡Qué mala suerte! Lo bueno es que duró pocos minutos y ya no llovió más el resto del día, aunque sí nos acompañó el viento.
Continuamos camino, y fuimos hacia la iglesia de S. Frediano, por la via Fillungo. Le echamos unas fotos a los mosaicos de la fachada que la hacen famosa, y entramos en la iglesia, donde había una pila bautismal con relieves de interés. Justo tras terminar de verla, el sacristán nos echó a los turistas porque cerraban la iglesia.
Tomamos rumbo a la plaza del anfiteatro.

Echamos un vistazo a los precios de las cartas por si fichábamos algún restaurante donde comer, pero enseguida nos dimos cuenta de que el viento hacía muy desapacible comer en las terrazas de la plaza. Entonces nos dirigimos a la catedral de Lucca (la iglesia de San Martino)


Entramos y vimos la iglesia, y a la salida fuimos a comer a la Osteria Baralla, en el 9 de la via Anfiteatro, donde nos sentaron en una mesa larga compartida con parejas a ambos lados, y una de las parejas se nos presentó, y resultó ser un matrimonio de Neoyorquinos y tuvimos una animada charla en inglés, bueno, lo poco que pudimos chapurrear y entender, porque hablaban muy rápido...
Allí pedimos un agua y una copa de vino, unos ravioli con salsa de tomate bastante normalitos, y un risotto con salsa de vino tinto bastante bueno. De postre, uno típico de la zona: cantucci con vin santo (son como lo que aquí llamamos rosegones, y la bebida parecida a la mistela, pero más fuerte), y un plato de zuppa lucchese. Todo por 32,5 €.
A la salida de comer, decidimos dar una vuelta por la muralla, cuya parte superior tiene un paseo donde la gente suele ir en bicicleta o paseando. Luego, volvimos al interior de la ciudad, y subimos a lo alto de la Torre Guinigi por 7 € los dos, con sus encinas en la cumbre, y pudimos ver las montañas toscanas que rodean la ciudad y los tejados rojos y anaranjados de Lucca.


Al bajar, nos dirigimos a la estación de tren, y como ya teníamos algo de hambre, nos compramos en una pastelería un par de trozos de unos dulces típicos toscanos: un panforte margherita y otro de color más oscuro, en una tienda en la piazza San Michele 34, la Fabbrica Bruccellato Taddeucci. Nos los comimos sentados en las escaleras de la piazza San Michele. Estaban muy ricos, sobre todo el margarita, que era algo más suave.
Dimos por finiquitado nuestra visita a Lucca y volvimos a Florencia. Para cenar, fuimos a un lugar recomendado en los foros: el Gusto Leo, en la via del Proconsolo, 8/10R, donde nos pedimos agua para beber, una sopa ribollita cada uno, y una ensalada en medio. La sopa nos gustó bastante, y la ensalada no estaba mal aunque no recordamos qué llevaba exactamente. Todo por 24’3 €. Otro día repetimos en este sitio, pero no nos gustó tanto, ya lo contaremos en su momento.